"Capturar
estrellas fugaces. Eso es lo que intenta siempre un artista" SOSIEGO, antilibro, público pero
impublicable. Javier Puebla
18 de enero 2010
MIS MERECIDOS GAYUMBOS
Los Reyes Magos han sido sorprendentemente
generosos estos años. Yo sólo había
pedido, en la carta que redacta Max, unos gayumbos, mis
merecidos gayumbos, como los llama él, pero han caído
cámaras de fotos, zapatos, ratones electrónicos,
pijamas, camisas... y mucho afecto por parte de mi familia
y amigos del que realmente merezco. Gracias a todos ellos.
Yo sigo regalando mis palabras para cualquiera que desee
recibirlas desde este diarioweb, como yo lo llamo, aunquehasta
los clasifica-todo de Google se empeñan en llamarlo
blog, pero no. Esto es un diarioweb. Un semanarioweb, to
be precise. Y sigo con mi idea de hacerlo en video. En video
y en vertical. Genio y figura. Pero también sigo
sin ADSL, y hasta que no lo contrate... pido paciencia.
Feliz año a todos los que lean estas palabras. Y
gracias por hacerlo.
CARMEN MUGUETA, ARQUITECTO
-¿Estás contenta?
Se lo pregunto al final de la conversación que mantenemos
el catorce de enero, porque lo noto en su voz, el contento,
pero también porque
acaba de regresar de sus vacaciones argentinas.
-Sí, estoy contenta.
Ha acertado, pienso. Pero me equivoco. No está contenta
por el viaje, que también, sino por algo más.
-¡Me he recibido!
¿Se ha recibido? Aunque lo entiendo enseguida, entre
ese “enseguida” y el momento que escucho la
expresión transcurre un brevísmo lapsus en
el que debo decidir si se trata de una expresión
argentina, “me he recibido”, o de un “marismo”
como llamamos los escritores del grupo 3Estaciones a ciertos
giros linguísticos que utiliza con tanta libertad
como elegancia Carmen Mugueta, mi amiga Mara, la autora
de ese precioso libro, Haz Milagros Ediciones, titulado
PUNTA.
Pero al entender, comprender lo que significa ese “me
he recibido” no puedo, ni quiero, evitar que una oleada
de euforia, de absoluta felicidad vicaria, me invada por
completo. Ha aprobado, conseguido su título de arquitecto...
en España.
Porque
quien haya leído las líneas anteriores, pero
no conozca a Mara, a Carmen Mugueta, probablemente
habrá pensado que me estaba refiriendo a una chica
jovencita, de veintipocos años, que acaba de terminar
arquitectura. Pero es más que eso, porque me estaba
a una mujer en plenitud, con dos hijas que sí tienen
-ambas- veintitantos años, y que se licenció
en su país, en Argentina, en la carrera de arquitectura
cuando tenía la misma edad, o menos, que sus hijas
tienen ahora. Es decir, Mara, Carmen Mugueta, es arquitecto
desde hace muchos años, ha firmado infinidad de obras
en continentes varios, desde África hasta América,
y hace sólo un lustro largo, unos seis años,
que decidió
abandonar su país, Argentina, y venirse a la España
donde había nacido su madre para volver a empezar,
para demostrar al mundo y a sí misma, sobre todo
a sí misma, quien era Carmen Mugueta. Pero sucede
que un título universitario obtenido en Argentina
no tiene homologación directa en España, que
si deseaba firmar las obras, maravillosas -es un genio-
que estaba realizando, tenía que volver a examinarse
de un montón de asignaturas. Y lo hizo. Durante años
lo ha estado haciendo. Acudiendo a la universidad rodeada
de veinteañeros, batallando con profesores que nada
regalan a nadie, estudiando y esforzándose hasta
donde le alcanzaban las fuerzas. Yo he sido testigo, lo
he visto. Mara forma parte de mi “tripulación”,
como llamo a quienes asisten
a mi taller literario, desde hace cinco años. Cinco
años en los que la he visto crecer como escritora
y no fallar jamás ni como persona ni como compañera
ni como amiga. Lo que ha logrado Mara, Carmen Mugueta, lo
hemos logrado todos. Todos los seres humanos. El triunfo
de la voluntad sobre los prejuicios y las trabas burocráticas
y sociales. Su triunfo es mi triunfo y el triunfo de quien
esté leyendo estas palabras. Felicidades, de todo
corazón. Tu alegría es la alegría del
mundo entero. No me extraña que me dijese en nuestra
conversación del jueves catorce de enero que estaba
contenta.
CUATRO CRISMAS
Se ha perdido la costumbre.
Yo el primero. Cuando estaba destinado en Dakar mandaba
más de cincuenta cada navidad. Ahora unos correitos
electrónicos y algún sms personalizado es
lo más que mandamos-recibimos. Pero aún quedan
clásicos. Isidoro Álvarez,
el compañero de carrera de mi padre y jefe supremo
del Corte Inglés, los elegantes señores del
Cafetín Croché de El Escorial, José
Manuel Segura, director de comunicación
del Grupo Anaya..., y ¡el genial Marchamalo! Que
tío más... ¡la bomba! No ha mandado
un crisma, sino un librito, una edición de 73 ejemplares
firmados y numerados; y por supuesto dedicados. El don
de la impaciencia. Y para mayor prueba de su capacidad
de juego las páginas no estaban cortadas en la parte
superior de los ejemplares. Me cuenta que una amiga, profesora,
no se atreve a cortarlas. Yo lo hice con una tijera, apresurada,
impacientemente, para encontrarme con un texto tan exquisito
y brillante como de costumbre en Marchamalo, en el que se
dan cita mi amado Fernando Pessoa, su amada
Ofelia, el hosco señor Onetti y
la poetisa que tuvo el valor de amarle, Idea Vilariño.
(... No volveré a tocarte/ no te veré
morir). Creo, y lo digo de corazón, que si Jesús
Marchamalo no existiese, no fuese mi contemporáneo
y mi amigo, abandonaría la literatura ; pero con
su mera existencia hace que tanto esfuerzo inútil
y casi siempre baldío merezca la pena.
Gracias por existir, mesié Marchamalo, y por tu "más-que-un-crisma"
fantástico.
P.D. La frase anterior es un poco excesiva,
lo admito. Hay otros muchos amigos y amigas que me sostienen
y que ayudan y sostienen "para que ni dude ni flaquee,
aunque mi objetivo sea lo imposible", como escribí
en Sosiego, mi antilibro. Pero seguro que el homenaje, merecidísimo,
a Marchamalo, no moleta a ninguno de ellos.
"El boxeo es un deporte
noble. No se permiten los puñetazos en los huevos" SOSIEGO
25 enero
ESPERANDO A LA NOTHOMB
Es martes cuando dejo plantado
a un viejo amigo y la versión en inglés y
3D de Sherlock Holmes para acudir a la
última planta del Corte Inglés de Serrano
52 (ex-Celso García, ex-Mark Spencer) donde Carlos
Salem presenta su ya famoso libro de cuentos “Yo
lloré con Terminator 2, y otros relatos de cerveza-ficción”.
Salem es un consumado showman y escucharle leer sus relatos
resulta una experiencia grata e iluminadora. Tiene la voz
cascada, una bronquitis de cuatro meses y toda la alegría
de quien lleva treinta años persiguiendo un sueño
y al final lo alcanza. El lugar es extraño: esa última
planta de lo que fue Celso García y luego Mark Spencer
donde se dan cita veinte canaperas y media docena de escritores
y otra media docena de amigos y público vario. La
primera vez que acudí al extraño lugar, o
lugar extraño, Andrés Sorel,
ángel de la guarda de cuando yo era un genio veinteañero
perdido en "la movida", presentaba un libro sobre
Jesucristo. No fui capaz de aguantar hasta el final.
Este martes sí aguanto,
pues me encuentro con Pedro de Paz, Fernando
Marías y Silvia, David Torres
y otros amigos, y no sólo aguanto hasta el final
sino que me marcho el último del bar donde las cervezas
riegan la ficción. Aunque el mejor momento de la
velada es casi íntimo: estamos en el coche de Pedro
de Paz y Carlos Salem, desde el asiento trasero, habla de
que acaba de regresar de la Patagonia, donde nació,
de su alegre vida de soltero con dos hijos y tres matrimonios
perdidos en el pasado, de su fama -no sé si ficticia
o real- como ladrón de coches en su Patagonia natal,
de los libros en los que está trabajando o de lo
que sucede cuando “se enamora de verdad”. Su
alegría, alegría de vivir, es tan auténtica,
que se nos contagia a todos, a cuantos vamos en el coche
de Pedro de Paz. Un triunfo merecido y sostenido. Salem,
bravo por él. Muchas aventuras y larga vida.
Cuando llego a casa me espera Michel Houllebecq;
sus escritos (en persona seguro que no resulta ni la mitad
de divertido). Acaba de salir la traducción española
del libro de esgrima literaria creado en complicidad con
Bernard-Henri Lévy: Enemigos públicos.
Divertido y lúcido. También divertido y lúcido
es el segundo libro de relatos de Berta, la hija
de Marsé: Fantasías animadas. Y hay
más libros sobre la mesa, en especial los de Nocturna
Ediciones (¿la nueva Siruela?), pero en lugar de
seguir leyendo obras ya editadas me pongo a juguetear con
el “boletín de novedades enero-febrero
2010” de Anagrama. En Otra vuelta de tuerca,
esa genialidad tan “made in Herralde”, está
a punto de aparecer Dos damas muy serias & Placeres
sencillos reunidos en un solo volumen. Deseable. También
deseable Cristo con un fusil al hombro, de Kapunscinski.
Aunque todavía me apetece más el anunciado
ensayo de Rafael Chirbes, o Nada que temer
de Julian Barnes y, sobre todo, Ordeno
y mando, de la Nothomb. Amélie Nothomb.
La autora de muchos y buenísimos libros, mi favorito
es Estupor y temblores, y la única autora
concentrada y centrada en la tarea de lo que yo llamo “balas”:
novelas de alrededor de cien páginas y limpias de
cualquier añadido o adorno innecesario.
Nothomb escribe cuatro “balas” cada año,
a mano, y luego dispara una, sólo una. Estoy deseando
recibirla.
"La humildad puede coronar montañas
vedadas a la soberbia"
SOSIEGO, antilibro (quizá ya en extinción.
Da igual)
1 febrero 2009
PELEAS, FLAQUEZAS
Y DISCRECCIÓN
Apenas nada puedo contar esta
semana, plaga de acontecimientos personales y profesionales
y sobrevolada por una debilidad física, quizá
haya tenido hasta la gripe A, ahora que se ha vuelto tan
inofensiva y poco interesante a los ojos de los medios.
La discrección me impide escribir el pulso mantenido
con antiguos colaboradores, sólo decir que el resultado
me parece satisfactorio y espero que a ellos también
(todo mérito mío, modestia aparte). Y en mi
diario personal, el de verdad, el de bolsillo, hay páginas
y páginas sobre determinadas flaquezas.. de las que
tampoco puedo hablar. Pido disculpas a los habituales de
esta página, y mantengo la esperanza -soy tan optimista
como el mismísimo Jorge Herralde aunque, de momento,
mucho menos rico- de que la semana que viene "volveré
-como en los dibujos animados- "con más diversiones"
(luego seguía eso de Porky, Porky, nuestro rey...,
que moderno y apropiado para el actual mundo occidental
tener como "rey" a un cerdito tontorrón
e insaciable).
DIEZ, NUEVE, OCHO... El boxeador escucha con los ojos cerrados
la cuenta atrás del árbitro del combate.
Cuando oiga el número cinco, a lo sumo el cuatro,
su cuerpo reaccionará, doblará la rodilla,
tensará los músculos y volverá a ponerse
en pie. No está noqueado. Apenas cansado. Sí
muy aburrido; de su rival y de sí mismo. Le sobra
energía para volver a recuperar la vertical. Pero
se siente tan bien, tan a gusto, con el cuerpo completamente
relajado y la cara oculta a los ojos del mundo, pegada contra
el suelo.
ESTRELLAS FUGACES
(Onalibro lácteo de Javier Puebla ó León
Salgado; aún no tengo muy claro quien es el autor;
hasta podría ser otro, o varios)
08 febrero 2010
ANDRÉS PÉREZ
DOMÍNGUEZ
Me manda la foto que nos hicimos
el día de la presentación de su libro, ya
en Santabárbara y dándole a la negra (cerveza).
El día siguiente, por fin, me manda nuestro común
amigo y jefe de prensa Óscar Oliveira
su novela, con la que ganó el premio Ateneo
de Sevilla -ese marco maravilloso- y que ya va
por la segunda edición y más de 15.000 ejemplares
vendidos; no sé si el Nadal será capaz de
superarla. El año pasado el Ateneo batió al
Planeta, sobre todo en traducciones y difusión internacional,
jugando su baza más culta y exquisita, Felix
J Palma (mejor escritor andaluz del año)
y El mapa del tiempo, y este año, que el Nadal juega
su baza más comercial, Andrés Pérez
Domínguez se lo va a poner difícil
a la famosa, aunque muy amable, Clara Sánchez.
Ya he empezado la novela, EL VIOLINISTA DE MAUTHAUSEN. La
primera página tiene una música que recuerda,
indefectiblemente, a Beltenebros, en mi opinión lo
novela más lograda y redonda de Muñoz
Molina. Pero cuando la lea entera ya diré
más cosas... Mientras tanto me quedo con la foto.
Mowgli y Shere Khan (la clave sólo la comprendemos
Andrés Pérez Domínguez y yo y quizá
algún otro; pero no voy a explicarla).
Mad Madrid, febrero
dos mil diez
Ya el domingo recibí una llamada de Silva, Lorenzo
Silva, proponiéndome una cenita rápida.
Andaba yo bastante cof-cof y como mi colega debió
de advertir cierta renuencia, demora en darle una respuesta,
adelantó la solución a las posibles trabas.
Quedamos en ese bar que hay al lado de tu casa. Imposible
decirle que no; acaba de llegar de Barcelona, desempacado
en Getafe y dispuesto a volver a saltar al coche y cubrir
quince kilómetros. Estaba Lorenzo Silva fresco como
una lechuga, rejuvenecido, delgado y contento. Su próxima
novela está a punto: el regreso de Bevilacqua
tras tres años de ausencia. Estoy deseando leerla.
Para consolarme mientras tanto me traía Lorenzo Silva
el poemario Lejos de Valparaíso, de Noemí
Trujillo, editado por Sial, y con prólogo
de Luis Alberto de Cuenca. Excelente, cada
vez mejores sus versos, que además de su valor intrínseco
poseen el interés de poder encontrar en los mismos
la sombra de mi amigo Silva, su marido. El éxito
no es gratis; Está con la mujer de otro,
desayunando…, y muchos otros pequeños
detalles que como lector me hacen experimentar la sensación
de que acabarán siendo una pareja tan célebre
como Sartre y Simone de Beauvoir.
El lunes sigo hecho unos zorros, pero acudo al bar de Juan
Bravo para tomar unas tapas con mi querida Julia
Barella, y conozco a su vecina y amiga Victoria
Magirena, jefe de recursos humanos en un banco,
el Crédit Agricole creo; un encanto, como suele suceder
con las personas que rodean a Julia. Me faltan las fuerzas,
aunque el ánimo aún estaba, para -tras separarme
de Julia y Victoria- ir a buscar al gran Mat, Miguel
Ángel Matellanes, a Atocha y subir con él
hasta el hotel de Arturo Soria para charlar un rato. Le
llamo al móvil y me disculpo, lo comprende, y dejamos
la cita para el miércoles, generosidad suya infinita
(tantas veces) pues tiene que coger un AVE el día
siguiente a las 7 de la mañana; cuando yo me estaré
acostando y aún no me habré dormido. Mi ánimo
sigue más cercano al suelo que al cielo y dudo que
me merezca tan buenos amigos, personas que se preocupan
por mí y me demuestran su confianza incondicional
cuando estoy, como un boxeador, con la cara pegada al suelo
y ningunas ganas de levantarme para seguir recibiendo y
dando golpes. Bebo, durante la cena con Mat, un poco más
de lo habitual y conduzco despacio y con cara de buen chico
de regreso a casa para que no me pare la poli/ y me haga soplar/ me quite puntos/
no me deje ir a sobar/ Ay la pasma tengo que evitar/ yo
no soplo pero canto un rap... (definitivamente: bebí
demasiado)
El jueves la vida se amontona.
Presentación del Nadal, estreno de la obra de El
Brujo (cortesía de Juan Luis Lucas)
y cena de navidad retrasada con mis Tripulantes.
Estoy en las tres sitios, de algún modo, pues mando
a mis padres al estreno, a Walter Flores
al Cervantes para escuchar a Clara Sánchez,
y a mí mismo al lugar donde más me apetece
estar: la casa de Mara Mugueta. Una vez
más no puedo dejar de subrayar que el nivel de mis
alumnos, mi grupo de escritores es más exacto, está
por encima, muy por encima, de la media española.
Incluso por encima de la media internacional. Son modernos,
sintéticos y cada uno dueño de una voz narrativa
inconfundible y propia. Lo paso fenomenal, pero no puedo
dormirme en los laureles. Tengo trabajo, mucho trabajo,
Mad Madrid. Más Mad que Madrid, con su sonrisa de
dientes en obras, sus carcajadas a veces tristes, a veces
felices, pero siempre locas.
"Nada es gratis. Y
la única forma barata de pagar es hacerlo con dinero" ESTRELLAS FUGACES (nombre moderno de mi
viejo antilibro, ya cuatro añitos de entrada diaria,
al que llamaba SOSIEGO)
15 febrero 2010
LA CUEVA, EL BRUJO...
Y RODRIGO RATO
Es
jueves -técnicamente viernes: las 0:03 horas- cuando
comienzo a escribir estas líneas. Acabo de regresar
de el teatro Alcázar donde Rafael Álvarez
EL BRUJO ofrece un monólogo fascinante sobre
un texto del único escritor, creo, que consiguió
quedar finalista del premio Planeta dos veces aunque nunca
llegó a ganarlo: Fernando Quiñones.
El testigo, así se llama la obra, es un magistral
relato escénico que canta los muchos cielos y al
menos igual número de infiernos que conoció
el cantaor Miguel Pantalón; un clásico
personaje de Quiñones capaz de frases como la que
sigue: estoy leyendo quince libros sin saber leer, veo sitios,
veo los muertos, veo tóla vida y milagros.
Es impresionante ver hombre solo llenando un escenario,
llenándolo en todo momento, durante una hora y media.
Impresiona aún más en los momentos que le
brillan los ojos al modo de los locos, igual que le brillaban
a Miguel Pantalón, y el público siente que
ese actor, El Brujo, está ardiendo por dentro, se
convierte en una llama viva y auténtica ante los
espectadores. Y quien más disfruta, no puede ser
de otro modo, es él mismo. El espectáculo
tiene una segunda parte, un remate que parece ser una auténtica
improvisación, nada me extrañaría que
lo fuera, y esta noche El Brujo se ha permitido tirarle
los tejos a su público, decirnos que quería
contratarnos, llevarnos con él a Logroño -hace
tanto frío en Logroño- y que les diría
a los dueños del teatro que él lo llevaba
todo, hasta su público.
Brillantísimo, divertido y profundo. Así,
supongo, debería ser siempre el arte verdadero, profundo
pero con un toque de guasa; al cabo estamos aquí
de paso y no hay porque creerse tan importante ni tan trascendente.
Me sienta de maravilla la hora y media de teatro. Ayer bajé
de “la cueva”, a cincuenta kilómetros
de Mad Madrid, donde tengo veinticinco años, me acabo
de casar y estoy de viaje, mudanza, de mi ciudad natal a
la Villa y Corte, y tardaré una semana en cubrir
las cien leguas. La única persona del siglo XXI con
la que hablo es mi viejo amigo Iñaki Orbe.
No es que me haya vuelto loco, o sí, en cualquier
caso debo explicar que mi metamorfosis -temporal, espero-
se debe a que estoy escribiendo una novela de época
(detesto la expresión novela histórica; que
mal ponen en nuestro país los apellidos al género
narrativo mayor). Escribir una novela de época es
un desafío interesante para alguien que, como yo,
está acostumbrado a inventárselo todo, a plantar
un rascacielos donde está la puerta de Alcalá
o abrir calles que no existen para llenarla de bares, peluquerías,
la tienda de un chino, dos tintorerías y un puticlub
sin putas. Básicamente funciona igual, si se quiere
hacer literatura, y aunque se cuenta con la ventaja de las
aventuras que visten a cualquier personaje histórico
de renombre, tiene la desventaja, o molestia, de que hay
que comprobarlo todo: desde el año en que se inventó
el reloj de bolsillo hasta rastrear el origen de la leyenda
del Ratón Pérez (no voy a utilizarla, la encontré,
nota a pie de página, en la magnífica novela
Pólvora negra de Montero Glez; premio
Azorín de hace dos años).
En el viaje a Madrid -tenía que ir a Alcalá
a causa del curso que imparto en su universidad- lo pasé
casi mal. La velocidad de El Duro, mi viejo Volvo,
me parecía supersónica, no entendía
tanto asfalto ni luces ni semáforos..., y por eso
esta noche volver a viajar en el tiempo, al Cádiz
de principios del siglo veinte, me ha sentado de maravilla.
Cuando regreso a casa -una noche de pausa antes de volver
a la cueva- me encuentro sobre la mesa de despacho una carta,
que juega a ser personal aunque naturalmente no lo es, de
Rodrigo Rato en la que desde su nuevo puesto
como máximo capo de Cajamadrid promete a los clientes
que dará lo mejor de sí mismo. A lo mejor
alguien piensa que es un desperdicio, que ¿para qué?,
pero yo opino que eso es clase, saber hacer las cosas, acercarse
al chiquero antes de salir a torear y decirle a las bestias
“aquí estoy y juntos vamos a hacer al público
alucinar”. Tenía en la cabeza llevarme mis
muy humildes ahorros de Cajamadrid -demasiadas faltas de
estilo como cobrar por una cuenta que tenía menos
de x euros de saldo, entre otros- pero ya no. Ahora hay
un señor al mando de la nave, un capitán,
y yo confío en él y me quedo.
No en mi despacho, sino en la gigantesca mesa de cristal
que le hicieron a mi mujer en Murcia cuando nos fuimos a
vivir a África, hay al menos una docena de libros
nuevos: dos de Barril&Barral, recomiendo
buscar La educación de Laura de Mirabeau,
desnudar la portada... y quien si sea capaz de irse sin
el libro-objeto a casa, allá él. También
están Barnes, Bolaño,
Millet y -por fin- la Nothomb:
Mando y ordeno. Dejo a un lado todos los demás y
comienzo a leer a Amélie, apenas diecinueve páginas
antes de ponerme a teclear este texto, pero ¡ya lo
recomiendo!
Si alguien tiene la costumbre de viajar en el tiempo y tiene
previsto pasar por el primer tercio del siglo XIX que me
busque. Si me encuentra prometo una buena botella de marrasquino
y desvelarle, al menos, un fascinante misterio.
“Un paso adelante,
y dos hacia atrás. Y aún me creo que progreso” ESTRELLAS FUGACES (antilibro)
22 de febrero de 2010
AFORTUNADO
El sábado lo pasó
genial -haciendo “nada”, solo estando- con Max,
mi hijo, y Lola, mi mujer. Creo que, junto a mi padre, son
las personas a quienes más quiero del mundo. Y vivo
con ellos. Darme cuenta de algo tan evidente me reconcilia
con la vida. Soy muy afortunado. Intentaré coserme
los labios la próxima vez que sienta la tentación
de quejarme por cualquier inconveniencia estúpida.
ÁLVARO BERMEJO,
INAPRENSIBLE
Había leído
a Álvaro Bermejo sin saber que leía
a Álvaro Bermejo. Formé parte hace unos meses
del jurado del premio Internacional de Novela Luis
Berenguer que gané el año pasado
y la novela que defendí, y ganó, resultó
ser al abrir la plica de Bermejo. Y me quedé con
las ganas de verlo, conocerlo. La novela me había
gustado mucho y además era mi sucesor en la historia
del premio. Le pregunté -más de una vez- a
nuestro común editor y amigo, Miguel Ángel
Matellanes, sobre su vida y hazañas, pero
no conseguí sacar nada en claro. Así que cuando
el jueves -por cauces que no voy a revelar- me enteré
que Matellanes y Bermejo cenaban juntos le eché aire
al viento y me presenté, con cara de estudiado despiste,
en el restaurante de la calle Malasaña donde se habían
citado autor y editor. Bermejo tiene aspecto de gentleman:
barba entrecana, impecablemente vestido, modales correctísimos
y maneja el arte de la conversación como Ridley
Scott el oficio del cine. Estuve con él
más de dos horas y me contó muchísimas
cosas, como que vive en San Sebastián, ha viajado
por África y muchos otros lugares, que es historiador
o antropólogo o ambas cosas, que le gusta documentarse
para escribir o la historia en la que se explica porque
las angulas no tienen ojos. Sin embargo cuando llegué
a casa y abrí mi diario para fijar mi impresión
sobre él advertí que no era capaz de hacerlo,
que se me difuminaba o escapaba entre los dedos cuando intentaba
escribir sobre él; concluí que se trataba
de un hombre que tenía algo de espía o de
maleta con fondos camuflados infinitos y admití que
no había logrado conocerle, en verdadconocerle, lo
más mínimo. Extrañamente, o porque
hago demasiadas cosas y algunas se me escapan, olvidé
en casa mi cámara de fotos. Así que tampoco
tengo ninguna foto suya. Interesante. Fascinante. Pero inaprensible,
ya digo. El excelente escritor Álvaro Bermejo.
EL CANOE CUMPLE 80 AÑOS
Hace once años cuando
regresé de Dakar, donde ocupaba el ilustre e interesante
puesto de Agregado Comercial Jefe de la Embajada Española,
le pregunté a la persona a quien más quiero
del mundo, mi padre, si sabía de algún lugar
donde pudiera ir a nadar. En los cuatro años pasados
en África me había acostumbrado a nadar en
maravillosas piscinas de cincuenta metros y comprobado que
el ejercicio me sentaba mejor que un solomillo al enebro
de Casa Pepe (en Murcia, no confundir con
El Rincón de Pepe, que está a su espalda).
Y fue mi padre quien me habló del Canoe, está
a veinte minutos andando de la casa donde nací, y
uno de sus mejores amigos y compañero de carrera
en la facultad de económicas, Rubiños,
era socio. Al principio echaba de menos alguna de las blandenguerías
y mimos de los hoteles de Dakar que había frecuentado
durante cuatro años, pero al cabo de unos meses me
convencí que, con sus ventajas e inconvenientes,
no iba a encontrar ningún sitio mejor para nadar
en la anfetamínica ciudad de Mad Madrid. Así
que acudí a ver a Rubiños, era necesario el
apoyo de al menos dos socios para ser del club, y recuerdo
como si fuera ahora mismo la conversación en su bonito
despacho, el más bonito que he visto jamás,
en el edificio donde estaba su librería, la mejor
esquina de Goya con Alcalá. Cuando le dije el motivo
de mi visita se le iluminó la mirada y me dijo que
sí, que era socio de toda la vida, que no encontraría
-tal como ya había deducido personalmente- ningún
sitio mejor en Madrid. Él iba todas las mañanas
a las ocho en punto y en veinte minutos se había
nadado sus mil metros diarios. Me dio su firma y apoyo y
días después yo ya tenía mi carnet
de socio.
No encajé como una mano en un guante. No funciona
así. Muchos de los socios del Canoe, quizá
la mayoría, son deportistas, y yo sólo pretendía
“hacer ejercicio”. En el vestuario, un lugar
que me encanta pues sólo hay hombres y carece de
la tensión sexual que caracteriza la mayoría
de los lugares en los que todos estamos mezclados, lo normal
es escuchar comentarios sobre fútbol, frases sobre
musculaturas, peso, velocidades, y cariñosas regañinas
a los habituales que, por un motivo u otro, dejan de acudir
durante semanas o meses y pierden la forma. Pero pasó
el tiempo y encontré mi lugar, y comencé a
sentirme como en casa y aceptado y apreciado. Descubrí
que tenía amigos comunes con el presidente, Juan
Tamames. Descubrí también que los
deportistas son, en general, personas nobles de carácter
y dignas de confianza. He conocido mucha gente maravillosa
en el Canoe, tanto entre quienes trabajan en el club como
entre los socios; debo una mención al empresario
Juan Corredera. No puedo poner todos los
nombres que ahora me vienen a la cabeza, son demasiado,
ni agradecer uno a uno el afecto que siempre recibo cuando
estoy bajo de forma o triste; me lo notan -y automáticamente
me cuidan- desde que entro y hablo con Cristina, la jefe
de recepción, hasta mis compañeros de taquilla:
abogados, profesores, conductores de autobús, constructores,
moteros, estrellas de cine.... Sólo puedo acabar
diciendo que, he oído, como cualquiera aunque no
soy especialmente amante del fútbol, que el Barça
presume de ser más que un club. Pues bien, el Canoe
probablemente sólo es un club. Pero para mí
es el club perfecto, el club de mis mejores sueños.
Felicidades por sus ochenta años. De corazón.
“En Hollywood nadie
lee” SYD FIELD.Manuel del guionista (la biblia de todos los talleres de cine que se imparten
en España)
1 marzo 2010
ME ESCUPE LA M-30
Cierro el agua y el gas antes
de dar doble vuelta al cerrojo de la puerta de “la
cueva”, como me gusta llamar al apartamento de El
Escorial donde me encierro cuando tengo que escribir una
novela. Al llegar al parking advierto que llueve. Malo.
El limpiaparabrisas del conductor pisa mal desde que un
bestiajo “me lo arregló” con tan poco
interés como maña. Son las nueve y media o
diez menos cuarto, no sé. Tal como temía la
carretera que separa la urbanización de la autopista
es una pequeña pesadilla. Supero la pesadilla. En
el coche llevo un caset -soy un tipo anticuado- con la voz
de Jeremy Irons leyendo Lolita, la novela
de Nabokov. Suena la última cinta,
en la que Humbert Humbert le dice a Peter Sellers
(el actor se ha apoderado del nombre original del personaje)
que no le da permiso para fumar un cigarrillo antes de matarlo,
que se concentre, “you smoked your last cigarrette
yesterday”. Me enamora la frase, como la lee
Irons. Ya en la autopista modero la velocidad y voy pensando
en el tema de la columna de esta semana. Tendría
que decir algo de la coincidencia de que los premios Nadal
y Ateneo de Sevilla tengan como escenario el campo de concentración
de Matthausen. También tendría que decir algo
de lo terrible que me parece la desaparición de la
figura del finalista del Nadal, el ganador moral; la falta
de interés del mercado y las editoriales por descubrir
nuevos autores, y menos aún si estos pretenden hacer
literatura y no chocolatinas con fecha de caducidad en la
contraportada para consumo rápido del mercado. Eso
me lleva a la novela de época que estoy escribiendo
y a la obra -genial y personalísima, me importa un
huevo la inmodestia- que al mismo tiempo escribo, a mano,
en mis cuadernos de bolsillo; no la pasaré a ordenador
probablemente, ¿para qué? A nadie le interesa
el sufrimiento convertido en arte. Yo pensaba que se trataba
de eso cuando era aún más ignorante que ahora.
A la altura de Las Rozas bajo la velocidad. Niebla. La niebla
me hace imaginar a Jack El Destripador,
con sus juegos macabros en Londres. Alcanzo la M-30. Fin
de la niebla. Infinitos charcos. El coche culea. Resulta
difícil controlarlo. En los túneles estaré
a salvo de la lluvia. Podré concentrarme en las últimas
y tristísimas palabras de la novela de Nabokov. Jeremy
Irons suena como si estuviese a punto de comenzar a llorar.
En ese momento, bajo el cauce del Manzanares, me escupe
la M-30. Vuelve a hacerlo metros después. Escupe.
Una serpiente despectiva e indignada. Un intestino deglutiendo
chapa y carne. El tercer escupitajo, a punto de salir ya
a Méndez Álvaro, es brutal. Cae sólido
y sucio sobre el parabrisas. Consigue sobresaltarme. Cuando
llego a casa enciendo la luz del pasillo y me asomo al cuarto
del niño. Duerme. Mi mujer también duerme.
Todos duermen y a mí acaba de escupirme una autopista.
Abro la ventana de mi despacho y, vengativo, escupo. Para
nada. Mi saliva se pierde en la lluvia. Sin la poética
de las lágrimas robóticas de Blade
Runner. La vida hoy y ahora es óscura,
húmeda y extraña. Pero no me molesta. Al contrario.
Soy raro. Me encanta.
“Duro no es quien
-simplemente- soporta su propio dolor. Duro es quien es
capaz, sin cinismo, de soportar el dolor que causa a quienes
quiere, por ser fiel a sí mismo” SOSIEGO (antilibro)
8 de marzo 2010
VIDA DE ESCRITOR /
LOS TIGRES PORTUGUESES
Es de lo más entretenido,
mi vida como escritor. Desayuno-como. Doy un paseo (a veces
cojo el coche y conduzco diez kilómetros para darme
el gusto de deambular por La Herrería, el campo que
hay al pie del Monasterio de El Escorial). Hago fotos a
las vacas, recojo ramitas para encender la chimenea. Escribo.
Meriendo-ceno. Doy otro paseo (a veces en compañía
de algún conocido o amigo). Vuelvo a casa y enciendo
la chimena. Escribo. Veo la tele un rato. No leo (con la
excepción de las obras de Baltasar Gracián
y Jesús Marchamalo). Escribo (en
mis cuadernitos personales). Me acuesto...
Claro que los miércoles y jueves bajo a Mad
Madrid desde mi cueva, y en la Villa y Corte
enseguida me contagia el ajetreo. Ceno con editores, amigos
del colegio transmutados en directores de cine o controladores
aéreos, almuerzo con poetas, voy a buscar al niño
al colegio, paso por la piscina, me entrevisto con gente,
o la gente se entrevista conmigo, acudo a antros puros e
impuros, visito las casas de mis colegas solteros... Y luego,
confieso, necesito de toda mi voluntad para regresar al
mundo que me invento y creo.
Nada demasiado interesante. Lo único quizá
digno de reseña es que ya he firmado los dos contratos
que harán que los dos tigres, las dos novelas protagonizadas
por Arturo Briz: Tigre
Manjatan y La
inutilidad de un beso, se publiquen en Portugal.
Cuando se escribe un libro -en general y según mi
experiencia- no se hace nada más. Como decía
Patricia Highsmith “se trata de un
proceso que, idealmente, sólo interrumpe el sueño”.
“To be small and to
stay small” ROBERT WALSER
“Más vale ausencia necesaria que presencia
precaria” JULIO CAMARERO
15 de marzo
AUSENCIAS
Mi
querido amigo Javier Vázquez Losada
presentaba el poemario con el que ganó el prestigioso
premio Blas de Otero el martes en la Casa de Asturias.
¿Y dónde estaba yo? Debería de haber
estado allí, escuchando a Jose Luis Merino
y Luis Alberto de Cuenca, que hacían
de embajadores del libro. Debería de haber estado
junto a Javier y leído ante el público uno
de sus poderosos poemas. Pero no. Estaba a cincuenta y cinco
kilómetros de Madrid, como de costumbre en las últimas
semanas, en el lugar que llamo “mi cueva”. Escribiendo.
Lo mismo sucederá
con otra amiga, de quien estoy muy orgulloso pues ha conseguido
publicar con Anagrama (por simple estadística para
un autor que no es ya de la casa publicar con
Anagrama es mucho más difícil que llegar a
ministro). Me refiero a Marta Sanz,
que hablará de su novela BLACK, BLACK, BLACK, el
viernes en la librería LA BUENA VIDA (la librería
de los Trueba). Ya me he leído, a pesar de que no
tengo tiempo y no leo, en absoluto leo, el primer capítulo
y me ha parecido buenísimo, mejor incluso que el
primer capítulo de ORDENO Y MANDO, de mi amada -porque
no la conozco, no sé si en persona inspirará
amor- Amélie Nothomb. Y entrambas
presentaciones, el jueves, Raúl Guerra Garrido,
a quien sí conozco pues coincidí con él
una vez en LAS NOCHES BLANCAS de Fernando Sánchez
Dragó, presentará en el maravilloso
marco que es el Café Hispano (Paseo de la Castellana
78), QUIEN SUEÑA NOVELA, obra con la que se ha llevado
el segundo premio -en cuantía económica, el
prestigio es discutible- de la provincia de Cádiz:
el Fernando Quiñones. El otro premio gaditano,
y dotado con seis mil euros más, es el Luis Berenguer;
lo sé porque lo gané una vez y he sido jurado
en la última edición. Intentaré acudir
a la presentación de QUIEN SUEÑA NOVELA, que
publica mi amiga Valeria Ciompi en su colección
Alianza Literaria del grupo Anaya. Intentaré, pero
no sé si lo conseguiré. Porque yo mismo estoy
“soñando novela”, y como escribió
Ford, Richard Ford, “los soñadores
tienen poco que aportarse los unos a los otros, cuando están
despiertos”.
Añoro -hoy estoy en Madrid, Mad Madrid, para mis
clases semanales- el fuego de la chimenea, los paseos por
el campo, la nada que me rodea, el silencio, la lejanía
del mundo... Añoro, en suma, la libertad del sueño
y me duele la esclavitud a la que nos fuerza la realidad
cuando estamos “despiertos”.
“Aquella mañana
mi ánimo era, por decirlo de algún modo, alegremente
suicida” LORENZO SILVA, La estrategia del agua (pag.
36 de la primera edición)
22 de marzo
MI VIDA EN LA CUEVA
(aunque hasta allí me puedan encontrar)
Sigo. En la cueva sigo. Escribiendo tantas páginas
al día como si fuera Victor Hugo
o Balzac. Y sorprendiéndome, no
sé evitarlo, de sentir cansancio, que el cerebro
me diga “déjame en paz y vete a dar un paseo.
O de paseo; y no vuelvas más”. Pero lo cierto
es que aunque ando embarcado en un obrón largo como
un portaaviones, me las arreglo para escaparme y, haciendo
caso a mi coco cansado, darme largos y hasta larguísimos
paseos. Mi sitio favorito para mover las patas de simio,
el cerebro se queda en la cueva, es La Herrería de
El Escorial. Y algo debe de tener ese sitio, no en vano
el emplazamiento del monasterio de El Escorial lo eligieron
para Felipe II los templarios, que me hace
“visible” ante el mundo. El sábado andaba
recogiendo palitos para encender la chimenea, me encanta
recoger mi propia leña como si fuera un hombre primitivo
y viviese en una cueva de verdad. Palitos y más palitos,
y troncos secos y raíces extrañas. Estaba
disfrutando muchísimo. Sonó el móvil.
Me llamaban de la agencia Colpisa. Para preguntarme mi opinión
sobre Delibes y su obra. ¿Por qué a mí?
¿Por qué sobre Delibes? si
es un autor que he leído insuficientemente (Joaquín
Palau, a la sazón director de Destino, me
amenazó con quitarme el Nadal cuando se enteró
que no lo había leído en profundidad). Me
respondí a mí mismo porque estaba en La Herrería,
y por una vez me sentía cerca del Delibes que apenas
conozco ya que estaba en el campo, y Delibes es “puro
campo”. La chica era un encanto. Le hablé de
El cazador, que no he leído, y de los Santos inocentes,
que sí. Dije lo que me dio la gana y a ella le debió
de parecer bien porque sé, gracias a mi tío
Rabanal Taylor, que lo publicó.
Pero no tenía ni idea que Delibes había muerto
la noche anterior. Y aún, voy a contarlo, sucedió
algo más raro. Un hombre con una cazadora roja y
dos perros, pequeños y negros, me “vendió”
-no voy a entrar en detalles, minutos después una
planta, unas margaritas que pensé le encantarían
a mi chica, aunque eran moradas y no blancas, que son sus
favoritas. Cuando le quité el celofán al tiesto
vi que se trataba de crisantemos. Todo sucedió en
un lugar mágico y quizá fue una señal.
Pero ¿por qué iba a pensar el espíritu
de Delibes precisamente en Javier Puebla? No se me ocurre,
aún no le he encontrado el sentido. Ya vendrá,
si es que lo tiene.
Y de nuevo en La Herrería. Esta vez es lunes,
y como ya me conozco los caminos del parque como la palma
de mi mano decidí cruzar la carretera y enredar en
la otra orilla, la que corona la famosísima silla
de piedra de Felipe II. Y me dió el flash. Why not?
Podía subir caminando hasta la silla. A mitad de
camino ya me sentía idiota. Metros y más metros
y hasta kilómetros. Me dio por atajar atravesando
el campo aún parcialmente cubierto de nieve. Me sentía
algo culpable por..., bueno, eso lo cuento luego. El caso
es que lo conseguí. Puedo ser muy cabezón
cuando me da por ahí. Llegué a la silla de
Felipe II con el corazón ejecutando un redoble digno
del más pertinaz batería de un grupo heavy.
Pero allí estaba. Y era genial. La hostia (perdón
a los que no les gustan esas expresiones, pero no hay mejor
forma de expresarlo). Las seis de la tarde, un sol espléndido,
cielo absolutamente despejado y unas vistas tan privilegiadas
que hasta un rey, uno de los más poderosos de la
historia, se molestaba en subir hasta allí cada vez
que podía. Duró unos... ¿tres minutos?
Sí, el móvil. Debe de ser que la conectividad
es buenísima en el lugar elegido por los templarios.
-Debe de estar mal el telefonillo de su casa.
Quien me hablaba no sabía que a mi casa de la sierra
la llamo cueva, así que no se lo tuve en cuenta.
Lo siguiente así.
-Tengo un mensajero en la puerta. Por favor, puede abrirle.
No, desde luego que no podía abrirle. Ni siquiera
tenía el coche cerca para regresar a los noventa
kilómetros por hora que como máximo se permiten
en la carretera de El Escorial. Pero lo solucioné.
Estaba en un lugar de poder. Y además mi editora,
Charo Cuevas, a petición mía
no había llamado a los torpes chicos de Tipsa, sino
a los siempre eficientes de MRW. Me tuvieron que mandar
un segundo mensajero para recoger el contrato y las galeradas
de un libro de poemas titulado EL GIGANTE Y
EL ENANO, que escribió Alberto
Delgado pero debo de firmar yo (esa es otra historia
y son las tres de la noche, no me voy a poner a contarla,
el libro sale el 1 de abril, a quien le interese, ya sabe).
Hice autostop para bajar hasta la carretera: llegué
a juntar las manos en gesto suplicante después de
que dos coches pasaran de mí y logré que el
tercero parase y me llevase. Les regalé una de mis
novelas a los chicos, una pareja con encanto, y luego aún
regalé dos más: a la chica que me había
llamado desde la mensajería, Vanesa, y había
sido paciente conmigo, y al segundo mensajero (al primero
se lo debo).
Nada más. Salvo pequeños y exóticos
incidentes como los expuestos más arriba mi vida
en la cueva es de lo más aburrido. Lo raro es que
yo me divierto tanto como si fuera un niño al que
sus padres llevasen por primera vez a un parque de atracciones.
Pero, conociéndome, lo raro es para mí la
normalidad; debería de estar acostumbrado.
La semana que viene no pienso ir a La Herrería. O
sí. A lo mejor esta vez no suena el móvil
y es una de las vacas que pastan por allí libremente
quien me inspira, o cuenta, con suaves mugidos, algún
tipo de insólito y extraño cuento.
"Me castigo a mí
mismo al menor pretexto.
¿Premiarme? Rara vez siento que lo merezco" SOSIEGO (antilibro)
29 de marzo 2010
RODAR UN CORTO
Nada más fácil, nada más divertido,
que rodar un corto. Montarlo ya empieza a ser harina de
otro costal, y por eso en más de una ocasión,
en muchas ocasiones, los ruedo en un solo plano, emulando
el comienzo de SED DE MAL de Orson Welles, aunque con menores
pretensiones y absoluta ausencia de medios.
El último que me he permitido rodar, ¿ME VOTARÍAS
PARA PRESIDENTE?, ha sido en el jardín del Colegio
de Málaga, en la Universidad de Alcalá, con
mis maravillosos pupilos -siempre tengo suerte con los alumnos
(al menos de momento)- del curso de escritura cinematográfica
que imparto por allí, y es un paseo llegar hasta
allí, desde hace ya casi dos años.
Si hay suerte y voluntad, y Germán, que se ha ofrecido
como montador, se pondrá ver en YouTube, y quizá
también en mi web, en breve. (Abajo la ALCALÁ
FACTORY HORNADA DOS DIEZ, casi al completo. Me encuentro
unos alumnazos..., jó, no me los merezco. (Ellos
a mí sí, desde luego).
ACCIÓN
Creo que es un defecto o rareza
de mi personalidad: me interesa la acción, pero me
da igual lo que luego suceda. No sólo el corto al
que me he referido más arriba. Hago las cosas, disfruto
haciéndolas y punto.
Ya ha empezado a pasarme con la novela en la que estoy trabajando
entre seis y ocho horas diarias, que nació con vocación
comercial (y no la ha perdido), pero que ahora ya me gusta
tanto, me cautiva y enamora hasta tal punto, que sólo
me interesa hacerla, acabarla; y de ello se deriva que comienza
a importarme un pepino si realmente será un éxito
de ventas o se quedará, ya hay muchas, en las tripas
de mi ordenador o en los archivadores, repletos, que guardo
en mi despacho).
No voy a abofetearme ni preocuparme por ello. Mi personalidad
está llena de rareza. Y también de normalidades,
por supuesto. (Soy como cualquiera, pero -casi siempe- con
sombrero).
“Cuando alguien se
bajaba de sus hombros siempre tan cargados no puede evitar
pensar: bien, uno menos”
SOSIEGO, antilibro (ma non troppo)
5 de abril
UNA COMIDA AGRADABLE
Es
un miércoles. El restaurante se llama la Penela.
Gallego. No lo conocía, pero no es raro: hay muchos
restaurantes en Mad Madrid que desconozco. Nos ha convocado
Javier Vázquez Losada, a mí
y a Luis Alberto de Cuenca. Había
un cuarto comensal, pero no apareció. En medio del
novelón en el que estoy perdido (y en el que tan
bien me encuentro) comer con dos amigos, buenos conversadores,
me resultó impagable. Lenitivo. Reconfortante. Además,
supongo que por la proximidad de mi cumpleaños, Javier
me llevó un sombrero. Plegable, impermeable... fantástico.
En cuanto salí del restaurante me lo puse en la cabeza,
y desde entonces lo llevo puesto todo el tiempo.
"¿Estás
ahí?
reza por el aspirante,
que empezó tan joven y fuerte
sólo para rendirse" JACKSON BROWNE, The pretender
(citado por Rubén Sánchez Trigos en su novela
gore y divertidísima -espero- Los Huéspedes)
14 de abril
(día de la República, y de mi cumpleaños,
de paso dicho sea)
LA FIESTA DEL PRIMAVERA
Siempre tiene algo de excesivo, de fastuosidad y epopeya,
la fiesta del premio Primavera. Se celebra en el segundo
piso del Círculo de Bellas Artes, puede -o no (llegué
tarde)- haber una actuación, elegantísima,
previa. A continuación viene la presentación
de los libros a cargo de la bellísima, digna dama
de la espectacular fiesta, Marta Robles.
Marta charla primero con María Tena,
la finalista, y luego
con Fernando Marías, el ganador
absoluto del premio, dios por tres meses de la primavera
literaria en España. Y a continuación el público,
como es natural hay bofetadas para conseguir una invitación,
sale al maravilloso marco del salón de columnas del
Círculo de Bellas Artes. Y como en un ballet perfectamente
sincronizado a la par que el público comienzan a
desfilar, elegantísimos, delgados, vestidos de negro,
los camareros y camareras (suele haber más camareras,
son más bellas y estéticas). El paraíso
de las canaperas, esas señoras mayores venidas a
menos o enredadoras de cepa que acuden a los coctails para
cenar y tomar unos refrescos. En la fiesta del Primavera
se puede cenar tan bien como en Lhardy y beber las copas
de los mejores licores que se aguanten y quepan.
Parece
perfecto, ¿verdad? Lo sería. Sino fuese por
el olor a sangre. Veo a Nativel Preciado,
a la divina Carmen Posadas, a Ana
Gavín -reina discreta, a Juancho
Armas Marcelo, a la Matute...,
y también a todos los aspirantes, desde Vanesa
Monfort, todo inteligencia, hasta Pedro
de Paz, Carlos Salem, Felix
J Palma, Paco Balbuena, Javier Lorenzo
o la joven promesa, autor de Los huéspedes,
Rubén Sánchez Trigos. Está
todo el mundo. Sólo echo de menos a Javier
Vázquez, Rafael Reig y
David Torres (aunque ahora que lo pienso
tampoco vi a los Casariego, pero quizá
estaban; estaba aquello tan lleno...). Y claro, los aspirantes,
ya se sabe, aspiran. Aspiran a llegar ellos y sacar de las
poltronas a los consagrados. Los consagrados se lo curran
duro para que los aspirantes ni se muevan. Y todos sonríen.
Y todos mueven las
navajas por debajo. Y la sangre inunda la sala del gran
salón de columnas del Círculo de Bellas Artes.
Chapotean los pies en la sangre imaginaria de las letras.
No se ve, pero se siente. Se siente y huele, la sangre.
Cuando se podía fumar en estos fastos el olor del
tabaco disimulaba el del plasma rojinegro. Ya no. Ahora
la sangre inunda las fosas nasales de los asistentes inevitablemente.
Por supuesto que quienes no saben de que va el juego -periodistas
accidentales, invitados figurantes, y los gentiles camareros-
son inmunes a ese olor ominoso de las luchas bajo la mesa
entre supuestos colegas. Llegué tarde y me fui pronto.
Y aún yéndome pronto pasé al menos
veinte minutos despidiéndome de amigos, conocidos,
enemigos... y camareras.
Había hecho sesenta kilómetros desde El Escorial
para acudir, se lo debía a Fernando Marías,
y tuve que hacer otros sesenta para regresar. Pero lo pasé
bien. A los escritores nos gusta la sangre. Sí, francamente
mereció la pena hacer ciento veinte kilómetros,
y acudir a la excesiva, fastuosa e inigualable fiesta -poderío
de Espasa y El Corte Inglés- del premio Primavera.
Hubo
un tiempo que fui androide y soñé con ovejas
eléctricas y las llamé videodiarioweb. Pero
me he despertado. Y estoy con un novelón enorme,
en extensión y tensión, y actualizo apenas
mi diarioweb classic. Para compensar subo un corto tutelado
por Ram Rendel en Alcalá. SI ME PRESENTARA A PRESIDENTE
¿ME VOTARÍAS?. (el título es SI YO
FUERA PRESENTE ¿ME VOTARÍAS?, lo he cambiado
pelín desde aquí, por si me entran veleidades
películas, digo: políticas).
Para ver el último corto de mis incomparables alumnos
de Alcalá University Hornada UnoDiez, puede usarse
la dirección de más abajo. Mola mazo, opina
el teacher. SI
ME PRESENTARA A PRESIDENTE żME VOTARÍAS? http://www.youtube.com/watch?v=bgr1VtLY3EA
“El Tigre no va a
ser sólo una trilogía” MONTXO DIXIE
Mediando abril. y principiando mahyo
LLAMA MONTXO DIXIE
En realidad no es Montxo Dixie quien llamo, soy yo quien
le llama a él como respuesta a un sms que ha atracado
en mi nokia mientras conducía camino de El Escorial,
el sábado, tras haberme quedado en Madrid por el
asunto de La Noche de los libros y demás puñetas
y alegrías. En el sms me contaba que llevaba
toda la noche con El Tigre por Mad Madrid y lo estaban pasando
genial, burning the city, como queda tan bonito
cuando se escucha en una peli. Al principio pienso que mi
amigo, mi buen y muy muy querido amigo, se ha ido de marcha
y, como amén de un ilustrador genial, es un reputado
DJ quizá hubiese montado una sesión con Tigre
Manjatan como fondo. Pero no se trata de eso. Está
haciendo gifs animados, y yendo mucho más allá
del primero que hizo para mi web. Cuando hablo con él
lleva trabajando montones de horas con El Tigre, pero suena
entusiasmado y despierto. Y yo también me entusiasmo
y despierto.
-Oye, El Tigre no puede quedarse en una simple trilogía.
Y tiene razón. Por supuesto que El Tigre no va a
quedarse en una simple trilogía. Las dos novelas,
ya publicadas, protagonizadas por Arturo Briz, alias Tigre
Manjatan, han sido las que más se han vendido, agotado
cuantos ejemplares aún podían encontrarse
en las librerías, en el día del libro.
Y la misma noche que acabé el novelón de época,
más de cien mil palabras que espero los lectores
se beban como whisky de reserva levemente rebajado con agua
de manantiales de primera, estuve dándole vueltas
a dos ideas, antiguas, para novelas del Tigre y se me ocurrió
una nueva: la que más me apetecería ahora
mismo, como siempre sucede con las nuevas ocurrencias.
Sigo en la cueva, pero ya es fácil. Terminé
la novela el 16 de abril después de una sesión
de 49 páginas; salió así, pura pasión,
nada premeditado. Pensaba escribir los tres últimos
capítulos en tres días, pero estaba en la
silla, el ordenador en las rodillas... y no tenía
ninguna gana de dejar de escribir. La delicia, de un segundo
intenso, de poner fin a una novela tan larga.udieron
Quedaba algo de trabajo, pero sólo es trabajo; nada
grave. Así que me permití asistir a la
EXPOSICIÓN
ANTOLÓGICA DE LA REINA DEL POP ART ESPAÑOL,
María Luisa Sanz, en la Fundación Caja Duero
(impresionante). Disfruté muchísimo con cuadros
que ya conocía o no conocía o incluso había
soñado, con sus geniales cuadernos de viaje, con
su compañía y la de su marido, el gran pintor
Joaquín Capa, pero no pude quedarme en la sala de
arte mucho tiempo -PROMETÍ VOLVER. porque a continuación
me tocaba participar en
LA NOCHE DE LOS LIBROS
y subir al segundo piso de un autobús ingles alquilado
por los organizadores de Getafe Negro
donde participé en un debate sin demasiado fuste,
pero donde me encontré con mi querida Gelu, con la
editora de Edaf cuyo apellido no sé, su nombre sí:
Esperanza, y cuya calidad como persona me encanta y desarma.
Y también me encontré con mi colega y amigo
Pedro de Paz, más tarde con Lorenzo Silva y su mujer.
Y para mayor generosidad del destino acudieron a verme Elena
Rosillo y mi brillantísima y voluntariosa alumna
de la Universidad de Alcalá, Irene Fernández.
En suma, que he vuelto a la vida literaria. Y El Tigre está
deseando volver a recorrer Mad Madrid, y Montxo Dixie le
está allanando el terreno con sus ilustraciones impagables.
La vida, de vez en cuando, es bella. Y confieso que agradezco,
de corazón, esos “de vez en cuando”.
DAS DEMASIADO INFORMACIÓN
EN TU DIARIOWEB
me dice mi chica. Y como siempre que me dice algo primero
le doy la razón y luego lo pienso. Después
de pensarlo admito que sí, doy información,
quizá demasiada en algún caso, en mi página
web y en mis columnas, pero “nada” comparado
con lo que escribo en mis diarios de bolsillo, con lo que
averiguo y conozco en realidad, ni sobre las personas con
quienes trato por motivos personales ni sobre el mundillo
literario y sus aledaños. En este diario, en general,
soy amable; me esfuerzo en ser amable, y sólo muy
de vez en cuando pongo en su sitio a algún individuo
o empresa cuya ineficacia dificulta mi trabajo o, sobre
todo, el de las personas que aprecio. Pero cuando mi chica,
mi mujer, me dice que “digo demasiado” pienso
en Gracián, quien también opina que es mejor
llevar los asuntos de uno en suspensión. Aplicando
su frase no tendría que haber contado nada de mi
reclusión en la cueva para escribir mi novelón,
pero por una parte es mi carácter, y el no ocultar
lo que yo hago, no mentir respecto a mí mismo, es
una defensa contra mi mala memoria: decir mentiras implica
recordarlas y mantenerlas, y por otra parte a Gracián
no le fue demasiado bien llevando sus asuntos en suspensión;
cuando los jesuitas descubrían, y era inevitable,
lo que había escrito, le castigaban de todas las
maneras posibles. La última vez, a pan y agua; al
salir de su encierro murió Gracián, el sabio.
Así que, de acuerdo, doy demasiada información
en mi diarioweb; pero -creo- que voy a seguir haciéndolo.
A quien utilice la información en mi contra, pues
bueno, que le aproveche. Acepto el riesgo con la esperanza
de que también de algún modo aproveche esa
información, excesiva, que proporciono, a mis lectores
amigos. ¡Va por ellos!
Sucedió el día que acabé de corregir
el novelón en “la cueva”. La noche de
ese día. Terminé a eso de los ocho o nueve,
cené, vi un capítulo de The Shield
(el último), ordené la casa... y aún
eran las dos y media de la noche: hora en la que normalmente
seguía trabajando, había estado trabajando
los pasados ciento y pico días. ¿Qué
hacer? Lloviznaba, pero mi cabeza la protege casi siempre
un sombrero, así que salí a dar un paseo.
Como es natural no había nadie más en las
calles de la urbanización que yo. En un jardín
vi unas piñas sobre el césped. Podría
recogerlas y guardarlas para encender la chimenea el próximo
invierno. Suelo llevar todo tipo de chorradas en los bolsillos:
también bolsas. Había una. Me puse a recoger
piñas. Escuché el motor de un coche. Luego
vi las luces. La Guardia Civil. Seguí
cogiendo piñas. El coche pasó. El coche pegó
un frenazo. El guardia conductor metió la marcha
atrás y pisó el acelerador.
Me incorporé y fui hacia ellos. Si al toro le entras
de frente quedas en el centro de sus cuernos.
-Ya sé que ofrezco una imagen extraña. Un
señor, como yo, a las tres de la noche cogiendo piñas.
Las quiero para la chimenea. Soy escritor, acabo de terminar
una obra larguísima y no sabía que hacer con
mi energía, por lo que salí a pasear, vi las
piñas.
-¿Es usted escritor?
-Ujúm (bueno, un ruido de ese tipo, siempre se
me han dado mal las onomatopeyas).
-Si quiere que le acerquemos a su casa, en caso de que viva
lejos...
-No se preocupen. Vivo cerca; y además lo que pretendo
es matar el tiempo.
Quizá fue una mala idea decir la palabra “matar”
a dos guardias del cuerpo fundado por el Duque de
Ahumada, a quien por cierto acababa de “ver”
en mi novela. Pero sonrieron, me saludaron, desearon buena
noche... Y yo seguí paseando. No tenía ningún
sentido que continuara jugando a coger piñas para
el próximo invierno.
BARAKA
He ido centenares de veces a tomar cerveza, preferiblemente
cerveza negra, a la Cruz Blanca, el bonito
bar situado en la esquina de Alcalá con Goya, enfrente
donde el querido amigo de mi padre, Rubiños,
tenía su librería y el despacho más
privilegiado del mundo. Centenares de veces. He ido en metro,
en autobús, andando y -en los últimos tiempos-
muchas veces en coche. Como es natural jamás había
conseguido aparcar en la puerta de “la Cruz”
(creo que ahora la cervecería se llama de otra manera).
Jamás hasta que hace unos días me llamó
mi benefactor y amigo Manuel Domínguez Moreno.
-Javier, te recojo en la puerta de tu casa y vamos a tomar
algo a un sitio que me gusta mucho.
Manuel acababa de llegar de República Dominicana,
o de París, o de Sevilla, o de Londres... de algún
sitio; siempre está en movimiento. El coche que conducía
era absolutamente nuevo, como si hubiesen acabado de fabricar
y se lo hubieran dado a Manuel para que lo probase y estrenase.
Cuando me dijo adonde íbamos se me iluminaron los
ojos.
-Pero si es mi cerve favorita en Mad Madrid, mi bar predilecto.
Pero enseguida apagué los ojos -tigre urbano
acostumbrado a la lucha por una supervivencia casi imposible-
y añadí:
-No va a ser fácil aparcar.
No lo habría sido para mí. Ya en la calle
Goya, a unos quinientos metros de nuestro destino, avisté
un hueco y lo canté.
-Allí, Manuel.
-Espera, hombre. Podemos intentar aparcar más cerca.
Me encogí de hombros. Era imposible que pudiéramos
aparcar más cerca. Nos aproximábamos a la
Cruz cuando Manuel Domínguez Moreno dijo lo siguiente.
-No me da ninguna pereza dar una vuelta, o cinco, para encontrar
un aparcamiento, así que no te preocupes.
Y sucedió, lo juro, que cuando pasábamos ante
la puerta de la Cruz Blanca un coche puso el guiñador
-como llaman al intermitente en Bolivia- y nos dejó
una enormísima plaza libre. En la puerta. Justo en
la puerta. Lamenté -siempre lamento algo- no llevar
la cámara para probar lo que acabábamos de
lograr.
Cuestión de baraka. Baraka, una expresión
que indica fortuna o más exactamente que a alguien
le ama y protege la suerte, la fortuna. Pero quizá
la baraka está reservada a aquellos que no sienten
pereza en dar cuatro o cinco vueltas con tal de conseguir
acertar en el corazón de su objetivo.
Mientras entrábamos en la antigua Cruz Blanca recordé
que muy cerca, hace unos meses, con Lorenzo Silva
me había pasado lo mismo. Íbamos al concierto
de Rammstein, al que me había invitado,
que se celebraba en el Palacio de los Deportes. Era imposible
aparcar cerca. Y -la baraka de Silva- aparcamos cerquísima,
y más concretamente en la puerta del pub irlandés
donde -al terminar el concierto- fuimos a tomar una copa.
Llevaba tiempo sin ver al inquieto propietario de Cambio16
y Cuadernos para el diálogo, el siempre luchador,
impecable luchador, Manuel Domínguez Moreno. Hablamos
de todo un poco, y en especial de un libro que acababa de
terminar, un libro que es un cuento sufí y una meditación
política en forma de diálogo platónico,
que mantienen un lince y un potro de las marismas. Dos noches
después leí su magnífico relato. Y
volví a pensar en aquel aparcamiento imposible en
la puerta de la Cruz Blanca un jueves a las nueve y media
de la noche. En su baraka; y en que Manuel se la gana y
merece. Como Lorenzo Silva. Incluso como me sucede a mí,
algunas -muy pocas y raras- veces.
“Yo
no puedo obedecer a nadie. Ni a mí mismo. Y me cuesta
caro. Pago bien caro” PEDRO JUAN GUTIÉRREZ. Trilogía
sucia de La Habana
.
1 de junio 2010
PRESENTACIONES Y FIESTAS
He
vuelto al mundanal ruido. Y además ya ha comenzado
a rugir la fiera, la Fiera del Libro. Acudí, puro
placer hacerlo, a la presentación de LA ESTRATEGIA
DEL AGUA de Lorenzo Silva en los jardines
de Cecilio Rodríguez. Un nivel-maribel que flipas.
Desde el alcalde, Alberto Ruiz Gallardón
(con quien charlé largo y tendido), hasta Celso
Rodríguez Padrón, excelente conversador
y Secretario General del Consejo del Poder Judicial, pasando
por la plana mayor de la Guardia Civil: uniformados y cargados
de bonitas medallas. Claro que lo mejor fue encontrar a
Diego Sánchez-Bustamante, y a otros
muchos amigos con los que al final, y en compañía
de Lorenzo, me fui a tomar cañitas. En cualquier
caso todo muy minoritario y excelentemente organizado; como
siempre sucede cuando un acto es responsabilidad de la elegante
Ana Gavín.
A Ana Gavín volví a verla el día siguiente,
en la primera fiesta “fiesta” de la Feria; o
paralela a la fiesta. Se celebraba en el jardín de
la sede del Mundo -se la conoce como la fiesta de El Mundo-
y no faltaba absolutamente nadie, desde editores -Ricardo
Artola, Miguel
Ángel Matellanes, Imelda Navajo, Jesús Egido,
Eduardo Riestra, Jorge Herralde- hasta autores
de toda condición y pelaje. Si los citase a todos
necesitaría diez folios (diez pantallas de ordenador,
to be precise, que los folios ya ni los vemos). Pero si
alguien tiene curiosidad por saber quien estaba en la fiesta
de El Mundo y quien no sólo tendrá que ver
el video que -espero- subiré a Youtube y a mi página
esta semana. Llegué de los primeros y me fui de los
últimos, porque quería rodar un video de la
verbena literaria; y lo hice para rodar el video, pero -aunque
tengo voluntad de hacerlo- ya veremos si lo monto o lo dejo
de montar, porque también filmé algo en la
presentación de Silva, y -como me sucede desde hace
un par de años- el montaje final me da pereza. Al
único que no vi, aunque mi cámara si que captó
su presencia, fue a Pedro Jota Ramírez.
Una lástima. Me habría gustado saludarle.
Guardo un magnífico recuerdo de la época en
que trabajaba para él en Diario16 (donde tuvo la
gentileza de considerarme la revelación del año;
me lo gané a pulso: uno de mis reportajes en el dominical
bloqueó la centralita del periódico durante
tres días). En la época, hablo de 1983, era
el mejor jefe que nadie pudiera soñar. Aparecía
a mi espalda, mientras tecleaba sobre papel pautado en una
prehistórica máquina de escribir, leía
una frase, y decía cosas tan amables como: “Excelente
redacción, brillante. Eres el nuevo Quevedo”.
Y en las fiestas nos buscaba uno a uno, al menos a mí
me buscaba siempre, para saber si lo pasábamos bien.
Supongo que él ha crecido demasiado y yo he estado
demasiado tiempo fuera -quince años jugando al diplomático
versión Agregado Comercia- y la única vez,
cuando se inauguraba la Esfera de los libros, que pude acercarme
a mi antiguo director no me reconoció. Se lo perdono;
he cambiado mucho. Pero me encantaría poder hablar
un día con él. Por supuesto no me necesita
-es demasiado enorme ya para necesitar a nadie- pero mi
optimismo natural aún me hace creer que puedo no
sólo serle útil, sino además conseguir
que se sienta orgulloso de mí. De aquella época
-que
la distancia temporal ha convertido en maravillosa- sólo
estaba José María Plaza,
que hizo de anfitrión para mí y otros muchos,
y sedujo a casi todas las chicas guapas de la fiesta; he
escrito “casi”, porque había demasiadas
chicas guapas y seducirlas a todas era imposible, incluso
para Plaza.
A la Feria propiamente dicha, a las casetas donde los monos,
tigres, osos, ratones y cerdos firman libros y sonríen
con la esperanza de que el público les tire cacahuetes,
aún no he ido. Lo haré el último domingo,
el 13. Bonito número. Estaré de 7 a 9 en la
caseta de Anaya (creo que es la 209) bailando alrededor
de Tigre Manjatan, La
inutilidad de un beso y El gigante
y el enano (el poemario que me ha tocado firmar,
y que -dicen- es buenísimo; felicidades a Alberto
Delgado, su único autor verdadero). Si alguien
quiere venir a tirarme cacahuetes me los comeré todos
encantado. Cuando vivía en África aprendí
que hay que comerse cuanto esté a nuestro alcance...
hoy; porque mañana quizá sólo haya
sol, sed y desierto.
BURRA
CON GUANTES DE SEDA
La burra se ponía calcetines de
seda sobre sus pezuñas traseras, porque era tan “burra”
que creía así poder hacer pasar por inadvertidas
caricias sus coces de zopenco natural.
Cuando llegaba la navidad la burra se lavaba los calcetines,
cada vez más parduscos a causa de la sangre, volvía
a cubrirse las pezuñas con la seda y se asombraba
de que -a pesar de lo delicado que era el final de sus patas-
nadie quisiera pasar las fiestas con ella.
SOSIEGO (antilibro,
en el que a veces incluyo un breve cuento como el de más
arriba)
7 de junio
FAMILIA Y FERIA
Mientras la mayoría de mis colegas sudaban en la
caseta de la Feria del libro yo sudaba en mi propia casa
debido a un virus que se empeñó en hacer pasar
un fin de semana duro y desagradable a mi hijo y a mi mujer;
y también a mí, desde luego, que me sentía
culpabilísimo por no ser yo quien estaba enfermo.
Extrañamente, el sabor final de la experiencia ha
sido positivo, el de una pequeña familia unida luchando
contra un invasor inesperado. Espero que se bata en retirada
y se considere pronto vencido.
“Que
no sepan por donde has venido ni por donde vas a salir”
RADIO FUTURA (supongo que el verso lo escribió Santiago
Auserón)
14 de junio de 2010
MOMENTOS
Momento 1
Estoy apoyado en una pared del piso más alto del
palacio de Planeta. A mi alrededor todo es fiesta, magnífica
fiesta como cuantas organiza la inigualable, amada y amable,
Ana Gavín. Me flanquean Javier Vázquez
Losada y Ramón Pernas.
El segunda ya se va. Y se despide de primero con un vuelo
literario de la mano izquierda. Pero no es la mano. No son
las palabras que dicen Javier y Ramón. Es el acento.
Al despedirse, hablar entre ellos, se desliza en las sílabas,
suavizándolas, el acento natal y natural de ambos.
Y consiguen, sin quererlo, algo absolutamente mágico
para mí: trasladarme durante unos segundos a la región
que más amo de España, Galicia. Huelo el mar
de Ares, camino por Santiago..., soy feliz.
Momento 2
El cine está cerca de mi casa, se puede ir andando,
algo cada vez más difícil aunque vivas en
la tráquea de Mad Madrid. Me acompaña mi hijo.
Me acompaña él, sí; más tarde
se entenderá. Vamos a ver Prince of Persia
y al llegar ante la taquilla hay una cola digna de un supermercado
en sábado a la hora de cerrar. Me ponen nervioso
las colas; el don de la impaciencia que sonreiría
Jesús Marchamalo. Una fila de gente
enorme y además está lloviznando. Saldría
corriendo. No lo hago porque voy con Max, claro; y a Max
intento no fallarle nunca. Pero sin saber como un instante
después estamos ante la taquillera, y escucho al
niño decirme:
-Ves lo rápido que se va el tiempo cuando se está
pasando bien.
Tardo unos segundos en reaccionar, responder:
-¿Tú lo pasas bien hablando conmigo?
Y ya no recuerdo su contestación porque quien lo
pasa bien hablando con él, yendo al cine con él
y comentando luego la peli, soy yo. Por eso he escrito más
arriba que Max me acompañaba a mí; y no yo
a él. Me asombra que fuese capaz de detectar mi nerviosismo
natural, que como es natural intentaba ocultar, y sobre
todo su capacidad para distraerme dándome conversación,
buscando temas desde su experiencia de siete años
que pudiesen interesar a un hombre de cincuenta. A los cincuenta
ya es casi imposible tener amigos de verdad, desinteresados.
Ser amigo de verdad: desinteresado. Jamás pensé
que tener un hijo pudiese ser algo tan fantástico.
Reconfortante, y fantástico. Y además me encanta
pronunciar su nombre, creo que ya he dicho que se llama
Max. Max.
Momento 3
Estoy en un hotel de Sevilla. Se ha cortado la digestión
y me siento fatal, imposible dormir. Entonces se me ocurre,
por fin -llevaba siglos buscándola- una idea genial
para hacer un programa de libros en televisión, una
idea que si la llevo a cabo se podría emitir en prime
time y tener cinco millones de espectadores.
Aunque ser raro, un soñador, suele ser un espanto
-hay que pagar continuamente un altísimo precio,
el del diferente, en sociedad- a veces me salva de todo:
hasta de un pescado que un mal cocinero no había
dejado descongelar, hasta del animal enfermo que era mi
cuerpo en la quieta noche sevillana. Quieta noche; tras
un lerdo día de lluvia y mezquindad.
“Dicen
que la venganza es el placer de los dioses. Placer... y
sentirse un dios. Suena atractivo”. SOSIEGO, ( el cepillo de dientes “mental”
al que suelo calificar de antilibro; por vacilar)
21 de junio
EL ÉXITO ES
SUYO, SEÑOR DELGADO
En
una caseta de la feria del libro. Firmo libro tras libro.
Improviso poema tras poema como un regalo para los otros,
un juego para mí, a quien compra el poemario titulado
EL GIGANTE Y EL ENANO. Lo firmo yo, pero lo escribió
Delgado, Alberto Delgado, profesor de latín
y poeta. Y es Delgado quien improvisa los versos. Yo sólo
le presto la mano y el sombrero. Señor Delgado, felicidades;
hasta a mí -que me mantengo tan lejos como puedo
de la poesía- me gustan sus versos.
DELGADO NO ES SÓLO
DELGADO
El
18 de marzo de 2010 aparece en El País.com, La Comunidad,
en un blog titulado Algunos lo llaman cultura una reseña
de la novela escrita por Frederic Traum
-en primera persona- pero firmada por mí y galardonada
hace seis años con el finalista del Nadal. ¡Hace
6 años! Que proeza tan brutal. Mantener vivo un libro
que salió hace 6 años, que Destino no distribuye
hace al menos cinco. Pero ahí está. “Lo
que hay no es lo que se ve”. Larga vida a la
máscara de Traum, y eterna para él.
“Sé mejor que nadie
en el mundo que el único modo de ser un asesino es
no parecerlo”. Lo último lo he sacado
de un post-it a la crítica que, de nuevo, firma Javier
Puebla; aunque no recuerdo haberlo escrito. Un
hombre en paz consigo mismo, como soy yo, debería
de ser incapaz de comprender a los asesinos.
Y UN POEMA DEL -HOY-
PROTAGONISTA SEÑOR DELGADO
Vienen
los alumnos.
Bajo
-con mis colegas-
al bar
y veo perder a España.
La clase es magistral.
Una alumna está asustada.
Pasa de los sesenta.
Y se siente sola,
sola y abandonada.
Su miedo y su tristeza
el olor de sus lágrimas
se quedan en mis manos.
Espero siete horas
antes de lavármelas.
Max, de un cumpleaños,
trae la cara pintada.
Lolita está contenta
aunque perdió su España.
El fútbol, y su magia
dejar de ser tu mismo,
ser parte de la masa.
Son casi las cinco
la noche más cerrada
pronto la ciudad
volverá a ser tomada
por nubes de corderos
y yo estaré en la cama.
“Hace
mucho tiempo que ya no lloro cuando no le caigo simpático
a alguien. Y tampoco me extraño cuando quien fue
un amigo me apuñala por la espalda”. DASHIELL HAMMETT, The Maltese Falcon (traducción
personal libre)
28 de junio de dos mil diez
CALOR
Suben
las temperaturas y la vida literaria se adormece. Los editores
escapan a las playas y los escritores disfrutamos de la
sensación, infantil, de que comienza un largo verano;
claro que los más politizados, los que mejor sobreviven,
se aburren de dar cursos de estío. No los envidio.
Se me ha estropeado el aire acondicionado del coche y sudar
siempre me ha parecido, amén de poco elegante, francamente
molesto.
DEXTER, EL SICÓPATA AMADO POR EL PÚBLICO
Paso por casa de mi amigo, y muy interesante escritor, Antonio
Pacios. Está haciendo la maleta para dar
un salto a Ponferrada y conocer a su primera sobrina. (Felicidades).
Hablamos de Dexter, la serie de televisión
que más nos gusta a los dos. Él ha leído
las novelas que inspiraron al personaje protagonista. Las
firma Jeff Lindsay. Abuso de nuestra amistad
para pedirle que me preste la primera de la suite: Darkly
Dreaming Dexter. (Observe el lector poco avisado como
disfrutan los anglosajones con las aliteraraciones, las
tres palabras comienzan por D y las tres tienen una erre,
cada una con un matiz diferente; como es natural a Toni
Hill Gumbao, el traductor, se la suda lo de las
dés o las erres, y traduce el título inglés,
con la aquiescencia de los editores de Umbriel, como EL
OSCURO PASAJERO; jó, tío, hay que tener imaginación,
¡qué originalidad!)
Lo interesante de la novela es que permite vivir al personaje
fuera de la serie de televisión. Y también
que se le ocurriese crear a un asesino en serie que sólo
se cepillase a “los malos”; pero a “los
malos” ya fijados por la ley. En eso se diferencia
de mi buen amigo, el señor Frederic Traum,
que mata a quien él considera malo; o incluso a quien
le apetece si tiene el día juguetón (tendrá
que pasar un tiempo todavía para que un personaje
como Traum tenga su propia serie de televisión).
Creo que la leeré entera tumbado en una hamaca de
la piscina. He pasado meses trabajando al ciento veinte
por ciento de mi capacidad, y me ha costado recuperar el
ritmo de disponer de veinticuatro horas al día para
hacer lo que me más me plazca; pero una vez recuperado....
humm, qué delicia.
LAS NOVELAS SECRETAS
Escribir, para mí, tiene algo de vicio. Mientras
esculpía el novelón de época hice en
paralelo una “bala” o “vala” atemporal;
a mano y con plastelina. Y ahora, por entretenerme, estoy
dejando que precisamente Frederic Traum
vuelva al mundo para poner en su sitio a Abulia
La-lela, un ser más informe que deforme,
al que le gusta jugar a hacerse el tonto, sin advertir que
no es necesario ningún esfuerzo por su parte para
parecer el más perfecto de los lerdos; ¿o
era lerda? Le dejo la diversión a Traum, que es más
duro que yo, porque a mí la persona que inspira y
alimenta a Abulia La-lela no me provoca ningún deseo
de violencia; sólo me da pena.
ROBERTO MONTERO GLEZ
Hay un día en el que me encuentro especialmente triste.
Y descuelgo el teléfono y llamo a Roberto. Roberto
Montero Glez. Hablar con él me hace sentir
menos solo, menos diferente, menos “buscador de lo
imposible”.
-Estás aún más loco que yo, Puebla.
Escribir la frase que me dijo cuando le expliqué
que yo no estaba en Facebook, pero sí mi personaje
Tigre Manjatan -que a veces se caga en
su creador- hace que aún ahora mismo me vuelva la
sonrisa a la cara (que tiene buen color, por cierto, deben
ser las duras horas que paso “desmayado” sobre
la tumbona de la piscina). Los escritores que no balamos,
que jugamos -porque nos es imposible interpretar otro papel-
a lobos solitarios, somos “conflictivos”. A
nadie le gustan los seres conflictivos. Bueno, sí.
Cuando somos artistas les encantamos a todos: en cuanto
estamos muertos (un toque en el ala del sombrero para Mesié
Kafka y otro para el desconocido e injustamente
subvalorado por la crítica Larsson;
es evidente que las novelas que se han publicado no son
las que él escribió. Basta pensarlo dos minutos
para que esté clarísimo ¿hasta para
Abulia La-lela?).
“Llevo
casi cuatro meses bailando entre las llamas del infierno
y no tengo ni una sola quemadura ni en el alma ni en el
cuerpo. Como si fuera un mago... o un demonio” SOSIEGO (antilibro que ni siquiera yo he
leído, ni leeré nunca, completo)
5 de julio 2010
PUPILOS
Vienen a verme mis pupilos de Alcalá a la Casa de
Fieras, a la Fiera del Libro, y me traen un regalo fascinante.
En realidad tres regalos; pero con el que más me
flipo es la orla. Muy especial. Están las fotos de
todos, y en el centro: una claqueta de cartón. Mi
curso de cine, que el año que viene seguiré
haciendo en mi propia escuela, se llama CON LO QUE HAY.
Y eso es lo que hacemos: pelis Con lo que hay. En poco más
de tres meses conseguí formar un equipo fantástico:
Esteban Flores a la producción,
Germán Zamorano Fuentes al montaje,
Irene Fernández a la cámara,
Adrián Carmona en la distribución y promoción...
y, por supuesto, todos hacían, hacíamos, de
actores. Lo pasamos mega genial y con el último corto
-que rodamos en la biblioteca y en el que hicimos participar
a todos cuantos estaban allí estudiando- logramos
más de las cuatrocientas visitas en un mes en Youtube
Devuélveme
la vida. Como no teníamos claqueta utilizábamos
una de cartón, y alguien daba una palmada para sincronizar
imagen y sonido. Esa claqueta de cartón era la que
estaba en el centro de la orla que me trajeron mis maravillosos
pupilos de la Escuela de Escritura de la Universidad de
Alcalá de Henares a la casa de Fieras; aire de la
selva para un animal enjaulado. Éxito y larga vida
a todos ellos; espero que el destino me permita volver -muchas
veces- a encontrármelos. CON LO QUE HAY,
y un poquito de ilusión, siempre se pueden hacer
milagros.
¿Y POR LA TARDE?
(GEORGES SIMENON AND ME)
-Cariño, no sé que me pasa, me he levantado
de un humor raro, estoy como perdido. La verdad, no sé
que hacer hoy.
La esposa de Georges Simenon apenas le
mira cuando responde :
-Escribe una novela, querido.
-Sí, eso ya lo había pensado, pero ¿y
qué hago entonces por la tarde?
Igual me pasa a mí. Estoy pensando en escribir una
novela, convertir una novela precisamente mi experiencia
en la universidad de Alcalá (y hacerlo con un estilo
diferente al mío y firmarla, por supuesto, con otro
nombre). Eso me entretendría, lo admito, pero...
¿y por la tarde?
“Vivimos
en un mundo muy peligroso para los hombres sinceros"
Rudyard Kipling. KIM.
19 de julio
EL HOMBRE DE LAS DOS
IDENTIDADES; CAMBIAR
El coche es una máquina impresionante, nunca había
visto, conducido, un animal igual; cuesta impedirle pasar
de los ciento veinte kilómetros por hora que impone
la ley. Con las manos apoyadas en el volante de madera y
las nalgas hundiéndose en el cuero es inevitable
experimentar una sensación de privilegio. En el exterior
la temperatura pasa los 35 grados, en el interior es un
agradable día de primavera. Me alejo de la ciudad
donde suelo residir, de los pequeños mundos en los
que me muevo y que aún se hacen más pequeños,
insignificantes, con la distancia. Mi destino es L.A.
West Spain. Llego pasada la medianoche, y son casi
las dos cuando me dirijo hacia el mar oscuro y me dejo mecer
por el agua densa y salitrosa. No se ve la luna, pero si
nubes blancuzcas matizando la negrura del cielo. Me ducho
al aire libre, en el patio de la casa, y busco una hamaca
en la que tumbarme. Más vale poder ser dos, tener
siempre una identidad de fuga, que vivir obligado a ser
siempre el mismo; aunque esa mismeza implique un reino o
éxito o fortuna infinita. Me siento en la terraza
sin ropa y tecleo en el ordenador estas palabras. Son casi
las cuatro. Se oyen risas puntuales y ráfagas de
conversación a lo lejos, el ronquido más cercano
de un hombre anónimo. Levanto la vista y veo un gato
blanco en la calle. Utilizo el siseo de Alberto
Delgado para obligarle a girar la cabeza y mirarme.
Sus ojos brillantes y telepáticos. Se acerca hasta
el coche maravilloso que me ha traído hasta aquí
y se acomoda entre sus ruedas. El calor es húmedo,
como africano. Se apagan las risas lejanas. También
cesa el ronquido suave del hombre anónimo. Sólo
hay silencio. Excepto el leve cliquear de las teclas bailando
bajo mis dedos. Echo la cabeza hacia atrás.
Ayer era otro; y otras eran
las reglas de conducta, los alicientes del juego. Mañana
me levantaré temprano. O al menos eso es lo que ahora
pienso.
DESPUÉS
Y sí, sucedió: mañana me levanté
temprano.
“Complacer a todos
es imposible. Estafarlos, estafar a todos, resulta relativamente
sencillo”
SOSIEGO, the anti-book signe by the unfamous spanish writer
who use to cover himself with a hat.
26 de julio
EL DESCANSO DE SABER
SER OTRO
Durante muchos, o pocos días -no sé- me levanté
temprano y jugué a reinventarme a mí mismo,
a hacer cosas que normalmente no haría, apasionarme
por actividades que a quien soy, he sido, durante el curso
laboral, no le interesarían en absoluto. Pero la
sociedad no suelta su presa con facilidad, y de nuevo tuve
que ponerme el disfraz cuando Luis Alberto de Cuenca
y Alicia Mariño me invitaron al
curso sobre cine mudo que estaban impartiendo en El Escorial,
en el maravilloso hotel Felipe II. Entré en la sala
con la cabeza desnuda, pero la vestí para subir hasta
la Horizontal: el lugar más fresco cuando y ríe
el calor. Y volví a ponerme el sombrero ese mismo
día, ya era de noche y había rodado hasta
Mad Madrid, en honor de Andrés Sánchez-Magro,
el gato Gourmet. En la terraza de Arzabal, calle Doctor
Castelo número 2, fui durante unas horas más
“el escritor del sombrero”; y fue fácil
y agradable y lo pasé estupendamente hablando con
jueces, abogados, toreros, empresarios y esas chicas guapísimas
con nombres exóticos y piernas, de las que siempre
hay en cantidades industriales revoloteando en torno a mi
amigo Andrés Sánchez-Magro, el gato gourmet.
Me basta con quitarme o ponerme el sombrero para cambiar,
para que quienes me rodean me traten de una u otra manera.
Parece que, de momento, la jugada de cubrirme la cabeza
está funcionando bastante bien.
"Eran las cinco de la tarde y hacía
mucho que era de noche en Estocolmo"
LARSSON, Millenium
16 de agosto
SILVA LLAMA POR TELÉFONO
Acaba de volver de Uruguay
y Berlín, y se va a Mallorca y Barcelona a descansar
unos días tras marcarse un novelón histórico
y un relato seriado para el grupo Vocento. Vive como una
estrella del rock (es lo menos que se merece). Va a pasar
por Madrid unas horas. Está en Alicante. Su vuelo
se retrasa. Al final se retrasa demasiado y no consigo ver
a mi amigo Lorenzo Silva. No es necesario verle; me basta
sentirle. Y está cerca. Siempre cerca. Él
de mí y yo de él. "Poderes".
19 de agosto
LLÁMAME "CARLOS",
PERO DÉJAME DISFRUTAR LEYENDO A STIEG LARSSON, AUNQUE
SEA CULPABLE DE HABER VENDIDO MÁS DE 30 MILLONES
DE NOVELAS ALL AROUND THE WORLD
Me llaman de la SER -no
confundir con la cadena ESTAR en la que trabaja el imaginario
Tigre
Manjatan- para participar en
un debate sobre los libros de Millenium, aprovechando que
Hollywood va a pasar por Valladolid y George Cloney se hará
el sueco. Tres escritores, Lorenzo Silva que nada y guarda
la ropa, Marta Sanz que permanece vestida (ay) y un servidor
que se tira al agua en pelotas, pues soy el único
que defiende sin fisuras al escritor muerto (justo cuando
tenía mi edad actual). Lo paso muy bien. Me gustan
las polémicas. Me gusta nadar contracorriente, porque
al igual que a los salmones eso me hace más fuerte,
y sobre todo me gusta, que Marta Sanz me llame Carlos. Creo
que Carlos era el nombre en clave de un terrorista famoso.
Que un escritor profesional apoye a Larsson (vease
la columna al respecto) puede
calificarse, sin exagerar demasiado, como un acto de terrorismo
literario. A mí me encanta Marta, como persona y
como escritora. Pero nunca me lo había pasado tan
bien con ella como cuando nos hemos enfrentado -por Larsson-
y ella ha tenido el desliz, genial y venial, de llamarme
"Carlos". (Estoy por utilizarlo como seudónimo
en posibles actos de literatura suicida). En suma, que salir
del letargo del verano, unos minutos, esta noche de jueves
me ha resultado agradable y divertido.
“Tenía la
virtud de hacer sentir a todos más inteligentes de
lo que realmente eran. Y esa sensación, aunque dure
un instante, no se paga con nada”. RICARDO PIGLIA, Prisión perpetua
24 de agosto 2010
LAS VACACIONES DE
LA CRISIS
No es que la “crisis” -esa señora que
ha realizado la fácil maniobra que las grandes empresas
aumenten sus beneficios a costa de los empresas pequeños
y los pequeños empleados- se haya ido de vacaciones,
es que la “crisis” -caramba con esta chica-
le ha dado un toque especial a estas vacaciones de verano;
a las de muchos y también a las mías. El paro,
no tener un asqueroso curro o un bonito trabajo, parece
perder su halo de tristeza con el verano: si hay mucha gente
no haciendo nada, en realidad no puede ser malo que yo tampoco
de un palo al agua. Así que, personalmente, me estoy
dedicando a disfrutar. A disfrutar en general, a no saber
en que día vivo, a leer lo que me da la gana y al
ritmo que me da la gana, a charlar con viejos y nuevos amigos,
confraternizar con mis muy agradables vecinos en el gran
jardín de mi pequeño apartamento de El Escorial,
y a cambiar la dirección de mis sueños; pero
también a cambiar mi cara, mi apariencia, mi estado
de ánimo o desánimo.
Hasta me permito el lujo de levantarme temprano porque en
agosto no suena el móvil a todas horas, y puedo escribir,
o montar una peli, sin que nadie me moleste por las mañanas.
Bajo a Madrid de vez en cuando, a ver al luminoso Montxo
Dixie y al oscuro Frederic Traum,
o al deslumbrante showman Ángel Arteaga.
Bebo mojitos y paso horas en la oscuridad -con Traum- mirando
como se desplaza la inspiradora circunferencia de la luna
llena, releo el primer libro de Piglia
que se publicó en España (Prisión perpetua,
lo editó Lengua de Trapo, aunque en la actualidad
puede encontrarse en Anagrama), hago dibujos, nado a cualquier
hora del día o de la noche, juego a que el tiempo
se ha parado... igual que lo hacía cuando era adolescente
y el tiempo también se paraba meses y meses, hasta
que llegaba octubre y un relámpago volvía
a electrizar la quietud del agua.
“Allí fue feliz. Sólo
que nunca lo supe. Uno percibe la felicidad cuando se acaba” PEDRO JUAN GUTIÉRREZ. Trilogía
sucia de La Habana.
30 de agosto
LA FELICIDAD CUANDO
SE ACABA
Son los últimos días. Los últimos días
del verano más relajado y agradable que recuerdo.
Un verano feliz, creo, pero sólo lo sabré
seguro cuando mire hacia atrás, como escribe Pedro
Juan Gutiérrez en su libro más brillante:
La Trilogía Sucia de La Habana. El viernes fui a
cenar a casa de un amigo “de toda la vida”,
una cena de viejos amigos con sus respectivas parejas. La
maravilla de acudir a una cita caminando apenas cinco minutos,
sin tener que subirse al coche ni preocuparme de si he tomado
una copa de vino o tres. La noche es protectora y acogedora,
tender que diría Fitgerald,
y camino tan despacio como es posible de la mano de mi chica,
disfrutando el momento. Al día siguiente no salgo
más allá del jardín y la piscina, y
prácticamente lo mismo el domingo. El próximo
viernes me voy a Londres a comprar té y quizá
un nuevo sombrero,
que tendré que enseñarle a Arturo
Pérez Reverte -si un día coincidimos
en el Charolés o el Cafetín Croché-
después de leer su último artículo
en el dominical de ABC (parecía un homenaje o un
guiño, aunque quizá sólo sea mi optimismo).
Me cuesta sacudirme la pereza, el ritmo reparador y lenitivo
de los últimos dos meses: si pudiese abandonar y
convertir el plácido verano en un intermedio eterno.
Sé que es mentira, inercia, que cuando me ponga de
nuevo en marcha, me suba al alambre de funambulista que
desde hace once años es mi vida, volveré a
emborracharme con la dificultad y la tensión. Pero
hoy, hoy me gustaría que “pasase de mí
ese cáliz”, seguir sentado en soledad absoluto
en un rincón del jardín infinito, leyendo
y escuchando a Richard Cheesse y Michael
Franks.
Abro con desconfianza el correo
electrónico, y me encuentro con que otros amigos
no han tenido un verano tan fácil como el mío
-efectúo una larga llamada de teléfono la
mañana siguiente- y también un mensaje de
alguien a quien no conozco, pero que me escuchó en
la Ser la semana pasada y me manda una novela con la esperanza
de que la lea y le ayude a publicarla. En el ordenador tengo
cuatro novelas más, de alumnos y amigos -me permito
mencionar a Alejandro di Marzio- que tampoco
he leído y que me costará mucho llegar a llegar
a leer, porque este verano, entre otras muchas cosas, he
recobrado o recuperado el placer de la lectura porque sí,
sin tener que emitir juicios ni sentirme comprometido con
el autor. Respondo al escritor que me escuchó en
la Ser, y le cuento "la verdad" (uno de mis defectos
más endémicos): lo difícil que es publicar
en España, incluso pagando, lo que nos agobia a los
profesionales que nos pidan que leamos libros personas que
no conocemos cuando tenemos que utilizar hasta el último
ápice de nuestra energía en buscarnos la vida,
en -simplemente- sobrevivir. Quizá si tuviese una
posición tan desahogada como mi inesperado colega
en el placentero vicio de convertirse en el centro de todas
las miradas cuando se pone un sombrero -Arturo Pérez
Reverte- quizá si dedicase un tiempo, programado,
cada semana a leer inéditos. Cortázar
lo hacía y siempre le he admirado por ello casi tanto
como por sus cuentos.
Se acaba. La felicidad. El verano. Espero que Londres me
despierte. Siempre resulta estimulante vivir en una lengua
diferente a la materna, aunque sólo sea durante cuatro
o cinco días. Londres. La ciudad que adopté
como amante cuando a Nueva York le cercenaron sus Dobles
Narices picasianas, y comprendí que me dolería
mucho volver a verla. Buscaré un nuevo sombrero y
compraré, como hago siempre, infinitos libros y aún
más infinitas cajas de auténtico té.
“¿Quieres
matar a un sprinter? Convéncelo para que se haga
corredor de fondo.” SOSIEGO (antilibro impublicable con manchas
de mostaza y chocolate, y escrito con letra frecuentemente
incomprensible, incluso para su autor)
13 de septiembre del año
2010.
LONDRES
Cerveza y hamburguesas en el pub más cercano al apartamento.
Paseos diurnos y nocturnos sin rumbo fijo ni destino concreto.
Vivir en un idioma que no es el materno. Escuchar olores
y paladear razas y expresiones. Hacer fotos que jamás
haría ningún turista sensato. Buscar la sombra
de mi antepasado inglés, Gabriel Taylor.
Cambiar de moneda, de horarios, de hábitos. Han sido
sólo cinco días pero podrían haberse
convertido en un año. Desde que a Nueva York le hicieron
un agujero en downtown viajo a Londres siempre que puedo.
Y jamás me he arrepentido de hacerlo. Aún
tengo la humedad del Támesis y el aliento de dos
mil años de historia metidos en el alma y los huesos.
El pretexto de este viaje era comprarme un sombrero. Pero
... no me compré ningún sombrero, porque ningún
sombrerero loco se me apareció en el camino, y buscarlo
-al menos ara mí- es imposible; sé muy bien
como funciona eso.
“Tomarse el juego demasiado en serio
es estúpido y anula la diversión”
(de SOSIEGO, ¿de dónde sino?)
“Todo escepticismo oculta una incapacidad para afrontar
la vida tal como es” ÁLVARO BERMEJO. El laberinto de
La Atlántida.
21 septiembre 2010
VIENDO GENTE Mad Madrid, rebosante de actores
aún vestidos con ropa de verano. Quedo en mis escenarios
favoritos -Paseo de Pintor Rosales, Lago de la Casa de Campo
y Cervecería la Cruz Blanca- con aliados y amigos.
Aún no ha comenzado el baile y podemos permitirnos
prolongar las veladas hasta más allá de la
medianoche, caminar charlando de cine o literatura o los
golpes de la cadera de la vida. Aunque me he propuesto,
se lo he prometido al niño, escribir una novelita
este finde, mi idea es no hacerle demasiado caso a la literatura
esta temporada. Me concentraré en los cursos de literatura,
que ya tienen cinco años de antigüedad, y los
de cine, que he pasado de la agradable, aunque algo lejana,
universidad de Alcalá de Henares, a los locales aún
más agradables, y mucho más cercanos, de la
Piscifactoría, Malasaña 11, 1º,
que regenta el tipo más creativo y brillante que
he visto en acción desde que me dedicó al
“artisteo” haciéndome el profesional:
Gonzalo Escarpa, en quien se unen talento
y capacidad empresarial. Espero que se haga rico y ayudarle
a conseguirlo. Paso con él la noche más divertida
y estimulante de los últimos ciento cincuenta años.
Pero
también hago una visita, matinal, al Hotel
Kafka. La escuela literaria más bonita
y mejor diseñada de Mad Madrid. Allí cambio
unas cuantas frases con el genial y delicado como la nitroglicerina
Rafael Reig, conozco -o más bien
reconozco porque ya nos habíamos cruzado hace algún
tiempo- Eduardo Vilas, que me presenta
a uno de sus colaboradores, Ramón Martínez,
un tipo muy interesante que acaba de publicar con Península
un libro titulado HISTORIAS CHINAS, mito y realidad
del nuevo gigante económico. Ramón, Moncho
para los amigos, fue corresponsal de EFE en la floreciente
China, que conoce tan bien como el incomparable Andy
Oakes (dos novelas policíacas buenísimas
ambientadas en China). Me llevo el libro a casa, pero encima
de la mesa están Echenov,
José de la Sota y Álvaro
Bermejo. Así que me conformo con hacerle
unas cuantas entradas, catas, al libro de Ramón Martínez,
que encuentro muy satisfactorias, pero soy consciente de
que el verano y ya no tengo tiempo de leerme los libros
enteros, que me tocará corregir novelas propias y
ajenas, y lo curioso es que no me importa que sea así.
Los talleres, de cine o literatura, son las actividades
más creativas que afronto. Puedo permitir a mi ego
dar un paso atrás para que brillen egos ajenos; y
eso es una delicia. Brillar uno mismo desgasta y cansa más
que correr una maratón.
Bajo a la calle y veo a una chica con el pantalón
roto por todas partes y enseñando tres cuartas partes
de su culo respingón. La sigo un rato. Si llevase
la cámara le pediría que me dejase hacerle
unas fotos. Pero no llevo la cámara. Así que
doy la vuelta, regreso a casa, enciendo el ordenador y termino
esta entrada -no tan breve- de mi viejo y querido diarioweb.
“Nadie puede encontrar en este mundo
un enemigo más temible que él mismo” ALAIN (seudónimo de Emilio-Augusto).
Declaraciones. Cita recopilada en ELOGIO DEL PESIMISMO, delicioso librito publicado
por Barril&Barral.
27 septiembre
EN LA MIRADA DE LOS
OTROS
Evidentemente nada pasa por lo que es, sino por lo que aparenta
ser. Y lo que aparentamos ser es lo que vemos sobre nosotros
mismos en la mirada de los otros. Para mi sorpresa a mí,
los otros en general, me ven como un triunfador, como alguien
que ha escapado del yugo castrante de un ministerio, de
ser pieza de una estructura más compleja, para poder
vivir libremente. Me encanta ese Javier Puebla
que ven los otros; pero no siempre me puedo identificar
con él, como dice la cita de Alain
escrita más arriba no
hay peor enemigo que uno mismo, y no soy una excepción:
me hago unas putadas, de vez en cuando, que ni Abulia
Lalela, cuando se encaprichó conmigo y se
desquició por no lograr meterme en su cama. Y hay
un punto de falsedad en la imagen que, parece, ofrezco,
de no formar parte de ninguna estructura, de no ser una
pieza más de una máquina mayor que yo. Lo
cierto es que, soy muy consciente y me lo he repetido muchas
veces, yo sólo nada puedo. Yo sólo nada puedo.
Y por eso no me duelen prendas en pedir ayudas y apoyos
a niños y ancianos, adultos poderosos y aparentemente
débiles, supuestos triunfadores y alegres perdedores.
Por ello esta semana he desayunado, comido, merendado y
cenado (soy lo bastante “delgado” para no desperdiciar
jamás la ocasión de zampar) con editores,
embajadores, políticos, periodistas, arquitectos,
empresarios y hasta grafiteros buscados por la ley. En ninguna
cita he elegido a la persona por su cargo u ocupación,
sino por simpatía personal, porque eran hombres (o
mujeres o travestis) con los que me identifico y disfruto
charlando. Es difícil encontrar buenos conversadores,
y lo cierto es que con frecuencia me conformo con amigos
que apenas hablan pero que saben hacerme sentir apreciado
y que valoran mi humilde aprecio. Vivo en un país
en el que la eficacia es un valor secundario; antes se le
da la columna en un periódico a un amigo que a un
escritor excelente. Cuando era muy muy joven pensé
que... bueno, que me aguantaría y jugaría
a ese juego; pero con los años no puedo evitar de
vez en cuando la arcada cuando veo a un inútil ganar
un premio de novela ornado de euros y relumbrón mientras
a la media docena de creadores literarios brillantes que
conozco se les niega hasta la posibilidad de publicar. Para
mí lo más parecido a la justicia es ser el
único responsable del propio estado de ánimo.
Si lo hago bien me merezco estar contento, si me dejo vencer
por la glotonería o la pereza o el vicio, no tengo
a ningún jefe que odiar o culpar por ello, sólo
a mí mismo.
En la mirada de los otros, sobre todo en los espejos afilados
de quienes odian, me veo como un triunfador. Ante mi propia
mirada, desde dentro hacia afuera, me veo como nada, como
nadie. Como alguien cuya única ambición es
sentirse libre y -a veces- hasta se cree que lo consigue.
Y mi mirada, como espejo de almas ajenas, no es diferente
a las de los demás: es fácil verse grande
y triunfador en el espejo de mis ojos miopes, porque como
me dijo uno de mis compañeros de “zampa”
esta semana, soy un mitómano nato y tiendo a sobrevalorar
a los demás, a quienes quiero y admiro. Y además,
como soy bruto y cabezón, me empeño en mantener
esa sobrevaloración hasta que los veo convertirse
en ratas y morderme, con saña estúpida y poco
provechosa, los dedos de los pies. Amén.
“Dos tipos obligados a pasar todas
las horas del día juntos deben guardan -al menos-
algún tipo de distancia” JAVIER CALVO, Corona de flores (cita de
memoria y probablemente inexacta, del primer capítulo
la novela editada por Mondadori)
4 de octubre de 2010
DISTANCIA
Este fin de semana -era de
temer, era de esperar, era hora de empezar a arar- se han
cruzado dos de mis personalidades más destacadas:
el perezoso y el “yo lo quiero hacer todo y me sobran
capacidad y huevos”. Por mí dejaría
ganar al perezoso, pero las circunstancias no me van a dejar.
Me veo editando libros, escribiendo y rodando y montando
y distribuyendo películas, dando cursos hasta donde
me alcance la manga de ilusionista y apuntándome
a saltar en paracaídas tras viajar en una máquina
del tiempo. Hasta ahora, varios meses, lo había llevado
bien, fenomenal me atrevería a decir. Lo de mantener
la distancia entre el candongo que hay en mí y el
currito incansable que se considera capaz de ponerme riendas
en el hipotálamo. Pero ayer, era sábado, el
gigante y el enano, se miraron con mala cara.
-Que curre tu padre.
-Curras tú, que para eso eres el enano.
-Trabaja
tú, que te cuesta menos, señor gigante. Y
es a ti a quien ha convocado el cuervo blanco de Getafe
negro.
Al final, claro, trabajarán los dos. O los veintidós
que suelo decir llevo dentro. O fingirán que trabajan.
Pero mientras mi lado izquierdo planea enfrentarse a mil
nuevos empeños el derecho sólo sueña
con que le toque la lotería. Tener varias personalidades
es entretenido. A mí siempre me ha gustado. ¿Siempre?
Ojalá. Pero esto es un diario público, que
podría ser sinónimo de farsario. Y, por lo
tanto cuando lo considero necesario sonrío con más
resignación que cinismo; y miento.
“La construcción
de la vida está denominada por los hechos y no por
las convicciones. Algunos tratan de quebrar esa ley. Son
los alquimistas de sí mismos. En el caso de un escritor
lo que hace es vivir su vida como si fuera la de otro, y
la pone al servicio de lo que quiere escribir.” RICARDO PIGLIA. Prisión perpetua.
11 de octubre de 2010
BRILLAR COMO UN IDIOTA
He titulado así la columna que escribo para Cambio16
y La Opinión cada semana. Brillar como un idiota.
En homenaje al actor Agustín Jiménez,
estrella deslumbrante de la obra teatral LA CENA DE LAS
IDIOTAS. Pero también en homenaje a mí
mismo, y a Ángel Arteaga, que me
acompañó al teatro, y a Gonzalo Escarpa
a quien pasé a ver aquella misma tarde y
ante quien tuve que quitarme el sombrero por su capacidad
para combinar esfuerzo con magia natural para conseguir
pequeños milagros. ¿Qué mas da que
nos tomen por soñadores, idealistas o idiotas (que
en griego significa el que va a lo suyo y no se interesa
por la política)? No dormimos con la opinión
que tienen los demás de nosotros, sino con nosotros
mismos, y -en el caso de los soñadores- con la compañía
de nuestros “sueños de despierto”. Recomiendo
a cualquiera la obra de teatro, como los espectáculos
del showman Ángel Arteaga o los talleres que se imparten
en la Piscifactoría de Gonzalo Escarpa (me gusta
escribir Scarpa); en especial el suyo, que es de poesía,
y seguro que por simple ósmosis cualquier alumno
consigue maravillas porque Scarpa es “pura poesía”.
DEJARSE ABRAZAR POR
LA ENFERMEDAD
Es un simple constipado o un pequeño virus; pero
resulta suficiente para sentirse mermado. Sé que
habría podido combatirlo y seguir mi ritmo ignorando
el virus o el resfriado; pero comenzaba un puente, casi
cinco días de “mundo en posición de
pausa”. Así que me dejado caer. El dolor de
cabeza, la congestión, la garganta seca y la humildad
de que para noquearme basta una pequeña concentración
de mocos obstruyéndome la nariz. Ha sido casi agradable.
Mirarme el ombligo. Encender la primera chimenea de la temporada.
Pasear por el campo quemado de lluvia. No ser capaz de distinguir
el olor de las flores del de las boñigas de vaca.
PUPILOS
Tengo algunos pupilos nuevos este año. Y recuperado
a mis más predilectos de los antiguos. Quizá
aún tenga algunos más; me siento fuerte..
Les doy, a todos ellos, hasta donde soy capaz. Pero con
los nuevos el juego es aún más interesante,
porque primero debo descubrir que es lo que necesitan o
quieren; y si yo, de verdad, puedo ofrecérselo. Me
encanta dar talleres de creación: podría hasta
darlos de pintura o teatro. Sé aprender a la velocidad
de la ingenuidad cualquier cosa que, quien confía
en mí, pretende que le enseñe. Me encanta.
Es lo más generoso y creativo de todo lo que hago.
Creo que lo escribí la semana pasada en este diario,
pero -cuando se está diciendo la propia y pequeña
verdad- es fácil pensar que se descubre cada día,
y repetirla, y repetirme.
“Se prepara para batir nuevos récords
en secreto? ¿Está otra vez enfermo? ¿Está
acabado? Misterio. Siempre es excelente el misterio”
JEAN ECHENOZ, Correr
(la mejor novela que el autor francés ha publicado
hasta el momento, aunque el Goncourt se lo dieran por Me
voy, que tampoco dejo que se despiste jamás dentro
de mi biblioteca de 777 ejemplares; cuando entra uno nuevo
sale uno viejo. No quiero tener más libros, me dejan
sin espacio para poner las tazas de porcelana inglesa que
me regalan en los hoteles cuando voy a Londres).
18 octubre 2010
MESA REDONDA
¿Por qué se llama mesas redondas a los pequeños
“chous” de cuatro o cinco escritores sentados
tras una mesa siempre rectangular y normalmente estrecha?
El moderador de la mesa llegó
cuando faltaba un minuto para empezar. El moderador de la
mesa era yo.
Había estado a punto de perderme Atocha arriba. No
veía muy claro que el festival de Getafe negro empezase
en una tienda de arte africano. ¿África empieza
en Getafe? ¿Los balantas son una raza de novela?
(Sí que lo son).
Llegué con un revólver a cada lado de la cintura
y balas para acabar con los últimos ejemplares de
pájaro Dodo que hubiese en el mundo. Pero me encontré
con mi muy querido amigo Lorenzo Silva,
la casi igual de querida encargada de cultura del ayuntamiento
de Getafe: Gelu, y la siempre amable María
José Castro. Mis balas se deshicieron como agua.
Y enseguida estaban a mi lado Vanesa Monfort (Van), David
Barreiro y Susana Hernández (que me puso una dedicatoria
preciosa en su libro Curvas peligrosas); ellos eran los
jóvenes bárbaros que me tocaba “moderar”
(yo, que detesto la moderación, o al menos eso digo
porque lo cierto es que bebo con moderación, fumo
con moderación, lloro con moderación, y sólo
hay dos cosas que hago sin moderación).
Lo pasé de fábula (africana). Y me gustaría
pensar que el público, no voy a calificarlo de numeroso
pero sí de entregado y amabilísimo, también
lo pasó bastante bien. Getafe negro será un
éxito este año, como lo ha sido en todas sus
ediciones. Y a mí me encantó volver a África,
aunque fuera a una pequeña “embajada”
en la calle Doctor Mata. Salí de allí convencido
de que los organizadores habían atravesado el corazón
de la diana: no puede existir un sitio mejor para comenzar
Getafe Negro, un festival que mimo y sigo desde hace tres
años; porque lo vi nacer.
“No
tengo nada en contra de los perros,
pero -algunas veces- me gustaría morder a sus amos” SOSIEGO, antilibro público e impublicable.
25 octubre 2010
TRES FOTOS
Suceden muchas cosas
esta semana, me muevo sin pausa de norte a sur, de este
a oeste, desayuno y como y ceno con amigos y conocidos...
Sería largo contarlo todo, y además no me
apetece. Así que me quedo con 3 fotos. Las hice mientras,
en dos coches, esperábamos a que Lorenzo
Silva bajase de su casa después de la comida
que ofreció el Corte Inglés de El Bercial
a los colaboradores de Getafe Negro. En la primera foto
se ve a Paco Balbuena, en el asiento de
la nave de Silva; brilla feliz el señor Balbuena.
En la segunda imagen cacé a Javier Vázquez
Losada
fumando, y parece tan enorme como yo lo veo siempre (me
gusta el retrato y por eso hago también una versión
"a lápiz"). Y en la última, a la
izquierda está Pedro de Paz, y junto
a él, más pequeño por efecto del angular,
David Panadero, que pronto sacará
novela; entre ambos el rostro agradable de una de las redactoras
de Culturamas cuyo nombre ahora mismo no recuerdo. Hay más
fotos en mi cámara, desde luego; el otoño
con sus tonos rojos y amarillos suele despertar al fotógrafo
semidormido que vive dentro de mí. Quizá enseñe
algún tronco de árbol lavado de lluvia la
semana que viene, o quizá no. Porque el miércoles
viene Herralde con toda la troupe de Anagrama
para la exposición de los 40 años de la editorial.
Y además..., no, eso no lo digo que sería
demasiado contar.
“Un animal solo en
la selva tiene que cazar continuamente. Día a día.
Un animal humano no necesita demasiado: algún dinero,
comida, un poco de ron, un par de tabacos..., y una mujer.
La falta de mujer me pone neurótico”. Pedro Juan Gutiérrez. TRILOGÍA
SUCIA DE LA HABANA.
1 de noviembre
SOLO EN LA CUEVA
El viento sopla cabreado y las ramas de los árboles
bailan enloquecidas, escupiendo hojas amarillas y rojas.
He comenzado una nueva novela o algo así. Sé
tan exactamente como es que de algún modo me parece
una perdida de tiempo escribirla. Si ya me la sé
¿para qué? Sí, hay un para qué.
O con más sinceridad hay “para quien”.
Por eso cuando acabe este aporreteo de teclas, que es puro
desahogo, me lanzaré sobre ella, cogeré las
palabras y las estrujaré o acariciaré o despreciaré
o perseguiré, hasta que cualquiera que les ponga
la vista encima pueda conocer la historia que yo también
me sé. Es domingo, y cuando yo era niño, a
este día o a mañana -creo- que se le llamaba
el de losdifuntos o el de Todos los Santos; hoy lo llaman
Jalogüín, la colonización
cultural americana vía cine y televisión es
implacable. Enciendo el fuego y celebro la fiesta a mi manera:
quemando piñas cogidas en Avantos. Hoy oscurece una
hora antes. El gris se ha instalado en el cielo, pero la
noche lo echará con una indiferente y certera patada
en el culo y volverá en el negro. Hablo mucho del
rojo, pero creo que prefiero el negro: hasta la más
pequeña luz brilla sobre el negro.
A mi colega y amigo Montxo Dixie le han
operado de un tobillo y sigue haciendo crecer su peculiar
versión del Mad Madrid donde habita Tigre Manjatan.
No voy a verlo con la constancia que se merece; al menos
le telefoneo con cierta frecuencia.
El viento hace temblar las persianas. Subo las lamas del
cuarto donde escribo y veo una figura extraña que
sin embargo reconozco perfectamente: es el troll volador,
pegándose porrazos contra los tejados de las casas;
pobres y afortunados niños. No querían Jalogüin,
pues aquí está, soplando helado desde la indiferencia
de los nichos donde descansan para siempre jamás
nuestros amados u odiados muertos. Aún hay en mi
móvil más nombres de vivos que de muertos;
lo cual no significa que soy un jovenzuelo, sino que el
móvil es un invento moderno.
SOL
Al día siguiente brilla el sol y yo abandono mi cueva
para regresar a Madrid, el siempre entretenido y casi siempre
desasosegante Mad Madrid... de los cojones.
“Hoy
he conseguido “vencerme”, lo cual -según
las leyes de la estadística- disminuye mis posibilidades
de lograrlo mañana”. SOSIEGO, antilibro público e impublicable.
8 de noviembre
NO VOY
Me invitan a la entrega de un premio donde apenas conozco
a media docena de personas (todas ellas forman parte del
jurado). No voy.
Me convocan para una manifestación a favor de algo
que ni me suena. No voy.
Me llama un editor de Barcelona para contarme que hay una
comida de prensa en un restaurante del centro. Miro por
la ventana: llueve. Insiste el editor. Me cae bien. Pero...
no voy.
Mi hermano y su mujer cumplen años el mismo día.
Celebran una comida el domingo para festejarlo. No voy.
Me cruzo con mi amigo y ex-tripulante Javier Prat
en El Escorial y me invita a pasarme por su bar -El Loft-
a tomar lo que quiera. No voy.
El grupo de bailarinas “strippers por amor al arte”
me pide que vaya a verlas a ensayar. Ya, ¿y qué
diría mi mujer? No voy.
El perro acude con la correa en la boca para que le saque
de paseo. No voy; y además no tengo perro.
Suena el fijo y suena la voz ronca y almibarada de Marta
Sombra para decirme que han abierto un espacio
mitad librería mitad tienda delicatessen. Se llama
Carnicería Sanzot y van a montar una fiesta
inolvidable (con una memoria como la mía hasta esa
palabra se me puede olvidar). No voy.
Me digo a mí mismo que estaría bien darse
un paseo por Pintor Rosales -por la noche se aparca por
allí con facilidad- y tomarme un helado mientras
el resto del mundo pide chocolates calentitos. No voy.
Un poquito de ausencia está bien. De vez en cuando,
un poquito de ausencia, está bien.
Llevaba tal carrerilla rechazando la tentación del
mundanal ruido que cuando me llega el sms de mi amigo M
para ir a cenar al Edelweiss respondo sin pensar con otro
sms:
No voy.
¡Ah, qué gusto!
Pero nada más mandar la micro epístola por
el satánico terminal eléctrico y electrónico
me doy cuenta que no hay nada en la tierra que me apetezca
más que cenar con mi amigo M en
la noche de un día tan idiota como fue el martes
pasado, que era fiesta en Mad Madrid,
pero no en la provincia de Madrid y -quizá por ello-
la ciudad de Tigre Manjatan estaba más
pastosa y agarrotada que muerta. Así que -aunque
no soy sabio, pero sí voluntarioso- rectifico rápidamente,
y me comunico por telepatía (eso habría pensado
cualquier hombre del medievo si hubiese podido verme) con
M, que está sorprendido de mi radical
“No voy”, pero se
lo explico y se ríe, porque M sabe
de que voy y yo sé de que va, y nos reímos
juntos mientras fusilamos cretinos y comemos cuernos de
demonios azucarados. Lo pasamos genial, divertidísimo,
como casi siempre -sólo casi- que nos encontramos.
Y sólo (por cierto sólo ya no se acentúa,
sólo los rebeldes seguiremos haciéndolo)...
sólo cuando vuelvo a casa, bailando con las baldosas
del suelo
de la ciudad adormecida y desierta, me doy cuenta que ya
he terminado con la racha, que ya no voy a continuar respondiendo
“No voy” más veces.
Bueno, tal vez alguna. Porque la verdad tendría que
haberme pasado por el festival de Eñe (aunque con
un poco de lejía la Academia de la Lengua tal vez
el año que viene se lo cargue y lo convierta en el
festival de la Ene con Sombrero o de la enne, como han hecho
con la y griega, a la que han convertido en ye, a modo de
homenaje, supongo, a la chica ye-yé de su juventud;
panda de fósiles higienistas que -seguro- se meten
en el váter para que no les vea nadie cuando tienen
que escribir, utilizando las ks, un siempre incorrecto sms).
"Cuando estoy cansado,
hablo más despacio, y la gente me entiende mejor" SOSIEGO, antilibro guardado en maravillosas
cajas de piel creadas por una encuadernadora inigualable.
22 de noviembre En Ceuta, con El Mago
Estoy en el salón de
actos de la UNED ante ciento veinte personas que han acudido
para escuchar la conferencia titulada: Infancia, entre el
colegio y la televisión. Soy yo quien debe impartirla,
yo quien debe hablar durante una hora; y no tengo ni idea
de lo que voy a decir. Pero miro al público y me
doy cuenta que mi única opción es la evidente
sencilla: pedirles que sean ellos los que den la conferencia,
y por eso pido a todos los asistentes que sean padres de
niños en edad escolar que se sienten en la primera
fila. Una vez que lo han hecho ya todo es sencillo, sólo
tengo que escucharlos, hablar con ellos. Y la hora pasa
en un suspiro y su conferencia tan entretenida que al día
siguiente sacan mi foto en la portada del periódico
más antiguo de la ciudad autónoma de Ceuta:
El Faro. Claro que contaba con un comodín a mi favor:
El Mago. El Mago estaba sentado a mi lado;
apoyándome, sosteniéndome.
Fue El Mago quien me llevó hasta Ceuta para participar
como ponente en el curso sobre Educación y medios
de comunicación. Los otros conferenciantes, Diego
Carcedo, Cristina García Ramos, Mar Villasante y
Salvador Valdés son periodistas de renombre,
infinitamente más conocidos que yo, pero es El Mago
quien decide que yo también valgo para su marmita.
Y por él cojo un AVE hasta Málaga y luego
un helicóptero hasta Ceuta, y más tarde e
inesperadamente viajo hasta Xauen con él,
y la secretaria del curso, Laura Ponce de León,
y también Diego Carcedo y Cristina García
Ramos, y acabamos todos en torno al hogar de una chimenea,
arropados por una sola manta de lana enorme, contando anécdotas
durante horas hasta que Xauen,
Marruecos entero, se duerme y nosotros nos deseamos buenas
noches, porque al día siguiente nos espera un viaje
por carreteras de doble dirección y curvas infinitas
y luego otro helicóptero y otro tren.
La compañía lo es todo, porque Xauen es maravilloso
y Ceuta la ciudad más hospitalaria que nunca he visitado.
Pero la delicia que son para mí los tres días
no es mérito de la belleza del paisaje sino de la
sorprendente calidad de la compañía. Los citados
anteriormente, pero también Fernando Jover
y Enrique Ávila, director y secretario
del centro de la Universidad a distancia. Todos ellos que
convierten el pretexto de una conferencia en una vivencia
inolvidable con su calidez e inteligencia. Ahora ya de regreso
en Mad Madrid, cierro los ojos y veo los azules de Xauen,
la negrura del océano velada por la luz que proyecta
el blanco del helicóptero, la silueta de las montañas
del Rif, pero en mi corazón quienes aún están
instalados como si pudiese abrir una puerta y seguir conversando
con ellos, son Diego, Laura, Enrique, Mar, Fernando, Cristina,
Salva... y El Mago; sobre todo El Mago. El Mago que aún
tiene la feérica delicadeza de llamarme para preguntarme
si he descansado. El Mago, cuyo nombre no revelo, pero que
cualquiera de las miles de personas que le tratan y conocen,
identificarán al instante si llegan a leer estas
palabras. Las leerán, porque larga y sorprendente
es -siempre- la mano del gran hombre a quien llamo: El Mago.
"Cuando
no me tiro de las riendas..., me pierdo en mí mismo
(natural y fácilmente)" SOSIEGO,
antilibro constante.
29 de noviembre 2010
PAULINA RODRÍGUEZ
Paulina
Rodríguez es una chica alta, de mirada riente, piernas
largas y brazos sinuosos como los de Shiva, que me hizo
una entrevista generosa y divertida para el periódico
en el que trabaja, el Pueblo de Ceuta, cuando pasé
por la Ciudad Autónoma para dar una conferencia,
o algo similar, sobre la influencia de los medios de comunicación
en el desarrollo intelectual y ético de los niños.
Me gustó hablar con ella, y me gustó el resultado
de la entrevista. Si alguien quiere leerla sólo tiene
que pinchar el enlace http://www.elpueblodeceuta.com/201011206103.html
http://www.elpueblodeceuta.es/201011/20101120/201011206103.html
EL GIGANTE Y EL ENANO
En mí/ dentro de
mí/ el gigante/ y el enano/ bailan/ y se dan la mano.
Así empieza el poemario El gigante y el enano que
escribí desde el nombre de Alberto Delgado,
el más frágil de mis heterónimos, y
que sorprendentemente se alzó con el último
premio Vicente Presa de poesía, y que hoy he presentado
ante un montón de estudiantes de bachillerato en
el Aula de Cultura del Ayuntamiento de Mostotes, flanqueado
por el sabio Joaquín Arnaiz y la
deliciosa Mirina Cortés Ortega,
la concejal de Educación y Cultura.
Me lo he pasado como los indios. Que maravillosa es la gente
de diecisiete años, que bien saben jugar, apuntarse
a un bombardeo. Le he cedido mi puesto a estudiantes varios
para que leyesen los poemas mientras yo me bajaba del escenario
y les filmaba con mi pequeña cámara digital,
hemos charlado, reído y hasta habríamos cantado
si al cabo de una hora no nos hubiesen indicado que teníamos
que ir acabando; ay. Pero aún he estado media hora
larga firmando ejemplares. Y luego Silvia Campillo,
escritora pero también periodista, me ha llevado
hasta la estación de tren.
Aún era un gigante, El Gigante, cuando me he despedido
de Silvia, pero al sentarme en el tren ya era otra vez un
enano, El Enano, y lo seguía siendo cuando han llamado
a la puerta de mi casa Ana y Ester, madre e hija, a las
que había citado para explicarles en que consiste
mi taller al que va a apuntarse la alumna -perdón:
la tripulante- más joven que he tenido hasta el momento.
Cuando he abierto la puerta no había conseguido convocar
al gigante: pero como el enano y él se llevan bien
y bailan juntos y se dan la mano creo que he salido más
o menos airoso del encuentro, y luego he acompañado
a las dos chicas -eran madre e hija, pero eran dos chicas-
hasta la parada del autobús.
Al regresar a casa el gigante
había agotado la energía del enano y he tenido
que acostarme a dormir una siesta tardía, de la que
me he despertado alrededor de las ocho, de nuevo listo para
bailar con seres de cualquier estatura. Grandes, me tocaban,
pues la cúpula de la mejor página de cultura
que en este momento puede encontrarse en internet, Culturamas,
estaba reunida en casa de Recaredo. Y allí
he acudido para departir con Javier Vázquez,
Jorge Díaz, Lorenzo Rodríguez
Garrido y Francisco Balbuena.
Otra vez me lo he pasado como los indios, o quizá
sería más adecuado decir que era una reunión
de vaqueros, pues bebíamos alcohol, zampábamos
jamón y repasábamos todos los nombres -que
bonito suena eso de todos los nombres- de la literatura
española. Hemos repartido estopa a discreción
y cantado alabanzas a quienes más se las merecen,
desde Javier Marías cuya trilogía
a Lorenzo Rodríguez le encanta, hasta Pedro
de Paz que esa misma mañana se había
hecho con el premio Internacional de novela Luis Berenguer
que concede el ayuntamiento de San Fernando. Eran las doce
en punto cuando me he despedido de “la cúpula
de Culturamas” para regresar a casa. Ni gigante ni
enano. Sólo un hombre tranquilo, en paz consigo mismo,
dispuesto a sentarse ante el ordenador y escribir estas
palabras; que ya termino.
“En
arte no es necesario demostrar nada”
“ No escogía sus víctimas; él
mismo actuaba de víctima”
“La invención no es otra cosa que un modo alterno
de decir la verdad” PISTOLA Y CUCHILLO. Montero Glez.
6 de diciembre de 2010
CON SOMBRERO Y SIN
SOMBRERO
Podría haber escrito una novela, o más exactamente
una “vala”, con lo que sucedió a mi alrededor
el pasado miércoles; aunque la tramoya estaba lista
desde el martes y el acto final se materializó en
jueves. Pero el día clave, insisto por el placer
juguetón de hacerlo, fue el miércoles. A mediodía
no comí con Luis Alberto de Cuenca,
Jesús Marchamalo, Montero
Glez y Clara. Al menos no comí
en la misma mesa, pero sí estaba en el mismo restaurante
-convertido en invisible por el sencillo procedimiento de
no llevar puesto mi sombrero- y también sí
les escuché hablar, de mil cosas y también
acerca de mí. Hablaban bien y eso me inquietó,
obligó a levantarme y dejar
el local, aunque me permite la broma de decirle al camarero
que de mi cuenta se encargaban los comensales de la mesa
situada a tres metros de la mía.
También sin sombrero estuve en el Hotel Kafka
y en el Círculo de Bellas Artes; en el Kafka
Roberto Montero Glez presentaba Pistola
y cuchillo, en el Círculo Vanesa
Monfort se estolaba de vídeos y música
de saxo en la fiesta montada para recordar que su Mitología
de Nueva York había ganado el último
Ateneo. Estar en dos sitios a la vez necesita más
magia que simplemente quitarse el sombrero, pero es una
magia que conozco y no necesito demasiado esfuerzo para
realizarla. Me gustó el saxofonista en el Círculo,
aunque me agobió un poco que hubiera tantísima
gente y que un escritorpe me tirase la cerveza con el codo,
y ni siquiera me pidiese perdón, quizá porque
no era capaz de verme aunque me estaba mirando directo a
los ojos. En Kafka utilicé la complicidad de las
cucarachas -no en vano soy el autor que dio la vuelta a
La metamorfósis como si fuera un calcetín
y escribí La hija de la cucaracha
que mi editor prefirió titular, con justicia, La
inutilidad de un beso- para encontrar un buen
sitio desde el que escuchar a Marchamalo y Montero.
Me volví visible unos segundos para felicitar a Rafael
Reig por haber ganado el premio Tusquet de
novela, y disfruté con su parpadeo y la lentitud
con la que lanzó el acuse de recibo de mi felicitación.
Reig es uno de los pocos humanos capaces de comprender que
se puede estar y no estar al mismo tiempo. No necesita premios
que avalen su talento, pero bienvenidos sean; mejor a él
que a cualquier otro.
Y sucedieron más cosas, las siguientes cuando recuperé
la visibilidad al poonerme el sombrero, y Javier
Vázquez me subrayó, para que nadie
pudiese olvidar que me estaba viendo, con el trazo seguro
de sus dedos; cosas suficientes para llenar una bala, una
vala, BVala...., que no voy a escribir porque aún
no conozco el desenlace. Será en Cádiz, algún
día, paseando al final del día por la orilla
de la playa, hará un poco de frío, estaré
acompañado por un amigo y le hablaré -con
nostalgia- de mi pasado en la cercana tierra de África.
LOS HIJOS DE LOS CONTROLADORES
AÉREOS
Uno de mis mejores amigos, desde el colegio,
trabaja como controlador aéreo. Es una persona a
quien conozco muy bien y de quien puedo garantizar su calidad
como persona, su corazón de oro. En estos días
en los que se pretende lapidar a un colectivo sin mirar
el rostro de los individuos que lo componen pienso en mi
amigo Jesús, y también en sus hijos. No me
gustan los lapidadores, los que amparándose en el
anonimato de la masa informe condenan a individuos concretos
por comunistas o curas o prostitutas o controladores aéreos.
Los hijos son inocentes de los posibles pecados de sus padres.
Ojalá fueramos capaces de mayor generosidad en la
mirada, de tratar como a nosotros nos gustaría que
nos tratasen a nuestros semejantes.
“Era
más creativo cuando aún no era un profesional
de la creación. La especialización fortalece
el tronco, pero descuida la alegría caprichosa de
las ramas”.
SOSIEGO, antilibro andante y diletante.
13 de diciembre 2010
MAYOR
-Qué mayor está este hombre- dice L.
La miro, y luego al televisor. Vargas Llosa en la pantalla.
-Será el ajetreo del Nobel.
-Hace más de dos años que tiene esa cara.
Se nota que está hasta los huevos de todo.
Yo también estoy hasta los huevos de todo. Muchas
veces. Pero de momento no me han dado el Nobel..., bueno
sí, una vez, pero esa es otra historia. Si alguien
quiere conocerla que pida a a L. que se la cuente.
FACEBOOK
Uno de mis personajes, Tigre Manjatan, se me escapó
hace unos meses y apareció en Facebook. Le dejo hacer.
Ahora he sido yo quien he empujado hacia facebook a mi sombra,
la sombra de El Capitán, el tipo que dirige a su
Tripulación de literatos. Como Javier Puebla, de
momento, no me apetece en absoluto estar en las redes-no-te-enredes
sociales, pero lo de la sombra me divierte, porque tengo
muchas, muchísimos fotos... y aún más,
protagonizadas por mi sombra. Incluso le escribí
un cuento: mi cabeza de sombra. ¿Podría colgar
también un cuento en facebook? Bueno, ya se verá.
DICKENS
Dickens murió en el escenario. Yo tampoco... por
ahora.
LA COLUMNITA DE ESTA
SEMANA
Anda que la columna que me he marcado esta semana... Parezco
Umbral jugando al erudito. Que si Chejov que si D.H. Lawrence...
Y el título: Puente
sobre aguas literarias, ¡ay! y ¡uiss! Ganas
me dieron de darme una colleja a mí mismo cuando
volví a encontrármela en el ordenador. Aún
así la he mandado a Cambio16 y la he colgado en la
web. Siempre habrá alguien a quien hasta le hará
gracia. (Sí, ya sé, mi optimismo endémico).
LAS MEJORES FRASES SON LAS QUE NUNCA SE ESCRIBEN
Así encabeza Silvia Campillo la entrevista -modélica-
que me hizo para Culturamas, con motivo de la presentación
de El gigante y el enano y que puede verse pinchando aquí.
“Fijamos que soy feliz,
triste pensamiento; un rato;
quizá podáis persuadirme
aunque yo sé lo contrario.
...
Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado” SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ
(Prólogo a Poemas. Siglo XVII)
20 de diciembre
DE FIESTA EN FIESTA
No es muy original. Casi obligatorio. Se acerca la navidad
y hay que hacer cenas, party houses y party office y party
puñetas. Una detrás de otra. Caen las fiestas
como copos de nieve en las fosas nasales de Al Pacino
en El precio del poder. Algunas
invitaciones son amables, me encantaría verte, otras
indiferentes, ven si quieres, otras entusiastas, sin ti
no sería igual, y algunas francamente coercitivas,
cómo no vengas lo pagarás, Puebla.
Así que acudo a todas, what the fuck. Y
lo paso bien en alguna, medio muermo en otra, espléndido
en una tercera, genial en la cuarta... y en la quinta no
hay quien me eche de la casa. Pero cariño, estos
señores tendrán que dormir.
-Ah, muy bien. Pues yo me voy a dormir con ellos, que me
hagan sitio en su cama.
Puntualizo: la anterior frase no la dije yo, sino Tigre
Manjatan, con quien me he encontrado en varios
de los espiritosos eventos, porque desde que tiene su propio
Facebook no se resigna a ser un simple personaje
y quiere mezclarse con la realidad y con las personas reales.
La vanidad
de un personaje de ficción no conoce límites.
Estoy por matarle, como hizo Conan Doyle
con Holmes.
-Hazlo. Y volveré de entre los muertos para convertirme
en inmortal.
-Mira, tío. Yo no hablo con mis personajes.
-Mentirosillo...
Dios, lo que me faltaba. Desconecto a Tigre Manjatan y conecto
el móvil. Un mensaje. “Esta noche es la fiesta
de la universidad. No faltes, por favor”. ¿Faltar
yo? ¿a una fiesta? Jamás. I´ll be
there... for you.
“Muchos
de los éxitos que recuerda la historia nacieron de
un fracaso.” LORENZO SILVA, Sereno en el peligro.
27 de diciembre
NANA DE NAVIDAD
Se me suele quedar corta, la cinturilla de los pantalones,
cuando llega la Navidad. En especial cuando voy a Murcia
y me dejo conquistar por los excelentes platos que cocina
la madre de mi mujer.
Al regresar a Madrid voy al Canoe y nado mis mil metros
de cada día..., pero aún me siguen sin abrochar
los pantalones.
El niño no tiene colegio estos días, y me
quedo por las mañanas con él en casa. Es una
compañía fenomenal, interesantísima.
Hoy hemos ido juntos de excursión hasta CEDRO, y
luego callejeado a pie hasta la puerta del Café Comercial.
Le he enseñado mi kiosco de periódicos favorito,
y hemos comprado unas cartas de Pokemon (una suerte de cromos
modernos).
Es una navidad un poco encogida, la del 2010. Hay luces
en las calles y los escaparates brillan como de costumbre,
pero el dinero prefiere seguir agazapado en los pantalones.
Los pantalones... que a mí no me abrochan, porque
-ya he dicho- suelo comer un poco de más cuando llega
la navidad, pero ya se pasará el 2011, andaré,
nadaré, comeré frugalmente (como en mí
es habitual).