JAVIER PUEBLA

                     

DURO PEYOTE, EN CONCIERTO


Lorenzo Silva+tricornio-Guardia-Civil. Foto by Fénix, ilustración The Monjas. Copyright.
Sucedió la noche en que los los iPhone se transformaron en pequeños ataúdes de color blanco, en la noche en la que todos los IMac parecían mausoleos de plástico helado, sucedió la noche del día en el que murió Steve Jobs: Duro Peyote, tras más de tres años de trabajo intenso y secreto, ofreció su primer concierto en el corazón de Mad Madrid, en un garito cercano a lo Sociedad de autores, ese lugar que don Teddy Bautista convirtió en su particular caja del dinero del tío Gilito. El concierto estaba convocado a una hora imposible, las nueve treinta de la noche, por lo que era fácil deducir que no empezaría hasta las diez ¿y cuarto? Y a las diez y cuarto llegué, bien nadado, cenado y quizá hasta recién levantado; pero seguía siendo temprano. Hasta las diez treinta los músicos no se encaramaron al mínimo pero suficiente escenario, y cuando Rubén, El Niño y el Batería Enmascarado, comenzaron con los acordes del primer tema, un acústico, sólo estábamos cinco personas escuchándolos. Veinte minutos después, claro, no cabía ni un anoréxico en el local de la cantidad que gente; pero ese primer momento fue... “la classe”, qu´on dit les françaises. Podrían haber esperado, pero no; un profesional si tiene que dar un concierto, hacer un espectáculo, cantar una conferencia, lo hace aunque todas las sillas del patio estén vacías excepto una. Y como ese gesto profesional me ganó y conmovió e impresionó, saqué una cámara de video del bolsillo, para multiplicar por dos, al menos por dos, la cantidad de personas que allí estábamos; porque una cámara encendida es un espejo (y en mis manos dos espejos). Supongo que el padrino y protector del grupo, el dj y excelente ilustrador Montxo Dixie, subirá los archivos con los temas a la claud, la nube virtual que cualquier día estallará y nos ahogará a todos en pixels. Fue un concierto magnífico; había MUCHO grupo allí, mucho con mayúsculas (por eso lo he escrito así), se notaban los años de trabajo, la profesionalidad y la inteligencia, pero lo mejor en mi opinión es que no era un montaje zombi y comercial, sino arte, el intento de poner o exhibir ante el público una verdad, la de alma de los músicos, y en particular la del cantante, Rubén, y la del burbujeante guitarrista, El Niño. Me encanta, y pasa pocas veces, con muy pocas personas, en muy señalados momentos, cuando algo o alguien me saca del tiempo, me deja “colgado en plena pausa” como lo decía Will More a Eusebio Poncela en la película Arrebato de Iván Zulueta. No sé que hora era cuando regresé a casa, lo hice caminando tras asistir a una boda estilo las Vegas, Elvis era el casador, entre dos dibujos de Montxo Dixie que se habían convertido en realidad para mí; pero eso fue en otro local, y sería otra historia, otra columna o crónica, que ahora, empiezo a estar levemente cansado o aburrido de teclear, no voy a escribir. Y dudo mucho que llegue a escribirla jamás. Prefiero utilizar esta frase alegre, solitaria y final para desear larga vida y éxito a Duro Peyote, agradecerles su concierto; para mí ya han triunfado: su sonrisa me hizo bailar.

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos