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Javier
Panizo, ese genio impagable (y por lo tanto al que nadie paga)
vuelve esta semana a la web con un relato trepidante, audaz, y
-permitánselo- hasta "sucio". ¡Porno! |
La vendedola
de losas (y otlas cosas).
PORNO
(La Javier Panizo Collection)
Son las diez de la noche. La taberna
de Buendi está a rebosar. Es un bar de tamaño
medio, agradable, que puede llegar a transformarse en paradisíaco,
si se está en compañía de buenos amigos,
como es el caso.
Javier Panizo -esa eminencia en materia de ingenuidad y despiste-
ha entrado en el Buendi flanqueado por dos bestias, dos moles,
dos armarios humanos especialistas en el arte del savoir vivre:
los Piedra Brothers. Si alguien en el mundo puede ufanarse de
conocer los lugares más exquisitos, donde se sirven las
mejores pitanzas y se escancian caldos únicos, son ellos:
los hermanos Piedra; Panizo los califica de auténtico
certificado de garantía. Basta un vistazo circular para
comprobar que allí no hay nadie insatisfecho; ese brillo
de autocomplacencia en los ojos delata a los parroquianos que
desbordan el local. El colesterol, a largo plazo será
malísimo, pero a corto -miren esos dientes voraces, escuchen
el suave murmullo de los músculos de las caras masticantes-
proporciona beneficios y felicidades inmediatas.
Los Piedra, Piedra el Joven y Piedra el Viejo, ya han pedido
una primera ración de una de las especialidades de la
casa "choricillos flotando en un lago rojo", consumido
dos tanques de cerveza cada uno y miran con cierta preocupación
a Javier "Alma de Cántaro" Panizo, quien aún
va por su primera caña. No sabe disfrutar con la comida
y la bebida, el muy infeliz. Y sin embargo Panizo está
encantado, feliz, borracho de buena compañía;
apenas advierte que quienes van llegando le empujan para alejarle
de la barra, o que no haya demasiadas chicas -ninguna- de diecinueve
años y el ombligo al aire. Aunque quien le empuja ahora,
y lo hace con energía, para reclamar su atención,
es de sexo femenino: una vendedora de rosas. Una vendedora china.
-También tenel cedés y deuvedés. Tenel
todas películas nuevas.
Uno de los Piedra, El Joven, deja que en su cara se relaje en
una amplia sonrisa de conocedor, seguida de un guiño
destinado a Panizo.
-Enseña el porno que llevas escondido.
Y luego aclara, modesto.
-Como siempre vengo con los niños nunca puedo ver el
catálogo.
Panizo mira asombrado a sus dos amigos, a la vendedora de rosas
¿pornográficas?, de nuevo a sus dos amigos. Nunca
habría imaginado tan sofisticado camuflaje. Bajo las
flores sin aroma una colección interminable de películas
y discos. Bajo las películas y discos: ¡tías
en pelotas!
El repertorio parece interesante. Los Piedra intercambian un
gesto cómplice, satisfechos de que Panizo por fin haya
despertado: ha solicitado una segunda cerveza y dicho "sí"
a una ración de jamón y también a otra
de lomo ibérico y no, por supuesto que no le haría
ascos a una ración de croquetas si es Piedra El Viejo
quien las recomienda. Es este último, Piedra El Viejo,
quien toma entre sus manos de oso la colección de películas
cochinas que ofrece la china, fotocopias de portadas originales
en baratas y delgadas fundas de plástico en cuyo interior
un deuvedé sin inscripción busca un cándido
que no le conozca y quiera comprarlo.
-¿Seguro que son buenos? ¿No estarán sin
grabar?
Los Piedra vuelven a cruzar mirada antes de enfrentar los huevos
azules que Panizo tiene por ojos. ¿Será posible
que nunca haya comprado una película porno en un bar?
¿En qué mundo vive este chico?
Piedra El Viejo, tras un moroso manoseo al lote elige tres películas
y entrega un billete de diez euros a la vendedora de rosas.
-Ésta para ti.
-No, yo prefiero esa, sí, la que tiene muchas fotos.
Buen título, no os parece, Chicas de Calendario.
Y a partir de ese momento, el disco sin inscripción oculto
en el bolsillo interior de sus tres cuartos azul oscuro, Panizo
se volatiliza: está pero no está. Ríe las
agudas ocurrencias de Piedra El Joven y escucha las doctas explicaciones
de Piedra El Viejo con expresión interesada, pero...
...su mente está lejos. A kilómetros de la taberna
de Buendi. Imaginando a esas "chicas del calendario".
Imagina a las mujeres escapando de las hojas de un gran calendario
impreso en papel cuché presidiendo la pared central de
un garaje, las imagina encarnándose y tendiendo sus manos,
sus dedos largos rematados en uñas larguísimas
y primorosamente pintadas de rojo, hacia él, vestido
con un mono de mecánico y la cara ennegrecida por la
grasa y el aceite.
Los Piedra votan por un digestivo, una copa en algún
pub agradable, pero Panizo inventa un pretexto, se despide todo
sonrisas y se apresura hasta su coche, dispuesto a saltarse
hasta el más peligroso de los semáforos con tal
de llegar pronto a casa y poder contemplar a esas diosas del
porno que le han enturbiado el pensamiento y también
el sabor del jamón y las croquetas, ¿pero qué
importa eso? La bestia que tiene entre las piernas ha empezado
a crecer. Panizo ya no es un profesor despistado, es un animal,
es una polla con patas, es un sátiro enardecido e imparable.
Joder, si le sigue creciendo el cipote no podrá ni conducir.
Tiene que apartar el pollón desmesurado para ver donde
está el diminuto botón de play en el mando a distancia,
y ya, por fin, comienza la representación, la fiesta,
la orgía, la...
Pero ¿por qué no empieza la película? Los
títulos de créditos no acaban nunca. A Head in
the Clouds, una cabeza en las nubes. ¿Será el
título original en inglés de Chicas del Calendario?
¿Penélope Cruz? ¿Charlize Theron? ¿Ahora
se dedican al porno? ¿O serán actrices que utilizan
el mismo nombre? El sexo de Panizo comienza a flaquear, desinflarse,
hacerse cada vez más pequeño. Una historia de
amor. Es una historia de amor. Y Panizo la ve entera, hasta
el final que recibe con los ojos cargados de lágrimas
y el pantalón aún bajado,-ah pobre aspirante a
sátiro- hasta la mitad de sus peludas, arqueadas y delgadísimas
piernas.
(Para mis muy amados amigos Eduardo y José
Antonio)
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