LITERATURA
EN VIÑETAS
Las palabras siempre van
mezcladas con imágenes, puedan verse –como
en el cine o en el cómic- o queden a la imaginación
del lector. La literatura con mayúsculas suele
tener tendencia a despreciar el mundo del cómic
–a Moebius nunca le dieron el Nobel-
y sin embargo suele babear con el mundo del cine; quizá
porque sea más difícil ver dibujos, crear
una percepción propia, a partir de un dibujo, que
de una imagen fotográfica en movimiento; es más
fácil identificarse con Bogart
que con El Gato Fritz (Robert
Crumb). Pero para mí -es algo personal-
siempre ha sido lo mismo. Yo no leería, y quizá
ni siquiera sería escritor, sin Tintín,
aunque por supuesto llegó un momento en el que
los textos de Hergé se me quedaron
cortos y empecé a necesitar y demandar más
letra. Pero el amor por la narración en viñetas
no me ha abandonado nunca; y he contado muchas veces,
en muchos sitios, y ahora lo voy a volver a contar, que
cuando tengo un día especialmente desasosegante
aún cojo un Blake y Mortimer
o un Tintín, y al abrirlo me equilibro. Luis
Alberto de Cuenca es el único escritor,
de los muchísimos que conozco, con quien comparto
esa pasión bífida, ese no querer distinguir
entre Art Spiegelman y Richard
Ford, porque ambos son dos narradores americanos;
grandes narradores americanos. El primero utiliza el cómic,
el segundo la novela y el relato; ambos son capaces de
despertar mi inspiración y alegrarme o entristecerme,
divertirme o aburrirme.
Pero estoy mintiendo o exagerando en favor del cómic,
que no tiene una Real Academia ni un premio Nobel ni una
lista específica de los más vendidos en
los suplementos culturales de los periódicos y
a lo más que pueda aspirar es a colarse –como
ha hecho alguna vez el viejo Asterix-
entre los libros de ficción “todo letra”.
Como lector, aunque he afirmado más arriba que
no hago distingos, debo matizar que no es del todo cierto.
Nunca subrayo las frases que leo en un cómic, por
mucho que me gusten, o rodeo con un círculo rojo
un dibujo que me haya encantado; ni siquiera me permito
–a diferencia de los libros “todo letra”-
doblar la página para recordar donde debo reanudar
mi lectura. Supongo que el cómic es para mí
más sagrado que la literatura sin imágenes.
Actualmente no leo demasiados libros enteros. En general
me limito a pasear por ellos. Pasear por un libro es abrirlo
por donde salga, dejar que la vista camine sobre las palabras
un rato de duración indeterminada: un minuto o
dos horas, y luego volver a cerrarlo sin preocuparme por
el resto.
Un comic que ha logrado que lo lea entero, sin saltarme
una línea, sin dejar de saborear ni un solo dibujo,
ha sido Gonzo, La historia gráfica
de Hunter S. Thompson, publicado en España
por una editorial bastante interesante 451
editores, que ya ha lanzado al mercado al
menos seis títulos bajo el paraguas de “novelas
gráficas”. El dedicado a Thompson, dibujado
por Anthony Hope-Smith y escrito por
Will Bingley, es una maravilla, una llave
maestra para entender lo que fue el periodismo gonzo;
un coctel perfectamente equilibrado de sobrios dibujos
y descocadas letras.
javierpuebla-arroba-javierpuebla.com
Seis.Cinco.Nueve.Dos.Cuatro.Cuatro.Tres.Ocho.Cero.