ESCRIBIR
EN LA OFICINA
(relato de no ficción)
La jefa, directora y propietaria de la empresa dedicada
a organizar “teatros para empresarios”, la
había llamado a través del teléfono
interior para convocarla en su despacho. Marta ya sabía
para qué, cual era el motivo de la reunión.
Llamó a la puerta y entró.
-Hola Josefina, me has dicho que querías verme.
-Sí, siéntate. Mira, no voy a andarme con
rodeos que no soy amiga de paños calientes. No
vamos a poder permitirnos mantener tus servicios.
-Ya sé que la empresa va muy mal, no te preocupes.
Lo esperaba, y lo comprendo.
Josefina miró a Marta de hito en hito. Apenas le
faltaban dos años para cumplir los cuarenta pero
la muy estúpida se comportaba como si fuera un
adolescente. No tenía ningún interés
en permitir que “Martita” no entendiese bien
la situación.
-No te despido porque la empresa vaya mal. Soy millonaria
y puedo permitirme perder el dinero que me de la gana.
Mientras así yo lo quiera mi empresa seguirá
funcionando.
-Ya, claro. No...
-¡No nada! Trabajas fatal, y aborrezco tu sonrisilla
hipócrita. Pero lo que más me revienta es
que emplees mi oficina para hacer tus negocios.
-¿Mis negocios?
-Sí, tus negocios, estás escribiendo una
novela en horas de trabajo. No lo niegues, he encontrado
el texto en el ordenador. Una gilipollez de historia,
por cierto.
-¿Has cotilleado en mi ordenador?
-El ordenador es mío. Tú, simplemente, lo
estabas utilizando.
-Y entonces ¿no te ha gustado mi novela?
-No.
-Vaya, cuanto lo siento.
-¿Lo sientes?
-Sí, sabía que antes o después echarías
un vistazo a mi nuevo libro. Estás cabreada porque
no te invité a la presentación del que acabo
de publicar, ¿verdad?
-Fuera del trabajo, a mí como si te vas a la Casa
de Campo a mamarlas.
-¡Qué fina!
-Estás despida y punto.
-El libro del ordenador no es el único que estoy
escribiendo.
-¿Y eso a mí...?
-Eso a ti, sí. El otro libro, que hago a mano y
en una libreta, es sobre ti.
-¿Sobre mí? Qué maravilla a servirte
de inspiración.
-Pero no sólo sobre las trampas fiscales que haces,
que nos obligues a hacernos autónomos para poder
despedirnos cuando quieras y no pagar a la seguridad social.
Es más creativo, al final de cada capítulo
te hago morir de una forma u otra. Todos los días.
Soy gallega y lo bastante meiga. Alguna de las muertes
que he imaginado para ti se hará realidad. Adiós
Josefina. Ah, quizá deberías volver a mirar
la novela que está en mi ordenador, no está
tan mal.
Salió con paso firme, la cabeza hacia atrás,
del despacho, y cerró la puerta con exquisita educación.
Pero al llegar a la calle se derrumbó. Ojalá
hubiese escrito de verdad ese segundo libro. Era mentira
que ella utilizase las horas del trabajo para escribir,
le dolía que la hubiese dicho eso, aunque era consciente
de que sólo se trataba de un pretexto, que la vieja
zorra la habría despedido de cualquier modo, porque
envidiaba la excelente relación que tenía
con sus compañeras, su alegría de vivir,
y que era más joven que ella. Marta se detuvo en
el centro de la acera, sin aliento ni saber hacia donde
dirigirse. Cerró los ojos y doblándose sobre
sí misma rompió a llorar. Como una niña,
rompió a llorar.