JAVIER PUEBLA

     
   

DESASOSIEGO


Aún no he vuelto, aún no he regresado a “la ciudad de los espejos, donde jóvenes y viejos, no se cansan de mirar, el miedo que están pasando, la crecida inestabilidad... su desasosiego”. Aún no he vuelto aunque ya estoy a punto de hacerlo. Me he entretenido en la cueva escribiendo y pensando y bailando con los últimos rayos del sol de verano; al caer la tarde, sólo en la piscina, rodeado de árboles cimbreantes y caminando sobre la alfombra de césped impecable, dejándome ganar por un deseo de eternidad e inercia: ojalá pudiera ser así indefinidamente, ojalá pudiera quedarme siempre en este “ahora”, con el agua fría, el sol dorado y caliente y, el césped cosquilleante, mientras los demás, amigos , enemigos e indiferentes se afanan en la lucha por la supervivencia, luchan contra el desasosiego que se ha instalado en el ambiente, el inútil temor al futuro, el peso de sentir el desánimo en los rostros que les rodean. “Ya ha comenzado el cambio de ciclo”, me dice Javierón mientras cenamos en un italiano. Y probablemente es cierto, él siempre está bien informado, pero sólo puede referirse al ciclo económico; y aún será necesario que pasen dos o tres años para que la “multitud flotante” pueda sentir en sus bolsillos, y en su modo de andar, y en la expresión de sus caras, que ya se ha terminado el tiempo del desasosiego. Es raro encontrar a alguien que no se mueva como furtivamente, asustado, que no se fuerce a sí mismo hasta los límites y no se preocupe del precio del pan, de la gasolina, del dentista, del fontanero; incluso los más ricos, porque no es fácil blindarse, aunque algunos lo consigan con relativo éxito, pues siempre hay un pariente pobre, un hijo sin suerte, un amigo al que hay que abandonar para evitar tener que compartir con él, el éxito o el dinero. Desasosiego. El hotel vale ochenta euros, ¿cuánto te han costado las gafas?, hace días que M no sale porque no tiene nada de dinero.
Me gustaría quedarme bailando sobre el césped, con la piel aún fría tras salir del agua, el sol abrazándome, los árboles con sus despreocupados balanceos. Me gustaría quedarme escribiendo. Me gustaría vivir sólo para pasear y perder el tiempo. Me gustaría..., escribir sobre ello, como lo estoy haciendo. Porque lo cierto es que si mañana- y el miércoles y el viernes- fuese como ayer -el césped, el sol, el agua fría, los árboles y su cimbreo-, acabaría sintiendo también en la cueva como me gana el desasosiego. En realidad sólo me preparo, es una despedida de un verano en el que he sabido desconectar de todo y de todos, un verano perfecto. Y mientras camino sobre el césped, dando vueltas alrededor de la piscina, su murmullo de fuente árabe, la cabeza libre de pensamientos, subo la nariz de vez en cuando para ventear el aire, buscando la humedad austera del próximo invierno, que será suave, como siempre lo son en el país donde ahora vivo, y yo estaré en pleno campo de batalla, en el centro del salón de baile, sosegando con mis palabras y mi actitud a quienes me rodean y a mí mismo, haciendo cuanto me parezca oportuno, sin rendirme. Venciendo el desasosiego.



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Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
   
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos