JAVIER PUEBLA

                     

SIN GANAS DE ELEGIR

Hat, by Fénix, copyright.

 

Domingo y medianoche; el momento en el que casi siempre escribo mis columnas semanales. A lo largo de la semana proceso cuanto me ocurre o veo o me cuentan, y cuando llega el domingo elijo un tema y escribo tres mil cien caracteres en veinte o treinta minutos; no necesito pensar para hacerlo porque ya he estado toda la semana haciéndolo. Pero sucede en ocasiones que la semana es rara y excesivamente rica en sugerencias. Así ha sido en esta ocasión.

La semana ha sido rara porque la bomba de La Navidad ha caído sobre ella. En Navidad me suelo ir a Murcia, de allí es la familia de mi mujer, my family in law, y aprovecho el viaje para ver amigos, desempolvar recuerdos y borrar durante setenta u ochenta horas la vida que llevo en Madrid. Y entonces me sucede que están las columnas que había “encontrado” en Madrid: la paz en el rostro de Rafael Reig, a quien vi en la fiesta anual de Hotel Kafka, tras que por fin se haya reconocido de modo inequívoco su talento al concederle el premio Tusquets de novela . Pero en esa misma fiesta me crucé dos posibles “columnas” más, dos caras más que merecerían de sobra mis humildes tres mil cien caracteres: Javier Azpeitia y David Torres; a ambos les conozco desde el principio de mi aventura literaria, cuando decidí abandonar la certeza del ministerio para intentar convertirme en el profesional de la literatura que ahora soy.


Y también en Madrid, aunque en este caso me apoyaba en un libro ya impreso que me llevé a Murcia, comencé a leer Sereno en el peligro, de mi amigo Lorenzo Silva; el libro está tan lujosamente editado que no me atrevo a subrayar las frases que me gustan y las voy copiando en postit que luego pego donde va surgiendo (los acabaré perdiendo).


Pero ya en Murcia me suceden suficientes cosas como para desear escribir al menos tres columnas más, desde como veo la ciudad tras dieciséis años de ausencia, hasta el cretino que me pega un golpe por detrás en el coche y luego se da a la fuga, pasando por la que más me apena no escribir -ahora me doy cuenta- y que habría tratado sobre otro rostro, sobre la cara, el dibujo o más bien óleo (digno de Goya) que llevaba sobre los hombros mi brillantísimo camarada Ángel Montiel. Cada vez que le miraba, durante la velada que compartimos con su mujer y familia, era como leer cien páginas de un libro. Tenemos la misma edad, y de algunas cosas sabemos -creo- aproximadamente lo mismo.


Pero aún cuando acabo de llegar a Madrid y hablo con mi padre por teléfono aparece ante mí un nuevo tema que me revuelve por dentro y sobre el que no evito reflexionar. Se trata de una noticia que me da mi padre; la persona que más se preocupa de que me entere de cuanto sucede en el mundo. Jorge Herralde, a quien tantas columnas he dedicado, ha vendido su editorial... su editorial, mi editorial, nuestra editorial, Anagrama; a un italiano. Ya sabía algo del asunto, claro, pero, ¿cómo se sentirá? Si no fuese domingo y navidad y ya tan tarde le llamaría por teléfono.


No elijo. Ninguna cara, ninguna escena. Es domingo y medianoche. Sólo abro al ordenador y -como siempre- escribo.

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos