JAVIER PUEBLA

                     

LUIS ALBERTO DE CUENCA

ENTRA EN LA ACADEMIA


Lorenzo Silva+tricornio-Guardia-Civil. Foto by Fénix, ilustración The Monjas. Copyright.Y por fin llega el día tan largamente anunciado: mi amigo Luis Alberto leerá su discurso Historia y poesía y entrará a formar parte -tomará posesión de la plaza de número- de la Real Academia de la Historia. En la invitación historiada y solemne se nos conmina, de forma sutil, a asistir vestidos de manera correcta. Mi primera idea es sacar de su funda alguno de los trajes grises o azul marino que utilizaba a diario cuando era agregado comercial, pero llegado el último momento me conformo con una blazer, una camisa más o menos elegante y una corbata alegre, pero no estridente. En el estrado es obligatorio uniforme, frac o chaqué. El acto es a las siete -a las siete de la tarde de un domingo- y estoy en la puerta de acceso situada en Amor de Dios con casi veinticinco minutos de antelación. Cometo el error de no tomar asiento y jugar -endémico incurable- a enredar un poco; apenas diez minutos. Tiempo suficiente para que no quede un solo asiento en la planta baja y verme obligado a subir a la platea. El poder de convocatoria de Luis Alberto de Cuenca es impresionante.
Como impresionante y hermoso -y también emocionante- es su discurso, que a la salida del acto se nos entrega a todos impreso y encuadernado. Disfruto con la sabiduría y el magnífico saber estar de mi muy querido amigo, especialmente con la versión realizada por el poeta de Esperando a los bárbaros de Constantino Cavafis. Pero no menos brillante, e incluso más entretenida pues está perlada de humor y finísima ironía, es la contestación al discurso que hace Francisco Rodríguez Adrados. Mientras escucho y miro y pienso me asalta la idea de que “allí hay una película”, de que sería una base magnífica para un largometraje el baile de solemnidad e inteligencia que en el cine tan bien han sabido explotar o utilizar los anglosajones. Los españoles no somos especialmente duchos en el arte de hacernos propaganda a nosotros mismos.
Cuarenta minutos dura el discurso y cuarenta minutos dura la respuesta. Y luego todos los asistentes, más de un centenar, acudimos a abrazar y felicitar al flamante académico, a admirar la pequeña medalla que cuelga de su cuello, a compartir su satisfacción indudable: él, siempre generoso, nos hace sentir a todos y cada uno que ese éxito, el brillante momento glorioso, también es nuestro y nos pertenece. Porque Cuenca no es sólo un gran poeta y un erudito y un muy buen político, sino alguien capaz de transmitir su calidez a cuantos con él tratamos con mayor o menor frecuencia. Hablo con sus hijos, Inés y Álvaro, con su mujer: Alicia, y con muchos de los amigos que ambos compartimos y que no me atrevo a intentar citar porque inevitablemente me olvidaría de alguno. Salgo a la calle acompañado de Lorenzo Rodríguez Garrido y comentamos y estamos contentos y orgullosos y tranquilos. Nuestro mentor e inspirador y siempre fiel amigo Luis Alberto de Cuenca y Prado, excelentísimo señor una vez más, ha entrado hoy -Dios es grande- en la Academia. Como siempre había deseado, como desde hace mucho tiempo había soñado y merecido. Merecido.

Luis Alberto de Cuenca, escayola.

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos