JAVIER PUEBLA

     
   

OTRO DÍA TRISTE


La noche es oscura, pero a nadie le preocupa que la noche sea oscura cuando vive en una ciudad nevada de vatios infinitos, iluminada como un plató de cine en el que se fuera a rodar una superproducción de Hollywood. Y sin embargo, aunque la ciudad enorme, casi infinita, está tan iluminada como siempre: la noche es oscura. Pero yo aún no me he dado cuenta. Estoy cansado, más de lo habitual. Antes jamás estaba cansado cuando las agujas del reloj se fundían en el punto que indica la medianoche. Nada que ver con la edad. De día conozco bien el cansancio; de hecho, y quizá por eso nunca me ha gustado demasiado, del día casi lo único que conozco es el cansancio, porque aunque tuviera que levantarme a las siete para ir a trabajar (ahora ya no, hace muchos años que ya no), cuando llegaba la medianoche me sentía descansado y bien. Y también sucederá probablemente hoy, me digo a mí mismo, sólo son las once y pico, dentro de un rato estaré otra vez despierto y bailarín, tendré ganas de escribir o pasear o soñar despierto (lo habitual). Voy en el asiento del acompañante o copiloto de un cuatro por cuatro cuya marca no recuerdo: los coches rara vez me llegan a enamorar. Sé que el coche es negro, que las ventanas de atrás están tintadas, que el interior es muy amplio y en él hay huellas de las dos hijas y el perro del hombre que conduce, mi amigo Luqui. Luqui es un tipo excepcional. Somos amigos por nada, para nada, por el mero placer de ser amigos, lo cual a determinada edad es bastante insólito e incontestablemente lenitivo. Luqui, Julián Lucas, tiene un negocio en la Plaza Vieja de Vallecas, la Plaza de Puerto Rubio, en donde hace maravillosos carteles a gran escala, y también fotocopias, pequeños diseños y mil virguerías más. A veces, cuando puedo, paso por allí, y le echo una mano si ya ha echado el cierre y necesita teclear un texto largo en el ordenador o cualquier otra cosa que yo, desde mi torpeza, sea capaz de hacer. Luego tomamos una cerveza juntos, o no, y me lleva hasta casa en su cuatro por cuatro cuya marca -perdón- no recuerdo. Y mientras tanto charlamos; de eso se trata, de charlar, de compartir vidas diferentes. Luqui es un hombre luchador y de natural optimista. Por eso la frase que dice en la noche oscura con la que he empezado este baile de palabras me coge por sorpresa, no sé reaccionar. "Otro día triste". Es cierto que últimamente trabajamos todos -todos los humildes- un poco o un mucho más de lo que podemos, y que a pesar de ello nos cuesta llegar a fin de mes o incluso no llegamos en absoluto a fin de mes. Y que he visto a Luqui cabreado harto y hasta los huevos y rehuevos mil veces, pero ¿triste? No sé responder. Sólo cuando ya me he bajado del coche y la bestia negra con tracción en las cuatro ruedas entra en la autopista encuentro la respuesta. Porque la ciudad, iluminada como un plató, está bellísima y desierta y triste, tan triste. Y es esa tristeza la que la hace grande, romántica, digna de ser mirada y vivida. No es hora de irse a casa, sino de caminar. Miro el reloj. Ya es medianoche. Otro día triste. Qué bien.


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No es lo mismo resucitar que no haber muerto nunca

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
   
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos