EMILIO
PASCUAL,
NO PARA CUALQUIERA
Me
ha pasado algo curioso, inhabitual, al comenzar a escribir
esta columna; cuando llevaba un párrafo más
o menos largo he utilizado una palabra que -según
el torpe y tramposo procesador de textos llamado Word,
de Microsoft- no existía. La palabra era repegado,
y ha aparecido subrayada en rojo. He intentado añadirla
al diccionario como hago siempre que uso una palabra que
el programa tramposo no conoce, quizá con razón
porque queriendo o sin querer me la he inventado; y el
programa se ha negado a aceptarla. Ha salido un cartelito
imbécil de aviso diciendo que el procesador de
textos se cerraba y que si perdía la información...
me aguantase.
Pero he decidido tomármelo a bien, porque en ese
primer párrafo, borrado y perdido, insultaba -con
tacos sonoros de diccionario- a varias personas, y tras
reflexionar un segundo he pensado que a Emilio, que amén
de espectacular y sabio es un caballero, le habría
parecido mal. Hablaba de gente, gentuza más bien,
a quienes no me importaría pegar un tiro en la
sien; por eso siempre me han simpatizado los asesinos:
pueden pegar tiros en la sien a quienes se lo merecen,
a quienes cometen delitos mucho más graves de los
que están formulados en el código penal;
yo tengo que joderme, tragar quina y -como máximo-
escribirlo.
Cuando conocí a Emilio Pascual en la calle Libertad
(¿dónde si no?) me sentí igual que
García Márquez al tocar por primera vez
la nieve. Había oído hablar de seres muy
extraordinarios, pero hasta ese momento no me había
encontrado con ninguno.
¿Qué tiene Emilio Pascual de tan extraordinario?
Opino que varias cosas; a saber: Memoria, capacidad de
trabajo, inteligencia, magia interpretativa de actor nato
y- por eso me permitió conocerle, yo no lo merezco-
una generosidad que lo retrata como ser humano. Desde
que nos conocimos siempre le he pedido que sea el presentador
de mis libros, y cuando la vida le dio una bofetada inmerecida
(no voy a hablar aquí de ella, sin un revólver
auténtico en la mano), he tenido la delicadeza
de no volver a pedirle que sea mi embajador literario,
pero tampoco he presentado en público ninguno de
los dos libros que mi editorial lanzó al mercado.
Ahora es Emilio, Emilio Pascual, quien ha publicado un
libro, en una editorial pequeña que él hace
grande: Valnera Literaria (les deseo baraka). El libro
se titula EL NÚMERO DE LA BELLA, y su prosa -música
que realmente sólo es capaz de interpretar Emilio-
a mí me sobrepasa. Entro por una página
y salgo por otra. Copio una frase a mano: “No escribas
ni una línea que te deshonre -dijo ella-, que no
te sea fiel en el día de la retribución.
Si destapas el tintero, no mojes en él la pluma
si no es para escribir algo generoso, valioso y saludable
para todos”; página 159.
“El número de la bella” sólo
sería accesible a un público universal y
vario si Emilio Pascual lo leyese entero con su voz alta
y se publicase en formato audio. Del mismo modo que nadie
como Luis Alberto lee los poemas de Luis Alberto, únicamente
Pascual es capaz de hacer asequible -para todos- la prosa
exquisita de Pascual. Amado amigo.