UN DÓLAR DE PLATA
PARA IR AL CINE
Llega por correo, en el interior de un sobre de papel de estraza
con el interior acolchado con plástico-burbuja, y lo
manda el genial Jesús Marchamalo: un dolar de plata
engastado en una lámina de cartón impresa por
ambas caras que contiene una historia: la historia de Scott
Fitzgerald y la de su mujer, Zelda. Y también la nuestra,
Scott se queja –como nosotros ahora mismo- de “no
tener ni un dólar”, a lo que Zelda responde,
y Marchamalo subraya como mensaje de navidad para mí,
pero también para todos: “Pues vámonos
al cine”.
Jesús Marchamalo, genial y exquisito, cada año
nos envía a un grupo de privilegiados, amigos escogidos,
una obra de arte, o realizada por él mismo o encargada
a otro, como es el caso de “El dólar de Zelda”
de Mónica Gutiérrez Serna, en edición
de cincuenta y tres ejemplares firmados y numerados... “para
amigos”. Y aunque es una obra maestra y una delicia
el original de Mónica Gutiérrez Serna, mayor
delicia es ser uno de los cincuenta y tres elegidos.
En cuanto acabe de escribir este diarioweb me pondré
el sombrero, caminaré hasta la sala más cercana
y me meteré en el cine, a ver cualquier película,
con mi bonito dólar de plata en el bolsillo; y al salir
iré por ahí, a enredar, a enseñárselo
a quien me encuentre. A celebrar que somos pobres en dinero
pero ricos en imaginación, afectos y amigos.
“Ya ha pasado todo. Y a la
vez aún está todo por pasar” SOSIEGO (antilibro)
14 de enero de 2013 ATAQUE DE RELAX
(versión algo más larga en la columna enviada
a la prensa esta semana por cuestión de caracteres,
me piden –al menos en Cambio16- 3100)
Es domingo, el día del señor, el día
que me reservo siempre –desde hace unos diez años-
para trabajar, y que no me salto jamás excepto por
causa de fuerza mayor. Estoy en la cueva de El Escorial, con
mi pequeña familia. Bajamos todos a comer a Madrid
y yo decido regresar a la cueva porque tengo una muy ambiciosa
columna de opinión en la cabeza (esa misma noche se
me ocurrirá otra mejor, aún más ambiciosa,
y me olvidaré de la primera). La cueva es el lugar
perfecto para trabajar. Afuera hace un frío de mil
diablos, no haya abierto ningún bar, el fuego en la
chimenea resulta inspirador: lo enciendo nada más llegar;
abro el ordenador y me siento tan contento e inspirado que
me dan ganas de bailar. ¿Por qué no? ¿Por
la edad? ¿Porque soy un respetable papá? Me
pongo a bailar: Donald Fagen, The Nightfly. Mientras bailo
se me ocurren ideas sin parar: para el taller, para la editorial,
títulos y tramas de novelas, algunos relampos (escribo
dos en mi cuaderno sin dejar de girar), imagino que converso
con amigos, veo clarísima una película que se
podría hacer con presupuesto mínimo y máxima
facilidad, tengo la Canon reflex abandonada pero de mañana
no pasa que le desempolve y comience a hacer la imprescindible
serie de retratos que hace tres años tengo pendientes...
y giro y giro por la pequeña cueva de El Escorial,
contento como hace siglos no estaba: qué hermosa es
la independencia, ah la libertad. Cuando quiero darme cuenta,
consultar un reloj –pongo especial cuidado en no tener
ninguno a la vista- son las tres de la mañana. El contento
sigue, pero ya no hay tiempo para trabajar. Bajo la tapa del
portátil, aún con un ritmo levemente bailarín,
y me acuesto felicitándome de ser tan previsor: siempre
entrego las columnas para los periódicos con cuarenta
y ocho horas de anticipación, y mi página web...
es mi página web, es mía, hago lo que me sale
de los pies bailarines: puede esperar un día sin que
ningún lector fiel la vaya a abandonar. Pero en cuanto
me levante mañana...
Y duermo, señoras y señores, niñas y
niñas, duendes y troles, perros robóticos y
gatos de verdad, duermo... no como un niño, sino como
un animal: once horas y media. Ni qué decir tiene que
me levanto espantosamente bien, exageradamente fenomenal.
¿Voy a desperdiciar esa energía maravillosa
que me embarga poniéndome a escribir? ¡Por favor!
Un desayuno-comida, media docena de llamadas telefónicas,
una duchita, y a pasear. No me sucede muchas veces, soy un
hombre tan tenso como sentimental. No me sucede muchas veces
que me alcance, y me gane, un ataque de relax.
(Pincha la imagen si tienes curiosidad por
la media docena de líneas que añadí al
texto para que tuviese los 3100 caracteres de rigor)
QUÉ BUENO ES SERGI PÀMIES
Uno de los libros que más he recomendado en los últimos
años es SI TE COMES UN LIMÓN SIN HACER MUECAS
del señor Pàmies, me gusta incluso más
que Quim Monzó (envidia me dan los cuentistas catalanes
que pueden existir, en Madrid no hay ningún cuentista,
¿a quién le interesa en España un cuentista
cuya obra no necesita traducción?). Y tras la alegre
digresión me permito recomendar otra de sus excelentes
colecciones de cuentos: EL ÚLTIMO LIBRO DE SERGI PÀMIES,
que se publicó en bolsillo en el año 2007, Compactos
Anagrama, y probablemente será muy difícil de
encontrar. Cuando leo a Pàmies me encanta jalearlo:
bravo Sergi, genial, me quito el sombrero, o corregirlo: quedaría
mejor así (y le tacho una frase para cambiarla por
otra), pero jamás me deja indiferente ni escribo al
margen: éste no te ha salido, chaval; por algo será.
“La vida sigue”
SOSIEGO (antilibro)
21 de enero de 2013 EL COLEGA QUE SE QUEDÓ EN NUEVA YORK
La foto fue tomada en 1998. De izquierda a derecha: Antonio
Gurrea, a la sazón canciller del consulado de España
en Nueva York, Javier Puebla y Eduardo Lago. Gurrea regresó
a España no mucho después para hacerse cargo
de la empresa familiar. Yo me fui a los pocos días,
no recuerdo adónde, en aquella época era soltero
y libre y siempre estaba en movimiento. Lago se quedó.
De hecho ya vivía allí cuando me lo presentaron
por primera vez, algunos años atrás. Y nuestra
futura amistad -como el tronco de su vida en general- se cimentó
sobre el hecho de que él no regresase, se quedara -quizá
definitivamente- a vivir en Nueva York.
Nueva York; fui en el año 87, a rodar una película,
amparándome en la hospitalidad de Gurrea, antiguo compañero
de colegio, y Charo, su mujer (a quien me costó valorar
y comprender; aunque ahora sí la valoro y comprendo).
En el 88 regresé a España, pero al menos una
vez al año volaba a Nueva York para alojarme una semana
o diez días en casa de algún amigo: Cristina
Suñé, Pepe Valencia, el propio Antonio Gurrea,
y por fin en la de Eduardo Lago; era el único que me
quedaba allí, y habría sido aún más
triste que caro meterse en un hotel. Lo visité en varias
casas, cada vez mejores, todas ya en Manhattan, y no en Brooklyn,
donde nos habíamos conocido. El roce hizo el resto.
Llegamos a apreciarnos sinceramente. Cuando las torres gemelas
se convirtieron en escombros dejé de ir a Nueva York,
pero Lago me llamaba siempre que venía a España.
Así fue hasta que ganó el Nadal, dos o tres
años después de que yo fuera el finalista del
mismo premio. A partir de ahí se empezó a alejar,
sobre todo cuando le nombraron para el instituto Cervantes
de Nueva York.
Llevaba al menos cuatro años sin verlo cuando la muerte,
la muerte de una amiga común, pero más suya
que mía: Paloma, una muerte joven y muy antes de tiempo,
volvió a unirnos en una reunión, a la que también
acudieron otros miembros del ahora mítico Grupo de
Brooklyn. Estuve poco rato. Lo encontré triste y envejecido;
aunque ahora que lo pienso siempre lo recuerdo así,
un poco triste y un poco viejo, al menos más viejo
que yo. Pero compartimos aventuras fascinantes en La Ciudad.
Al quedarse decidió dar mayor importancia al marco
de su existencia, que desde aquel momento fue Nueva York,
que a su propia vida. Ahora es propietario de un apartamento
cerca de Washington Square, y viene de vez en cuando a España
a impartir clases magistrales en alguna universidad. Cuando
llega, igual que sucede con los diplomáticos, los viejos
amigos le hacen caso, buscan tiempo para verlo si llama o
convoca. Pero bastan unos meses en Mad Madrid para que el
peso del marco fantasmal se diluya, y su compañía
deje de ser una novedad. Entonces, necesariamente, regresa,
debe de regresar, a la ciudad donde se quedó. Seguro
que allí es más joven y alegre. Le llamaré
para comprobarlo si algún día decido darme un
paseo por la gran disneylandia para adultos que -supongo-
aún continúa siendo la ciudad de Nueva York.
“Morir es morir del todo.
También mis palabras; todas desaparecerán algún
día”
SOSIEGO (antilibro)
28 de enero de 2013
EL BUEN HIJO
Este es el final de una larga historia protagonizada por uno
de mis más queridos, y también uno de los más
brillantes autores de mi editorial: Haz Milagros. No puedo
contar demasiado porque es una historia íntima y privada,
y algunas personas a quienes sólo conozco vicariamente
podrían sentirse ofendidas, pero creo que sí
es necesario contar algo en este diario, y tengo derecho a
hacerlo porque he dedicado mi tiempo y mi energía a
apoyar a mi amigo. Y además he sido el testigo imparcial
del lamentable proceso.
Esta esla historia de una señora mayor, viuda, de clase
media alta, que vive en un piso enorme, gasta con naturalidad,
y a quienes los hijos obligan más que aconsejan a vender
ese piso enorme, para que así pueda hacer frente a
sus gastos. Habría parecido más sencillo prestarle
dinero a cuenta de la futura herencia: la señora tiene
86 años y una salud no muy mala, pero sí delicada.
Pero los hijos, al menos dos de los cuatro, prefieren coger
la parte que les pertenece del dinero que supondrá
la venta de la casa, y presionan a la señora hasta
el punto de que ni siquiera permiten o alientan a los nietos
para que acudan a visitarla. Y ganan. Los hijos deleznables
ganan. Pero hay un hijo bueno, el hijo que se encarga de vender
la casa, dar el dinero a sus hermanos y pelearse –cómo
le duele- con ellos. Por fin se vende la casa, y la madre
y el hijo bueno pasan un par de meses en un apartamento de
alquiler. Luego el hijo bueno compra otra casa, mucho más
modesta, pequeña, en un barrio sencillo y no en el
lugar señorial donde estaba acostumbrada a vivir su
madre. El proceso dura dos años. Dos larguísimos
y durísimos años. Desde cuando se pone en venta
el gran piso hasta que se instalan la madre y el hijo en la
nueva casa.
El jueves por la noche voy a verlos a esa casa. A mi amigo
y a su madre. Es un apartamento recoleto, pequeño pero
suficiente para ellos dos. Todo está nuevo: las maderas,
el suelo, las paredes, los electrodomésticos. Ella
está un poco peor de lo que yo pensaba: diabetes, poca
estabilidad al caminar, los ojos atenuados; pero también
está un poco mejor de lo que esperaba: sigue siendo
buena conversadora y conserva el deseo de vivir y disfrutar.
Los felicito a ambos, al buen hijo y a la madre luchadora;
me siento contento por ellos y con ellos; hasta el punto de
que ni siquiera me molesto -o asusto- cuando se meten dentro
de mi abrigo, y me escalan y desescalan el cuerpo,
sus dos pequeños gatos.
“La libertad no se pierde
nunca si se es capaz de renunciar -verdaderamente renunciar-
a absolutamente todo” SOSIEGO (antilibro libre)
4 de febrero de 2013
PRONTO HABRÁ QUE VOLVER A SALIR A BAILAR
Me he permitido un mes de enero de cierto relax, manteniéndome
al margen casi por completo de la vida social; el último
trimestre del 2012 me dejó levemente exhausto, sobre
todo a causa de las presentaciones; deliciosas, pero bailando
el día entero y sin parar. Echaba de menos un poco
de soledad, no sólo para escribir –estoy escribiendo
siempre en realidad- sino más bien para reflexionar
y echar un vistazo al tipo en el que me estoy convirtiendo.
Pero la semana pasada comenzaron a llegar libros ya, y vi
en Facebook que habían pasado tres presentaciones en
las que no habría estado mal estar.
Entre los libros que me han
llegado por correo me han interesado de modo especial la nueva
entrega de Jon
Lauko, seudónimo del escritor Paco Rubio, a quien dediqué
una columna cuando publicó Donosti. La nueva novela
-Barrendero, enterrador, ferroviario- me ha vuelto a gustar,
sobre todo el ambiente que consigue, el retrato de una España
que en teoría ya no existe, pero que sin duda existió
y yo la llegué a conocer; es una novela negra correctamente
resuelta, bien dibujada, que a cualquier lector entretendrá.
El segundo libro es de poemas, y tiene unos años ya,
y me lo mandó Magdalena Sánchez Blesa, la poeta
de Alhama. Yo contra mí misma. El título es
bueno, y como siempre sucede con Magdalena tiene hallazgos
deslumbrantes, de incontestable calidad. Siempre he sentido
un afecto especial por ella, desde los tiempos en los que
la conocí e hicimos una película juntos, que
algún día habrá que enseñar al
público en general.
También digno de reseñar
es Travesti, de Hawkes, con excelente traducción de
Jon Bilbao; un libro duro, difícil, que ataca al lector,
no para cualquiera. Pero si algún valiente se atreve
no le decepcionará.
Y mientras tanto voy preparando nuevos libros para mi editorial,
trabajo en mis proyectos más o menos secretos, y dentro
de un mes tendré que entregar la novela bi-anual que
prometí hacer para mi hijo Max.
Es lunes, y me he quedado en la cueva... “No empecemos
todavía”, como tituló Javier Vassallo
su primer relato realizado en el marco del taller 3Estaciones,
y que puede leerse en Los cuentos de Claudio. Pero sí,
en cuanto acabe de escribir y actualizaré cogeré
el patinete y me deslizaré cuesta abajo, a toda velocidad,
hasta Mad Madrid. Porque la música está sonando,
la oigo, y mis pies piensan ya únicamente en bailar.
“Qué fácil
es caer en la estupidez de la vanidad”
SOSIEGO (antilibro)
11 de febrero de 2013
UN RECUERDO
Aunque he perdido casi todo el afecto por quien fue mi amigo
en su momento, el escritor David Torres, guardo algunos buenos
recuerdos de él. Y uno de ellos proviene de una noche
que habíamos quedado para dar un paseo, y él
–tras haber vuelto a escribir tras un tiempo sin hacerlo-
dijo: “Estaba ahí –levantó sus manos,
los ojos brillando en paz y contentos- la magia estaba ahí,
pero yo la había olvidado”. Hoy me ha sucedido
algo parecido, al comenzar una nueva novela, y por eso –como
un homenaje a alguien por quien sentí verdadero aprecio-
escribo aquí ese recuerdo.
MARCHAMALO EN ACCIÓN
Necesitamos de al menos media docena de conversaciones, dos
citas fallidas, y un par de toneladas de buena voluntad para
conseguirlo, pero finalmente Marchamalo, Jesús Marchamalo,
aparece por mi casa un jueves al filo de las seis de la tarde,
grabadora en una mano, cámara con óptica Leica
en la otra, cien proyectos en la cabeza y mil en el corazón.
Le fotografío mientras me fotografía. Planeamos,
comentamos, soñamos. Sólo hacen falta diez minutos
para que grabe mis palabras que luego, un martes, se emitirán
en Radio Exterior y también en Radio Nacional, el programa
La estación azul. El pretexto ha sido la edición
de Pequeñas Historias Africanas, en Haz Milagros ediciones.
Los minutos, unos sesenta o setenta, desaparecen imperceptiblemente
en la tormenta de la conversación. Quedamos en volver
a vernos pronto –ya, sí es posible- pues acaban
de llamar Arancha y Germán, los hermanos Zamorano,
para hablar de literatura y el pequeño asunto que nos
traemos entre manos; Marchamalo y yo seguimos hablando mientras
ellos se acomodan en el sofá, y aún logramos
intercambiar un par de drives, un revés y un smatch
mientras sube el ascensor. Sonrío mientras entro en
casa, él me tiene en su cámara y yo a él
en la mía, él me ha fotografiado en blanco y
negro, como hace con todos los escritores, y yo a él
en color.
“Alguna vez lo logro, pensar
en las necesidades de los otros antes que en las mías”
SOSIEGO (antilibro)
18 de febrero de 2013 LE VENDO UN LIBRO A LORENZO SILVA
Llevaba bastantes días sin verlo, más de un
mes creo. Primero fue la tormenta del premio Planeta y luego
el nacimiento de su hija Nuria (felicitó desde aquí
a Noemí, su mujer y madre de la niña, porque
aún no he sido capaz de hablar con ella). Habíamos
seguido hablando, eso sí, con la frecuencia habitual
por teléfono. Encontramos un hueco, o más exactamente
Lorenzo encontró un hueco, el pasado jueves. Entre
otras muchas actividades, es un hombre con una capacidad de
trabajo formidable, iba a participar en la presentación
de un libro titulado Utopía en el que colaboraba con
un texto; sería a las siete y media en la Casa del
Libro de Gran Vía. “Pásate, y luego nos
vamos a cenar juntos”. Pasé, y luego nos fuimos
a cenar juntos. De las mejores conversaciones que hemos tenido,
y hay muchas buenas en nuestras alforjas. Pero estoy escribiendo
esto para contar que le vendí un libro; y es cierto:
mis Pequeñas Historias Africanas. No era para él,
para que lo leyera él, sino para que lo regalara a
Paquita, su madre, a quien aprecio especialmente. No podía
decirme que no, claro. Un libro de mi mínima editorial,
que sólo cuesta 9,95 euros, y del que ambos estábamos
seguros de que gustaría a su madre. Pero luego, pensándolo,
cuando sumaba los 9,95 al total de las ventas, me di cuenta
que mandaba huevos; porque Lorenzo no sólo es el Planeta,
sino que además tiene su propia editorial, y para mayor
abundamiento escribe en prensa y toda suerte de escritores
y editoriales le mandan libros a cada momento; cuando aparcó
el coche, la nave como yo siempre la he llamado desde que
la compró, abrió el maletero para coger el libro,
y estaba lleno hasta los topes de cajas -sin abrir- repletas
de libros. Y yo le vendí uno. Naturalmente no es el
dinero lo que me hace sonreír -feliz y travieso- mientras
escribo esta pequeña historia, sino la generosidad,
la disposición a probarme en cualquier circunstancia,
si advierte que lo necesito, su amistad y su afecto. Mutuo,
por supuesto.
“Lo que no pido a los otros,
para no violentarlos, tampoco dejo que los otros me lo pidan
a mí, para no violentarme”
SOSIEGO (antilibro que a nadie pretende violentar)
25 de febrero de 2013
MIRANDO AL SUELO
Cuando era niño, y todavía cuando ya era adolescente,
e incluso cuando había cumplido los treinta, mi padre
solía reprocharme que tuviera la mirada siempre perdida
en el cielo, en las alturas, cuando caminaba junto a él.
“Hay que mirar por donde se pisa”, norma que él
siempre ha cumplido, y sigue cumpliendo, a rajatabla, y de
la que se deriva o emana su peculiar costumbre de ir siempre
recogiendo del suelo pequeños tesoros: una tuerca,
una moneda, un trozo de cable... que luego guarda en botes
de cristal, y que en los momentos más insospechados
solucionan un problema que parece irresoluble: la lavadora
que había dejado de funcionar, un grifo que gotea,
un arreglo rápido en el motor de su coche que -cuando
vuelve a cerrar el capó- ronronea de felicidad.
Dado que el ejemplo era tan cercano, y quiero a mi padre de
un modo especial (aunque seamos muy diferentes y nos resulte
casi imposible conversar), con los años me he ido esforzando
en mirar el suelo; mirar al suelo. He encontrado: clips, cuchillas
oxidadas, moneditas, tornillos, ruedas de coches de juguete...,
pero debo confesar que no sé qué hacer con esos
objetos que en manos de mi padre se habrían convertido
en una suerte de piedra filosofal, capaz de mitigar casi todos
los males de la vida cotidiana. Yo me limito a guardarlos
-en cualquier sitio, no en ordenados tarros de cristal- y
pienso que los podría utilizar para un collage, o una
fotografía o... No los utilizo jamás; pero sigo
mirando al suelo. Aunque temo que mi mirada es la misma que
cuando era niño o adolescente o incluso cuando había
cumplido los treinta, y por eso veo cosas que mi padre no
vería, o si las viese no las apreciaría debido
a su falta de utilidad. Un paraguas rojo y roto iluminando
la acera gris, un rostro fantasmagórico como si desde
el suelo surgiera un espíritu esforzándose por
escapar, adquirir un cuerpo y fundirse con la realidad. Si
no llevo mi cámara la imagen permanece unos minutos
en mi memoria y luego se va; pero si me acompaña la
cámara fotográfica entonces la saco del bolsillo
con la velocidad que desenfunda un pistolero profesional y
disparo a matar, sobre el paraguas rojo y roto ¡click!,
sobre el espíritu que quiere escapar del suelo y fundirse
con la realidad ¡clack!
¿Para qué fumo
yo, si yo no fumo?
SOSIEGO (antilibro)
4 de marzo de 2013
EL HIJO DE OTRO ESCRITOR
No lo conocía, y si lo había visto alguna vez
no había hecho ningún esfuerzo por fijar o memorizar
su cara. Es un niño que me habla cuando estoy a punto
de salir de los vestuarios del Canoe para dirigirme a la piscina.
-¿Qué día es hoy que no hay nadie?
-¿El día de la paz?- respondo para mí
mismo, sonriendo ante mi propio chiste, aún sin mirarlo.
Pero entonces me giro y lo veo. Lo veo. Un niño de
la edad de mi hijo. Está solo y no rodeado de otros
niños. Y sin saber por qué, quizá instinto:
noto algo peculiar y a la vez familiar en él, le pregunto:
-¿Tu padre se llama Nico?
No me responde inmediatamente, le desconcierta mi pregunta
tanto como me ha desconcertado a mí hacerla. Me deshago
en todo genero de explicaciones: Nico, Nicolás....,
y tengo que hacer un esfuerzo para sacar a la superficie su
apellido: Casariego. Le digo que es un amigo mío, un
escritor como yo, a quien he visto en la puerta del club algún
viernes, esperando a su hijo que practica el waterpolo. E
incluso le digo mi nombre al niño, soy Javier, Javier
Puebla.
-Ah sí, mi padre me ha hablado de ti- y me tiende la
mano, pero yo le doy un beso en el pelo, como hago con mi
hijo. Ambos estamos un poco desconcertados, pero a la vez
nos resulta sorprendentemente sencillo hablar y comunicarnos.
El niño se llama Marcos, y es un conversador excelente;
y profundo. Me esfuerzo en estar a su altura. Aún sorprendido
de haberlo reconocido, incapaz de saber que he visto en él
que me ha hecho identificarlo. Le deseo que se divierta en
su clase de waterpolo y vuelve a tenderme la mano; esta vez
si se la estrecho. Es entonces cuando sucede: el gesto. Un
gesto de gentleman exacto al de su padre, la mano izquierda
apoyándose suave y afectuosamente en el antebrazo de
su interlocutor. Quizá no he logrado expresarlo con
suficiente claridad con lo que hasta ahora he escrito, pero
fue un encuentro mágico. Con el hijo de otro escritor.
Seguro que Nicolás Casariego, si se lo hubiese encontrado,
también habría sido capaz de reconocer, y sostener
una interesante conversación, con mi propio hijo, Max,
quien por cierto, hoy cuatro de marzo de dos mil trece, cumple
exactamente diez años.
“Escribo y escribo, corro
hacia adelante, en mi naturaleza no está el consolidar,
y sí el avanzar”
(SOSIEGO, antilibro)
11 de marzo de 2013 TERMINAR UNA NOVELA Y EMPEZAR OTRA
El domingo día 3 termino una novela; el pretexto para
tener una fecha de entrega o para finalizarla era el cumpleaños
de mi hijo, al día siguiente. Y ese día siguiente
lo paso..., bah, sólo regular, aunque era el cumpleaños
del niño, y acabo de ver el video -todo amor y felicidad-
con dos novelas sobre una tarrina de mousse de chocolate,
pero enseguida se acostarán, y yo me quedaré
solo con Javier Puebla, el maldito Javier Puebla que no deja
de tener idea tras idea, que siempre quiere más de
mí, y al que he decidido esta noche no hacer caso,
irme de paseo, o quedarme en casa ante el televisor, cambiando
de canal hasta que se me canse el pulgar. Sé que debería
darme un descanso, que no se hace: acabar una novela y empezar.
Pero ¿por qué no lo hagan los otros debo comportarme
igual? No. Así que al día siguiente comienzo
un supuesto novelón, ya veremos en qué acaba,
en el que llevo años y años pensando, y me apetece
infinito ponerme a teclear, aunque soy consciente de que debería
utilizar mi tiempo y energía en vender las obras que
ya tengo acabadas, muchas de las cuales no ha leído
nadie, o sólo dos y tres personas (casi siempre con
alguna opinión positiva e incluso entusiasta); pero
me sucede que cuando me dedico sólo a venderme, a vender
la obra, me voy quedando sin fuerzas, mustiando como una planta
a la que no se riega, e incluso si tengo éxito y logro
publicar, que me den un adelanto más o menos decente
o hasta ganar un concurso, el mal sabor de boca, la sensación
de “pies de barro” está ahí. Bienaventurados
los que tienen que
hacer un programa de televisión cada semana, o escribir
una columna o dos diarias, o acaban las novelas y el editor
las publica sin haberlos leído siquiera. Pero mi buenaventura
está en otro sitio, lo que me proporciona bienestar
o tranquilidad, hace que me olvide de la desgracia de haber
nacido con los pies de barro, es escribir (aunque también
vale pintar, hacer cine..., crear en general).
Así pues: estoy con una nueva novela, soy el “negro”
de otra, continúo con tres proyectos más...,
y -misterio- cada vez tengo más tiempo para mí
mismo, aunque eso sí, confieso que los Angry Birds
me han empezado a dejar de interesar.
Ah, las vacas de la foto. Son una metáfora: crean ternero
tras ternero hasta que la naturaleza no puede más.
Que así sea, y ya está.
SÉ MÁS
PALABRAS QUE EL DICCIONARIO DE WORD
Me sucede con una frecuencia increíble, no paro de
darle a la opción de “Añadir al diccionario”
cuando escribo cualquier chorradita -este mismo diarioweb-
con el, muy deficiente para un escritor, procesador de textos
de Microsoft llamado Word. Ahora mismo, y sin ir más
lejos, acaba de subrayarme chorradita en rojo tembloroso,
uy qué miedo tiene Word, y también diarioweb,
como si esa no la hubiese escrito ya un millón de veces.
Evidentemente no se trata de que yo sea una enciclopedia ambulante,
sino de que el diccionario incorporado es -como máximo-
para oficinistas tardos, y no para ningún escritor,
ni siquiera el más pequeño y más humilde;
acabo de añadir, mientras escribía la columna
de Cambio16, la palabra funambulista; manda huevos, aunque
tampoco está en la RAE (versión electrónica)
que conoce funámbulo y funambulismo, pero ninguna otra
variación. Me encantaría que existiera un procesador
de textos para escritores, pero tampoco hasta el extremo -confieso-
de ponerme a hacérmelo yo.
“Eran vicios,
pero ahora sólo son hábitos poco placenteros
y poco peligrosos. ¿Por qué molestarse en luchar
contra ellos?” SOSIEGO (antilibro ya apenas vicioso)
18 de marzo de 2013
ESTA NOCHE SE LO VA
A LEER “A las nueve en el Parnasillo
Café”. “Perfecto”. Cuando llego él
ya está allí, con un libro entre las manos,
sentado en la primera mesa a la derecha del café. Lorenzo
el Joven, como Radclif el personaje de Ricardo Piglia, siempre
consigue que sus interlocutores nos sintamos un poco mejores
de lo que realmente somos. Escucha con interés, se
expresa con auténtica libertad y dialogar con él
produce el mismo efecto que leer una buena novela o ver una
película de calidad e inédita.
Estamos en el Parnasillo, maquinando pero no conspirando,
y le entrego -regalo- un ejemplar del libro que nunca regalo
a nadie, sólo vendo, y del que acabo de pedir la cuarta
edición (en la que doblo el número de ejemplares
de las anteriores): Pequeñas historias africanas. Es
magnífico ver como lo voltea entre sus manos, abre,
cierra, huele, aleja, acerca, lee una frase, busca un detalle,
toca el papel, descifra el colofón, y finalmente lo
deja sobre la mesa para recuperar la distancia. “Muy
bonito, precioso. Me encanta”, dictamina. Entonces la
mano derecha vuela como un águila hacia la mesa y el
pico que forman los dedos índice y pulgar atrapa el
libro, lo eleva hasta la altura de sus ojos y me desafía
o más bien se desafía a sí mismo: “Esta
noche me lo voy a leer”. Sonrío, me parece bien,
aunque al mismo tiempo me da igual. “Mañana te
llamo para decirte lo que me ha parecido”.
Cuando llega mañana en ningún momento me acuerdo
de su promesa o desafío, pero a las dos y cincuenta
y cuatro de la noche me llega un sms, con el veredicto, el
más exacto que nunca he tenido el libro en ninguna
de sus tres vidas en editoriales distintas. “Perdona
que no te haya llamado, pero he tenido un día de mucho
ajetreo. Me parecen unos cuentos deliciosos aunque sean muy
duros”.
Ese era el juego, convertir lo duro en delicioso, porque así
es África para un hombre occidental, durísima
y deliciosa. Todos los lectores, ya muchos, que ha tenido
el libro así lo han experimentado y sentido, pero sólo
Lorenzo el Joven ha sido capaz de esa frase impecable y trazada
a cuchillo: “unos cuentos deliciosos aunque sean muy
duros”. Desde aquí agradezco su existencia, y
desde aquí lo felicito.
“El poder no basta: hay
que tener el valor de utilizarlo”
SOSIEGO (antilibro valiente; más o menos)
25 de marzo UNA MANCHA EN EL OBJETIVO
Me
cuesta creerlo, mi Lumix maravillosa con óptica Leica.
Primero pienso que se he pegado algo al cristal, pero nada
hay en el cristal. Entonces Marchamalo me cuenta -ya días
después- que a él le pasó lo mismo con
una cámara idéntica. Investigo un poco, llamo
a un concesionario de Panasonic y me dicen que es normal.
Normal: manda narices, una cámara de trescientos cincuenta
euros. Sigo investigando: la mota está pegada al sensor,
no al objetivo, hay que desmontar la cámara entera,
y vale casi tanto como comprar otra y el resultado no suele
ser duradero. ¿Qué hacer? Por lo demás
la cámara está en perfecto estado. Puedo intentar
ignorar la mancha, seguir haciendo fotos como si nada; y eso
intento. Una nube con forma de raspa de sardina sobre un promontorio
nevado en el puerto de la Cruz Verde. Ahí está
la mancha. Bueno sí, ahí está. Simplemente
la acepto, me relajo e incluso, con la ayuda de Photoshop
juego con ella. “Si la ignoro y dejo de darla importancia
algún día la mancha se acabará yendo”,
decido y pienso.
“Para un niño occidental
la vida es gratis; quizá eso también explique
el sueño de ser Peter Pan”
SOSIEGO (antilibro)
01 de abril de 2013 MUCHOS LIBROS SOBRE LA MESA DEL CAPITÁN
No sé que día de semana es, martes o jueves,
pero eso da igual. He quedado con Germán Zamorano,
el director de maquetación y diseño de H.M.
Ediciones, para decidir tamaños, tipo de portada, solapas
o no solapas, calidad de papel... y demás alegres pequeñeces
de los dos próximos libros de la editorial. Es un momento
fantástico: como comenzar a tender un puente que unirá
el sueño de un libro con un libro real. Sin darnos
apenas cuenta comenzamos a sacar libros de los anaqueles.
Mira esta caja de Algaida, Anagrama lo hace así, en
Nocturna ponen el número de página abajo en
el centro, igual que en Granta Books, sí, pero en Bloomsbury
lo sitúan en la esquina superior externa, ¿y
en Planeta, en Cátedra, en Algaida, en Asteroide...?
Hay muchas soluciones, o resoluciones, comunes a todos los
libros, pero cada editorial tiene sus peculiaridades; la nuestra
también. “¡Qué montón de
libros hay sobre la mesa del capitán”, se asombra,
cuando ya estamos a punto de levantarnos, Germán. “Voy
a hacer una foto”. Saca su móvil, y yo cojo mi
cámara, que ha conseguido librarse ella sola, o quizá
empujada por la entrada de este diarioweb la semana pasada,
de su mancha en el objetivo. Cojo mi cámara y me permito
una de mis diversiones favoritas: fotografiar a quien está
haciendo una fotografía. En mi imagen, la que muestro,
no se ven los libros, y la he escogido ex-profeso, para que
el único dueño del misterio sea mi amigo y colaborador:
Germán.
“Para un
gentleman la cortesía está siempre por encima
de la verdad”
SOSIEGO (antilibro)
08 de abril de 2013
DE PERSONAS Y PERSONAJES
Los escritores, al menos cuando escribimos, tendemos a tratar
a las personas reales como personajes, porque al convertirlos
en texto de algún modo lo son. Más de una vez
he escuchado de boca de mis amigos referirse a las personas
de las que hablo en este diarioweb, como “tus personajes”.
Y es cierto, pero también es falso. Con un personaje
de ficción el creador tiene tanta libertad, capacidad
de movimiento, como si fuera un dios; un pobre tipo como Conan
Doyle mató nada menos que a Sherlock Holmes, un pobre
tipo como Conan Doyle resucitó nada menos que a Sherlock
Holmes. A un personaje, mientras no se pierda la coherencia
del dibujo, se le puede tratar con absoluta libertad. Nada
que ver cuando escribimos sobre una persona real, y en especial
cuando está viva; los muertos viven en nosotros de
un modo no muy lejano al de los personajes de ficción
(incluso, y ficticiamente, como escritores los podemos resucitar).
El pasado miércoles acudió a mi taller una persona
real, magnífica, interesantísima en todos los
aspectos, una de mis mejores escritoras: Victoria Sánchez-Ayllón.
Iba vestida con los colores del más célebre
título de Stendhal, rojo y negro, y a mí ahora
me gustaría contar muchas cosas acerca de ella, ninguna
ofensiva, y sin embargo sé que no debo. Que hay detalles
privados que no es lícito mencionar, y aunque sí
puedo citar el título del último libro que hasta
el momento ha publicado K.O.tica, y que trajo un capítulo
inédito del mismo que leyó durante la clase,
no es correcto, no siento que sea correcto, que explique a
que se dedica ahora mismo, y mucho menos lo sería que
dijese lo que creí sentir que le sucedía por
dentro, a pesar de que estaba muy contenta, orgullosa y satisfecha
de sí misma. Los personajes de no ficción son
muy delicados de tratar, y aún haciéndolo con
el máximo respeto, es una audacia por parte de un escritor
utilizarlos en un artículo o un libro o este diarioweb.
Sólo lo hacemos con aquellos que nos son muy cercanos,
un hijo por ejemplo, o los que son personajes públicos:
Luis Alberto de Cuenca o Lorenzo Silva o Miguel Ángel
Rodríguez Matellanes o Jorge Herralde, por citar a
algunos, y aunque nos pueda asaltar la tentación de
hacerles realizar en el texto cosas maravillosas o mágicas,
solemos controlarnos, los miramos, escribimos, desde lejos.
Y casi siempre, al menos en mi caso, con el máximo
afecto. Aunque quizá lo más interesante sea
como pueda variar la relación entre ellos, entre las
personas a quienes me atrevo a llamar mis personajes, y que
se leen y son leídos, por los otros personajes; en
concreto hay una pareja de amigos que antes de conocerse en
persona se conocieron, y se leyeron, en este diarioweb, y
en la actualidad se llevan magníficamente, lo cual
es natural, porque ambos son magníficos.
“Hoy ha sido mi cumpleaños.
No lo he celebrado, porque nunca lo celebro, pero ha sido
un buen día, aunque extraño: que me gustase
contemplar como me va redibujando, antes de borrarme por completo,
el paso del tiempo” SOSIEGO (antilibro)
14 de abril de 2013 LOS HERMANOS ZAMORANO
Es gracias a ellos, gracias a Arancha y Germán, los
hermanos Zamorano, que me encuentro en el salón de
actos del colegio de los Salesianos en Guadalajara ante un
grupo de sesenta chicos de ambos sexos entre quince y dieciséis
años. Es gracias a ellos que firmo, sin repetirme en
ningún momento, sesenta libros y veo a los chicos comparar
sus dedicatorias, presumir de la suya, sentirse satisfechos.
Es gracias a los hermanos Zamorano que ahora tengo, como premio
tras ofrecer a los alumnos del colegio de los Salesianos de
Guadalajara lo mejor de mí mismo, también sesenta
escritos o dibujados realizados y firmados -para mí
y sólo para mí- por ellos. Les hablé
con el corazón en la mano, porque era lo natural, amén
de fácil. No hubo ninguno, ni uno solo entre los que
asistieron a la charla en torno al libro Pequeñas Historias
Africanas, que no me gustase, todos tenían algo, y
ese algo -supongo- tiene que ver con la edad; entre los catorce
y los dieciséis años se es auténtico:
la vida aún no ha pasado la goma de borrar sobre los
sueños. Es gracias a los hermanos Zamorano que estoy
solo, en la tribuna o pequeño escenario, hablando como
quiero, diciendo mi verdad pequeña, quitándome
y poniéndome el sombrero, cansándome hasta quedar
exhausto; no hay nada mejor para un artista que lograr darlo
todo de sí mismo, vaciarse por completo.
(Imagen cedida por el colegio salesiano SAN
JOSÉ de Guadalajara)
"Ninguno de mis lectores
es un imbécil" SOSIEGO (antilibro)
22 de abril de 2012
DÓNDE ESTARÉ
LA NOCHE DE LOS LIBROS
Que celebraré el día 25, y no
el 23 como mayoría de mis colegas. Espero que a nadie
moleste mi "originalidad".
El juego -estar en un café
y no en una librería o un centro público- consiste
no sólo en hacer algo distinto, sino también
de un modo que me sea cómodo y natural. Me gustan los
cafés. Así que eso haré "mi noche
de los libros": estaré escribiendo en el Parnasillo,
de la calle San Andrés 33 (Mad Madrid). A quien quiera
le demostraré que soy capaz de crear un relato a partir
de cualquier cosa. A quien quiera le firmaré un libro,
y a continuación -o antes- le invitaré a una
cervecita o lo que le apetezca. A quien quiera le ofreceré,
a cambio de "la voluntad", alguno de mis nuevos
"Relatos para ser impresos en tarjeta de visita",
en edición firmada y numerada. A quien quiera venir
a visitarme le recibiré con lo mejor de mí mismo.
Te espero, quienquiera que seas. Será un momento
especial.
“No tengo tiempo ni para
gastar dinero” SOSIEGO (antilibro)
29 de abril de 2013
EL CLAN DE LOS NEOYORKINOS
He cogido un taxi sin fijarme si es blanco o amarillo, y he
dado una dirección. “Pero eso está en
Manhattan”, dice el conductor, un tipo de Brooklyn a
quien conozco desde hace más de veinte años.
“Claro”, respondo. Me deja -tras un largo trayecto-
ante un portal de la calle Desengaño, en Mad Madrid.
Le pago en euros la carrera y añado un dólar,
en papel, como propina. Suena música de rap y huele
a comidas extrañas y cargadas de especias. El dedo
en la tecla del primer piso. “Hi, it´s me”.
Abren. Subo. Allí están, el clan de los neoyorkinos.
A algunos, Federico y Fermín, los he visto con cierta
frecuencia, pues amén de miembros del clan son fundadores
del grupo de Brooklyn. A otros hace años que no me
los encuentro, desde antes de que se inventara el euro: Cristina
Suñé, Ana Torrent, Arancha de Juan, Gonzalo...,
a los otros dos no los conozco, aunque quizá sí
los he visto en uno u otro momento. Hemos quedado para cenar...
un día de abril del pasado milenio; pero nos hemos
ido entreteniendo con la vida y sus fuegos; no había
prisa. Aquí estamos. Alzando las copas. Brindando por
nosotros mismos. Tan contentos.
“El bien y la justicia
sólo tienen valor para los desgraciados, y los desgraciados
jamás han organizado el mundo”
LORENZO SILVA, El ángel oculto
6 de mayo de 2013 LA LETRA PEQUEÑA Y AZUL DE JORGE HERRALDE
Cuando recibí la primera tarjeta con el dorso dibujado,
escrito, con tinta azul y el trazo minucioso y exacto de Jorge
Herralde, sentí que tenía entre las manos un
fetiche, un objeto de poder capaz de obrar maravillas y prodigios.
La guardé, por supuesto, pero la sacaba de vez en cuando
de la cartera de piel de serpiente que compré en Dakar,
para colocarla en la librería al alcance de mi vista
o utilizarla como marcapáginas. Luego hubo otras muchas,
mi relación con Herralde es excelente a pesar de que
siempre se ha desarrollada en la distancia. Más adelante
las tarjetas crecieron hasta convertirse en tarjetones; y
más tarde aún en mensajes sin dibujo ni color
azul pues venían a través del correo electrónico.
Sin duda Herralde
sabe de los poderes mágicos de sus tarjetas o tarjetones
pintados con estilográfica de color azul porque hace
muy pocos días, y despreciando la velocidad y facilidad
del correo electrónico, volvió a mandarme uno
a casa, so pretexto de la columna que le había dedicado
una semana antes: Anagrama y el padre, en la que sin duda
notó mi cansancio y velada tristeza, la tentación
de romper, dejar de elegirle, de elegir sus libros, por encima
de todo, y matar -en suma- al padre. Pero Herralde... “con
los reflejos de un portero de fútbol al que intentan
colar un balón por la escuadra, salta en el aire, apoyándose
en su escalera de letras pequeñas y azules, y me para.
Caigo botando suavemente sobre el césped pelado de
la literatura hispánica. ¡Qué paradón!”
Me siento orgulloso de él, ¿a quien iba a leer
yo si desapareciese Jorge Herralde y su Once imbatible: el
Team Anagrama?
“MÚ”
ARTISTA
“Estás tú “mú” artista
últimamente, me piropea o acusa uno de mis mejores
amigos en uno de nuestros clásicos encuentros en el
Geographic Club de Mad Madrid. Le miro con fingida sorpresa,
y él remata: “No hay más que leer tu diarioweb
para verlo”. Bajo la cabeza y acepto la acusación
o el piropo. “Mú” artista, pues sí,
¿qué se le va a hacer?
GETAFE INTELECTUAL
Es martes y el grupo de la tertulia que dirige Paquita Amador
me ha recibido en un aula de la impecable universidad Carlos
III de Getafe, so pretexto de mantener un coloquio acerca
de las Pequeñas Historias Africanas que escribí
cuando vivía en Dakar y que ahora vive un nuevo momento
de inesperado brillo y esplendor. Hay más de veinte
personas, la mayoría mujeres, escuchando y preguntando,
escribiendo para mí en un cuaderno mientras yo les
dedico libros; el ambiente es perfecto, ideal. Pasan tres
horas y no puedo creérmelo; tengo la sensación
de que acabo de llegar. Por supuesto es mérito de los
asistentes, y en especial de Paquita. Pero lo interesante,
más allá de la generosidad y calidad personal
de Paquita, es el ritmo. Hay algo en el ambiente, que puedo
“oler”. Cada lugar es propicio para un tipo u
otro de actividad: Murcia está lleno de pintores, en
Cabo Verde la música nace de cualquier lugar..., y
Getafe es literatura y el perfecto lugar para pensar.
Me estoy alejando ya en el coche, a punto de entrar en una
de las varias autopistas que llevan a Toledo, Córdoba
o Mad Madrid. Y a medida que me alejo va desapareciendo la
sensación de sosiego y paz interior, mis nervios comienzan
a tensarse, el pensamiento se torna desconfiado... Miro por
el retrovisor con inesperada nostalgia, echando ya de menos
-agradeciendo también que exista- la ciudad pequeña
y cercana y sureña, en la que hay tiempo para mirarse
a los ojos y conversar: Getafe intelectual.
“No creo en buscar la gran
obra, pero sí creo en buscar el estado de ánimo
adecuado
antes de ponerme a escribir determinados textos”
SOSIEGO (antilibro)
20 de mayo de 2013
CINCO DÍAS DE VACACIONES
Todo es pequeño, excepto el coche en el que viajo,
gentileza de mi hermano, hasta L.A. Mar Menor, dejando atrás
las nubes y el frío y el regreso, pero la ciudad -obsesionante
y enloquecedora: Sonríe Mad Madrid- continúa
persiguiéndome con la persistencia de un caza recompensas
del Oeste americano. Son cinco días, y en levante hace
sol y más de veinte grados de temperatura. Camino por
el paseo magnífico, me baño, voy a visitar aburridos
club de golf, centros comerciales colonizados por británicos,
como y ceno fuera prácticamente todos los días,
voy al cine..., en suma: corro todo el tiempo para que no
me atrape el caza recompensas que es el recuerdo de la ciudad
insaciable donde vivo, los dos mil proyectos (exagero) que
tengo abiertos, y en los que avanzo, contándome a mí
mismo que en realidad no estoy trabajando (porque lo de trabajar
siempre me ha sonado feo), que es puro entretenimiento, aunque
el entretenimiento sea tan extenso y ambicioso que me coloque
al borde del agotamiento. Corro y escapo, hasta que lo consigo.
Han merecido la pena los cinco días de fuga y el esfuerzo
para hacerlos posibles. Consigo escapar, me monto en el viejo
coche cómodo y espléndido, y regreso. Regreso
a la ciudad de la que escapé cinco días antes.
Está lloviendo, pero yo aún tengo el agua del
mar en el que me he bañado por la mañana pegada
al cuerpo. Me prometo a mí mismo que dosificaré
mis energías, que no me agotaré otra vez trabajando...,
perdón: que no me agotaré otra vez con mis muchos
entretenimientos. Y me quedo quieto, frente al televisor y
en el sofá, quieto. No pensando. Sólo quieto.
“En el arte jamás
debería ser prioritario ganar dinero. Excepto cuando
el arte es vender aire, y los billetes que se consiguen brillan
con la misma ingenuidad que una película, un relato
o un cuadro”. SOSIEGO (antilibro para artistas ricos
y arruinados)
27 de mayo de 1013
TEATRO
Veo dos obras, dos obras de teatro, esta semana, una el jueves
y otra el viernes (en realidad veo tres, porque asisto a una
tercera -una microrrepresentación- el sábado,
pero es demasiado privada y no me es lícito contar
ni el argumento ni la ubicación del teatro). En las
dos aparece mi amiga Cuca Escribano,
y es ella quien me invita, ella el motivo y el pretexto para
estar en una sala con las luces apagadas mirando lo que sucede
en un escenario. Pero lo interesante, y aunque ambas obras
me gustaron mucho -(No te vistas para cenar, en el Rialto,
es divertida y el guión funciona como un reloj suizo;
De par en par, la del Fígaro a las once de la noche,
también arranca carcajadas al público, pero
la mina de la que brota la risa es del carbón más
negro, a lo Tennessee Williams, y es duro sacarlo)- lo interesante,
lo que mejor sigo recordando, es el pasear con Cuca por Madrid
y comprobar, pasmado, como es capaz de transformar el corazón
de la ciudad en un teatro. Estábamos en la puerta del
Rialto, a la salida, después de la obra, con todos
los actores: Yolanda
Arestegui, Aurora Sánchez, Antonio Vico, Jesús
Cisneros, y también la deliciosa señorita, amén
de actriz, Ana Ruiz, y su novio: Mauricio, cuando aparecieron
tres mujeres, que querían hacerse una fotografía
con el elenco; Ana y Mauricio hicieron de fotógrafos,
y yo los fotografié a todos; porque el momento tenía
algo que, me pareció, merecía la pena intentar
atrapar, que no quedara completamente olvidado. Me había
olvidado que el mundo podía ser un lugar así,
tan alegre y desenfadado, sin rutinas, un juego de encuentros
continuos e inesperados. Y para celebrarlo regresé
hasta mi casa los dos días, uno a medianoche, otro
después de las dos, caminando, parándome cada
vez que me daba la gana para dar un paso de baile o escribir
algo en mi libreta o intentar escapar de mi sombra; como he
hecho siempre; o como hacía siempre cuando aún
no tenía una familia y mi vida era una farsa: dura
o deliciosa, en cualquier caso: teatro.
“Mientras dura, y en su
pequeñez, la rutina huele de un modo parecido a la
inmortalidad.”
SOSIEGO (antilibro enredador y rutinario desde hace más
de mil días; bastantes más)
3 de junio de 2013
LA COSANO
Centro de Riojano de Madrid. En el mismísimo nuevo
corazón de la ciudad, junto a Zara y Adolfo Domínguez.
Una sala del primer piso. Cosano, Helena Cosano, presenta
un libro de relatos, Almas Brujas; como buena diplomática
y estratega está rodeada de famosos y lúcidos
presentadores. Pero es ella la más brillante, cuando
con su voz alegre -el optimismo de la voluntad- habla de la
vida efímera de las mariposas, de que sólo viven
un día, y no pueden comportarse ni como el gusano que
fueron, ni como un perro o un gato o un humano o un orangután.
Tienen que brillar, resplandecer, mover sus alas recubiertas
de polvo mágico, disfrutar hasta morir agotadas después
de volar y volar. La sala estaba a rebosar, vi a muchísimos
amigos, pero la voz de la Cosano, explicando por qué
la mariposa es un animal tan único y especial, es lo
único que voy a recordar.
LOS ADOLESCENTES FUNDADORES
Yo fui uno de los primeros adolescentes de L.A. Citywood,
que si españolizo se convierte en: Los Arroyos-Ciudad
Bosque, una urbanización agradable y enorme que ha
acabado por convertirse en una suerte de pedanía que
depende burocráticamente de El Escorial. Pero la burocracia,
aquí y ahora, da igual. Porque yo fui uno de los primeros
adolescentes de L.A., seriamos menos de cien, y aunque no
lo sabíamos en aquel momento estábamos destinados
a ser los auténticos fundadores -¿colonos?-
del lugar. La mayoría éramos hijos de pequeños
empresarios, o de directores de empresas sin demasiado renombre,
o de empleados de banca, o... ¿qué más
da? Yo tenía dieciocho años y ningún
interés en aterrizar en ese lugar de pijos donde mis
padres habían comprado un apartamento para pasar algún
fin de semana y veranear. Pero sucedió que allí
había pijos, claro, pero también estaban esos
“primeros adolescentes”, los futuros padres fundadores;
y aún siendo un solitario -lo era y sigo siéndolo-
no me costó entablar amistad con ellos, tomarles afecto,
compartir horas y paseos y sueños y miedos. Muchos,
la mayoría, no teníamos un pueblo de referencia,
éramos -simplemente- gente de Madrid; y L.A. Citywood,
Los Arroyos Ciudad Bosque, se convirtió de forma natural
en un enclave iniciático donde vivimos las mayores
aventuras de nuestras vidas, a pesar de que en el futuro hayamos
bailando en Hong-Kong, Delhi, Londres, Dakar o Nueva York.
Porque sólo a una edad muy concreta, la de la adolescencia,
las aventuras son completamente verdad. Por eso acudí
a la gran comida que se celebró el primer sábado
de este mes de junio, para reunirme con todos, o muchos, de
LOS ADOLESCENTES FUNDADORES. Me dolió, en algún
momento, mi incapacidad de magia para hacer que todos volviéramos
a ser adolescentes. Pero lo que yo no podía hacer,
el grupo -unido- sí lo logró. Lo logró
suave, y con facilidad: a todos nos brillaban los ojos y las
sonrisas. As time goes by; tócala de nuevo,
Sam, para todos nosotros otra noche en L.A.
“Tengo toda la energía
que necesito. La clave es saberla administrar”
SOSIEGO (antilibro)
10 de junio de 2013 ESPLENDOR EN LA CIUDAD
Es un momento perfecto: las tres de la noche. Nos acaban de
echar, con una sapiencia y habilidad sorprendentes, del Teatriz.
Y
nos hemos quedado en la acera, como si fuera un patio o una
terraza natural. Estoy rodeado de animales literarios: escritores,
editores, agentes, empresarios, e incluso fans. Pasan los
minutos, muchos minutos, y nadie se mueve. Entonces empiezan
a sobrevolar la esquina de Hermosilla con Claudio Coello buitres
de cuatro ruedas y una luz verde en la cabeza. Se posan a
nuestro alrededor, pero nadie se quiere ir, todos queremos
“vivir” al menos un poco más. Las dos calles
se colapsan, con los taxis que esperan. Y aún tendrán
que esperar un largo rato. Porque es un momento único
y genial y nadie desea sustraerse a su magia, dejarlo terminar.
Pienso en ese título de Elia Kazan, Esplendor en la
hierba. Esplendor en la ciudad.
MI AMIGO JESÚS
ROS CELEBRA SU CUMPLEAÑOS
Una fiesta pequeña e íntima en su casa enorme,
situada a casi treinta kilómetros del alma de Madrid,
en la urbanización Bonanza de Las Lomas. Todos, los
pocos y escogidos invitados a la fiesta, somos compañeros
de colegio acompañados por nuestras mujeres. A quienes
no nos conozcan nada dirán los nombres -los apellidos-
de Langa, Guitard, Rico, Castellón o Aguilar, pero
a mí cada uno de ellos, como el Ros, me suenan como
sinfonías completas, más importantes que la
novena de Beethoven o El Quijote o la obra de Dalí.
Porque con ellos, junto a ellos, me construí. Y es
magnífico volver a verlos, que Ros, Jesús Ros,
celebre su cumpleaños y convoque a sus compañeros
de “guardia pretoriana” para la celebración.
Felicidades, don Jesús.
“No soy ambicioso. Soy
poderoso. Y me gusta jugar -enredar- con el poder que tengo”
SOSIEGO (antilibro)
17 de junio de 2013
MIS ESCRITORES
Paseo por la feria, buscando una imagen que no voy a encontrar,
pues la ha visto mi mujer por la mañana -y ya es por
la tarde. La imagen es la de Jorge Herralde y Lali, su mujer,
andando apresuradamente para no ser atrapados por la lluvia
que comienza. Pero aunque sé que es imposible encontrar
la imagen, que sólo puede existir en mi imaginación,
como un dibujo más que como una película, no
dejo de mirar a mi alrededor. Los actores, las casetas. Antes
o después será inevitable que yo tenga una.
En la que estarán firmando mis escritores, el grupo
de escritores que capitaneo desde el taller 3Estaciones y
que publican su obra en Haz Milagros Ediciones. Son para mí
lo que para un director de cine serían sus actores
fetiche, mis escritores fetiche. El pasado miércoles
fotografié a seis de ellos alrededor de la mesa del
capitán: Inma de Castro, Viriginia Castro (no son familia),
José de la Sota, Mar Cassinello, Germán Zamorano
y Antonio Pacios. Y el siguiente martes, en la misma mesa
(la del capitán) a otros cuatro: Maricruz Manzanares,
Sara Estirado, Susana Martínez Puentes y Ester Penas.
Y cuando caminaba por la feria del libro me fue fácil
imaginarlos dentro de las casetas, firmando sus libros, como
me era fácil imaginar a Herralde y a Lali, apresurando
el paso para que la lluvia no les lograra alcanzar.
“Resulta increíble
que, con lo que he trabajado, no sea uno de los escritores
más influyentes y prestigiosos del momento. Aunque
resultaría todavía más increíble
que, con lo que he trabajado, fuese uno de los escritores
más influyentes y prestigiosos del momento”
SOSIEGO (antilibro)
24 de junio de 2013 CON HELENA COSANO EN LA TELEVISIÓN
Se trata de una televisión casi de juguete, casi de
mentira, son programas que se emiten únicamente a través
de internet, a través de Youtube y bajo el doble paraguas
de la revista Culturamas y el ¿rotativo? El Periodista
Digital. Ya había estado allí una vez con Lorenzo
Joven, y el resultado fue muy divertido, suficientemente comentado
y aplaudido. Esta vez es Helena, Helena Cosano, quien me lleva
hasta el estudio, y llego un poco tarde, apresurado, bajo
de concentración; no estoy a gusto conmigo mismo. La
iluminación es muy dura y hay que “bailarla”
(no lo hago, estoy desconcentrado) para que no destroce a
quienes van a aparecer en pantalla; un plano fijo, una única
cámara... La próxima vez que vaya pediré
permiso para colocar yo a los figurantes y mimar el encuadre
(siempre se me han dado bien esas cosas), pero a pesar de
todo no puedo dejar de admirar la inteligencia de quien haya
montado ese estudio tan funcional y práctico, que apenas
necesita la intervención de manos humanas para funcionar;
fantástico.
Las circunstancias, como ya he apuntado, eran cualquier cosa
menos perfectas, pero Helena consiguió sacar perfectamente
a flote el barco visual que estaba capitaneando. Me gusta
especialmente como leyó el poema Alú Ba, que
-a modo de Bonus Track- cierra el libro Pequeñas historias
africanas. Y también las fotos que nos hicimos para
engarzar en la página de Periodista digital. La televisión.
Me encanta siempre, aunque sea casi de juguete. “I always
feel home” ante una cámara.
BLANCO
En el suelo del parking de Alcampo había una mancha
de yeso o pintura que parecía un corazón, un
corazón blanco.
“Me perdono todos mis pecados.
Y a todos perdono y pido perdón. Sólo soy un
pobre tipo”
SOSIEGO (humilde antilibro)
01 de julio de 2013 TODOS TE COPIAN, PRIMO
Dice mi primo José, un día que comemos y charlamos
y nos divertimos. “Todos te copian, primo”. Y
juega a hacer de eco: el libro de -¿cómo se
llama el de los abrazos? ¡Galiano!- los trabajos y los
días, en el que se presume de hacer algo los 365 días
del año (aunque no sea en realidad, y para nada, lo
que hice yo con El año del Cazador. “¿El
cazador de cuentos? Todos te copian, primo, me dice mi primo
Antonio un día que viene a navegar y a tomar cervezas
con un “ángel asesino” y conmigo. Lo he
visto en una editorial que no tiene nada que ver contigo,
exactamente como te llamabas tú a ti mismo: El cazador
de cuentos; el mismo título”. “Todos te
copian, primo”, insiste el marido de mi prima Ana María,
“ahora todo el mundo está escribiendo antilibros”.
Sonrío, me importa un bledo que me copien, aunque me
encanta tener primos, que se dan cuenta de que eso sucede.
Me dolería más quizá -lo de la copia
y el plagio- si hace más de quinientos días,
bastantes más, no estuviese escribiendo de un modo
“que garantizo como único”, a mano y sólo
para mí mismo. Y también dos, dos que... que...
que aquí no lo cuento, que luego lo escucha alguien,
intenta copiarlo, y se me mosquean los primos.
“Si uno se deja domesticar,
corre el riesgo de llorar un poco”
Antoine de Saint-Exupéry, EL PRINCIPITO
8 de julio PREGUNTA POR MÍ
Mi padre está en el hospital, en cuidados intensivos.
Hace un par de meses se cayó de espaldas, mientras
movía sillas en un restaurante al que suele acudir
a desayunar con la familia de mi hermano, y enseguida se levantó:
nada había pasado. Pero sí, algo había
pasado y dos meses después comenzó a sentir
mareos, y una tarde mi madre advirtió que le costaba
hacer algunos movimientos. Lo llevaron a urgencias. Tenía
un montón de sangre coagulada en la cabeza que le estaba
oprimiendo el cerebro. Ya le han operado y parece que va muy
bien; aunque todavía sigue en cuidados intensivos,
mientras escribo. Nos hemos ido turnando para ir al hospital,
pero la única que entraba a verlo era mi madre. Un
día entré yo, y al día siguiente también
mi hermano. Estaba seguro de que podía controlarme
cuando noté una lágrima en la mejilla. Un par
de días después, estaba mejor, preguntó
a mi madre por mí y por mi hermano, que cómo
estábamos. Supongo que en una situación así
se pregunta por muy poca gente, que en realidad sólo
importan las personas con las que hemos mezclado nuestra vida
al máximo y hasta es difícil separar las fronteras.
Los hijos, los padres y la persona con quien nos hayamos casado.
Supongo que mi abuela -antes de morir- no preguntó
por mí, ni por ninguno de sus otros nietos. Quizá
tampoco se pregunta por los padres; si hubiese estado yo en
cuidados intensivos no sé si habría preguntado.
Me conmovió que mi padre preguntase por mí y
por mi hermano, volví a sentirme parte de él,
como cuando era pequeño y me vigilaba su vista y me
agarraban sus manos.
“No necesito gran cosa
para sentirme satisfecho” PATRICK deWITT,
Los hermanos Sisters
15 de julio CONTENTO, PERO REVENTADO
Oigo la frase a un hombre de mi edad. Se la dice a la que
imagino debe ser su mujer. Es un cruce fugaz; estoy parado
en un semáforo y le escucho a través de las
ventanillas bajadas del coche. Me identifico plenamente con
sus palabras. Es domingo, y apenas he parado ni para comer;
estoy dando un paseo -en coche- y luego seguiré, a
ver si también consigo actualizar la web, porque mañana
viene mi mujer, con el niño, desde Murcia, y quiero
ir a recogerlos. Y también quiero pasar un par de horas
con mi padre, y el banco, y la imprenta, y... En total han
sido hoy, domingo, casi catorce horas. Estoy contento, desde
luego, porque todo va bien: mi padre está mejor, tengo
muchas ganas de ver los libros que durante meses he estado
preparando, el curso que viene presente nuevas expectativas,
me dan un descanso de cuatro semanas en Cambio16 y podré
dedicarme a las novelas... Contento, claro, pero como dice
el hombre sin nombre a la mujer sin nombre, y yo escucho a
través de las ventanillas bajadas cuando estoy parado
en un semáforo, “contento, pero reventado”
(y son las tres de la noche, me he levantado a las diez de
la mañana, y aún me queda un buen rato).
“He perdido la prisa. Aunque
supongo que me la volveré a encontrar”
SOSIEGO (antilibro)
22 de julio LA VIDA
Sucede una tarde, creo que la del sábado, cuando bajo
desde la “cueva” hasta Mad Madrid para visitar
a mi padre. Lo encuentro muy mejorado; y el niño, que
lo ve por primera vez desde que lo ingresaron para operarlo,
dice que está igual que siempre. No es cierto, no está
igual que siempre, pero casi; y es un luchador nato. Todos
nos ponemos contentos. Y como estamos contentos rescatamos
la posibilidad de parar, al regreso a la “cueva”
en Heron City, para ver una película. Y es entonces
cuando escucho la voz de mi madre, con una alegría
y una intensidad que me hace retroceder, difusamente, a la
infancia. “Sí, claro, iros al cine. La vida.”
Y luego repite, con una sonrisa luminosa, y el mismo tono
alegre: “La vida”.
Y no importa la edad que tengamos ninguno en esa momento,
ni los catorce años de mi sobrino o los diez de mi
hijo o los ochenta y siete de mi padre. No importa. Sólo
importa que estamos vivos. Aún estamos vivos. Todos.
Y la vida nos abraza y brinda mil posibilidades, grandes o
pequeñas. La vida.
“Que pueda hacerlo una golondrina
no significa que un león pueda hacerlo”
SOSIEGO (antilibro)
16 de septiembre de 2013
Y VOLVER VOLVER VOLVER
No es que sintiera demasiada prisa. Aunque a un observador
oficioso pudiera parecerle lo contrario, lo cierto es durante
el verano no he parado ni un momento, ni me he tomado un solo
día de asueto completo. Pero sí que me he esforzado
en conquistar una cierta soledad, imprescindible para algunos
proyectos, que ahora deberé abandonar en mor de la
editorial y el taller 3Estaciones, y sobre todo el libro secreto
en cuya edición estuve trabajando el último
trimestre del curso, y que sólo haré público
plenamente cuando haya completado el último paso del
proyecto.
Regreso a Mad Madrid, descansado y despierto. Regreso a Mad
Madrid, con los ojos encendidos y los pies ligeros. La mitad
de septiembre. Ya huelo el aroma de la ciudad desde mi cueva
al pie de Avantos. Volver volver volver. Es un buen momento.
“Las personas a veces hablan
y equivocadamente creen que ellas son las únicas que
están oyendo lo que dicen. Hablan para su propio oído,
y olvidan que los demás también les oyen”. CANADÁ, Richard Ford
30 de septiembre
ELEGÍ UN MAL
DÍA PARA DEJAR DE ESNIFAR PEGAMENTO
A veces no, pero este año sí y el anterior también:
me da pereza de que se termine el verano perezoso, y miro
con recelo hacia el otoño que se presenta trabajoso.
Pero ya, aunque podría, no voy a demorar por más
tiempo el regreso: quedar con el Oso Yogui en el bosque de
Yellowstone, comprobar que La Avispa no ha salido del agujero
que tapé con cemento, echar una carrera con El Ciervo,
pavonearme delante de El Alacrán para que vea que a
pesar de su picadura aún no estoy muerto..., y muchas
otras cosas, por supuesto, en las que pensar, de momento,
todavía no quiero. En otras rentrée siempre
me quedaba el consuelo fuguista de mi afición al pegamento,
pero ahora lo he dejado, y tendré que conformarme con
el cloro de la piscina y la contaminación de Mad Madrid.
Bien mirado, nadie que viva en Mad Madrid debería echar
demasiado de menos el pegamento.
BAILANDO
“Me paso el día bailando, la coctelera agitando...”
Aunque no exactamente cómo cantaba Alaska en la época
de los Pegamoides, sí que me paso el día bailando,
al teléfono llamando, el ordenador agitando, con los
números luchando y con las letras jugando, charlando,
viendo amigos todo el rato: Montxo Dixie, Helena Cosano, Ana
Ruiz, José de la Sota, Matellanes, Lorenzo el Joven
y Lorenzo El Viejo, Benjamín Escalonilla, Virginia
Castro, Guridi, Antonio Pacios, Ester Penas, Susana Martínez,
Maricruz Manzanares, Sara Estirado, Alexis Hernández,
Mar Cassinello, Inma de Castro, Agustín Lejarreta,
Germán Zamorano, Carlos Salem, Pedro de Paz, Marcelo
Luján, Marisa Torres, Diego Diamante, Mara Mugueta,
Antonio Orbe, Herminio Castillo Blanco, Cecilia Denis, Marta
Valentín, Cuca Escribano... cuantos nombres. Me paso
el día bailando, y trabajando, ya he regresado la ciudad,
y llueve, la contaminación se va; camino bajo la lluvia
protegido por mi viejo y duro sombrero Stetson.
“Me gusta la gente que
da saltitos cuando se siente muy contenta”
SOSIEGO, antilibro saltarín (a veces menos, y a veces
más).
7 de octubre de 2013
EL CUMPLEAÑOS
DE ARANCHA DE JUAN
Bajo desde la cueva al corazón de Mad Madrid, calle
Desengaño, porque es el cumpleaños de mi amiga,
la excelente actriz Arancha de Juan. Aparco lejos de la vena
llamada Desengaño, e incluso de la arteria bautizada
como Gran Vía, porque siempre me ha gustado caminar.
La tarde es agradable, y cuando salga y regrese en busca de
mi anciano Volvo ya será de noche y caminar por Madrid
será, presumo, genial. Alrededor de los aledaños
del edificio pululando algunas prostitutas gastadas y travelos
que parecen dibujos, mezclados con modernos algo raídos,
turistas, curiosos, músicos que conocieron tiempos
mejores, señores de pueblo impresionados por el ritmo
enloquecido de la capital.... Llamo al timbre. Me abre la
puerta mi muy querida Cristina Suñé, la musa
de El Clán de los Neoyorquinos. Hay música,
comida, sonrisas por doquier, y al fondo de la casa, en su
dormitorio de emperatriz del corazón de Mad Madrid,
está Arancha, un poco cansada ya, pues se ha permitido
la generosidad de organizar una fiesta que abarca desde el
mediodía hasta la medianoche, genial para acudir con
facilidad, pero agotador para la anfitriona, que me recibe
sentada en una butaca junto al inacabable ventanal que sobrevuela
todos los tejados de la ciudad. No hago ninguna foto. Le doy
mi regalo, un libro (claro), y la felicito porque no hay muchas
personas, mujeres en particular, que mejoren, se embellezcan,
con la edad; ella sí, espectacular. No conozco a demasiada
gente entre los invitados -reconozco a pintores, actores,
cineastas e incluso a un funambulista- pero todo el mundo
es agradable, charlo aquí y allá, sobre todo
con Cristina Suñé (para no faltar a la verdad),
y cuando llegan las nueve me despido, alegando que debo regresar
a El Escorial, y además, aunque eso no se lo explico
a nadie, ya sueño con el largo paseo que me espera,
del brazo de la noche, y de la mano de la ciudad.
“Para
escribir poesías no se necesita tiempo”
SOSIEGO (antilibro apenas poético)
14 de octubre de 2013 MANUEL DOMÍNGUEZ MORENO, EL HOMBRE DE PALABRA
“Vamos a tomar un café al Retiro, estamos al
lado.”, dice Manolo, mi amigo Manuel Domínguez
Moreno, “el hombre de palabra”. Es una tarde soleada,
la del primer domingo de octubre, casi verano, y seguro que
Madrid entero -y parte de Cuenca, Segovia, Guadalajara y hasta
algunas manadas de turistas de Minnesota- está en El
Retiro. Será imposible aparcar cerca. “Yo suelo
tener suerte”, apunta Manuel con aire distraído.
Y eso era verdad: yo le había visto aparcar en la puerta
exacta de la Cruz Blanca un bullicioso día de invierno,
pero un domingo..., cerca de El Retiro, con ese tiempo tan
magnífico. Vemos como dos coches nos adelantan, Manolo
está más atento a la conversación que
al aparcamiento, y cazan sendos sitios. Imposible, pienso,
que a nosotros nos pueda pasar lo mismo. Pero voy con Manolo,
con Manuel Domínguez Moreno, y... a diez metros de
la puerta más puerta de El Retiro, la que está
frente a los bulevares de Ibiza; un hombre de aire oscuro
revolotea junto a un coche claro, y Manuel pisa el freno y
la mosca oscura se mete en el habitáculo blanco y deja
un sitio gigantesco, magnífico (todos los conductores
que bajan por Menéndez Pelayo nos odian al unísono),
¡a veinte metros de la puerta más puerta de El
Retiro! Minutos después estamos paseando por una feria
de mascotas abandonadas en busca de dueño, y Manuel
me está explicando los planes de expansión del
grupo de comunicación que preside, y me pide ideas.
A nuestro alrededor ladran los perros. Me hace una propuesta
de colaboración; la acepto. Y a continuación
le ofrezco una idea. No puedo contarla aquí, al menos
no de momento, porque será sorpresa y eficacia y juegos
de artificio en el futuro. A Manolo le encanta. Nos sentamos
en una terraza, eufóricos. Voy un momento al servicio.
Y cuando regreso del servicio Manuel ha transformado mi pequeña
idea, que apenas era un proyecto romántico, original
y bonito, en lo que puede ser una enorme fuente de beneficios;
está hablando por teléfono con su mano derecha,
explicándole cien variantes -prácticas- de mi
humilde ocurrencia. No puedo menos que mirarle admirado, casi
boquiabierto. Y segundos después comprendo que he dado
diez y me han devuelto cien, y que es la primera vez en mi
vida que estoy en el interior de la parábola de los
talentos. Es domingo y hace sol. Todo es espléndido.
“Me obligo a no hacer nada,
cuando no hacer es lo que debo”
SOSIEGO (antilibro disciplinado; más o menos)
4 de noviembre de 2013
MUCHO MOVIMIENTO
Veo a varios amigos, y también a mi mejor enemigo,
acudo a la exposición en honor de Alejandro de la Sota
y Fisac organizada en el museo ICO, voy al teatro con mi chica
y María Aparicio y Olga y Antonio Pacios (sería
digno de un cuento, pero ahora no tengo tiempo para escribirlo,
me encontré a Olga y a Antonio en la puerta del teatro,
y a María le sobraban dos entradas, en realidad al
final sobraban tres, porque Félix, su chico, tras la
hazaña de aparcar un sábado noche en el centro,
no llegó a tiempo y el portero fue poco comprensivo.
La obra se llamaba Toc Toc, el director era uno de los actores,
el principal, me parece bien, apruebo, que un actor se convierta
en empresario y director y lo que haga falta para seguir en
movimiento, a mí mismo -como escritor- me aplico el
mismo criterio. Originariamente a Toc Toc tendría que
haber ido María con cinco amigas, pero... es un poco
largo, ya lo he dicho más arriba: material para un
buen cuento). Mi enemigo me había comprado un regalo
so pretexto de uno de sus frecuentes viajes al extranjero,
“Bébetelo, está buenísimo”.
“Claro, luego”. Cuando me libro de su siempre
estimulante compañía regreso a caminando, porque
mi casa es mi despacho y me esperan los dos libros que -como
editor- estoy haciendo; me gusta hacer libros, cada día
más, pero se comen a mordiscos mi tiempo, no porque
les dedique muchas horas sino por las que gasto paseando para
no ponerme -todavía- a hacerlos. Cuando acabo el paseo
me meto en La Plaza, el bar de Antonio Barrios y me bebo un
par de cervezas, luego luego..., y al día siguiente
igual: luego luego. Tengo que escribir la columna. Vienen
Mariví y Simón y Hugo y Noa a la cueva, Hugo
es el colega más colega de mi hijo, y les entrego su
ejemplar del libro secreto (ya he entregado 120 ejemplares
del libro secreto, no voy a poner todos los nombres pero en
algún sitio ya están puestos). Me tomo una cerveza
con Carmen y hablar con ella es un regalo, un descansancio,
si se me permite el palabro que seguro no soy el primero en
utilizar y por lo tanto no debe ser nuevo. Hablo con Ana y
con Virginia. Trabajo con Benjamín en su novela. Veo
el piloto que ha rodado Guridi y lo comento. Subo a ver a
mi hermano y a sus hijos y a nuestros padres. Doy otro paseo.
Me mando mensajes de voz con Montxo a través de Guasap,
el tío es un genio. Arteaga me dice que tiene una prueba
para un show en enero y que nos vemos otro día, vale
pues otros días nos vemos. Max me dice que el calentador
no funciona; claro que funciona, sólo hay que encenderlo,
se lo enciendo. Y muchas más cosas, desde luego. Continuo
movimiento. O movimiento continuo.
EL PEPINO Y WINDOWS
8
Me encantan las novedades, como a cualquiera, cuando las elijo
yo. Pero a nadie le gusta llegar un día a casa y encontrar
que su cama rectangular ahora es un triángulo, que
para abrir el grifo del agua caliente haya primero que meterse
debajo del lavabo para girar una nueva y revolucionaria llavecita,
o que para utilizar el nuevo tarro para las galletas haya
que pagar quince o veinte euros, cuando funcionaba a la perfección
el viejo. Eso es windows8, camas triangulares, llaves bajo
el lavabo que no hacían ninguna falta y entorpecen
el discurrir del agua, y bonitos botes de galletas -vacíos-
que quieren vendernos. He estado dos o tres semanas sin actualizar
mi web, y ahora lo estoy haciendo desde el viejo Toshiba,
porque el moderno Lenovo, una bestia o “pepino”
como se dice en el argot, gracias a la protección -para
un mes, luego hay que pagar aparte- del antivirus McFee, tan
malo como cualquier otro, no permite conectar al programa
de diseño de páginas web con mi servidor; tardé
varios días en descubrir que era necesario desactivar
el Cortafuegos o Firewall, y un día más en comprobar
que cuando lo hacía en mi ordenador empezaban a brotar
anuncios no deseados ni pedidos cada vez que me conectaba
a Internet o abría un nuevo programa.
Los pobres programadores, y los ejecutivos, y los vendedores,
son también víctimas del juego que ayudan a
hacer. Si algo no está roto no hay por qué arreglarlo,
si algo funciona bien no hay por qué cambiarlo, pero
a ellos los despiden de modo más o menos cíclico,
del mismo modo que al consumidor le privan de productos que
manejaba y le eran tan útiles como cómodos.
Todo en pro de esa frase economicista: la maximización
de beneficios. Quieren vendernos lo que no necesitamos, y
si para eso tienen que romper lo que ya tenemos, o hacer que
se rompa solo (obsolescencia programada) no lo dudan un segundo.
En cualquier mi nuevo ordenador es un gran “pepino”
y yo soy un hombre convencido de que vivimos en un mundo magnífico.
“Baja esa pistola y yo
bajaré el manuscrito”
IRENE SANZ MONTERO, El manuscrito de Saveli
11 de noviembre
EL BRILLO DE “LOS
PLANETAS”
El día anterior he visto un momento, al cruce, a mi
amigo Lorenzo El Viejo o Lorenzo El Grande o simplemente el
primer Lorenzo del grupo; regresaba con su familia; ya ha
terminado por completo la promoción del premio que
ganó el año anterior, el Planeta. Los nuevos
Planetas se presentaban en sociedad al día siguiente.
Estuve a punto de no ir, pero habían tenido la exquisita
amabilidad de invitarme, y creo que más por mí
que por Cambio16 o La Opinión. Fui. Y estuvo bien.
Bebí champán por la mañana, como ya no
hago casi nunca, pero hacía con frecuencia en otros
tiempos. Saludé a amigos varios, y una de las ganadoras
se empeñó en fotografiarse conmigo…, pero
esa es otra historia, que aunque ya he escrito no podrá
ser leída, como columna o artículo, hasta la
semana que viene; en la que tengo una charla en un instituto,
citas varias con variados personajes del mundo del libro,
y dos o tres cositas más de esas que me gustaría
contar pero sé que no debo; aunque quizá se
me escape alguna, misterio, misterio… Qué divertidos,
mientras no se desvelan, son los misterios.
"Trabajar para mí
mismo sería completamente maravilloso si no fuera porque,
a veces, tengo que convertir ese trabajo en dinero"
SOSIEGO (antilibro, en estado de suspensión hace algunas
semanas)
18 de noviembre de 2013
FUI FELIZ UNA MAÑANA
EN EL INSTITUTO SEVERO OCHOA
Marta, profesora de literatura, vino a buscarme con su bonito
coche (no me fijé ni en la marca ni el modelo), para
llevarme hasta el Severo Ochoa, el instituto donde ella da
clase y en el que se me esperaba para una conferencia sobre
el oficio de escribir y las Pequeñas Historias Africanas.
Había muchos chicos y chicas, más de cincuenta,
creo, en el salón de actos. Por las ventanas entraba
el sol de otoño y se veían los árboles.
A mi lado, en la mesa-escenario, estaban Agustín, el
director, y Marta. Me sentía relajado. Tenía
curiosidad por verlos, y escucharlos, a mi supuesto público,
entre los catorce y dieciséis años. Enseguida
empecé a preguntarles cosas: qué leían,
lo que les gustaba. Y según me decían una cosa
u otra yo iba hablando. Tenía una hora y sabía
a qué punto quería llegar en el momento del
cierre, pero hasta ese punto se podía llegar casi por
cualquier lado. Gente interesante: los alumnos y los profesores;
rara vez se piensa en lo difícil que es combinar ambas
velocidades, la de los cuarenta o cincuenta con la de los
catorce o dieciséis años. En el Severo Ochoa
lo hacían muy bien ambos grupos. Al terminar hice una
foto al público y firmé algunos relampos. En
ese momento Agustín me trajo el libro de firmas del
instituto, y escribí en él lo mismo que he utilizado
para titular esta entrada de mi diario: que fui feliz allí,
durante un rato.
DIECINUEVE AÑOS
CASADO
Hoy hace diecinueve años. Impresiona la cifra. A mí
me impresiona. He oído que la mitad de las parejas
que se forman en España se acaban separando. Diecinueve
años. Cuántas cosas han pasado. Quien me conozca
sabrá que no es mera cortesía o diplomacia que
afirme que es mérito de ella, de mi mujer, haber llegado
hasta aquí, juntos y luchando. Recuerdo, claro, el
día de la boda, su cara con muestras de cansancio pues
la mayor parte del esfuerzo, como tantas veces luego, había
recaído sobre ella. No le gusta que escriba sobre ella,
ni siquiera que ponga su nombre, prefiere mantenerse siempre
en la sombra. Qué extraño, para un hombre que
se considera a sí mismo libre, es estar casado. Diecinueve
años.
Y
MAÑANA MI PADRE CUMPLE 88 AÑOS
Esos sí que son años. Sigue conduciendo maravillosamente,
claro, y está ágil, rápido, y mantiene
contra viento y marea la capacidad de seguir disfrutando.
El día 19, mañana desde "cuando escribo"
Francisco Puebla González-Briz tendrá 88 años.
He encontrado una foto del día de su boda, con su madre,
mi muy querida abuela Maxi, cogiéndolo del brazo. Felicidades,
padre. Gracias por apoyarme tantas y tantas veces. Te quiero,
aunque seamos muy distintos y no siempre nos entendamos.
"Dicen que no se puede (pero
esa es la clave) ser el bueno y ser el malo, durante la misma
canción"
SOSIEGO (antibook, ¿o mejor antibuk?)
25 de noviembre
LOS ATENEOS, LA COSANO
Y UN GRAN GRUPO DE ROCK
Es miércoles y acabo tarde con mis bailes particulares,
demasiado tarde para que merezca la pena rastrear donde se
han metido Juan Soto Ivars y Lorenzo Luengo, los Ateneos de
este año. Ni lo intento, aunque me habría gustado
hacer unas fotos y ver gente, Soto en particular es un tío
muy simpático. El jueves sí lo intento, la Cosano
presenta la edición ilustrada de Almas Brujas, pero
estoy en la cueva y una vez más se me hace tarde; cuando
llego a Madrid son casi las diez, no hay quien aparque...
Menos mal que en la web de Elena Rammstein, la Rosillo Rover,
hay una crónica del evento. Me disculpo con unos y
otros. Y el viernes, cuando me llega un guasapito del gran
Montxo Dixie, recordándome que los Duro Peyote tocan
el sábado en la Plaza Vieja de Vallecas me prometo
a mí mismo no fallar; y lo consigo, no fallo. Impresionante
como ha crecido el grupo desde que los vi en el Zanzíbar
hace ya más de un año. Era de noche, hacía
frío, los focos eran las dos farolas... y sin embargo
la plaza se fue llenando, bailaban las chicas rubias, los
hombres de barba, los gordos y los delgados, bailaban, burlando
el frío, al ritmo de las canciones de Gatos y lagartos,
el título del próximo disco de los Duro Peyote.
Esta vez sí que estuve allí, y fue un momento
fantástico.
"Los cocodrilos
no trabajan" MAXCAX Y EL GIGANTE
2 de diciembre de 2013
PREPARANDO EL ESPECTÁCULO
Será
el martes 10 de diciembre a las 19,30 en el Canoe Club, daremos
un vinito, y alrededores, a quien venga, y presentaremos los
cuatro últimos libros de Haz Milagros ediciones. Dos
de ellos se han hecho con sendos premios: Juegos Revueltos
de Susana Martínez y Desordenando de Mar Cassinello.
Además estará la obra deliciosa de Maricruz
Manzanares: Dos mujeres, dos destinos. El problema, al menos
el problema para mí, es que también hay un libro
mío: Maxcax y el gigante. No puedo ser presentado y
presentador en un mismo espectáculo. Lo hice hace un
año y necesité casi dos días para recuperarme.
Bueno, ya lo resolveré. Más urgente es resolver
el asunto del cartel; de la impresión se encargará
el propio Canoe, pero del diseño...
-Montxo ¡socorro!
-Marchando un cartel.
-Es que más bien serán cinco.
Un segundo de silencio.
-¡Marchando cinco carteles!
Quizá me apoyo demasiado en mi viejo y querido amigo,
había pensado montar los cartelitos yo mismo y para
eso me había hecho con una copia, legal por supuesto
(estoy hasta los huevos del rollito de los programas piratas)
de CorelDraw, pero quizá a mi flamante pepino, equipado
con Windows8, no le gustan los programas legales, porque lo
instalé pero no me dejaba abrir plantillas ni importar
imágenes.
-Tranqui Puebla, que los cinco carteles ya están terminados.
Menos mal que tengo a Montxo. Tengo que ir a hablar con Antonio
T para cerrar el asunto del ágape, no vaya a ser que
alguien se quede sin cerveza o aperitivitos... Me estoy arruinando.
La imprenta ha subido alegre y salvajemente precios, y además
aún no está terminado uno de los libros.
-¡Socorro Carmen!
Carmen
es mi contacto en la imprenta.
-No es por culpa tuya pero vamos con bastantes días
de retraso.
-El jueves se va de Madrid un amigo mejicano, Ernesto, que
nos ha comprado nada menos que cuarenta libros, diez de cada,
para regalar por navidad a sus colegas del DF; su avión
sale a las siete de la tarde.
-Tranquilo, lo conseguiremos.
Tranquilo no estoy, francamente no estoy nada tranquilo. ¿Y
quién va a entregar los premios? Ya tengo a una escritora,
pero que entregue los dos trofeos quizá sea demasiado;
habría que buscar a alguien más. Antes tengo
que solucionar como hago lo de presentarme a mí mismo...
No lo hago de ningún modo: no puedo presentarme a mí
mismo. Las navidades pasadas conseguí que Juanjo García
hiciera de introductor de embajadores y mi papel quedó
reducido a ser uno de los autores presentados. ¿Y si
me grabo a mí mismo en plano y contraplano, entrevistador
y entrevistado, y lo proyecto como cierre del acto? Demasiado
complicado.
Bueno, ya lo solucionaré. ¿Dónde tengo
el Lexatín? Elegí un mal día para dejar
de fumar tabaco liado.
Y hay que invitar a la gente.
-Pues no.
-Hay que invitar a la gente.
-De eso nada, que venga quien quiera y quien se entere, yo
ya tengo demasiado trabajo.
Y además hay que llevar al niño al cine.
-Papá me prometiste llevarme a ver Thor.
Cenar con mis amigos del colegio Luis (word me pone el nombre
en rojo porque no lo he acentuado, pero a mí me suena
demasiado raro y no le hago caso) y Jesús. Y acudir
a la fiesta de Cambio, que este año es en la Casa de
América, en la misma sala donde presentamos el Nadal
hace ya diez años.
-Llegaré tarde.
Y llego tarde, Soraya ya se ha marchado, pero está
Manuel Domínguez, y un montón de ministros,
políticos, intelectuales y hasta un vicepresidente-
del continente americano; se habla sólo en inglés
en un grupo de hombres y mujeres mayoritariamente pálidos.
No le doy a nadie la paliza con mis problemas, claro, pero
¿cómo voy a resolver lo de presentarme a mí
mismo? ¿Me bajo del estrado y me vuelvo a subir? Es
una posibilidad. Bueno, ya lo resolveré de un modo
u otro cuando se alce el telón imaginario. Pero no
me va a dar tiempo a llamar o escribir a todos aquellos que
me gustaría que viniesen. Da igual, quien lea estas
palabras que piense van dirigidas especialmente a él
-especialmente a ti- y que se dé por invitado.
"Con lo feliz que era yo
siendo infeliz y soñando que algún día
sería feliz"
SOSIEGO (antilibro soñador)
9 de diciembre de 2013 Y YA ESTÁN CRECIENDO LOS ENANOS
Hace dos meses, cuando empecé a preparar la presentación
de cuatro libros en el Canoe Club, todo parecía sencillísimo.
Hace un mes aún parecía sencillo. Hace dos semanas
empecé a temer que no estuviera listo uno de los libros.
Hace una semana todo se complicaba, pero aún conservaba
la fe, y la seguridad de que podría resolver cuantos
problemas se presentasen. Hoy me asombro, y miro hacia arriba
para poder ver la barbilla de mis problemas enanos. En menudos
mogollones me meto. Y yo solito. Claro que aún me queda
el optimismo. Habrá un montón de enanos enormes,
gigantescos, a mi alrededor... y bailar con ellos seguro que
será divertido.
"Te aseguro
que soy un hombre muy miedoso, pero, no sé como me
las apaño: porque cuando más miedo tengo en
peores aprietos me meto"
RUYARD KIPLING. Kim
16 de diciembre de 2013
HACER FELIZ A MUCHA
GENTE
Me lo dijo un día Lorenzo Silva, una tarde en la que
me sentía fatigado e incomprendido, harto de que resultara
tan difícil publicar y vender. "Pero tú
haces feliz a mucha gente". Se refería a mis escritores,
y a las familias y amigos y conocidos de mis tripulantes-escritores.
La semana anterior habíamos presentado libros en Fuentetaja,
conseguido el record de ventas de la librería en una
presentación, y todo el mundo parecía -pensé
que tenía razón Silva- relajadamente feliz.
Me ayudó que me lo dijera. Aún sigue siendo
más o menos difícil publicar y vender, pero
creo que sigo haciendo a mucha gente feliz. La última
vez en el Canoe Club de Pez Volador Street. Miro ahora las
fotos que hizo Patricia Marques y, en efecto, tanto los autores
como los asistentes parecen de lo más feliz. Yo también,
confieso, fui feliz. Claro que era fácil. Todos los
libros que presentaba me encantan, estoy orgulloso de ellos.
Y el Canoe es para mí lo que era para Mycroft Holmes
su club inglés; I feel home in the Canoe Club.
Era
un martes. No había convocado a casi nadie. Pero aún
así.... Aún así se llenó el enorme
salón social del Club. La madrina del acto, la que
entregó los premios Gavia Blanca y Gavia Breve, era
nada más y nada menos que la deportista y escritora
Victoria Sánchez-Ayllón. Susana Martínez
Puentes, la Gavia Blanca y autora de JUEGOS REVUELTOS, estaba
bastante nerviosa, y también lo estaba un poco, no
demasiado, Maricruz Manzanares, creadora de DOS MUJERES, DOS
DESTINOS. Par contre, que diría un frances, la Cassinello,
Mar Cassinello, ganadora del Gavia Breve con DESORDENANDO
(el libro que más se vendió, y la mayoría
de los compradores no la conocían hasta ese momento)
parecía tranquila, en paz, dispuesta a disfrutar el
momento.
Me
costó empezar, pero una vez que empieza el baile ¿a
quién le preocupa donde se vayan a posar sus pies?
Aplausos, risas, literatura de calidad que, quien desconozca
los libros mencionados más arriba, no podrá
ni siquiera imaginar. Y la gente, mucha gente, como diagnosticó
Lorenzo Silva aquella vez, era feliz. Por supuesto que, para
mí, lo más interesante fue encontrarme con Javier
Puebla en persona sobre una tarima, y poder preguntarle, mirarle
y hablar con él. Pero esa es otra historia. Quien la
quiera leer tendrá que comprar Cambio16 la semana que
viene, o volver a entrar en esta humildísima web.
Gracias a todos los que vinieron. Y a quienes ahora se están
prometiendo a sí mismos que de ningún modo volverán
a perderse el espectáculo la próxima vez.
(Fotografías: Patricia Marques)
"La
euforia es uno de mis peores enemigos"
SOSIEGO (antilibro, eufórico -ay- alguna vez)
23 de diciembre de 2013
EN LA OREJA VERDE
"Espera, no empieces todavía. Es sólo un
momento. Quiero que veas algo antes". Es la voz de Jesús
Velasco, mi amigo Jesús Velasco a partir de ese momento,
el director del centro para mayores La Oreja Verde, en Galapagar,
Madrid. Espera. Momento. Ver. Antes. Cuatro palabras y cada
una de ellas absolutamente irresistibles para mí. Así
que abro los brazos, sonrío con la máxima largueza
de la que soy capaz y pido al público, una cincuentena
larga de personas, que está sentado frente a mí
que espere un momento, pues no puedo empezar todavía,
tengo algo que ver. Y ese algo que ver es un viaje a Marruecos,
un viaje que hago hasta Marruecos, sólo con la ayuda
de mis pies y la guía de Jesús, y en apenas
diez segundos. Porque al otro lado de la planta baja de La
Oreja Verde, en la sala opuesta a aquella en la que cincuenta
personas me esperan para escuchar mis experiencias y aventuras
en el África negra, está Marruecos, todo Marruecos,
o suficiente Marruecos para que me vuelva a la memoria el
olor de Fez, el color de Marrakesh, la confusión de
Tánger. Son mujeres, muchas mujeres, todas con túnica
y un pañuelo en la cabeza velando su cabello. Hablan
y ríen, rodean a la profesora que les enseña
español. Se acerca la navidad y hay que celebrarlo
y a la gente le gusta regalar comida, a la gente española,
pero a la marroquí también. No hay clase ese
día, pero sí muchísima alegría,
y aunque me están esperando apuro -sin abusar- los
segundos. Sé que ya no están subvencionadas
ni por el estado ni por los ayuntamientos ni por la comunidad
autónoma las clases de español. Como tampoco
lo están ya las de inglés o informática.
Un desastre. Un absurdo. El inglés y la informática,
pareja de hecho de la actual modernidad, son tan importantes
a fecha de hoy como la alfabetización. Y las personas
extranjeras que quieren aprender español evidencia
un claro deseo de integración, de pertenecer a nuestro
país. En teoría esas mujeres con las que estoy
hablando y riendo no deberían estar allí, esa
clase de español no debería de existir, pero
la voluntad de Velasco y su equipo ha conseguido mantener
vivos los cursos de aprendizaje de la lengua, también
los de informática e inglés. Ingenio y el deseo
de hacer su trabajo, indudablemente vocacional, bien. Gracias
al esfuerzo de un grupo de personas Marruecos está
sólo a unos metros de la sala a la que ya regreso para
dar mi conferencia. Mientras recorro el breve pasillo pienso
en esa frase estúpida que afirma: "No hay nadie
insustituible". Por supuesto que hay personas insustituibles,
usted que me está leyendo y yo mismo también.
Empujo la puerta, levanto los brazos, sonrío con aún
mayor amplitud al público, y empiezo recordando lo
que ya advertí la tarde anterior, en la que también
estuve allí, "Me gusta improvisar y esta conferencia
probablemente no se parecerá en nada, o en casi nada,
aunque traten sobre el mismo tema, a la de ayer". Y les
cuento. Les cuento como conocí a Alú Ba, el
niño mendigo de Dakar a quien no fue capaz de rescatar.
Les cuento... pero también los miro y admiro. A la
gente que estudia después de los dieciocho o de las
sesenta y seis. Magníficos, todos ellos un regalo para
mí. Feliz navidad.