HOUELLEBECQ,
PASCUAL, AMIS, PÉREZ ZÚÑIGA, BOLAÑO...
Y MÁS
Llueven
libros sobre la mesa de cristal de mi despacho. Emilio
Pascual, El número de la Bella.
Es inconfundible el lenguaje de Pascual, de una musicalidad
familiar y a la vez perdida, uno se siente en siglo XVIII,
y también en el VIII, cuando toca. Carezco de calma
para leerlo con placer ahora mismo, así que lo
coloco en la torre de los libros que me reservo para el
verano. Y en la misma torre, siguiente piso, El juego
del mono, que firma Ernesto Pérez
Zúñiga, de quien me interesó
mucho El segundo círculo (Premio Internacional
de novela Luis Berenguer); es más fácil
de leer que la novela de Emilio; quizá podría
hacer un sprint el fin de semana, pero de momento se queda
en la “torre”. Abro caja y sale Bolaño:
el Cid de los tiempos modernos que gana batallas después
de muerto. Anagrama le publica nueva novela inédita,
Los sinsabores del verdadero policía,
en cuyo primer capítulo se queda solo llamando
maricones o mariquitas o ninfos o bujarrones o lo que
le apetece a todos los poetas vivos y muertos que se le
puedan pasar al lector por la cabeza. Seguiría
con Bolaño pero sé que es duro de leer -Los
detectives salvajes me acompañó durante
cinco meses por seis países africanos-, y además
junto al chileno muerto llega el vivísimo inglés
Martin Amis con brillante título:
La viuda embarazada. ¿Lo traslado a la
torre o intento leer un poco, a ver si logra engancharme?
Intento leer un poco, veintiséis páginas,
que -desde luego- me gustan, porque de Amis me lo he leído
absolutamente todo y sería una deserción
dejarme una novela en la nevera, pero lo cierto es que
ahora no tengo tiempo. No tengo tiempo porque la lucha
por la vida me tiene cogido por los testículos,
seamos realistas y sinceros; y el que algo te tenga cogido
por los testículos genera ansiedad e imposibilita
la tranquilidad de la lectura. ¿Y Houellebecq?
Son artículos, publicados en la colección
Argumentos de Anagrama bajo el título de “Intervenciones”.
Eso puedo intentarlo, no hay que seguir un orden; si alguno
no me interesa lo salto, y punto. Así que picoteo
a Houellebecq, tan brillante y entretenido como en sus
mejores novelas. Un amigo me trajo la obra con el que
el franco-almeriense Michel ha ganado el Goncourt bajada
de internet, y tuve que decirle “no, gracias, esperaré
a que esté traducida; y sea verano”. Y en
verano también leeré El alcalde del
crimen, de Francisco Balbuena, e
incluso El Factor Scarpetta de Patricia
Cornwell (porque me lo ha enviado mi querida
María Lacalle).
En verano, todo en verano.
Hoy prefiero ir al Círculo
de Bellas Artes y fumar un cigarro en el vestíbulo.
Llueven bedeles y ciudadanos amantes del linchamiento
espontáneo. Sonrío y señalo a Ram
Rendell, que está filmándome. Es
una performance; miento. Está autorizada; miento.
Me acabo el cigarro. Lo tiro al suelo y lo piso. Nadie
reacciona. La cámara los paraliza a todos. En los
días presentes, señores, no hay tiempo para
leer, y para fumarse un cigarro donde a uno le apetece
hay que echarle imaginación, temple... y -como
en pintura clásica- dos huevos.
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