LIBROS
Tengo más de veinte libros
encima de la mesa, a mi derecha, para que me sirvan de
inspiración y pretexto en esta columna que escribo
al ritmo de la música del genial y cínico
Richard Cheese (Ricardo Queso). Libros
en papel, por supuesto; y ese “en papel” y
ese “por supuesto” son importantes, de hecho
son el pretexto o motor de las palabras que ahora estoy
escribiendo con cierto esfuerzo (suena por los auriculares
People Equal Shit y cuesta
abstraerse para no seguir la letra). En papel y por supuesto;
sigo.
Hay suerte, porque no me va a dar tiempo a hablar de todos,
me noto caprichoso, contagiado por el sabor agrio del
señor cantante Ricardo Queso.
Pero hay suerte, insisto, porque el libro que corona la
torre uno de libros es el mejor –para mí
como lector- de la veintena larga. Se titula, atención
al dato, Mr Gwyn, y lo firma
Alessandro Baricco, de quien en su momento
me gustó mucho Seda,
no tanto o nada lo siguientes, pero que en esta ocasión
ha conseguido dejarme boquiabierto y fascinado, por lo
menos los cincuenta primeros capítulos, los dieciocho
últimos o no hacían falta o podrían
haber sido aún mejores; pero en cualquier caso
el libro es divino. Libro, libro. Y también es
buenísimo -vaya otra vez el brewer Herralde
y los caballos de Anagrama- El sentido
de un final, de Julian Barnes,
que con esta obra se coloca en cabeza del English
Dream Team en el año que ya cierra. Pero
aún me quedan mogollón de libros, asumo
que no voy a poder mencionarlos todos, a Marina
y su “bucle prodigioso” ni siquiera he llegado
a abrirlo, tampoco Karnaval de JF Ferré (Premio
H.)
Cambiemos de registro, señores, pasen por favor
y observen los cuatro bonitos libros que se ha marcado
Cátedra dentro de su colección
Letras Populares: las aventuras de Conan,
de Robert E. Howard (una tontería
por mi parte poner el nombre del autor, a la gente normal
le importará un huevo, lo único que vale
o interesa es Conan, el icono); lo contrario que sucede
con el siguiente: Chandler; el autor
es Chandler y son sus cuentos, pero aquí el título
es lo de menos y no lo pongo. Tampoco lo pondré
de los libros de Merino y Lew
en Cátedra. Y debería... bah, lo pongo,
Mishima: La escuela de carne
(buena traducción de Carlos Rubio). Se me acaba
el espacio, que agobio –estoy por telefonear a Juan
Emilio Ballesteros y pedirle página doble.
Pero no: comprimiendo, resumiendo y sintetizando. Mi amigo
Silva no contento con ganar el Planeta
(buenísima la novela, la mejor de la serie de Bevilacqua)
ha creado una editorial: Playa de Akaba,
y se estrena también como traductor con las cartas
de Thomas Edward Lawrence, más
conocido como Lawrence de Arabia.
Y me quedan trescientos caracteres para hablar de lo más
importante: Ipad, iPhone
4s y Exprime al máximo
tu iPad, tres fantásticos y exitosos
libros de Anaya multimedia sobre como encontrarle el clítoris
a las mencionadas maquinitas. Hasta la fecha, que yo sepa,
no hay ninguna App que te enseñe a leer a Cervantes,
Chandler o Puebla. El
papel –es importante y es por supuesto- sigue ganando
la batalla a pesar de lo que puedan indicar las apariencias.
PARA CONTACTAR MANDAR
UN MAIL A:
javierpuebla-arroba-javierpuebla.com
O LLAMAR AL TELÉFONO
(DE ESPAÑA)
Seis.Cinco.Nueve.Dos.Cuatro.Cuatro.Tres.Ocho.Y -finalmente-
Cero.
FELIZ NAVIDAD