JAVIER PUEBLA

                     

JUSTO NAVARRO,
PROSA MUSICAL

 

Emilio Pascual, El número de la bella, 2011.By Fénix, copyright.Si la memoria no me patinase sobre mantequilla podría escribir aquí y ahora y sin equivocarme que la primera novela que leí de las firmadas por Justo Navarro, autor de cincuenta y muchos años, nacido en Granada, cráneo despejado e individuo capaz de posar para la foto de la solapa de cubierta con el ceño fruncido y los labios levemente curvados hacia abajo, fue precisa y exactamente El alma del controlador aéreo, y compré el libro -pero ahora ya la memoria seguro que me falla y tendré que apoyarme en la reconstrucción imaginativa de los hechos- cuando vivía en el oscuro Dakar, Dark Dakar, y en un viaje a España lo encontré en la mesa de novedades de la librería El Aventurero regentada por la muy especial señorita Ana Faraco y sita en la calle Toledo de la ciudad de Madrid, ciudad en la que se aprecia la labor de Anagrama tanto o más que en cualquier otra, siendo ese el primer motivo por el que me fijé en “el alma” de Navarro, aunque sin duda lo que me hizo decidirme a adquirir el volumen fue el hecho de que años antes, durante mi vida en Barcelona, había conocido a multitud de controladores aéreos y entre esa multitud de señores y señoras que evitaban los aviones se estrellasen los unos contra los otros juro que al menos encontré a una persona de quien -vuelvo a jurarlo- puedo asegurar que no tenía alma, y en un primer momento pensé que tal vez Justo, el señor Navarro, también habría trabado algún tipo de relación con el zombi de mirada vacía y dientes tan torcidos como brillantes y era a él a quien le dedicaba la novela, como en la actualidad y con El espía se la dedica u ofrece al recuerdo del peculiar poeta americano Ezra Pound, quien durante la Segunda Guerra Mundial se dedicaba a cantar loas y alabanzas de ese bailarín inolvidable, producto únicamente posible de la Italia de todos los tiempos, llamado Benito Mussolini, y lo hacía por radio y desde Italia donde vivía con su mujer, su amante, su hija, su padre, su madre y un gato del que Navarro nada dice en su novela, El espía, que es pura música, como lo era El alma del controlador aéreo, y también “F”, la segunda de las suyas que leí y la que más me conmovió, aunque en realidad lo que emociona de Navarro es el dominio de las frases en la que consigue armonizar en ballet perfecto el baile de hasta a la más humilde de las sílabas, párrafo a párrafo, capítulo a capítulo, casi sin importar lo que diga o cuente, porque tanto en El espía como en Finalmusik se permite el señor del ceño fruncido y la frente despejada deslizar su versión de las primeras palabras de Lolita o Los pesares del joven Werther, y demostrar que es capaz no sólo de trasladar sino incluso mejorar al mismísimo Nabokov, pero todo ello aún le parece poco y siempre, absolutamente siempre, Justo Navarro nacido en Gran Granada, acaba las novelas con una frase perfecta y magistral, de genio del relato corto, que deja sin aliento y boquiabierto al lector que sólo puede aplaudir, con toda su alma, aunque pueda darse el caso de que no la tenga como sucedía con aquel controlador aéreo que una vez conocí yo.

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos