JAVIER PUEBLA

                     

SEMILLAS (¿O RELAMPOS?)

 

Se denomina “semilla” en literatura a la creación quintaesenciada, válida como lectura por sí misma y susceptible de ser origen de nuevas y muy diversas obras al ser plantada. A la semilla, también se la ha denominado, por influencia del inglés o peso de la tradición filológica, minificción, minicuento, microrrelato, cuentocuántico y de otros muchos modos, siendo mi favorito, después del utilizado para titular este artículo, relampos, por la similitud en latín de las voces relatus, y relámpago, relampadare. En cualquier caso, y se denomine como se denomine, siempre nos estamos refiriendo a narraciones que hacen la misma función que los bombones en la comida o los perfumes en el universo del olfato. Son textos breves, intensos, quintaesenciados.
Escribo semillas desde antes de cumplir los dieciocho años, aunque en aquella época prefería no ponerles nombre, no titular los textos, y entiendo que -amén de una manifestación artística- corresponden a un tipo de personalidad y también a un estado de ánimo. Un novelista nato, como Cervantes, o forzado, como Joyce, puede estirar una idea hasta ahorcarse con ella o convertirla en un columpio o en un puente trenzado tendido sobre un abismo antes jamás superado. Un relampista..., relampista suena más bonito y sugerente que sembrero (excepto, naturalmente, si el sembrero utiliza o lleva sombrero); un relampista, como escribía antes de distraerme jugando con las palabras y las letras, vuelvo a distraerme, perdón, un relampista es capaz de dibujar a Don Quijote en diez, o tres, líneas, a Molly Bloom en un fogonazo, concentrar el horror de una guerra o de un asesinato o de una historia de amor en una sola frase larga y flexible como un látigo. Considero una amputación el hecho de que un cazador de cuentos o cualquier otro tipo de creador literario se limite únicamente a escribir novelas o relampos, y aunque la amputación fue muy útil a Borges para labrarse una fama siempre he preferido -es un afecto personal- la mayor desvergüenza de Cortázar, autor de un precioso relampo que voy a reescribir a continuación, sin demasiada fidelidad a la letra del original, pero sí a su espíritu. Lo tituló el gnomo alto Cronopio y flor, y en esta versión suena así:

“Sucedió que un cronopio se encontró con una flor en el campo, tan bonita que deseó arrancarla. Pero no. ¿Matarla? Mejor jugar con ella. Y así la sopló, le acarició los pétalos, le contó una canción y la cantó un cuento, bailó para entretenerla, y al final, agotado, cayó dormido a su lado. La flor observó al cronopio, preocupada, dándole sombra con sus pétalos: era como una flor y cualquiera podría pretender arrancarlo”.

Curiosamente este artículo iba a tratar sobre un libro, el número 703 de la colección Letras Hispánicas de Cátedra, que se pretende, y es un buen intento, como una Antología del “relampo” español entre 1906 y 2011 - El cuarto género literario, realizada con inteligencia y esmero por Irene Andrés-Suárez, pero me he dejado llevar por el placer de escribir, por el juego y la ceguera que produce el contacto con semillas ¿o relampos?

 

De los muchos e interesantes relampos que encontré en la antalogía de Irene Andrés-Suarez el que me pareció más brillante y original, por su capacidad de glosar una vida entera en cuatro palabras y dos cifras, fue el siguiente:

JOSÉ ANTONIO MUÑOZ ROJAS
(Antequera, Málaga, 1909 - Mollina, Málaga, 2009)

Más tarde descubrí que no se trataba, al menos no intencionadamente, de un relato, sino de la portadilla para los cuentos escritos por Muñoz Rojas. Pero aún después de advertir mi error me siguió pareciendo un logro, ¿qué importa que sea involuntario?, como relampo.

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos