JORDI SERRA I
FABRA
Me
impresionó. Muchísimo. Naturalmente ya había
oído hablar de él. Es más: lo había
leído cuando era adolescente y él escribía
sobre música pop. La única enciclopedia
del rock que existía era suya, por completo, de
principio a fin. Los viejos jóvenes de mi generación
le conocemos de eso, de que era el hombre que nos lo contó
todo del rock. Pero las chicas de veinte años o
menos que acudieron, por él, a la mesa redonda
organizada en la biblioteca del Retiro, bajo el paraguas
del festival de novela policíaca denominado Getafe
Negro, lo conocían porque le habían leído
como autor de ficción, como novelista, y también
como creador de un premio para menores de dieciocho años
que lleva su nombre. Jordi Sierra i Fabra.
Yo estaba en la biblioteca como moderador de la mesa.
Un trabajo sencillo, parecido a dirigir una tertulia en
radio o televisión: vas dando paso a unos y otros,
atajas a quien se enrolla demasiado, y si nadie tiene
mucho qué decir das un paso adelante y animas tú
solito el cotarro. Sencillo, ya digo. Me gusta hacerlo.
Más que conocer la vida y marca de la ropa interior
de los invitados a la mesa lo que se necesita es tener
mucha energía, estar despierto por completo, los
reflejos como un portero de fútbol o un piloto
de fórmula uno. Así que cuando voy a moderar
una mesa hago lo menos posible, no me gasto, me relajo,
y si no es muy lejos de mi casa suelo acudir caminando.
En esta ocasión sólo necesité andar
un kilómetr para llegar a la biblioteca del Retiro.
Llegué veinte minutos antes de la hora, pero el
salón de actos ya estaba abierto y en su interior
se hallaba Jordi Sierra i Fabra enfrentado a tres chicas
adolescentes, que lo estaban entrevistando. Un animal
de escenario. Aire de viejo rockero, pelo abundante y
primorosamente peinado, gestos rápidos, mirada
desafiante, voz nerviosa y de tono elevado. Al ir a sentarnos
protestó porque su sillón era más
bajo que el del moderador, y por supuesto enseguida se
lo cambiaron. Él no es más bajo que nadie.
Ni de pie ni sentado. Tiene publicados, repito: publicados,
más de cuatrocientos libros. El doble que Georges
Simenon, el de Maigret. Antes de los treinta
abandonó el periodismo musical, habiendo dejado
huella como autor de biografías, como director
de varias revistas, Disco Express,
Popular1.., amén responsable
único de la enciclopedia del rock antes mencionada.
Y comenzó a escribir novelas. Esencialmente novelas
juveniles. Hoy es lectura obligatoria en casi todos los
colegios de España. Y también literatura
infantil, y de género..., de todo género.
Ha ganado decenas de premios, desde el Torrevieja al Nacional.
Dedica ocho meses a viajar, y durante los viajes se va
prepara el guión de unas diez novelas, que luego
escribe en los otros cuatro meses del año. Cuatrocientos
libros..., más de lo que leerán en su vida
la mayor parte de las personas que conozco. Aprendió
del rock a comportarse como una estrella, algo que en
general no gusta en el mundo literario. Pero a mí
me encanta que exista alguien así; y también
me encanta no parecerme a él. Aunque ambos seamos
“raros”.