JAVIER PUEBLA

                     

MI CUMPLEAÑOS

Sucede cada año en el día de San Máximo, en el día en que se fundó en Méjico la ciudad de Puebla, en el día en que los nostálgicos celebran el día de la república. El día catorce de abril, todos los putos años, es mi cumpleaños; qué asco. Qué malhadado invento occidental para vender tartas y velitas, para que la máquina de fotos salga del cajón un rato, para que los comerciantes vendan libros o jerséis o cedés o faldas escocesas, para que las operadores de teléfono ganen aún más dinero. En África, que yo recuerde, no se celebran los cumpleaños. Guardo en mi escritorio la fotocopia del pasaporte de mi jardinero en Dakar, mesié Sidy Bodian, hijo de Mamadou y Mansata, de profesión cultivador, nacido en Balingore, con sexo masculino, el día Cero Cero, del mes Cero Cero, del año Cincuenta y Trés. El día Cero Cero del mes Cero Cero ¡qué envidia! Ni el siete de enero ni el catorce de abril ni el treinta y tres de junio va a comenzar a aparecer gente con regalos que ni ha pedido ni necesita -aunque en África siempre que se puede se regala dinero: abulta poco y nunca molesta; no pasará ninguna noche mirándose al espejo con cara de humano marcado a fuego por el calendario con el peso sobre su alma, y su cara, de que es la última vez que se ve con veinte años o veintinueve o treinta y cinco o noventa y cuatro.
Cierto que para quien le gusten las fiestas es un buen motivo para hacer el ganso (me estremezco al recordar lo feas que son siempre las fotos de los cumpleaños), pero un fiestero nato siempre encuentra pretextos para celebrarlos; ni siquiera ellos necesitan los cumpleaños.
Cumplir años, además, es una imposición social, y externa: un africano dejará de luchar, o lo hará con más o menos fuerzas, según respondan su cuerpo y su espíritu, nunca por que, desde el exterior, lo mande una fecha. En occidente: otros tocan la música y nosotros bailamos. Usted, imbécil, no puede seguir trabajando si ya ha cumplido los setenta años. Y usted tampoco se escape, que aunque lleve pagando a su sociedad médica desde que echó los dientes, en cuanto cumpla los sesenta y cinco le multiplicamos la cuota por cuatro. Es mentira, una estupidez borreguil digna de un reglamento de Bruselas, que una tarde una señora sea una excelente funcionaria y a la mañana siguiente sólo sirva para jubilada. Ya sé que somos muchos borregos, siete mil millones de borregos, y hay que ordenarnos, pero la brutalidad de una fecha concreta, de un día exacto, me repugna. Es mucho más respetuoso y humano que hayas nacido el día Cero Cero del mes Cero Cero, y tus padres simplemente recuerden que había luna llena, o soplaba el harmatán, o había regresado de Europa un tío o un hermano y traía algún objeto raro, si es que algún día hablan sobre ello contigo. Había momentos, muchos momentos, cuando era adolescente, que me sentía viejísimo, hay días, ahora mismo y los habrá mañana si sigo vivo, que me siento un niño. En mi interior el tiempo tiene su propio ritmo. Mi alma jamás me ha tendido la trampa de intentar hacerme creer que mi espíritu debe dejarse atar por el aletazo del calendario.

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos