PUENTE SOBRE AGUAS
LITERARIAS
Titulo esta columna en la estela de Bridge
over trouble waters, el mítico long play de
Simon&Garfunkel que tan de moda estuvo
cuando yo era niño y que a pesar de los años
aún sobrevive en la memoria del inconsciente colectivo.
Me permito traducir trouble como literatura, y jugar con
la palabra puente, pues me refiero al largo puente de
primeros de diciembre, en el que la vida literaria entró
en pausa, como entró en pausa el espacio aéreo
español gracias a la huelga suicida que montaron
los controladores; huelga que escapa a mi comprensión,
porque para los particulares pelear contra el estado es
buscar la derrota. Uno de mis mejores amigos es controlador
desde hace casi treinta años y no puedo evitar
lamentar su tristeza, la presión que habrán
padecido su mujer y sus hijos, tanto como lamento que
muchas personas que conozco se quedaran sin poder atravesar
el puente que durante unos días les alejaría
de la asfixiante realidad en la que vivimos desde que
“Crisis” -la canción
de moda que casi todos forzosamente bailamos- comenzase
a ser la única que suena en nuestros medios de
comunicación.
Personalmente aproveché el puente sobre aguas literarias
para perder el tiempo (oh, delicia) y repasar alguno de
los libros que tenía sobre la mesa. En particular
he disfrutado de la más reciente publicación
de una editorial pequeña y deliciosa, Nocturna,
que se ha especializado en rescatar títulos ignotos
u olvidados de clásicos marginales. Es el caso
del excelente escritor D.H. Lawrence,
El amante de lady Chatterly, cuyas “balas
literarias”, que yo sepa, no habían sido
traducidas al español. En el nuevo volumen de la
editorial dirigida por Irina G. Salabert,
hay tres balas, “nouvelles”, y una... me ha
encantado. Absolutamente encantado. Se titula El zorro,
traducción de Francisco Torres Olivier,
y es una maravilla. Los estudiosos afirman que La
dama del perrito, de Anton Chejov,
es el padre del nuevo realismo americano y en particular
el padrino del mítico Raymond Carver
(quien supo morirse a tiempo y se dejó podar por
un editor inteligente cuando llegó el momento de
presentar su obra ante el mundo). En mi opinión
la innovación que se atribuye a Chejov en La dama
del perrito, ese final abierto -o no final- que encontramos
una y otra vez en los relatos de Carver, está también
en El zorro de D.H. Lawrence. Un regalo de navidad perfecto
para quien tenga la suerte de poder comprarle algo a los
no muy numerosos lectores cultos y/o sensibles.
No hay que ser especialmente nada para disfrutar de la
última novela de Nick Hornby,
Juliet, desnuda, que ha publicado Anagrama. Entretenidísima
y bien armada como todas las obras del autor de Alta
fidelidad, Como ser buenos, o Fiebre
en las gradas. Se me acaba esta columna volandera,
como se acabó el puente y la huelga. No me ha llegado
el espacio para hablar de Neverland,
otra pequeña editorial muy interesante, ni tampoco
de otros muchos temas. La semana que viene, quizás.
O quizás no. Porque ya echa humo el móvil
reventado de invitaciones personalísimas para fiestas
y -literarias- presentaciones.