RETRATO DE MARCHAMALO
EN MOVIMIENTO
Es
verde, y blanco, y negro; no Marchamalo sino la portada
de su libro más reciente. Es pequeñito,
de cuarenta páginas exactas de papel Arko Print
Milk de Fredigoni de 150 gramos. A Jesús Marchamalo
-Madrid 1960, Premios Ícaro, Montecarlo y Nacional
de Periodismo- le gusta fijarse en ese tipo de detalles
exquisitos; y previamente ha escrito que los tipos de
imprenta son Bembo 13/18. A mí me encanta que me
digan esas cosas, antes o después de hablarme de
Baroja y sus dos abrigos, sus dos gatos, sus dos casas
(la primera destruida por un incendio), los bailes de
esgrima verbal con Rubén Darío, los años
del París, la sombra alargada de su sobrino Julio
Caro... Aunque lo interesante no es Baroja -aunque sí,
pero no- sino Marchamalo, el modo como lo escribe, como
deja caer las palabras más pesadas: muerte, exilio,
pobreza, racanería... y hacer que planeen ligeras
como plumas. Sólo hay otro escritor contemporáneo
y moderno capaz de semejante prodigio: Jean Echenov, que
logra tratar un infarto del mismo modo que alguien solicita,
y a continuación se bebe, una cerveza acodado en
la barra de un bar.
Este año 2013 no he ido ni una sola vez a comer
a casa de Jesús Marchamalo, y por lo tanto no he
visto a su hijo Julio, el gran especialista en pájaros
dodo (sólo un hijo de Marchamalo puede ser especialista
en pájaros dodo), ni he sentido como la luz del
sol de mediodía entraba por la ventana y me redibujaba,
convertía en un cuadro más, que mi amigo
fijaba con alegre naturalidad a través de su cámara
con óptica Leica, mientras hablábamos de
mil pequeñas cosas ¡realmente importantes!,
como los tipos de imprenta Bembo, o el Arko Print Milk
de Fredigoni de 150 gramos, sobre el que flotarían
los inspirados dibujos de Antonio Santos que ilustran
el gran libro de cuarenta páginas editado por Nórdica,
ese hombre extraño y muy joven, llamado Moreno,
Diego Moreno si mal no recuerdo, que parece un dibujo
del propio Antonio Santos, y que Marchamalo ha titulado
Retrato de Baroja con abrigo. Mientras comemos, me es
fácil imaginar la comida: el pollo con esa luz
prístina parece pavo (pienso), veo en la mirada
de mi amigo Marchamalo que era muy importante que en este
libro Baroja llevase abrigo, y no sólo que llevase
abrigo, sino que además tuviera otro de repuesto,
gris, para las ocasiones especiales, pues en el libro
verde y blanco y negro, hace frío, hace mucho frío.
Marchamalo, siempre en movimiento, siempre capaz de parecer
contento y transmitir ese contento o apariencia de contento
a quien le está escuchando o mirando o leyendo,
camina al lado de Pío, el médico, el panadero,
el hombre que se arrebuja en su abrigo oscuro, de paño,
de diario, raído, y le habla para evitar que se
ponga triste, no piense que está mirando los puestos
de los buqinistas del Sena porque le han obligado a marcharse
de España los militares y los políticos.
Y Pío Baroja sonríe, convencido, hechizado
por el movimiento continúo del hombre que le está
dibujando, de que está allí no exilado,
sino para que Marchamalo lo retrate, lo convierta en lienzo
y libro.