ÁLVARO
BERMEJO, EUROPEO Y ESCRITOR
Leí a Álvaro Bermejo antes
de conocerlo, e incluso sin saber que estaba leyendo a
Álvaro Bermejo. La primera vez que me enfrenté
con el texto El laberinto de la Atlántida,
hace algo más de un año, lo que tenía
ante mis ojos era un manuscrito firmado con un seudónimo
que ya no recuerdo. A la sazón formaba parte del
jurado del prestigioso Premio de Internacional
Novela Luis Berenguer por la sencilla razón
de que se me había concedido a mí el galardón
en la edición inmediatamente anterior por la segunda
entrega de la trilogía de Tigre
Manjatan: La
inutilidad de un beso. Entre los manuscritos
había uno que ya había leído como
jurado en otro premio, el Ateneo de Valladolid, y que
defendí -sin éxito- como ganador; el mencionado
texto cuyo autor tampoco conocía cuando lo leí
por primera vez es del autor murciano Gregorio
León y finalmente ganó un premio,
el Emilio Alarcos y está a punto de publicarse
o ya ha sido publicado. En un principio pensé defender
esa novela, que ya conocía, y que saldrá
al mercado bajo el título de El último
secreto de Frida K, pero entonces me topé
con Bermejo. El principio de su novela era de un nivel
impresionante. Leí las veinte primeras páginas,
luego las veinte últimas y a continuación
hice varias catas en las zonas centrales..., y me la leí
entera. Me gustó y entretuvo. Los editores del
libro afirman que se trata de un thriller arqueológico,
en la estela de El evangelio del Tibet, del mismo autor,
y no es una mala manera de llamarlo. Porque también
podría llamarse así a las películas
de la serie Indiana Jones: thrillers
arqueológicos. En efecto, Alwin -así llama
al narrador su primera novia en la novela- tiene algo,
bastante, de profesor Jones. También es profesor,
y lo es en una universidad americana cuando arranca la
trama, en la mítica Berkeley de finales de los
sesenta. Pero como profesor nada tiene que ver con el
personaje interpretado por Harrison Ford,
a quien sus alumnos adoran y el rectorado trata como si
fuese... el protagonista de una película. Alwin
no sólo es más real, creíble, que
el profesor Jones, sino que además es europeo.
Como lo es Álvaro Bermejo. Muy europeo.
Le conocí una noche en un restaurante de la calle
Manuela Malasaña. Sabía que había
quedado con el editor Miguel Ángel Matellanes,
responsable de la publicación del premio Berenguer,
y aparecí un poco inopinadamente. Tenía
curiosidad. Curiosidad por si parecería tan europeo
como me había imaginado al leerlo. No me defraudó
en absoluto. Es más: superó mis expectativas.
Alto, elegante como un lord inglés, de modales
pausados y una cultura enciclopédica que dejaba
entrever con naturalidad mezclada con las aguas del río
de la conversación.
Al recibir el libro editado, le doy las gracias al gabinete
de prensa del grupo Anaya por su rapidez y eficacia, lo
abrí pensando que ya lo conocía. Pero volví
a leerlo, casi sin darme cuenta. Ameno, bien escrito y
cuajado de pensamientos subrayables. En suma, que me siento
orgulloso de tener como sucesor en el premio Berenguer
a Álvaro Bermejo y su “laberinto de la Atlántida”.