EL REGALO DE NAVIDAD
PERFECTO
Hace ya muchos, muchísimos
años, que cuando se acerca la navidad le doy vueltas
a la cabeza con la esperanza de encontrar algo que vender
que a mí me dejase ganar algo de dinero –tampoco
es cuestión de hacerse rico- e hiciese feliz tanto
a quien lo comprarse para regalarlo como a quien lo recibiera
como regalo. Hubo un año, el dos mil tres, que
sí tuve en la mano un objeto: la jaula tarjetero
del Cazador de Cuentos, que a muchos dejó satisfechos,
pero tenía el defecto de ser un regalo un poco
caro, pues las vendía a cien euros. He pensado
en otras muchas cosas, las tengo apuntadas por ahí,
en libretas variadas, y no las escribo aquí y ahora
porque ni las recuerdo demasiado bien ni me parece oportuno
compartirlas antes de haberlas realizado.
En cualquier caso me atrevo a afirmar que este año
sí que tengo el regalo perfecto, el que hará
feliz a quien lo compre y regale y a quien lo reciba como
regalo. En primer lugar es muy barato, nueve con noventa
y cinco euros, algo que en Europa en el año dos
mil doce se agradece y es adecuado. En segundo lugar puedo
permitirme hacer descuentos del veinte o hasta el veinticinco
por ciento, si alguien me compra varios; porque soy el
propietario. En tercer lugar se trata de un producto lo
bastante amplio y elegante para que pueda gustar a cualquier
persona: eso ya está comprobado. Y en cuarto y
último lugar sólo yo puedo darle un plus
al objeto y convertirlo en individual y mágico.
Mi regalo de navidad perfecto es un libro pequeño,
de tapas rojas, titulado Pequeñas historias africanas.
En su interior hay diecisiete relatos que dibujan lo que
siente un hombre blanco, una persona occidental, cuando
el destino lo obliga o empuja a vivir en África.
Tardé cuatro años en dejar esos relatos
en su punto exacto, y además lo hice allí:
en África, donde el tempo es diferente. “Es
muy agradable de leer” es la crítica que
con más frecuencia he escuchado, y aunque ha habido
otras más entusiastas, e incluso entusiasmadas,
me basta con ese: “es muy agradable de leer”,
porque indica que es un libro accesible para cualquiera.
Pero la clave, la guinda que convierte el dulce en el
regalo de navidad perfecto, son las dedicatorias. Me precio
de hacer, ser capaz de hacer, dedicatorias especiales,
dardos que aciertan con facilidad natural en el corazón
de la diana, y ahí está el último
truco, recurso definitivo, que lo convierte en insuperable
como regalo. Con una línea soy capaz de hacer lo
que los antiguos escribanos que redactaban cartas para
enamorar a doncellas o caballeros. Pero yo aún
llego más lejos, o –perdón- me quedo
más cerca. Al portero de tu casa, a un amigo, a
un compañero de trabajo... sólo necesito
unos minutos con el regalador para saber cual es el hilo
más valioso que le une con quien va a recibir el
regalo.
No me haré rico, ya lo he dicho al principio, es
un objeto demasiado artesanal, que no puedo industrializar
porque necesita, y necesitará siempre, el toque
final de mi mano. Pero por una vez en la vida tengo el
regalo de navidad perfecto y voy a utilizarlo, y disfrutar
mientras lo hago.
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FELIZ NAVIDAD