CANSANCIO
Es al día siguiente cuando lo noto,
soy consciente de lo cansado que estaba. Al coger el coche
recuerdo la lentitud de mis reflejos del día anterior
y me cruza por la mente la idea de que fui un insensato
al sentarme tras el volante: insuficientes las fuerzas
y la velocidad del pensamiento. Supongo que es normal,
que precisamente el cansancio es difícil de detectar
cuando está sucediendo. ¿Y por qué
estaba cansado un día en el que prácticamente
no había hecho nada?
Porque el día anterior me había exprimido
al máximo; aunque mereció la pena, desde
luego. Y además como guinda de la jornada por la
noche salió en las noticias mi amigo Lorenzo
Silva: con el premio Planeta
entre las manos. Yo no había hecho nada tan espectacular;
lo mío ese día, en comparación, fue
muy pequeño. En el Canoe Club,
con la ayuda del generoso agitador cultural Juan
Corredera, había ido convocando durante
más de una semana a antiguos y nuevos amigos, compañeros
de colegio, navegantes del Facebook,
tripulantes de barcos y aventuras de otros tiempos, para
invitarles a la presentación de los tres nuevos
libros que presentaba Haz Milagros Ediciones,
uno de los cuales lo firmaba yo mismo para inaugurar la
colección de bolsillo. Pero las estrellas debían
de ser mis brillantes pupilos: Agustín
Lejarreta Lobo y Ester Penas González;
fue la segunda quien logró vender más libros,
y también quien convocó más personas
al acto. La sala del Canoe Club es enorme, en ella caben
más de cien sillas, pero había gente incluso
de pie y sentada en las escaleras. Mucha gente, a pesar
de que no llegué a emplazar a todas las personas
que me habría gustado hubiesen estado allí;
pero me fallaron las fuerzas. El cansancio se estaba gestando,
por supuesto.
Al día siguiente, el día en que si me hubiese
funcionado normalmente la cabeza ni siquiera habría
cogido el coche, no abrí al ordenador; de hecho
hasta hoy, cinco días después, no lo he
abierto. No he visto correos, imagino que habrá
muchísimos, ni realizado ningún trabajo:
al menos no ninguno que requiriera el uso de la pantalla
y el teclado. Quizá cuando termine de escribir
estas palabras... vuelva a cerrar la máquina y
deje para mañana, que ya estaré más
descansado, el baile delicioso –pero que tanta energía
requiere- de los agradecimientos y los afectos.
Miro hacia atrás y surge la fácil pregunta
de si ha merecido la pena, ha sido rentable, el esfuerzo.
Económicamente, confieso, no demasiado. Pero humanamente...,
mañana volvería a hacerlo. Estaban todos
tan contentos. Los brillantes y noveles escritores, sus
familiares y amigos, mis familiares y amigos y conocidos,
e incluso quienes habían acudido porque habían
visto el anuncio de la presentación en algún
sitio. Los días siguientes aún seguí
recibiendo llamadas de teléfono, felicitaciones
de los miembros del Canoe Club con los que me cruzaba
cuando acudía a cumplir el rito diario de la natación.
Hoy, ya solo con mi pequeña familia, los he mirado
para comprobar que ellos también se sentían
contentos. Me gusta mucho, muchísimo, poder sentir
a mi alrededor un pequeño mundo satisfecho; contento.
javierpuebla-arroba-javierpuebla.com
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