EN BUSCA DE UNA PEQUEÑA
FELICIDAD
Francesco
Piccolo publicó en Italia en el 2010 Momenti
di trascurabile felicità, que ahora
ha publicado Anagrama como Momentos de inadvertida
felicidad. Se trata de una obra especialmente
oportuna para el momento actual en el que el pesimismo
y la desilusión parecen haberse apoderado de los
corazones y las mentes de los hasta hace poco siempre
felices habitantes del mundo occidental; este libro nos
recuerda que basta con afilar y afinar la mirada para
advertir que hasta el más torturado y triste de
entre nosotros tiene a su alcance, cada día, pequeños
momentos de inadvertida felicidad. Técnicamente
nos enfrentamos con 148 páginas de relatos y microrrelatos
sin titular, amalgamados por la búsqueda y el encuentro
de esos instantes en los que el mundo se detiene, nos
quedamos colgados en plena pausa (que diría Iván
Zulueta) y formamos sin darnos cuenta, inadvertidamente,
parte de un cuadro de Edward Hopper o
somos protagonistas, sin cámaras que lo certifiquen,
de una escena de Nanni Moretti o Federico
Fellini, porque la tesis de fondo que sostiene
esta obra deliciosa y peculiar es que la felicidad puede
encontrarse incluso en situaciones en las que le está
vedada o prohibida la entrada a la propia felicidad.
“Cuando viene la fiebre”,
“Cuando se va la luz, luego vuelve, y todos los
relojes digitales de la casa parpadean indicando que son
las cero punto cero (00:00)” “Cuando el expendedor
automático, por fin, después de varios intentos
y alisados del billete se lo traga y escupe el producto
deseado”.
La clave de esos “pequeños momentos de felicidad”
reside en el control y doma del propio miramiento personal,
en lograr destilar y separar lo dulce de lo amargo, e
incluso -y es maestría- en saber disfrutar de la
amargura: del café sin azúcar, del chocolate
que contiene noventa y nueve por ciento de cacao. Porque
¿a quién le gusta que entre un operario
en su casa a reparar algo? A Piccolo, y a cualquiera,
después de leer lo que voy a copiar.
“Hombres que cogen la caja de herramientas, la escalera
o el taladro eléctrico, y permanecen en silencio
durante horas, canturreando cada tanto alguna canción
con un clavo en la boca -y nunca se lo tragan- sin rendirse
hasta que han terminado; no les gusta dejar las cosas
a medias. ¿Y si les falta un clavo o una llave
inglesa de cualquier tipo? Saben adónde ir, qué
tipo de preguntas hacer, y regresan con esos paquetitos
adorables cuyo envoltorio está hecho con papel
de periódico, que abren para enseñarnos
un montón de clavitos sólidos y distintos.
En esa caja de herramientas tal vez se encuentre lo indispensable
para vivir una vida feliz. Me gusta pasar horas mirándolos,
y me gusta no ser uno de ellos”.
Aunque en la contraportada se hace referencia a Je me
souviens de Perec y a las leyes de Murphy,
a mí este libro me recuerda a Bartleby
y compañía de Vila-Matas,
que lograba una mirada leve y profunda sobre el mundo
literario, como también la logra Piccolo sobre
la vida cotidiana en este libro que alegrará la
vida a cualquiera que pasee la mirada por sus páginas;
pequeña felicidad.