JAVIER PUEBLA

                     

MICHEL HOUELLEBEQ, AÚN REBELDE

Soy de la opinión que para valorar un libro o un lugar o incluso a una persona es necesaria cierta distancia, porque la célebre frase hecha, o lugar común, que reza que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, lo cierto es que no tiene en cuenta un matiz muy importante: el pasado que se olvida. Sólo se recuerda lo muy bueno o muy malo, o lo que sin ser bueno o malo nos impacto de forma indeleble: una frase que se tarda años en asimilar y queda grabada a fuego en las profundidades de nuestro cerebro, las primeras veces: que se ama o se besa o se visita París o se publica un libro. Ha pasado bastante tiempo desde que mi bien amado escritor francés, el alegre cabrón francés como le llamé cuando publicó La posibilidad de una isla, sacó su primer libro al mercado: Ampliación del campo de batalla, por aquel entonces tenía treinta y seis años y aún no había doblado la esquina del tiempo vital para el que está programado el ser humano; cien años es el tiempo, más o menos, máximo y previsible, y por lo tanto hasta los cincuenta puede soñarse que se tiene más futuro por delante que pasado por detrás. Y antes de cumplir la cincuentena Houellebecq hizo excelente uso de esa situación o posibilidad de futuro más largo que el pasado. Tanto Las partículas elementales como Plataforma, sus dos obras más conocidas y celebradas y vendidas, revelan a un creador que siente aún tiene mucho tiempo por delante; aún podría dejar de ser rebelde en cualquier momento y hasta conseguir el más celebre premio de las letras francesas, el Goncourt; porque hacerse con semejante galardón antes de los cincuenta es fosilizarse en vida. Sin embargo ya en la anterior novela, La posibilidad de una isla, demasiado ambiciosa y por lo tanto no plenamente lograda, Michel ventea la proximidad de la esquina en donde la vida comienza ya su segunda y última mitad. ¿Qué escribiría cuando llegase al doblar esa esquina? Es algo que siempre me interesa en todos los creadores, cuando ya han conocido más o menos el mismo número de personas muertas que vivas, y por eso esperaba con curiosidad, aunque sin impaciencia, el “nuevo Houellebecq”, y me pareció una señal significativa que hubiese ganado ya, nada de retrasarlo ni un solo minuto más, el Goncourt. Iba a encargar la novela a un colega viajero, me apetecía tener un ejemplar comprado en París por puro fetichismo, cuando por pura casualidad me crucé con Jorge Herralde y nos pusimos a hablar de Houellebecq.
-Ha vuelto a casa, lo publicamos nosotros.
Un libro comprado en París tiene cierto encanto fetichista, pero un libro editado por Herralde es -siempre- un objeto de poder. No encargué la novela y esperé a la edición de Anagrama. En cuanto salió “lo dejé todo” para leerla, pero preferí no opinar, quería dejar pasar el tiempo. Y creo que ya han sido suficientes meses. El mapa y el territorio es obra que deja huella, porque Houellebecq, aún después de haber pasado la esquina de los cincuenta, aún se atreve a ser rebelde, y se burla de lo único que aún le espera con seguridad absoluta en el futuro: la muerte, su propia muerte.

 

....

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos