TIEMPO DE GUERRILLA
Ya no hay subvenciones para
rodar películas, ni siquiera para
escribir guiones; el ministerio de cultura otorga cinco
becas anuales de treinta mil euros, con la precisión
de que dos deben de ser para los catalanes y otros dos
para los canarios, es decir: que sólo queda uno
para el resto de los creadores del resto del país
llamado España. ¿Si Cataluña consiguiese
la independencia habría tres becas en lugar de
una para el resto? Las televisiones han dejado de apoyar
al cine, comprar las producciones antes de que se realicen;
y con las series comienza a pasar siete octavos de lo
mismo. Mis no muy numerosos, pero sí muy apreciados,
amigos cineastas sufren de zumbidos en el oído
llamados tinnitus, depresiones más o menos leves,
alcoholismo creciente, regresos a los puestos que aprobaron
por oposición en uno u otro ministerio. Y todos,
o casi todos, se vuelven hacia mí, que estoy acostumbrado
a no recibir subvenciones, que hace más de diez
años no me permito siquiera sentarme en una terraza
para tomarme una cerveza para así alargar mi tiempo
de libertad: de pensamiento y movimiento. Como un guerrillero,
aprovecho mi pequeñez y agilidad para moverme como
el diablo, estar donde nadie lo espera con la historia
preparada en una tarjeta de visita o en los labios o en
la memoria y contarla, imprimirla, distribuirla una a
una, con humildad; y una sonrisa.
Porque
la clave de la guerrilla está en la sonrisa, la
haces por que quieres hacerla, no como una pieza o engranaje
de un mecanismo mucho más grande, que se mueve
–lo desee o no- cuando le toca; y si no se mueve
es remplazada. Para mí, y lo he repetido unas cuantas
veces, no existe la crisis. Tampoco para el banco de Santander
o para Inditex; quizá porque son
empresas dirigidas por guerrilleros. ¿Qué
es difícil publicar? Claro. Y para evitarles el
sufrimiento a mis alumnos-escritores a quienes llamo tripulantes,
cree una editorial y la llamé Haz Milagros.
El lunes quince de octubre, día de Santa Teresa,
presentaré en mi club, en el Canoe, dos libros
magníficos, Gui-ller-mo,
firmado por Agustín Lejarreta Lobo,
y El exotismo ilustrado de Ester
Penas González, alias Fetiche, y –como
practico la guerrilla- también
uno mío, inaugurando una nueva colección
de bolsillo. Es mi libro más humilde pero también
el que más ejemplares ha vendido hasta la fecha:
Pequeñas historias africanas;
puro arte de supervivencia y guerrilla:
Te alquilo mi uniforme de poli, primo, para que te
saques unos cefas poniendo multas el finde a los blanquitos.
Guerrilla, por supuesto, es manifestarse ante el
congreso de los diputados, protestar contra los abusos
del poder o intentar forzar el cambio en el sistema político.
Pero guerrilla es también ser creativo, editar
tus propios libros, venderlos en persona en las librerías
o en los cafés o en la calle, hacer películas
con el móvil, aguantar en tu propio centro sin
venderse a la blandenguería de las comodidades.
Y también guerrilla es saber crecer sin atrofiarse,
como lo han hecho Ortega o Botín
o Herralde o Lara, o
–si me toca en el futuro- sabré hacerlo yo
mismo.
javierpuebla-arroba-javierpuebla.com
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