JAVIER PUEBLA

                     

MICHAEL SCHUMACHER, CORRIENDO CONTRA EL TIEMPO

 

Era sábado, y estaba solo en mi casa o apartamento bailando con una novela que está engordando demasiado y un montón de cuentos pequeños y delgados. Llevaba cuatro horas ante la pantalla del ordenador y decidí que me merecía un descanso; pero aún era temprano para ir a la piscina a hacer largos. El descanso tendría que circunscribirse a un cambio de pantalla: la del ordenador por la del plasmón-televisión. Salté por los canales hasta encontrar el que estaba retransmitiendo los entrenamientos del Gran Premio de Mónaco de Fórmula Uno. Michael Schumacher acababa de lograr el tiempo más rápido de entrenos (como se escribía en la revista Fórmula cuando yo era chico), y aunque tendría que salir el sexto por una penalización a causa de su carácter pendenciero, me pareció bonito que lo lograra; me gusta la locura de Schumacher, verle correr contra el tiempo, no aceptar que se está haciendo viejo. Y no me habría importado que hubiese vencido el domingo, ganado -en Mónaco- una carrera a la edad y al tiempo; pero no pudo ser, su monoplaza no aguantó el esfuerzo.
Me encanta -confieso- el gran premio de Mónaco, y jamás olvidaré la edición de 1973 en la que ganó Jackie Stewart (el primer piloto en igualar a Fangio en títulos mundiales, cinco, y en primero que le superó en número de carreras ganadas: veintisiete contra veinticuatro). Aquella carrera fue alucinante: como estrategia. Stewart le sacaba veinticinco segundos a Fittipaldi, Emerson Fittipaldi, alias El Ratón, el único piloto que podría arrebatarle el campeonato del mundo, a la sazón El Ratón era el campeón del mundo en activo. ¿Y qué hizo Stewart? Pensar, y ser malvado, poner un trozo de queso clavado al tuvo de escape de su Tyrrel para que El Ratón se pusiera nervioso, comenzara a babear, se le escaparan los dientes de la boca y comenzara a acelerar y acelerar, jugándose la integridad de su máquina, de su Lotus prostituta, el primero que se dejó llamar y pintar como una marca comercial, de cigarrillos, John Player Special. Stewart perdía, a propósito, entre un segundo y dos por vuelta, y a Fittipaldi se le desbordaban las papilas gustativas con el sabor anticipado a victoria, a queso, el mejor queso para un piloto de Fórmula Uno, el del piso más alto en el podium del Gran Premio de Montecarlo. Por supuesto que El Ratón se quedó sin su queso, pero su Lotus John Player Special aguantó hasta la última vuelta, y entró a un segundo y medio del monoplaza azul pilotado por The Flying Scot, el Escocés Volador. Ese fue el último año que Stewart, para mi leyenda personal el piloto más grande de todos los tiempos, participó como corredor en El Circo. Aunque años después montó su propia escudería Stewart Grand Prix, que luego se convirtió en Jaguar Racing, y posteriormente en Red Bull; así que de algún modo Jackie Stewart, mi piloto favorito ha vuelto a ganar este año el Gran Prix de Mónaco. Le doy las gracias al Escocés Volador por haberme regalado este inesperado viaje por el tiempo, o contra el tiempo, porque como Michael Schumacher ni me rindo ante él, ni lo temo.

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos