PREMIOS 
                        LITERARIOS
                      
                         Me 
                        llega un correo de Raúl García, 
                        el jefe de prensa de Alianza Literaria, en el 
                        que leo que Jesús Ferrero ha ganado 
                        el premio Fernando Quiñones de 
                        este año. Creo que Jesús Ferrero es el escritor 
                        más amado, al que más deseamos admirar al 
                        menor pretexto, por todos los escritores más jóvenes 
                        que él. Belver Yin, aunque sólo 
                        sea por el título perfecto, es una obra que ha 
                        quedado grabada, con mayor o menor fidelidad, en nuestras 
                        memorias. Por una parte, desde luego, me alegro. Me alegro 
                        por Jesús y me alegro por el premio, que suma a 
                        su excelente palmarés -destaco a Juana 
                        Salabert y a Mariano Antolín Rato- 
                        el nombre de un escritor que fue “la gran esperanza 
                        blanca de la literatura española” (si se 
                        me permite el símil boxístico). Pero también 
                        me preocupa que el Quiñones lo haya ganado Ferrero, 
                        se haya presentado siquiera al premio. Ferrero es, o debería 
                        de ser, tan grande como Javier Marías 
                        o Marsé; y en Siruela, 
                        la editorial más deliciosa que conozco, le estaban 
                        mimando, publicando toda su obra. ¿Qué ha 
                        pasado? ¿El adelanto ofrecido por la nueva novela 
                        no era suficiente?
Me 
                        llega un correo de Raúl García, 
                        el jefe de prensa de Alianza Literaria, en el 
                        que leo que Jesús Ferrero ha ganado 
                        el premio Fernando Quiñones de 
                        este año. Creo que Jesús Ferrero es el escritor 
                        más amado, al que más deseamos admirar al 
                        menor pretexto, por todos los escritores más jóvenes 
                        que él. Belver Yin, aunque sólo 
                        sea por el título perfecto, es una obra que ha 
                        quedado grabada, con mayor o menor fidelidad, en nuestras 
                        memorias. Por una parte, desde luego, me alegro. Me alegro 
                        por Jesús y me alegro por el premio, que suma a 
                        su excelente palmarés -destaco a Juana 
                        Salabert y a Mariano Antolín Rato- 
                        el nombre de un escritor que fue “la gran esperanza 
                        blanca de la literatura española” (si se 
                        me permite el símil boxístico). Pero también 
                        me preocupa que el Quiñones lo haya ganado Ferrero, 
                        se haya presentado siquiera al premio. Ferrero es, o debería 
                        de ser, tan grande como Javier Marías 
                        o Marsé; y en Siruela, 
                        la editorial más deliciosa que conozco, le estaban 
                        mimando, publicando toda su obra. ¿Qué ha 
                        pasado? ¿El adelanto ofrecido por la nueva novela 
                        no era suficiente?
                        En cualquier caso el triunfo de Ferrero, su necesidad 
                        de un premio de modesta dotación económica, 
                        creo que son 18.000 euros, es significativo de como funciona 
                        la literatura española de calidad en el mercado 
                        literario. Mal, funciona mal. Y una de las pocas opciones 
                        que se deja a los escritores de raza para sobrevivir es 
                        la de los premios, premios que, como en el caso del Quiñones 
                        paga un ayuntamiento. No es que me parezca mal, al contrario, 
                        es el único modo de retribuir a buenos escritores 
                        como se merecen, pues el mercado no es capaz de hacerlo. 
                        Los escritores españoles de calidad n son negocio. 
                        Y la prueba la tenemos en el último premio mítico, 
                        de absoluto prestigio, que queda en las letras españolas, 
                        me refiero naturalmente al premio Herralde, 
                        que este año ha ganado Martín Caparrós, 
                        con Los Living. Herralde, que 
                        no sólo es nuestro mayor editor sino una referencia 
                        para toda Europa, sabe que en Francia o Alemania se vende 
                        mejor a un argentino, o a un peruano o a un chileno, que 
                        a un español. Los hispanoamericanos son más 
                        "extranjeros", más exóticos. No 
                        es que aquí no haya voces únicas y formidables, 
                        las hay. Hay grandes voces en la literatura española, 
                        pero nadie -y duele- parece saber encontrar el medio de 
                        hacer que funcionen sin ser aplastadas por la idiosincrasia 
                        de nuestro mercado. Quizá por eso nacen pequeñas 
                        editoriales casi cada día, quizá por eso 
                        hasta yo mismo he creado la mía: Haz Milagros 
                        ediciones, y hasta convocado un premio: el Gavia 
                        Blanca de Narrativa, que en su primera edición 
                        ha ganado Amparo Baliño, con EnRedes. 
                        
                        Cuando vivía en África, Dakar, me enfrentaba 
                        en el espejo con un tipo que enseguida comprendió 
                        no podía remediar todos los males del continente 
                        negro, pero sí algunos, y por eso yo le decía, 
                        cada día, en África, a mi reflejo, ¡haz 
                        milagros! Haz milagros, Javier Puebla, 
                        haz milagros, lector. Hagamos todos juntos, de vez en 
                        cuando, pequeños, humildes y maravillosos milagros.
                        Felicidades a Jesús Ferrero, 
                        a Martín Caparrós y a Amparo Baliño 
                        por sus premios, y también a Leticia Sánchez 
                        Ruiz y Alfonso Domingo, los 
                        ganadores del  Ateneo de Sevilla 
                        de este año. Un premio que publica Miguel 
                        Ángel Matellanes con un mimo especial, 
                        y que descubre y promociona autores siempre. 
                         
                      