El Herralde
                  
                    El Herralde de este año, el ganador del premio Herralde 
                    de este año, se llama Alberto Barrera Tyszka y su novela 
                    se titula La enfermedad. Es magnífica, pero no para 
                    cualquiera. No para cualquiera porque cuenta la historia de 
                    un médico, un oncólogo, que se ve obligado a 
                    comunicarle a su padre -un padre que es a la vez madre pues 
                    la verdadera murió cuando el narrador tenía 
                    diez años- que está enfermo, mortalmente enfermo, 
                    de cáncer. La teoría del doctor Javier Miranda 
                    es que a los enfermos hay que decirles la verdad crudamente, 
                    sin tibiezas ni adornos: le quedan tantos días o tantos 
                    meses en el valle de las lágrimas, después... 
                    adiós. Pero cuando el enfermo es su padre, su propio 
                    padre, no es tan fácil, es una novela, una magnífica 
                    novela porque Alberto Barrera Tyszka lleva la narración 
                    con absoluta elegancia y el suficiente distanciamiento, pero 
                    aún así confieso que no me atrevo a recomendársela 
                    a cualquiera, aunque a quienes se la he recomendado, y la 
                    han leído, me han agradecido la recomendación: 
                    buenísima, me ha encantado, excelente, uno de los 
                    mejores premios que he leído en mi vida.
                    Asistí a la presentación del libro en Madrid 
                    el lunes once de diciembre en el bar Hispano, el cuartel general 
                    de Anagrama en la Villa y Corte, y el ambiente era excelente 
                    aunque no había tantísima gente como otros años 
                    (Madrid se quemaba en presentaciones literarias ese día). 
                    Hablé largo con Jorge Herralde (se le veía cansado, 
                    pero ello no afectaba a su amabilidad proverbial, a su calidad 
                    de conversador y cuidador de sus productos: sus libros, sus 
                    hijos). Y también con Juanjo Millás, Magrinyá, 
                    Lola Beccaria, Diego Valverde y otros amigos. El ambiente, 
                    ya digo, era excelente. En un momento dado reconocí 
                    una cara pero no fui capaz de ponerle nombre; supuse que era 
                    alguien de Anagrama. Corrí tras aquella cara por todo 
                    el bar.
                    -¿Eres de la editorial?
                    -No, soy la dueña del Hispano.
                    Entonces me vino a la memoria el nombre, Ana, se llamaba Ana. 
                    Y le recordé quien era, la última vez que la 
                    vi, en compañía de uno de los personajes más 
                    fascinantes que he conocido en mi vida, Rafael Vilar, El Coronel, 
                    el empresario que mejor se movía en África (allí 
                    le conocí), miembro de la familia fundadora de una 
                    de las constructoras que hoy forman Necso.
                    -Ah, sí, Rafael, que persona tan entrañable.
                    -No le veo desde que me invitó a comer un "arroz 
                    ciego" precisamente aquí, en el Hispano. ¿Sigue 
                    viniendo?
                    No, no seguía yendo por el Hispano. Ni por el Hispano 
                    ni por ningún sitio. Había muerto. Ha muerto. 
                    Me lo dijo elevando la voz sobre el colchón de risas 
                    y conversaciones. El Coronel había muerto. Reuní 
                    fuerzas para despedirme de amigos y conocidos y en cuanto 
                    pude salí, me quedé solo, caminando por la Castellana 
                    fría y desolada. La vida y la muerte juntas en la misma 
                    fiesta. Y no era literatura. Era la realidad. La implacable 
                    realidad que nada sabe de sueños, ni vanidades.