SIEMPRE LLUEVE EN SEMANA SANTA
Hace ya ocho días que Madrid, Mad Madrid, se ha
transformado en una ciudad deliciosa. No hay gente por
las calles, puedo aparcar con “El Duro” (mi
viejísimo Volvo) en la puerta de cualquier cine
o restaurante y además –en cuanto se fueron
los malditos habitantes de mi ciudad- comenzó a
llover; como siempre sucede en Semana Santa, caiga en
marzo o a finales de abril. ¡Qué extraño
que una fiesta religiosa rija los biorritmos de un país
que presume de laico! Lo razonable sería que las
fiestas laborales estuviesen organizadas como las calles
de Nueva York, rectas y por números. Las vacaciones
estivales, aún las más largas en general,
se justifican por el calor (¿de qué se sorprende
nadie que en África subsahariana la gente no tenga
interés en trabajar nunca?), y las vacaciones de
navidad se amparan en el giro del calendario: acaba un
año y empieza otro. Pero ¿las de semana
santa? No tienen ningún sentido en un país
laico; aunque bien pudiera ser que España no sea
un país laico en absoluto aunque lo diga la constitución.
Las leyes deberían nacer, es su origen (derecho
romano) de la costumbre, y no al revés. Sucede
con lo de llevar los perros sueltos o atados; hicieron
una ley para convertir en obligatorio el uso de la correa
pero yo veo perros corriendo –y ladrando a los niños
y mordiendo a otros perros y amenazando a desconocidos-
todos los días; no sólo en El Retiro o el
Parque de Roma, también en Huertas Street,
en pleno centro de Mad Madrid. Con los cigarrillos supongo
que acabará pasando lo mismo; es una ley no inspirada
por la costumbre ni amparada por ella, aunque en este
caso viene impuesta por la colonización cultural
yanqui. Ya se ha escrito demasiado sobre eso, paso de
cargar más el carro. Porque yo estaba con que...
... es Semana Santa y llueve,
como siempre en Semana Santa, y Mad Madrid se ha vuelto
una ciudad deliciosa en lugar del conglomerado asfixiante
y tóxico que suele ser el resto del año.
Mi mujer y el niño están en Murcia, allí
aunque no quieras ves pasar las procesiones (en Mad Madrid,
excepto si eres Javier Marías,
ni te enteras). Voy totalmente a mi aire, lo que me hace
sentir muy feliz. Escribo una novela más –tengo
inéditas más de una docena, y me molesto
muy poco en enseñarlas, incluso las que podrían
ser best-sellers (las que siempre quieren los editores,
hasta los más enrrollados)- porque a mí
lo que me gusta es la acción, el hecho de escribir,
publicar... bah. Claro que si no se publicase no tendría
al lado del ordenador LA MANCHA NEGRA de Manuel
Sánchez-Dalama, XIV Premio Ciudad de Badajoz
que –sorprendentemente- está muy bien; el
Badajoz también sirvió para descubrir a
Ignacio del Valle y su excelente EL ARTE
DE MATAR DRAGONES. Y también está Sarah
Waters, EL OCUPANTE, y un libro llamado MARIPOSAS
de Helena Cosano, con quien ayer me estuve
tomando un batido de chocolate en el piso superior de
Bruins, mi cafetería heladería preferida
en la Ciudad; charlábamos y mirábamos la
lluvia caer al otro lado del cristal sobre el asfalto
de las calles de Mad Madrid, donde siempre llueve... en
Semana Santa.