IAN McEWAN, BRILLANTE COMO EL
SOL
(ANAGRAMA
2011)
A mí, simplemente,
me ha encantado.
Ian
McEwan, escritor británico nacido en 1948
y miembro destacado del grupo que Jorge Herralde
bautizó como el “english dream team”,
ha publicado recientemente en España su nueva novela:
Solar, con traducción
del siempre excelente Jaime Zulaika.
Solar es una maravilla, brillante e incluso deslumbrante
como su título ya insinúa. Desde las primeras
páginas McEwan atrapa al lector y no lo suelta
hasta la última línea tras casi cuatrocientas
páginas de giros y peripecias. Sin duda el principal
mérito e interés de Solar es su calidad
como novela, como obra de ficción: sugerente y
entretenida, inspirada e impecablemente construida.
A los lectores habituales
de McEwan, que supongo somos muchos, les bastará
con ver el nombre del autor británico para lanzarse
sobre el libro; e imagino que también aquellos
que -¡cuanta ingenuidad!- leen ficción con
la esperanza de aprender algo, de aumentar sus conocimientos
técnicos o históricos, les atraerá
el tema de Solar porque como es fácil adivinar
el pretexto de la obra, la mota de arena sobre la que
la ostra forma la perla, es el del futuro energético
del planeta tierra; en las entrevistas he observado que
se empeñaban en preguntarle sobre ese tema, y él
respondía con la misma inteligencia e ironía
que utiliza para tratarlo en la novela.
Solar es una comedia de amor y desamor, una carcajada
burlona sobre la incompetencia de los hombres nacidos
a mitad del siglo XX para querer o amar, pero también
para organizar los aspectos prácticos de sus propias
vidas: los problemas pequeños -un
calefactor que no funciona- siempre requieren de mucha
energía para resolverlos, porque nos obligan previamente
a aparcar los grandes. Y esa es la piedra angular
de Solar, el nácar con el que cubre el grano de
arena. El protagonista, Michael Beard,
se encontró con un Premio Nóbel en Física
no especialmente merecido y el galardón sirvió
para alimentar el resto de su vida al individuo torpe,
egoísta y miserable que estropeaba cuanto tocaba,
a quien tocaba. Beard es un capullo, un cretino de la
cabeza a los pies; pero McEwan lo convierte en el paradigma
de la condición humana; de la condición
humana masculina, me atrevería a precisar. El autor
“comprende” a su criatura, la acepta; pero
es implacable con Beard: el sembrador de vientos no puede
librarse de recoger tempestades. Y en ese sentido el más
reciente libro de McEwan sigue la tradición de
los cuentos sufís. Pero es mucho más. Mientras
leía sus largas y sabrosas páginas no podía
evitar pensar en dos de mis autores más apreciados:
Richard Ford y Roald Dahl.
El primero es, quizá, el mayor escrito norteamericano
contemporáneo, y el segundo uno de los cuentistas
más brillantes, y sin duda el fénix de los
ingenios, del siglo pasado. Las mejores virtudes de uno
y otro están en McEwan, en Solar; como también
está la estela de la maestría narrativa
de los autores británicos.
En suma: un libro que engancha como el primer Larsson,
que entretiene a quien busca entretenimiento y hace pensar
a quien quiera y sea capaz de hacerlo. A mí, simplemente,
me ha encantado.