Escribo en la columna que no hay fotos 
                        de Bronchalo en internet, que cuando las busco aparecen 
                        incluso fotos mías; en la redacción de Cambio16 
                        han elegido una de estas últimas como ilustración, 
                        aunque yo hubiese preferido que no hubiese aparecido ninguna.
                      
                      Para ver artículo en la edición 
                        digital de Cambio16, pincha abajo:
                      http://cambio16.es/col/33/javier_puebla/
                      UNA NOVELA DE 
                        EDUARDO BRONCHALO
                       
                      
No 
                        hay fotos de Eduardo Bronchalo en internet. Curiosamente, 
                        y cuando le pido a Google -a Google se le pide, es inútil 
                        darle órdenes- que me busque imágenes de 
                        quien fue mi amigo y generoso protector, él no 
                        aparece ni una sola vez, y en cambio sí que aparezco, 
                        al menos en media docena de imágenes, yo. La última 
                        vez que lo vi fue en 2009. Estaba bien, tan fatal como 
                        siempre: destruyéndose con ayuda de la noche y 
                        el alcohol. “Living Las Vegas”, dijo varias 
                        veces ese día, esa noche, refiriéndose a 
                        la película protagonizada por Nicholas Cage.
                        No hay fotos en internet. Tni tampoco recuerdo exactamente 
                        el día que lo conocí, algo raro en mí. 
                        Pero evidentemente tuvo que ser en la calle del Limón, 
                        donde vivía Juan Luis Recio, el alma de La Banda 
                        de Moebius.Alrededor de 1980, cuando publiqué Aquel 
                        Anciano Pájaros con La Banda, y los conocí 
                        a todos, los vi a todos y charlé con todos los 
                        Moebius gracias a que Juan Luis me encargó que 
                        coordinase el libro sobre Lennon. Pero a Bronchalo debí 
                        de conocerle de los primeros, antes de la muerte de Lennon, 
                        porque ya estaba en Diario16 cuando murió el Beatle, 
                        y a Cambio16 llegué gracias a Bronchalo. El amable 
                        Bronchalo, el generoso Bronchalo, el escapista y escapado 
                        Bronchalo. Gracias a él conocí a Dragó, 
                        que ha sido fundamental en mi carrera literaria (y en 
                        la de muchísimos escritores a los que permitía 
                        “existir” en su programa de televisión). 
                        En el homenaje que hicimos a Lennon, y en el que había 
                        piezas brillantísimas, la más original fue 
                        la de Bronchalo: una redacción infantil que escribió 
                        sobre papel rayado y con plumilla; y así la publicamos. 
                        Con frecuencia hablaba de una novela, de su novela, y 
                        dentro de esa novela había un personaje llamado 
                        Elena Triste. Ahora podría mentir y decir que leí 
                        muchas o pocas páginas de esa historia, pero no 
                        voy a hacerlo, porque sin mentir puedo contar que he pensado 
                        en Elena Triste muchas veces, que me la imaginaba rubia 
                        y con el pelo rizado, los labios sensuales, de pecho generoso 
                        y piernas delgadas...
                        Me enteré de la muerte de Eduardo Bronchalo hace 
                        unos días,;me lo contó nuestro común 
                        amigo Carlos Perellón. Casi un año y medio 
                        después de que sucediese, en la navidad del 12. 
                        “¿No lo sabías?”, se asombró 
                        Carlos, que desde hace mucho vive en Nueva York. Él 
                        se había enterado por internet, al buscar el nombre 
                        de Eduardo en el mismo buscador que no da ninguna fotografía 
                        suya. “Sólo una reseña en un periódico 
                        digital”. Y al decirlo me miró de un modo 
                        especial, o quizá fui yo quien interpretó 
                        su mirada de un modo especial y me sentí culpable 
                        por no haberme enterado, por no haberle dedicado una columna, 
                        como hago siempre que muere un amigo. Y supongo que ésto 
                        es así porque uno de mis motivos para escribir 
                        es conjurar la muerte, luchar con mis palabritas contra 
                        su poder arrasador. No hay ni una foto tuya en internet, 
                        Eduardo, pero quien busque tu nombre encontrará 
                        esta columna, y te hallará junto a Elena Triste; 
                        y habrá, te prometo, quien imagine y envidie tu 
                        gran novela. Además ¿quién puede 
                        asegurar que no la escribieses y la hayas dejado escondida 
                        en un cajón?
                        
                       
                      
                        



                       
                       
                      
                       
                       
                      