SOY UN ESTAFADOR
(A LA GENTE HAY QUE DARLE "LIEBRE
POR GATO")
Acostumbraba a decirlo mi
tío, el arquitecto Alejandro de la Sota,
que a la gente hay que darle liebre por gato.
Y ello debido a que la sociedad lleva tantos y tantos
años engañando y engañandose a sí
mismo, dando gato por liebre prácticamente siempre,
que la mayoría de las personas han olvidado el
verdadero, intenso e inigualable sabor de la liebre e
inconscientemente cuando piden liebre en el gran mercado
de la globalización lo que esperan sus paladares
es insulsa carne de gato. Estamos tan acostumbrados a
que nos engañen que quienes nos desean ofrecer
verdadera calidad se ven forzados a engañarnos
dos veces, para que podamos comer, y apreciar, la liebre.
Desde siempre, en todos mis quehaceres elegidos voluntariamente
y más o menos remunerados, he procurado aplicar
el lema de mi prestigioso tío Alejandro y darle
al público -a los lectores, a mis amigos, a cualquiera
con quien me cruzo- liebre por gato. Es decir,
que soy un estafador; un burlador de la práctica
y costumbre de esa abominación que llamamos "mercado".
Mi última experiencia
al respecto se remite a un taller literario que imparto
tanto presencialmente, en Madrid, como por Internet (tengo
"tripulantes" en Hong-Kong, Valencia, Israel
y Murcia). Cuando se me ocurrió la idea para el
taller, que básicamente consiste en crear un personaje
-su infancia, su adolescencia, su plenitud; una etapa
por trimestre- utilizando microrrelatos y se la ofrecí
a una celebrada Academia de Madrid con la que colaboro
estrechamente, el director de la misma me preguntó,
de modo confidencial y amigable, que de dónde había
copiado la idea. Señalé mi cabeza como única
posible respuesta, pero mi amigo no me creyó y
se pasó varios días buceando por todos los
cursos que se ofrecen a través de la web en Europa
y América con la esperanza de encontrar algo parecido.
No lo encontró. No lo encontró porque a
mí me resulta más cómodo, más
fácil, conectarme con mis propios pensamientos
que con la web (ni siquiera tengo ADSL). Finalmente, por
problema de horarios, no llegué a un acuerdo con
la Academia y decidí poner en marcha mi proyecto
en soledad, alquilando aulas, buscando alumnos entre mis
conocidos y amigos, y sobre todo esforzándome en
"estafar a mis alumnos" ,darles liebre por gato
a mis compañeros de travesía, a "la
Tripulación" de mi barco imaginario. Los resultados,
tras casi tres meses de trabajo, están a la vista
de cualquiera que se quiera molestar en visitar mi página
web -javierpuebla.com- y en leer, tras pinchar la foto
de los autores cuando eran niños, los relatos que
han ido escribiendo mis tripulantes. Cierto que entre
ellos había, hay, gente con experiencia y gran
prestigio -directores de cine con Goyas a cuestas, escritores
laureados, actrices célebres, periodistas de radio
y televisión- cuyos relatos era de esperar fueran
magníficos, pero también viajan en mi barco
imaginario tripulantes que se dedican a la informática,
la abogacía o los negocios y no habían escrito
un cuento en su vida, pero que han logrado piezas realmente
memorables. El truco para conseguirlo es muy simple, porque
el truco es que no hay truco. Esa es mi estafa. Crear
es un juego, un baile, y también una magia, que
los años me han enseñado a compartir. Y
aunque supone mucho más trabajo, dedicación
y energía que dar un curso convencional de los
de "gato por liebre" a mí me compensa
sobradamente el esfuerzo ver los rostros felices, satisfechos
de verdad, de mis "tripulantes" cada vez que
salimos en nuestro imaginario velero a navegar por los
mares de la imaginación; travesías que -en
pro de mi estafa- llamo sin pudor alguno: clases.