JAVIER PUEBLA

                     

LOS ITALIANOS SALVAJES


Lorenzo Silva+tricornio-Guardia-Civil. Foto by Fénix, ilustración The Monjas. Copyright.Bien mirado Italia siempre ha sido, con sus valles de civilización más o menos extensos, un país salvaje. Pero su literatura, su literatura actual o moderna, no sé muy bien por qué ¿desconocimiento? ¿juicios preconcebidos? me parecía hasta la fecha más bien tranquilona, mental, meditada y calma ¿o no son así los libros de Tabucci o Baricco? Pero hace un par de meses me topé con Niccolò Ammaniti y ¡empezó la fiesta de los hipopótamos azules, del salvajismo literario e incontinente! Puede ser una casualidad, pensé, me dije a mí mismo, la excepción que odian todas las reglas (porque aunque las confirman les privan de su sueño de universalidad). Y cuando empezó el verano y llegó discretamente a casa El mapa y el territorio de Michel Houellebecq sonreí con suficiencia, porque aquello sí que iba a ser salvajismo. Y lo es, Houellebecq se marca con la novela merecedora del Goncourt, una pirueta alucinante, porque se utiliza a sí mismo como personaje y no tiene piedad con su sombra literaria; en absoluto no tiene piedad, pero no quiero decir nada más al respecto para no privar a ningún lector de la sorpresa, del acto de magia brutal que sólo un creador auténtico podría haberse atrevido a hacer. Y aún así, perdóname Michel, Houllebecq no es un escritor salvaje, o más exactamente no es un escritor italiano salvaje, como Ammaniti y sobre todo como el feliz descubrimiento de la cucaracha impresa que tengo sobre los muslos desnudos -estamos en verano- que ilustra la portada amarillo pergamino de Todos tienen razón, la magnífica primera novela de Paolo Sorrentino... ¡qué salvaje, qué bestia, qué putero, qué divertido, qué serio, qué cocainómano, qué profundo, qué cínico! ¡qué bueno el muy cabrón! En esta novela está todo lo que me gusta como lector, están las quintaesencias de los mejores autores de Herralde, desde el Pedro Juan Gutierrez de Trilogía Sucia de la Habana al Irvine Welsh de Trainspotting, pasando por quien se quiera, desde Piglia hasta Fadanelli o el mismísimo Houellebecq, o Pámies, o Navarro, e incluso Pombo y por supuesto Monzó. “Qué cansinos son los seres humanos cuando no están a tu servicio”. Sí, uno lo lee y admite que Sorrentino tiene razón, los otros son cansinos, un coñazo, excepto cuando están a nuestro servicio. Pero no se dice, nadie lo diría, excepto un salvaje, un italiano salvaje. “Los hombres se dividen en dos categorías: los que se ponen cómodos. Y se pudren. Y los otros. Yo formo parte de los otros”. Yo también, qué cojones, no voy a dejar solo a Sorrentino aunque no me haya tocado nacer en Italia. Si hasta el traductor Xavier González Rovira, tan comedido y meticuloso él (o eso creo recordar, pero me memoria está llena de agujeros) se deja contagiar de la prosa a puñetazos delicadísimos y continuos, y consigue la hazaña de que parezca que estamos leyendo a un autor que ha escrito directamente en español. Español, sí. No voy a poner "castellano". No quiero. Ni Ammaniti ni Sorrentino no son para espíritus pacatos, que miran hacia otro lado cuando se habla de mierda o drogas o violencia o sexo. Son escritores salvajes para lectores salvajes. A Roberto Bolaño -cierro los ojos e invoco su espíritu- le habrían encantado.

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos