JAVIER PUEBLA

     
   

La San Silvestre, Coppini y Schumacher, by JAVIER PUEBLA para Cambio16

 

LA SAN SILVESTRE, COPPINI
Y SCHUMACHER

 

La San Silvestre, Coppini y Schumacher, by JAVIER PUEBLA para Cambio16Es un río de gente que cada año pasa por delante de la puerta de mi casa. A partir de determinada hora, sobre las siete o siete y media, es imposible cruzar la avenida donde está situado el recio inmueble donde nací y al que acabé volviendo cuando decidí abandonar la administración y dedicarme única y exclusivamente a escribir. Llego a tiempo para cruzar la avenida, aunque eso no significa que vaya a subir a casa. La temperatura es amable para un treinta y uno de diciembre, y hay mucho que ver. Bajo el puente que soporta la M-30 hay un grupo de músicos animando al personal con grandes éxitos del rock de todos los tiempos, y cierta incidencia en artistas españoles. Y entonces lo veo, igual que lo vi en su debut en Madrid, en el Rockola, o la Rockola como la llamaban los punkis de Carabanchel. Es Coppini, ha subido al escenario y se estira para sacar su cabeza calva sobre los hombros del cantante. Me hace una mueca y canta, parece, sólo para mí. ¿Nadie más le ve? Coppini…, balbuceo señalándole con el dedo y agarrando de la mano a una señora de diecinueve años que ha acudido a ver la San Silvestre con una niña viejecita a la que llama Mamá. Es Mamá quien reconoce el nombre de Coppini, y hace que mi mano suelte la mano de la señora de diecinueve años, y escupe con violencia –en mi opinión innecesaria- “Coppini está muerto”. Es verdad, ahora recuerdo, pero yo lo sigo escuchando y haciendo caso de sus consejos, no miro a los ojos de la gente, no miro a los ojos de Mamá que ahora farfulla algo contra mi generación y el excesivo consumo de LSD. Coppini salta del escenario y se pone a correr entre la marea roja, mayoritariamente roja, explicándole al público que el colecciona moscas, pero no está loco. Claro que no, ni él, ni yo, ni Michael Schumacher, que se ha incorporado a la San Silvestre vallecana sobre unos esquís, rojos eso sí, e intenta adelantar a una bici que lleva un cartelito a modo de bandera en el que puede leerse “2ª mujer”. Se pone al lado de Coppini y de dos velocistas disfrazados -de pollo y Angela Merkel, respectivamente- y yo busco a otra señora de diecinueve años para cogerla de la mano y decirle: “mira, mira es Schumacher”. Esta vez la cosa va mejor, y la señora se pone a bailar conmigo mientras grita: “Bravo, Schumacher ha salido del hospital”. Y estamos corriendo, junto a ellos, en medio de la marea roja, detrás del culo gordo de la líder alemana, cantando “Estoy enfermo, como envejezco”, cuando nos adelantan Mariano Rajoy, Zapatero y Aznar vestidos de colegialas con trencitas rubias (a Aznar le quedan muy bien) y tarareando “Somos los presidentes y vamos a ganar esta carrera. Pisemos la cabeza de Urdangarín, empobrezcamos España, robemos la ilusión a todos los que corren…” Pero es sólo una canción, no logran quitarle la ilusión a los miles y miles de participantes en la San Silvestre vallecana del año 2013, y cuando llega el río de camisetas rojas a la meta ni siquiera se les ve: ni a los políticos, ni a los cantantes muertos, ni al corredor de formula uno que se rompió el cráneo esquiando antesdeayer.

La San Silvestre, Coppini y Schumacher, by JAVIER PUEBLA para Cambio16

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