PROPÓSITOS
DE
AÑO NUEVO
Hace no mucho, cuando yo era más frívolo
–las circunstancias me permitían disfrutar
del maravilloso juego de la frivolidad amparándome
en cualquier pretexto- si hubiese titulado una columna
con las palabras que he utilizado para enmarcar ésta,
probablemente me habría puesto a escribir una chorrada
tras otra:
Criar
patos y gallinas en mi habitación para así
ahorrarme tener que bajar al supermercado a comprar huevos,
cubrirme de sellos tras escribirme una dirección
lejana y exótica en la frente y meterme dentro
de un buzón de correos, aprender a moverme por
la ciudad (y por mi casa) a la pata coja -tanto con una
como con otra pierna- para que los zapatos me durasen
el doble y poder gastar lo ahorrado en patos y gallinas
o en sellos que pegarme al cuerpo antes de meterme en
el buzón de correo.
No es que esté mal
jugar con la imaginación, proponerse proyectos
tan absurdos que ni siquiera haya que molestarse en intentar
llevarlos en verdad a cabo. Porque casi peor, y eso creo
que no lo he hecho nunca, o al menos casi nunca, es la
tontería de voy a adelgazar o engordar, dejar de
fumar o viajar en coche para utilizar el transporte público;
porque ese tipo de propósitos tan comunes, y evidentes
para cualquier persona de buena voluntad y poco alcance
de miras, nacen con un problema de ritmo; de ritmo y de
cimientos. Se apoyan en la voluntad, en la buena voluntad
que he mencionado hace un instante; y el problema o fragilidad
que tiene la voluntad es la energía que requiere
para mantenerla erecta en todo momento. A cualquier fumador
se le ocurre dejar de fumar, en año nuevo o cuando
sea, y –como escribió Mark Twain-
“dejar de fumar es fácil, yo lo he hecho
muchas veces”; pero ¿cómo vas a seguir
sin fumar cuando la voluntad se vuelve flácida,
pierde su impulso inicial? Incluso las personas de gran
voluntad flaquean. Me atrevo a sugerir que un propósito
de año nuevo no debería sustentarse en la
voluntad, al menos no únicamente. Creo que es mejor
empezar cualquier tipo de cambio en un día no señalado
por el calendario –sobre todo por el externo; existen
mayores posibilidades de éxito si alguien decide
apuntarse a un gimnasio el veintidós de enero,
o el tres de marzo, que el treinta y uno de diciembre.
En navidad estamos todos un poco borrachos no sólo
de alcohol o excesos de comida, sino también de
deseo de cambio; hay que esperar que ese deseo se deshinche,
que pase el empacho, utilizar la cabeza y no sólo
el corazón y los testículos para lanzarse
hacia adelante.
El egoísmo bien entendido
suele ser inteligente, hasta el punto de que ni siquiera
parece egoísmo: que las personas que nos rodean
estén contentas y de buen humor, que se sientan
apoyadas por nosotros y que aplaudamos sus logros con
más entusiasmo que critiquemos sus defectos, es
una forma o camino o método para que nuestra existencia
sea más agradable; es fácil estar contento
cuando se está rodeado de personas felices y satisfechas
con sus pequeñas vidas. Ese es, en suma, mi propósito
de año nuevo: conseguir que quienes me rodean estén
–en la medida de lo posible- contentos.
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FELIZ NAVIDAD