NOVIEMBRE/DICIEMBRE,2006
(ÚLTIMA ANOTACIÓN)
Hay saltos que parecen imposibles. Pero eso hay que
olvidarlo en el momento de flexionar las piernas y lanzarse,
saltar con seguridad absoluta sobre la boca del abismo
de SOSIEGO, mi antilibro impublicable
6 de noviembre.
No pensaba escribir más que una línea en este
diarioweb: me he pasado la semana escribiendo, escribiendo
y escribiendo. Y es verdad, aunque supongo que he hecho más
cosas: una cena-clase en casa de "La Tripulante"
Mar Cassinello, subir a casa de Susi Trillo y María
Luisa Maillard a ver como iban las portadas de los libros
que sacamos al mercado el día 14 de diciembre, he caminado
caprichosamente por las calles de mi ciudad, dormido la noche
del viernes en L.A. (El Escorial)... Nada demasiado social
ni de interés. La semana que viene -ya tengo terminada
la novela y el viernes habré acabado con la segunda
corrección y la lanzaré al mar, a ver si flota-
espero que vuelvan a aparecer en esta página señoritas
de sonrisa bellísima, equilibristas, elefantes, genios
de lámpara, gansos de ojos azules y todas las otras
maravillas que pueblan el fabuloso mundo literario de Mad
Madrid, mi amada y odiada ciudad.
Moverse hacia delante tiene propieades curativas.
Pavel Kohout (La hora estelar de los asesinos)
20 noviembre.
Me temo que sigue sin haber ni elegantes elefantes azules,
ni contorsionistas de malla blanca, ni siquiera fotos esta
semana en mi simpático (bueno, hoy me gustaría
que fuese "simpático") diarioweb. Y no es
por falta de buena voluntad, que no haya traído clavelitos
porque ya no aprecie al lector-visitante de mi paginita gueb,
sino porque hasta el jueves... me he limitado a seguir escribiendo,
o to be precise: CORRIGIENDO. Pero ya está. La hija
de la cucaracha ya es una novela y existe en unos cuantos
ordenadores a lo largo y ancho de todo el mundo; ahora toca
que se la pueda abrir, tocar, dejar en el suelo o encima de
una mesilla, que se convierta en un libro (nada más
fácil y nada más difícil y a veces hasta
imposible; porque un libro necesita no sólo estar impreso
sino recorrer mundo, visitar puertos exóticos, caerse
al agua, viajar en el bolsillo de la trenka de una muchacha
polaca, ser utilizado para escribir un número de teléfono,
que alguien lo valore tanto como para llegar a regalárselo
a una persona a quien quiere o aprecia; no es fácil,
como podría parecer a primera vista, no es cuestión
de imprenta, sino de muchas voluntades y una pizquita de magia;
estoy en ello).
¿Y el viernes? Ah, ¿Qué hizo el viernes
el gándul de Javier Puebla si ya había dado
por terminada su novela? El gandul, eso es lo que hice, admitido.
El gandul. Y el sábado repetí la operación,
el domingo..., ya no tanto, estoy escribiendo esto, subiendo
alguna foto de mis Tripulantes, que faltaba, a la página,
luego me pondré con una columna sobre Álvaro
Pombo. El domingo... he vuelto, será la edad pero he
descubierto que no hay nada que me divierta y estimula más
que llevar al borde del límite, pero sin forzarla jamás,
la máquina, mi humilde máquina de carne y sueños.
Pertenecía
a esa clase de personas a quienes los elogios hacen daño
MONTERROSO
(a pesar de que nunca conoció a Panizo,
Javier Panizo)
27
DE NOVIEMBRE
La
semana no pudo empezar mejor: me levanté y era
lunes (habrá a quien le parecerá normal pero
lo cierto es que a mí no siempre me pasa, a veces,
muchas veces, me levanto, me he levantado, y era martes, o
viernes, o hasta domingo... y la semana aún tenía
que empezar). Desperdicié el lunes cambiando libros
por eurocromos. Tenía tiempo, el martes, mi día
grande, aún estaba por llegar.
No fue
para tanto el martes, pero ví a Edward Melón,
el impagable líder de Waldorf Histeria (histeric poprock),
con quien espero escribir al menos la letra de una exitosa
canción. Y luego pasé a ver a mi amiga Ana Faraco,
la dueña de esa preciosa librería en la calle
Toledo
llamada El Aventurero en la que se encuentran los mejores
cómis de Madrid. Por lo demás.., la clase de
los martes (qué bien escriben mis Tripulantes, alucino,
estoy por retirarme y dedicarme a explotarles), un paseo nocturno
y poco más. Tampoco me quejo.
Del miércoles
no me acuerdo, pero el jueves voy a ver a Andy, a Andy Oakes,
un tipo de acento cokney que me espera en el British Council
(a mí y a quien llegue, esto es una rueda de prensa,
señores, yo no soy el presidente de la academia sueca
que concede los Nobel; esos cigarrillos cada vez más
bajos en nicotina). Me gusta Andy, con su acento cokeney (que
me cuesta entender), me gusta su libro, Ojo de Dragón,
y sobre todo me encanta la portada de Chema Prado y Ángel
Uriarte, y la edición que se ha marcado Alianza: el
libro como objeto en sí mismo, puro placer tenerlo
entre las manos. Después de ver a Andy, y a más
gente, camino largo por Madrid,
paso por Fuentetaja para ver a Amelia, y por Fuentetaja para
ver a Antonio (hay dos Fuentetajas, uno lleno de libros y
el otro lleno de sillas y profesores de escritura), y como
aún queda mañana -los ingleses siempre logran
hacerme madrugar- me pierdo por el centro que el alcalde de
la Villa y Corte está convirtiendo en cada vez más
peatonal y agradable. No voy a nadar. Rompo el ritmo, la inercia,
por un día. No escribo (excepto la columna y este diario).
No le pido nada concreto a la jornada, sólo la dejo
pasar. Mañana es viernes y seguro que llueve. Me da
igual. Si puedo iré al Ateneo, a los viernes de la
Cacherrería (o me quedaré en casa viendo una
película). Y el sábado..., y el domingo. Como
sean, como vengan. Ya veremos, de momento me encuentro en
calma. Muy tranquilo.
Uno
envejece. No cambia, sólo envejece. Eso es lo fulero.
Ricardo Piglia, Tarde de amor (relato)
3 de diciembre
Uno de esos maravillosos desayunos de prensa en el Hotel Villa
de la Reina, organizado en esta ocasión por Cátedra,
el gran Emilio Pascual, abre esta "semana literaria del
diarioweb de Javier Puebla". Se presentaba la poesía
de Luis Alberto de Cuenca escrita entre 1979 y 1996 en un
solo volumen minuciosa, mimosamente,
anotado por Juan José Sanz. Hora y media estuvimos
en el salón privado del hotel, ya mucho más
allá de la información periodística,
en pura tertulia con un punto álgido -pasión
compartida- cuando Joaquín Arnaiz sacó a colación
la vertiente religiosa que tiene el fetichismo. Y era especialmente
oportuna la reflexión para quien escribe pues aunque
había recibido el libro en casa no lo había
abierto, tan fascinado por la genial portada, ilustración
de Fernando Bellver, que prefería demorar el momento
de abrirlo. Por otra parte quería tener el ejemplar
firmado por LAC, claro; pero me las ingenié, y el fetichismo,
el mío, alcanzó cotas insospechadas pues Emilio
Pascual me cedió el volumen que había llevado
para la presentación con algunas hojas dobladas (Emilio
Pascual jamás dobla la hoja de un libro) y con dos
pequeñísimos errores de impresión: un
objeto único, que es que ahora estoy leyendo, disfrutando,
dejando que me acompañe en mis largas noches de solitario.
Cuando terminó el desayuno Luis Alberto saltó
a un taxi y preguntó si alguien iba hacia el Consejo
Superior de Investigaciones Científicas.
-Yo- respondí sin dudar.
Igual habría respondido "yo" si me hubiese
dicho que se dirigía hacia el aeropuerto, el parque
del Retiro o Rivas Vaciamadrid: era el pretexto ideal para
alargar el encuentro, jugar a una "cita al cruce"
(que es uno de mis pasatiempos favoritos: acompañar
a alguien en un trayecto para él obligado y para mí
viaje; lo he hecho con Diego Sánchez Bustamante, Lorenzo
Silva, Fernando Sánchez Dragó y algunos, bastantes,
otros).
Mereció la pena, claro. La compañía de
Luis
Alberto de Cuenca es tan estimulante, ya lo he escrito con
anterioridad, como leer sus poemas.
Pero hay más semana, aunque esa misma mañana
y atravesar el Retiro dedicándome a otra de mis extravagancias
predilectas (to take pictures of myself) me encontré
con un amigo de la infancia, que ahora es médico en
el Gregorio Marañón: Jaime Elizaga. Charlamos
un rato, me hice una foto con él, y luego me fui al
oculista a acompañar a mi hijo y ya de paso descubrir
que mis ojos están más delicados de lo que me
gustaría y no les iría mal una sesión
de láser (me sentí un enano, pequeño,
deprimido, frágil).
Pero a la mañana siguiente ya estaba listo de nuevo
para la lucha. Se estrenaba la peli de Banderas, "El
Camino de los Ingleses" inspirada en la novela homónima
de mi compañero de Nadal Antonio Soler. En la película
actuaba, actúa, Cuca Escribano, una de mis más
queridas amigas y aunque me faltó ánimo para
acudir hasta el Kinépolis, donde estaba previsto el
estreno, sí me alcanzó para pasar por casa de
Cuca, darle un beso de buena suerte y hacerle un par de fotos
con el maravilloso vestido rojo que cierra el diario de esta
semana; aunque después hubo una fiesta en el Florida
Park, a la que sí acudí, y en la que charlé
con Banderas, la Griffith, les hice fotos, bebí gintonics
y me divertí como un indio, pero como suele decir mi
chica, mi mujer, "tampoco hay porque contarlo siempre
todo".
Te
imitas la mar de bien
Bret Easton Ellis, LUNAR PARK
10 de diciembre
Esta semana Javier Puebla no se encuentra con ánimos
para escribir su diario web, está demasiado liado con
el asunto de convertirse en editor, y para mayor juerga en
presentador de su invento, el próximo miércoles
13 en Blanquerna. Tan liado que el hombre hasta se nos ha
puesto malo: el jueves se metió en la cama a las doce
de la noche (insólito para un noctámbulo empedernido)
con dolor de estómago, temblores tan terribles que
si hubiese estado en África habría pensado en
un ataque de paludismo; pero Mad Madrid no es África,
seguro que sólo eran nervios por la cantidad de responsabilidades
-él solito se metió en camisa de once varas-
que le habían caído encima sin mayor beneficio
que La
felicidad de los otros, pues económicamente la
jugada no ha sido en absoluto rentable; pero eso no le importa,
el dinero cada día le importa menos a Javier Puebla,
valora más otras cosas, como no tener que acostarse
a las doce de la noche, suele hacerlo a las cuatro o a las
cinco, temblando como un azogado. Así que en el futuro
se andará con más cuidado antes de meterse donde
no le llaman; o al menos eso piensa ahora mientras escribe
estas líneas apresuradas, aún notando la existencia
de su frágil, desde niño frágil, estómago.
La
enfermedad es la madre de la modestia
Robert Burton, Anatomía de la melancolía
17 de diciembre
Y Madrid era una fiesta. Mi Madrid. Mi fiesta. En la librería
Blanquerna no cabía ni un paraguas de bolsillo, los
asistentes a la presentación de Los Libros del Capitán
desbordaban no sólo la sala, también las escaleras,
el vestíbulo. Fue como una obra de teatro donde me
tocó hacer de maestro de ceremonias, faltaría.
Y mis seis Tripulantes, ahora ya mis seis autores porque tienen
libro en la calle que puede comprarse, leerse, criticarse
o alabar, fueron los actores. De ellos el mérito de
la sala abarrotada, de ellos el logro de que se agotase la
edición (modesta, una edición digital que no
alcanzaba los cien ejemplares por autor) y que ya esté
en marcha una segunda. Una experiencia especial: ellos estaban
borrachos de alegría, yo contento por su felicidad
desbordada. Pero lo más grande era el ambiente, ni
una sola cara sin sonrisa, el cava saltando de las copas a
las bocas, los relojes detenidos. No sé exactamente
cuanto tiempo duró: el justo, según parece.
Pero al final de la fiesta, igual que había sucedido
dos días antes en la presentación del
premio Herralde (ver columna) se presentó alguien
que no había sido invitado: la muerte; en este caso
la tía de uno de mis autores que era para él
como una segunda madre. Y de nuevo la mezcla agridulce, la
realidad no permitiéndome que pensase que se pueden
separar los pies del suelo, que por mucho y muy alto que se
salte siempre volvemos al suelo, bajo el suelo. Caminé,
mi gran vicio, solo esa noche mucho rato, contento y triste.
Caminé y caminé, hasta que me venció
el cansancio y paré un taxi y le di la dirección
de mi cama, del lugar donde me arropo y oculto bajo las mantas
y las sábanas.
"Temo que al expulsar a
mis demonios también me abandonen mis ángeles"
Rilke, carta al doctor Emil Von Gebsattel, sicoanalista
24 de diciembre
Resulta levemente molesto que el ritmo interno venga marcado
desde el exterior, aunque el exterior lo que ordene sea fiesta
y descanso; sucede en verano, sucede en navidad, hay que pararse
y divertirse. Pero confieso que estaba especialmente divertido
los últimos meses en movimiento continuo y que me siento
capacitado para decidir yo mismo cuando detenerme y divertirme.
Aunque tampoco voy a enfadarme por eso. Si toca pararse, divertirse,
hacer regalitos... lo haré con la mejor de mis sonrisas.
Ya habrá tiempo, si los vientos son propicios, para
nuevas aventuras por los mares de la imaginación a
partir del 8 de enero. Mientras tanto: hagamos nuestro papel
con toda la altura y dedicación que seamos capaces
de emplear en ello.
DIARIO 2005
DIARIO
2006: Enero a Junio
DIARIO
2006: Julio a Octubre
Diario
2006: Noviembre.
A partir de cierta edad la vida se vuelve, sobre
todo, administrativa
Michel Houellebecq, LA POSIBILIDAD DE UNA ISLA