CREÍA QUE
YO NO FUMABA
Un paquete me dura entre
seis y diez días, un paquete de tabaco. Eso no
es fumar. Al menos eso pensaba yo hasta que cayó
en mis manos “Y un día dejé
de fumar”, un libro más que
entretenido: brillante y con múltiples niveles
de lectura, firmado por Ricardo Artola.
De Artola conocía un libro sobre la segunda guerra
mundial, que me gustó, en especial como estaba
maquetado y hecho. Pero “Y un día dejé
de fumar” me ha gustado muchísimo más.
Para empezar me lo he leído entero; raro en mí
y en cualquiera que se dedique a la literatura de forma
profesional. En la portada insinúan que es un método
para dejar de fumar, una especie de libro de autoayuda.
Pero lo cierto es que Artola consigue un tono narrativo
que recuerda al mejor Jean Echenov, el
de “Me voy”. Dibuja
al personaje narrador, él mismo, con tanta escepticismo
y cercanía que resulta imposible no identificarse
con él; y a partir de ahí el lector está
en las manos de Artola; yo estaba en las manos de Artola....
¡El maldito Ricardo Artola! Hasta no haber leído
su magnífico libro estaba convencido de que yo
no fumaba.
Ricardo Artola –no sé muy bien hasta qué
punto si el personaje o el Ricardo real- nos habla en
su obra del amor que sentía por el tabaco y del
gran placer que le producía fumar, pero que a pesar
de ello decide dejarlo porque fumaba en exceso y comenzaba
a sentarle un poco mal (tampoco nada muy serio). Así
que decide dejarlo, y como es -o ha sido- editor enseguida
viene otro editor, Ymelda Navajo, y le
propone que escriba un libro sobre como ha superado la
adicción. ¡Así cualquiera! A mí
me piden un libro acerca de como me siento al dejar de
fumar y dejo de fumar ¡ya!..., bueno, no sé,
porque estaba convencido de que yo no fumaba. En cualquier
caso seguro que a Artola el encargo le ha servido de apoyo
y estímulo no sólo para desengancharse sino
también para mantenerse “limpio y puro”
hasta que se publicase.
El libro, ya lo he dicho, es una novela encubierta, pero
también es un libro de autoayuda, o un libro de
citas sobre el tabaco visto desde todos los puntos de
vista, un despliegue impresionante de las capacidades
de Artola como editor. Hay capítulos conmovedores:
El último cigarrillo, tremendamente divertidos:
Hollywood Nicotine, y también altamente filosóficos:
El duelo y la culpa.
Al terminar he tenido que admitir ante mí mismo
que sí fumo, que de cero a dos o tres cigarrillos
diarios hay una distancia enorme; quizá más
que de tres a treinta. Y como es natural hoy no he fumado
en todo el día, aunque por la noche sí que
me he encendido uno después de cenar; ay. “Es
fácil dejar de fumar; yo lo he hecho muchas veces”
(Mark Twain).
Si yo fuera Sharon Stone, a quien Artola
dedica páginas memorables en el ya mencionado capítulo
de Hollywood nicotine, y la vida fuera Instinto básico,
le diría al feliz autor: “Volverás
a caer”. Pero como soy Javier
Puebla y mi vida no transcurre en el interior
de ninguna película poblada de rubias que no utilizan
ropa interior, me voy a limitar a felicitar a Ricardo
Artola por este excelente y más que entretenidísimo
libro: magnífico.
javierpuebla-arroba-javierpuebla.com
Seis.Cinco.Nueve.Dos.Cuatro.Cuatro.Tres.Ocho.Cero.