JAVIER MARÍAS:
CONTRAPREMIO
Atraviesa la Puerta del Sol haciendo volatines,
como cuando era adolescente y el protegido y predilecto
de Juan Benet, aquel tiempo en el que
podía reírse de todo y de todos y hasta
era capaz de alargar la mano o poner la gorra para recoger
las monedas que el público fascinado le lanzaba
para premiar sus piruetas de genio. Atraviesa la Puerta
del Sol, y ya entra en la calle Alcalá camino del
Círculo de Bellas Artes, donde recibirá
su contrapremio Javier Marías,
sin dejar de hacer volatines con el pensamiento, echando
humo
por la boca, fumando satisfecho, la camisa blanca, la
chaqueta negra, el alma mezclada con el viento; nubarrones
grises correteando por el cielo.
Atraviesa la puerta de cristal que se abre al sentir su
presencia y entra en el Círculo de Bellas Artes,
su generoso vestíbulo, para dirigirse a la sala
que llaman “salón Ramón Gómez
de la Serna” donde le espera la prensa, el gran
volatín, la alegría del juego; monedas cayendo.
Sus editores también hacen volatines, con los números
que vendrán después de lo que está
sucediendo, presumiblemente serán ellos quienes
habrán pagado el alquiler del Salón Ramón
–la ingeniosa greguería de recibir un contrapremio.
El público, la masa, las buenas e ingenuas personas
que compran libros y hasta los leen con devoción
y respeto, jamás se enteran de quien es el ganador
del premio nacional de literatura. ¿Qué
puñetas es eso? Pero ahora los periódicos
y las televisiones y las radios y las nubes virtuales
gritan, corean, susurran, desprecian o aprueban a Javier
Marías, y al hacerlo logran que el premio nacional
de literatura exista, que algunos se enteren que el ganador
del año pasado fue Marcos Giralt.
Pero ya ha comenzado la rueda de prensa y el volatinero
despliega una alfombra de papel blanco en la que ha dibujado
la trayectoria de su vuelo, amable y educado, desafiante
y fanfarrón; adolescente no eterno pero sí
otra vez esta tarde y durante un momento.
Se ríe Marías, Javier Marías, por
dentro, y los ojos le brillan satisfechos, tras haber
amagado el golpe muchas veces, provocando, como una mujer
que cruza y descruza las piernas bajo una falda pequeña
y estrecha: “No aceptaré ningún premio
que venga del estado, no voy a dar conferencias en los
Cervantes, no...” Se cruzan y descruzan las piernas
literarias de Javier Marías bajo la minifalda intelectual,
hasta que incluso los asexuales mentales se ponen cachondos,
tan cachondos que quieren meterle mano, mirar o comprobar
si bajo esa minifalda intelectual hay huevos. Pagarán,
le darán un premio ¡Necios! Les echa el humo
de su cigarrillo a los ojos el adolescente volatinero.
Os he ganado, habéis caído en mi red. Estoy
vengando a mi padre, y a Eduardo Mendoza,
también a Benet y a Hortelano.
Las manos quietas. Yo sólo abro las piernas para
quien quiero y cuando quiero y donde quiero. Pero os agradezco
el premio, lo necesitaba para negarme y negaros; negarme
a recibirlo y negaros el derecho a integrarme en vuestro
juego.
Atraviesa el vestíbulo, la callé Alcalá,
la Puerta del Sol, y vuelve a casa Javier Marías;
feliz contrapremio.
javierpuebla-arroba-javierpuebla.com
Seis.Cinco.Nueve.Dos.Cuatro.Cuatro.Tres.Ocho.Cero.