LORENZO SILVA
Y
LA GUARDIA CIVIL
Si alguien me hubiera contado hace veinte años,
incluso hace diez, que algún día me iba
a sentar ante el ordenador para escribir un texto en el
que hablaría bien, con admiración y hasta
cierto orgullo, de la guardia civil... me habría
reído en sus narices. ¿Yo,
diciendo lindeces de los picoletos? ¡Anda ya!
O no me has visto bien o estás bajo los efectos
de alguna sustancia que te descuajeringa el coco.
Pero aquí estoy, dándole a los teclitas
para escribir sobre la guardia civil, sin intención
de insultar a los guardias ni reírme de ellos.
Podría pensarse que, simplemente, me hago viejo,
y por lo tanto conservador, defensor de los valores establecidos.
Pero ni me hago viejo, ni soy conservador (en el sentido
político del término), ni voy a convertirme
en paladín de los valores establecidos. Voy
a escribir bien de la guardia civil por culpa de Lorenzo
Silva. Ah, el maldito Lorenzo Silva que
ha conseguido mutar mis -en teoría inmutables-
opiniones sobre la guardia civil que conocí de
adolescente.
El proceso que me ha llevado a cambiar de opinión
comienza hace ya bastantes años, cuando el escritor
Lorenzo Silva saca una novela titulada El
lejano país de los estanques, protagonizada
por dos guardias civiles, chico (Bevilacqua)
y chica (Chamorro)
y para mi pasmo logra que me caigan bien los dos; a pesar
de su profesión. Es sabido que lo de Bevilacqua
y Chamorro es una serie ya larga y de éxito, y
por lo tanto podría pensarse que ahí está
la razón o explicación para mi postura pro
Guardia Civil.
Casi. Porque Silva me tenía medio convencido, pero
sólo medio. Sin embargo hace unos meses el mismo
tipo que firma la serie de Chamorro y Belvilacqua, el
tal Lorenzo Silva, publicó SERENO
EN EL PELIGRO, La aventura histórica
de la Guardia Civil. Cogí
el libro con la mayor saña posible, con toda la
mala leche y odio histórico que
me quedaba desde la adolescencia contra “la benemérita”.
¡Y fracasé!
Si ahora la Guardia Civil
en pleno diese un concierto en plan coral compraría
entradas para primera fila. A la que me descuido me encuentro
a mí mismo hablando de los guardias como si fuesen
mi equipo de fútbol favorito. Y la culpa la tiene
Lorenzo Silva. Por escribir tan bien y encima creerse
lo que dice y conseguir que los demás también
nos lo creamos. El Duque de Ahumada
creó un cuerpo de élite hace casi doscientos
años (algo menos, sucedió en 1844) que en
realidad dejaba en mantillas a los geos actuales. “Ninguna
falta es disimulable en los guardias civiles”
se cita en su primer reglamento. Yo no conocí a
esos guardias, sino a los de la postguerra del 36, mucho
más humildes; y por eso no me gustaban. Pero ahora
veo a los picoletos modernos
como a primos de Spiderman, héroes
incomprendidos, tipos en los que se debe confiar, aunque
puedan pararte en la autopista y quitarte hasta la dentadura
postiza, y la nintendo, si vas a 300 por hora.
En suma, el Duque de Ahumada
fue el creador de una guardia civil “mítica”,
pero el escritor Lorenzo Silva desde sus novelas y “Sereno
en el peligro”, es sin duda su mejor, y más
convincente, trovador.