JAVIER PUEBLA

     
   

EL ÚLTIMO FIN DE SEMANA DEL INVIERNO

 

Mentiría si digo que no me apetece, que no estoy deseando que llegue ya la primavera, con sus minifaldas y sus flores, los días alargándose y las primeras noches en las que la temperatura convierte en un paraíso incluso las feas terrazas instaladas sobre el asfalto de Mad Madrid.
Mentiría igual si ocultase que también ya añoro el verano, cuando el tiempo se para y mi cuerpo suda y los pensamientos se ralentizan. Pero a pesar de que me encanta la primavera, o de que diseño planes para el verano, casi me duele que se vaya a acabar este invierno, mi invierno más suave. Aunque es un dolor más literario que físico, cercano al que describe Franz Kafka en la frase final -final como el último fin de semana del invierno suave- del texto La preocupación del padre de familia, en el que habla de Odradek, que tiene forma de estrella y es plano y es inanimado pero a la vez es capaz de hablar y uno se lo puede encontrar en cualquier sitio, o no verlo durante meses o años, hasta que un día regresa y habla contigo en el rellano de la escalera con su voz libre de la esclavitud de unos pulmones. Y el padre de familia sabe que en el futuro Odradek tendrá la misma relación con sus hijos y nietos que ahora tiene con él, y Kafka le sopla en el oído la frase que debe escribir para rematar el texto magnífico, aunque no cualquier lector será capaz de apreciarlo.

Evidentemente él no hace daño a nadie; pero la idea de que pueda sobrevivirme casi me produce dolor”.

En mi caso ese “casi dolor” es inverso, pues lo que me lastima es mi incapacidad de prolongar el invierno suave en el que he sido feliz con mi pequeña familia y con mis amigos y con los escritores de mi grupo (que no son exactamente mis amigos) y con mis propios escritos, uno de ellos dedicado precisamente al invierno suave, y como estoy caminando sobre un texto caprichoso y literario voy a permitirme copiarlo, del mismo modo que me he permitido invitar a K y su Odradek a formar parte de estas líneas. Pero no lo encuentro. No encuentro el texto, aunque nada me impide reescribirlo, porque me es fácil volver a la escena que me sirvió de inspiración: estoy sentado con mi amigo, y mi editor más constante, Miguel Ángel Rodríguez Matellanes, en el “japo” de la calle Ayala, y él -refiriéndose al momento por el que pasa el siempre humilde mercado literario- dispara la frase rotunda como un trueno que anticipa el relámpago que iluminará mi imaginación.

EL INVIERNO SUAVE
“Va a ser largo, muy largo, este invierno”, dice el editor un momento antes de que llegue el camarero chino con los primeros platos. El escritor mira a su alrededor sin ver nada concreto. ¿El invierno? A él le está gustando este invierno, más que ningún otro que haya vivido. Ojalá tenga razón el editor y sea largo, muy largo, incluso eterno, el invierno suave, el suave invierno.

Y como el escritor del que hablo soy yo, intento apurar, beber, hasta la última gota de lluvia o viento o árboles desnudos, este invierno delicioso, en el que siempre he sido capaz de encontrar calor humano, cuando ha intentado golpearme el frío.


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Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
   
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos