ERASE UNA VEZ
VALLECAS
Las
ciudades están llenas de historias. Tantas historias
que a veces no las vemos. Tantas historias que sería
imposible contarlas. Contarlas todas. Pero sí se
pueden contar algunas. Algunas merecen ser contadas. Se
nos cruzan con el descaro de una mujer joven vestida con
ropa de verano en pleno invierno. Y nos miran a los ojos...
Me mira a los ojos. No es una mujer. Es una plaza. La
Plaza Vieja. De Vallecas. "¿Me has mirado
bien alguna vez?". Podría responder que sí.
La conozco desde niño, la casa donde nací
está al otro lado de la frontera pero a menos de
un kilómetro de distancia. Y el señor Tigre
Manjatan vive cerquísima de la Plaza, en el Callejón
de los Milagros. Había una tienda de viejo donde
acudía a vender comprar y cambiar tebeos y libros.
Y bares, claro, más bien tabernas en realidad.
"¿Y ahora, me has mirado bien?", me pregunta
la Plaza. Me encojo de hombros. Supongo que sí,
me precio de "ver" incluso sin mirar. Injustificadamente;
al menos en este caso. En absoluto había mirado
bien. "¿Te has fijado bien que soy uno de
los espacios más bonitos de Madrid, de Mad Madrid,
como tú y tus amigos el Oso y el Tigre y el Ciervo
llamáis a esta ciudad?". Y sí, tiene
razón. Es uno de los espacios más bonitos
de Mad Madrid. Le da cien vueltas a un millón de
plazas y calles de las que se recomienda visitar en las
guías turísticas. "Pero estoy desaprovechada,
¿verdad?". Verdad. La plaza habla por boca
de un tío barbudo. El tío barbudo se llama
Antonio Barrios y si esto fuera una novela de Stephen
King y no una columna de opinión ahora se explicaría
que el hombre está poseído por el espíritu
de la plaza, como lo estaba Jack Nicholson por el del
Hotel en El Resplandor. Barrios cocina muy bien y tira
cerveza mejor que nadie -con el permiso de Lidia Balsa,
la rubísima comercial de cervezas -rubias como
ella- en el barrio. Barrios está loco. Debe estar
loco. Dice cosas extrañas. Pero yo también
estoy loco. Y lo escucho encantado. Y miro. Miro lo que
está haciendo en la plaza. Que ha buscado inversores
excéntricos y soñadores para comprar todos
los locales desocupados, que lleva dos años cuidando
cada luz, cada mesa, cada zócalo en un local que
se inaugurará el sábado. "El Picantón,
pollo a la brasa sin absolutamente ningún residuo
cancerígeno". Al Picantón lo dibuja
Montxo Dixie. "Tienes que venir", me sonríe
la plaza, la Plaza Vieja de Vallecas. "Habrá
charangas y una misa rociera, y un nuevo bautismo de la
plaza, con bailarines de todo el mundo, cantaores flamencos
y hasta ese grupo que te gusta tanto que se llama Duro
Peyote y lidera Rubén Robledo". Tenía
que ir, y fui, por supuesto. Allí estaba Luqui
-siempre apoyando a quienes intentan ser felices y hacer
felices a los demás- sonriendo y dando el callo.
Fue él quien me hizo observar que estaban todos
los "mayores", los que se habían hecho
con el barrio, y mezclados con ellos los jóvenes
recién llegados, casi todos hispanoamericanos.
"Mira que armónico es todo", insistió
Luqui. Asentí. Y busqué a la Plaza,a ver
que decía. Nada. Allí estaba. Rebosante
de gente feliz, bailando.
.