LOS PADRES DE
LORENZO SILVA
Siento especial afecto por Juan y Paquita, los padres
de mi muy buen amigo Lorenzo Silva, quizá
el único verdadero entre todos los escritores que
frecuento y conozco (son muchísimos).
A Lorenzo le conocí días antes de que ganase
el Nadal, el último momento posible para conocerlo
y poder ser verdaderamente amigos. A sus padres los vi
por primera vez años después, en la entrada
del Círculo de Bellas Artes; Silva acababa de ganar
el Premio Primavera y yo, empático como soy, estaba
casi más contento que él. Así que
me presenté saltando, mentalmente saltando, a su
madre, que manejaba su contento infinitamente mejor que
yo y me dijo una frase que jamás he olvidado: “Lorenzo
es un corredor de fondo”. Un corredor de fondo,
que difícil para un esprinter como yo, he nacido
así, hacerme colega de un corredor de fondo; pero
ambos –creo, habría que preguntar a Lorenzo-
lo hemos conseguido. Y en gran parte gracias a aquella
frase reveladora de Paquita su madre, pero también
a la sinceridad y capacidad de conversación de
Juan, su padre. A ambos les he visto, desde aquella primera
vez muchas, muchísimas veces. En momentos buenos,
Lorenzo Silva es un especialista en crearlos, y también
en momentos malos: la vida no perdona ni siquiera a los
más maravillosos de sus hijos. Volví a verlos
en el viejo y elegante Hotel Ritz de Madrid hace unos
días con motivo de la presentación de ¡nada
más y nada menos! que el premio Planeta; Lorenzo
lo había logrado de nuevo, hacer bingo, el gran
bingo. Y allí estaban Juan Silva y Paquita Amador,
contentos y tranquilos. Les pedí permiso para fotografiarlos;
al fondo de la imagen, en pequeño -pero brillando-
estaba su hijo. Siempre he pensado que eran los padres
perfectos, que Juan es un maestro natural de la dialéctica
y que ella tiene una imaginación fuera de lo común
de la que sin duda el gran escritor que es mi amigo siempre
se ha nutrido; y –también siempre- los he
visto apoyar incondicionalmente a su hijo. Aunque quizá
eso sea fácil siendo padre de alguien como Lorenzo
Silva, contantemente impecable e incansable, en el colegio,
en la universidad, en su tiempo como ejecutivo, en el
mundo literario. Los tipos como yo, sólo capaces
de eventuales y -quizá magníficos- sprints,
supongo que somos mucho más difíciles de
querer y aceptar como hijos; no me quejo, aunque hubo
un tiempo que intente -sin conseguirlo- emular a Lorenzo,
convertirme en un corredor de fondo, ser capaz de hacer
siempre, o casi siempre, lo correcto. Vuelvo con Juan
y Paquita, Lorenzo al fondo rodeado de periodistas, sufriendo
y disfrutando el efecto del éxito, y me siento
contento, honrado, de haberlos conocido, de que todos
ellos, los padres y el hijo, no sólo acepten mi
afecto inestable y a veces falto de aliento, sino que
tengan la generosidad, la calidad impagable, de responderme
con el suyo.
Lorenzo Silva ha ganado el premio Planeta, con justicia
y merecimiento. Pero también se ha ganado mi amistad
y respeto a lo largo de los años, y –perdón
por la inmodestia- les aseguro que eso es mucho más
difícil de lograr que ningún premio.
javierpuebla-arroba-javierpuebla.com
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