TAL VEZ SERÍA
MEJOR NO SABER
Me ha sucedido ya varias
veces durante este invierno suave: llego a mi club -y
casi siempre lo hago de buen humor o al menos con la certeza
de que cuando termine de hacer ejercicio estaré
de buen humor- y me encuentro con un amigo u otro, inopinada
e inesperadamente triste o incluso cabreado. Y en cuanto
rasco un poco, indago el motivo de su tristeza o desconcierto
o indignación, encuentro que la respuesta tiene
nombre propio: Bárcenas, Urdangarín,
o el payaso con guantes de ladrón de turno; porque
una vez que saltan a la pista del circo mediático
payasos son, y no ya nunca más domadores ni funambulistas,
mucho menos aún leones o caballos. “Eso
te pasa por leer los periódicos, escuchar la radio
y ver al televisión”, suelo
decir con una sonrisa, intentando animarlos, hacerles
comprender que su estado de ánimo debería
depender de lo que suceda en su propia y pequeña
vida: la única que tenemos en realidad, y no de
la música cacofónica que nos rodea y cuyo
rumor, desafinado, llega incluso a personas como yo, que
siempre preferimos “Matar al padre”
la última novela de Amélie Nothomb,
o “Dos historias nada decentes”
narradas por el siempre sorprendente y genial Alan
Bennett.
Pero aún quienes preferimos la ficción -y
la preferimos porque podemos manejarla, elegirla y seleccionarla-
acabamos enterándonos de los desmanes del tesorero
del PP o del duque em-Palma-do. Me da un ardite Bárcenas,
me importa un bledo que Urdangarín sea honesto
o un chorizo: sólo era un tipo al que se pagaba
-y tampoco un sueldo brutal- por salir en la foto, y era
esbelto: daba bien. Más entretenidas, así
de lejos que es como ya las sigo, son las
aventuras del Borbón, cojones y figura
hasta la sepultura, pero tampoco lo descalifican como
Rey.
Son criados, todos ellos,
nuestros criados, y que roben es natural: no pasa nada
mientras no nos arruinen, podamos seguir comprándonos
zapatos y bistecs. El sueño, la aspiración
del sirviente o criado es y será siempre robar.
Miren el cine o las novelas o la Biblia: el buen ladrón.
Ahí están, jugándose las pelotas,
claro, y por eso sirven los ladrones para protagonistas
de películas o narraciones, porque si les pillan
sufren castigo ejemplar; no por ladrones, sino por torpes
que no saben robar con la bastante habilidad. No creo
que el PP o España estén arruinados por
culpa de Urdangarín o Bárcenas,
es indiferente
que el Rey se la casque en la soledad del cuarto de baño
o tenga una amante.
Pueden contarme, y cantarme,
misa, pero son cosas que no tienen demasiada importancia.
El común no dudaría en ponerle a Bárcenas
y Urdangarín un sueldo de 13
millones, si eso garantizara que su equipo de
fútbol ganase todas las semanas y a ellos no les
faltara nunca para cerveza, cuatro por cuatro y la letrita
del apartamentito o chalet.
Pero para las buenas gentes
que sufren y se entristecen por las aventuras de los Bárcenas
y Urdangarines, quizá sería mejor no ver
los telediarios ni leer los periódicos, jugar a
los Angry Birds o leer a Bennett
o a la Nothomb, comprender que a veces
no hay mayor sabiduría que lograr no saber.