CAPERUCITA Y ELSCORSESE
Sucede
con frecuencia, cuando nos gusta mucho un escritor o un
músico o un pintor o un cineasta, que a veces nos
decepciona. Sucede también que de un escritor o
un músico o un pintor o un cineasta que ha conseguida
deslumbrarnos con una sola obra concreta, nos decepciona
luego ya siempre: no tiene nada más que decir.
Excepto para los estudiosos los otros escritos de Cervantes,
defraudan. Hay algunas de Shakespeare francamente flojas.
Los primeros cuadros de Goya me hacen sentir deseos de
mirar hacia otro lado. Radio Futura y Beethoven tienen
temas y sinfonías muy por debajo de sus grandes
logros. Y ni siquiera Hitchcock es capaz de acertar siempre
en el corazón de la diana. ¿Y Scorsese,
el lobo comedor de caperucitas Martín Charles Scorsese?
Tampoco.
Lo conocí en Nueva York antes de que rodase El
color del dinero. Impartió un seminario sobre guión
en la universidad central: NYU, y ya parecía el
lobo. Aunque un lobo simpático, divertido, contento
de haber nacido lobo. El seminario sólo duró
cuatro días y aunque aprendí algunas cosas
lo más interesante fue estar cerca de la bestia.
Contagiaba su energía. Para bien o para mal algo
de esa energía quedó en la película
que yo mismo estaba rodando por aquel entonces: The Long
Hello.
Dicho lo anterior resulta comprensible para cualquiera
que acoja los estrenos de Scorsese siempre con la máxima
expectación. No lo considero autor de una sola
obra maestra, y siempre pienso que su mejor película
aún puede estar por llegar. Así que llamé
a mis amigos más cinéfilos, Ramón
Muro y su mujer, Pilar de Miguel, convencí a mi
mitad para que nos acompañara, y me senté
felizmente a ver como devoraba esta vez el lobo cineasta
a su caperucita peliculita. Muchas tías en pelotas,
muchas drogas, alucinantes movimientos de cámara,
diálogos brillantes, actores bien dirigidos, la
chica protagonista, Margot Robbie, guapísima, DiCaprio
currándose la página como si fuera uno de
los productores de la cinta... La verdad es que lo pasé
muy bien. Porque aún voy al cine, como aún
leo o voy a una exposición o un concierto, esencialmente
para pasarlo bien. Renuncié cuando años
ha en Diario16 me tocó hacer de crítico
de cine. Creo que desde entonces no escribía sobre
una película tan largo como lo estoy haciendo ahora.
El lobo de Wall Street me recordó mucho a Goodfellas
(Uno de los nuestros), y también a Casino. El pelanas
que sube y sube, y baja con la verticalidad de una piedra.
Dicen que los artistas repetimos ad infinitum la misma
obra. Y probablemente ese sea el caso de la historia de
la más reciente película de Scorsese, que
nos vuelve a contar la ascensión y caída
de un hombre joven y ambicioso y rebosante de energía,
que consigue todos sus sueños -dicho de otro modo:
que realiza el gran sueño americano: muchísimo
dinero, morenas guapísimas, mansiones gigantescas,
rubias despampantes, sexo y todos los excesos... y luego
cae. Quizá esa sea la historia de su vida, quizá
el lobo Scorsese se dibuje en ese hombre joven y ambicioso
y rebosante de energía; pero hay una diferencia
con sus protagonistas: él no cae.