JAVIER PUEBLA

                     

LAURA HERRANZ

Laura Herranz es uno de esos regalos que a veces encuentro en mis peculiares talleres literarios. Abierta, amable, imaginativa... y con una facilidad innata para escribir. Su experiencia antes de apuntarse a 3Estaciones eran sólo sus diarios.

Esta semana, 20 de diciembre, subo sus dos últimos relatos. Me parecen magníficos. Javier Puebla.



DÍA GRIS


El cielo está oscuro, hay una inmensidad de nubes, aunque aparecen pedazos de luz que se hacen hueco entre tanta masa gris, deslumbrando a los ojos de quienes buscan el sol con la esperanza de alegrar su mañana, de tener un motivo por el que haberse levantado un día más.

En un banco, una mujer comienza a llorar. Es mayor, sus arrugas y el pelo blanco recogido en un moño la delatan. Rebusca en su pequeño bolso y finalmente encuentra un pañuelo de tela perfectamente doblado. Al acercarlo a su cara le llega el aroma familiar a jabón, que le ha acompañado en sus muchos días de vida. Intenta reponerse mientras se le pierde la mirada entre los niños que juegan en la arena. La nostalgia la invade, y las lágrimas ruedan por su mejilla.

Ana, está distraída en sus juegos y de repente busca a su madre, hace un rato que no la ve. Su mirada se detiene en la mujer que llora. No encuentra a su madre y sus ojos vuelven irremediablemente a la abuela. Se queda observándola durante un momento. Intuye que necesita ayuda y se acerca a ella. Se siente demasiado pequeña como para poder resolver algún problema, no sabe que pasa pero tiene la certeza que necesita un poco de cariño, un abrazo... su madre siempre la abraza cunado llora y siente ucha paz. Entonces la mira y encuentra en su rostro ternura y fragilidad.
Se sienta a su lado y sin poder evitarlo se agarra a ella con mucha fuerza, en un abrazo largo y entrañable.

La mujer la mira y sonríe. Coge el bolso con sus manos temblorosas y busca en él un caramelo de violeta de esos que tanto la gustan a su nieto. Se lo ofrece a la niña, y la acaricia el pelo con suavidad. La pequeña lo coge, le devuelve la sonrisa y se va corriendo. Debe encontrar a su mamá porque está empezando a llover.


MALOS PRESENTIMIENTOS


Andrés es una de las personas más simpáticas y cariñosas que Ana conoce. Su cara ajada por los años y el hecho de estar sólo en la vida le hace parecer frágil y desdichado. Siempre que lo encuentra por la calle tiene para ella palabras afectivas y a veces incluso la invita a alguna chuche. Pero sin duda lo que más le gusta a la niña de él es Linda, su perra, siempre fiel a su amo, pegado a él como una extensión de si mismo. Linda conoce a la niña y juega con ella siempre que tienen ocasión. Todo el mundo en el barrio conoce a Andrés y le tienen mucho cariño.

Sus padres se están preparando para salir de casa. No entiende porque mamá se ha vestido toda de negro. Esto no la gusta nada e intuye que algo malo está pasando. Mamá no para de decir ¡cómo ha podido hacerlo! Y de vez en cuando se le escapan unas lágrimas mientras da vueltas por la casa terminando de prepararse. Ana no sabe de quien habla pero nunca ha visto así a su madre, y siente miedo y no quiere preguntar. Tiene malos presentimientos. ¡Ese animal sólo en el mundo no sobrevivirá! ¿Qué va a pasar con Linda? Entonces un escalofrío recorre la espalda de la niña, se ha quedado bloqueada y finalmente sale corriendo a esconderse en su habitación. Prefiere no saber, prefiere huir y despertar después de un tiempo imaginado que es sólo una pesadilla.

Un hombre camina por la rivera del río. El sol está calentando un frío día de invierno, y apetece pasear y disfrutar de la mañana del domingo, sin prisas… decide sentarse a descansar y disfrutar de la soledad cerrando los ojos y respirando profundamente, cuando es consciente de estar escuchando a lo lejos un lamento, un quejido. En principio no se ubica, no sabe que puede ser. Parece un perro que llora. Decide dejar guiarse por los lamentos del animal y acercarse a ver que es lo que sucede. Intenta orientarse, cada vez lo escucha más cerca… Ahí está tumbado en el suelo… ¿pero que es eso? ¡Que horror! Un hombre cuelga la rama de un árbol y un perro a sus pies llora desconsolado…

 

ANA

Ana iba en el autobús comiéndose la merienda. Su madre había ido a buscarla al cole y esto la producía una gran alegría, porque no siempre podía hacerlo ya que eran muchos en casa, siete hijos dan mucho trabajo a pesar de ser casi todos mayores. Ella era la más pequeña, había llegado tarde a esta vida para alegría de su madre, cuando ya casi nadie la esperaba.

Devoraba el bocadillo que tanto la gustaba y mientras lo hacia sus pensamientos se iban a la tarde anterior, en la que se llevó un buen susto cuando al recoger los vestidos de su muñeca Nancy pudo comprobar con horror que faltaban dos de los que mas la gustaban. No eran los que anunciaban en la tele, pero a ella le gustaban especialmente porque se los cosía su madre, de la misma manera que cosía los vestidos de Ana. Solía guardar la muñeca en un armario que heredó de su hermana mayor. Era como un baúl que se ponía verticalmente. En una de las mitades del baúl se podía guardar la muñeca que se sujetaba con una correa para que no se cayera. En la otra mitad colgaba los vestidos con unas pequeñas perchas y abajo del todo en un pequeño cajoncito guardaba el resto de cosas, zapatos, lazos y demás. Cuando se dio cuenta que faltaban dos vestidos fue corriendo a mamá llorando y esperando que no se enfadara con ella por haberlos perdido. Pero mamá que era una persona muy observadora enseguida supo lo que había sucedido, y no dudó ni un minuto en ir a casa de Pilar, la compañera de juegos de esa tarde y hablar con su mamá. Al momento volvió con los vestidos para alegría de la niña. ¡No podía creerlo! No entendía lo sucedido, sólo tenía que habérselos pedido y ella se los hubiera prestado unos días para que pudiera jugar con ellos…

Estaba deseando llegar a casa para jugar un rato con su muñeca. Había visto en la tele el anuncio de otra muñeca que la gustaba mucho. Era la hermana de Nancy, Lesly y ella estaba decidida a pedírsela para su cumpleaños o para Reyes. Estaba segura que las dos muñecas cabrían en el armarito donde guardaba a Nancy junto con sus vestidos y además así no estaría tan sola.

Llegó el día de su primera comunión que esperaba ansiosa para ponerse el vestido tan bonito que por supuesto había cosido su mamá. ¡Era precioso! Además, le había contado su amiga del cole que hizo la comunión una semana antes que ella, que le harían un montón de regalos “seguro que te regalan un reloj” la había dicho… y ella pensaba que no estaría mal un reloj, pero lo que de verdad deseaba era que le regalaran a Lesly, por eso cuando vio aparecer a su tía Paqui con la muñeca vestida de colegiala no podía dar crédito a sus ojos… ¡Era Perfecta! Justo la que ella había visto tantas veces en la Tele, justo la que ella quería. Resultó que su mamá había comprado también la Lesly, pero esta última vestida de comunión dada la ocasión que se celebraba. En un solo día se había juntado con dos muñecas iguales y ahora sólo pensaba que las dos no cabrían en el armario junto con Nancy, por lo que tendría que decidirse por una de ellas y parecía tener bastante claro que su preferida era la que iba vestidita de colegiala con su faldita a cuadros como la que lleva ella misma al cole.

Su alegría se esfumó de repente. Su madre, al ver que se habían juntado dos regalos prácticamente iguales decidió que una de ellas se la regalarían a la prima de Ana, que miraba la muñeca vestida de comunión con cara de envidia. Ana no tenía inconveniente en darla esa muñeca, al fin y al cabo ella se quedaría con la que más la gustaba.
Pero mamá decidió por ellas, y no hubo posibilidades de negociar. La muñeca vestida de blanco se quedaría con Ana que era la protagonista del día.
Ana y Raquel se quedaron mirándose sorprendidas de porqué los mayores decidían siempre que era lo mejor para ellas. ¿Por qué no nos preguntan? Hubiera sido muy fácil…

EL PROFE DE LITERATURA

Ana se encontraba cada día con su amiga Mar en la plaza de Benavente, e iban andando hasta la Gran Vía aprovechando así el paseo para contarse lo sucedido a cada en la tarde anterior. Esa mañana esperaba en la parada del autobús, deseando que su amiga llegara pronto, hacía mucho frío, y no paraba de moverse para no dejar de sentir los pies. Mientras esperaba, pensaba que a primera hora tenía clase de Literatura y si su amiga llegaba tarde no las dejarían pasar. La gustaba mucho esa asignatura, siempre había sido su preferida, pero este curso con el nuevo profesor que tenía, era mucho mejor.

Jorge era diferente a todos los profesores y profesoras que había tenido anteriormente. Era cercano, mostraba siempre serenidad a pesar de tener que mantener a raya una clase llena de chicas adolescentes. Era moreno, de estatura media unos 40 años de edad y tenía barba que le daba un aspecto muy entrañable. Pero lo que más le gustaba de su profesor era su acento Argentino. La gustaba cuando leía algún texto o alguna poesía con ese ritmo en el habla. La transmitía mucha dulzura.

Sospechaba que había algo en él que le había marcado para siempre, porque su mirada era triste, y nunca comentaba nada de él mismo, de su vida. La mataba la curiosidad e imaginaba historias de porque era tan introvertido. Imaginaba que su mujer lo había abandonado dejándole los hijos para su cuidado y había tenido que emigrar a España para sacarlos adelante, o que uno de sus hijos había muerto en un accidente de tráfico en el que él iba conduciendo, o cosas más horrorosas que le había sumido en una depresión constante, lo que explicaba su tristeza.

Jorge solía hablar de autores latinoamericanos, así ella descubrió la poesía de Pablo Neruda, de Mario Benedetti, y las novelas de Jorge Amado. Y le gustaba comentarlas luego con él y sentía que él también disfrutaba de sus charlas entre clase y clase y en ocasiones incluso en los recreos. Parecía que era la única de todas las alumnas que mostraba realmente estar interesada en sus clases.

Un día mientras caminaba hacia el metro para volver a casa cargada con su mochila, coincidió con Jorge que casualmente también cogía la misma línea. Se dio cuenta que era una ocasión única charlar con él e intimar un poco más, e intentar resolver sus dudas. Quería poner en claro todas las conjeturas que había barajado y ni corta ni perezosa le preguntó a bocajarro, animada por la osadía que da tener quince años y ser adolescente… Te dejó tu mujer por otro, o perdiste a un ser muy querido ¿verdad? Jorge se quedó mirándola extrañado, sin saber a que se refería su alumna y solo acertó a preguntar ¿Qué decís? ¿Estas loca? Ella se arrepintió de sus palabras en el mismo instante en que vio que su cara se transformaba y pasaba de ser entrañable a ser hostil. Por un momento se arrepintió y quiso salir corriendo pero intentó arreglarlo diciendo, solo quería saber porque estás siempre tan triste cuando no hablas de Literatura, porque no sonríes nunca y ni comentas nada de ti...

El entendió su curiosidad, y pensó, esta chica es lista, muy observadora y también muy osada, pero merece una explicación. Entonces la miró y le dijo: Tu no sabés lo que es el horror, no sabés el miedo que se siente cuando en la madrugada escuchás el ascensor y pensás, vienen a por mí, y cuando te das cuenta de que llaman a otra puerta que no es la tuya, pero ya no podés conciliar el sueño… y un día decides, me marcho para siempre de mi amado país, lejos, para poder dormir sin escuchar ruidos extraños…
Ana se quedó sin habla. Que frívola había sido pensando historias tan absurdas. Se sintió ridícula e infantil y no acertó a articular palabra.

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos