ES TIEMPO DE VERANO
Así que no voy a
escribir sobre nada. Si alguien espera que hable aquí
del gobierno que con tanta torpeza nos ha llevado a la
desesperanza en los últimos meses, o de que la
oposición tampoco ha hecho nada por el ánimo
de los ciudadanos, que se olvide, porque no voy a hacerlo.
Prefiero recordar la última fiesta literaria a
la que he sido invitado, me gustan las fiestas, y que
se celebró en un bonito apartamento propiedad de
la familia de Javier Vázquez Losada,
presidente de Culturamas. Lo pasé francamente bien,
y eso que estuve a punto de no acudir porque a mi hijo
se le había estropeado la tarjeta de la Nintendo
y primero se es padre y luego escritor. Pero una llamada
de última hora de Lorenzo Rodríguez
Garrido, realizada desde una terraza mientras
se tomaba una cerveza bien fría, me hizo sentirme
obligado. Y lo agradezco, porque vi a muchos y queridos
amigos y conocidos, desde el anfitrión hasta Pedro
de Paz, Recaredo Veredas, Isabel
Camblor, José Luis Muñoz...
y otros muchos. Y además conocí a un tipo
muy interesante, Javier Lorenzo, guionista
y locutor de radio, columnista de prestigio, novelista,
y excelente conversador. No hay mejor destino para una
fiesta de escritores que se vaya todo el mundo y quedarse
con el grupo final, alrededor de la botellita de bourbon
o ginebra, y hablando de literatura y del mundo literario,
que casi nunca es lo mismo. Estuve hasta las tres de la
noche, y no me fui el último.
He estado invitado a más fiestas, menciono la de
Gonzalo Escarpa en la Piscifactoría,
pero no he acudido a ninguna otra, porque a pesar de ser
verano tengo más trabajo que nunca; algo que siempre
sucede cuando la economía flaquea: hay que buscar
monedas hasta debajo de los manteles de los restaurantes.
Y como siempre hablamos de la procesión según
nos va en ella tengo la sensación de que la mayoría
de mis amigos y conocidos andan como yo: deseando “plegar”
pero aguantando la que cae con la sonrisa impertérrita
y bailando sólo cuando no nos ve nadie. Porque
aunque es cierto que en la literatura ahora mismo no hay
dinero, pero en realidad es un mundo en el que nunca jamás
ha habido dinero, así que estamos acostumbrados
a untar las piedras con mostaza y masticarlas despacito,
porque lo que siempre hemos tenido los creadores es imaginación
y alma. Si pasamos hambre soñamos con la comida
de mañana, si se nos rompen los zapatos soñamos
con dos pares nuevos, y además hasta somos capaces
de convertir el sueño en una novela, una película
o hasta una columna en la que no se dice nada, porque
a veces basta con el placer de hablar o el de escribir
o el de leer frases cortas o largas que ni cuentan grandes
historias ni descubren mundos nuevos, pero son lo bastante
sonoras o entretenidas. Si alguien ha tenido la amabilidad
de llegar hasta aquí, después de la confesión
con la que he comenzado, de que no iba a escribir sobre
nada concreto en esta columna, le doy las gracias, le
agradezco la compañía y espero que haya
pasado unos minutos entretenido, como cuando se pasea
o se juega al ajedrez o al Super Mario en la Nintendo.
Feliz verano.