Prólogo
Me convertí en fan de Julio, o Julito, Sánchez
en el mismo momento que conocí su nombre de guerra: Pitus,
el Pitus. Desde entonces esperaba con impaciencia, con ansia
de admirador insaciable, los episodios de su vida que Cecilia
Denis, "la Denis", escribía cada semana para
el Taller literario que dirijo. Nunca importuno ni -al menos
en apariencia- exijo demasiado a Los Tripulantes de mis barcos
imaginarios: todo debe ser placer; pero con Cecilia no podía
evitar el permitirme la excepción. Oye, ¿cómo
va el Pitus? ¿Tienes ya el último Pitus? ¿Encontró
ya el amor de su vida el Pitus?
-Ay, no le llames Pitus, ya estoy cansada de ese nombre.
ó
-Me siento como una escritora de encargo.
Y entonces yo me resignaba, o fingía hacerlo.
-¿No puedes venir? Bueno, carece de importancia, pero
seguro que puedes enviarme el episodio de esta semana y yo lo
leo en clase.
Supongo que a Cecilia, a "la Denis", tan superwoman
ella, le daba un poco de rabia que su personaje no acabase de
crecer, de hacerse plenamente adulto. Porque así es el
Pitus, ya lo verá el lector en cuanto se adentre en las
deliciosas páginas de este libro, un "peterpan",
un niño que de niño es adorable, y que de mayor
sigue siendo un niño adorable pero un adulto con el que,
sobre todo para las mujeres, no es tan fácil relacionarse;
las adora a todas hasta tal punto que le resulta imposible quedarse
con una. Y yo le comprendo, comprendo a Pitus, le siento tan
cercano como a mí mismo. Porque todos los hombres tenemos
algo de Pitus, y resulta cuanto menos sorprendente que haya
tenido que ser una mujer, Cecilia Denis, quien -impostando su
voz- me lo haya hecho comprender de un modo tan definitivo,
y claro.
Pitus, yo siempre te llamaré así. Que diga lo
que quiera tu creadora, que diga lo que quiera el mundo, porque
tú y yo, Pitus, nos comprendemos, y aún sin conocernos
es como si hubiéramos sido siempre amigos, los mejores
amigos.
Javier Puebla
Setiembre, 2006.
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