JAVIER PUEBLA

                     

ROBERTO MONTERO GLEZ,
DELICADEZA DE ORFEBRE

 

Bodegón natural en casa de Jesús Marchamalo.Me lo contó Jesús Marchamalo en el momento exacto en el que un cañón de luz entró en diagonal por las ventanas de su casa, atravesó una botella de vidrio llena de agua y se posó sobre los restos de comida que había en mi plato. No pude evitar hacer una fotografía de la luz transmutando el plato, y entonces me lo contó, que Montero, como él le llama, escribía -siguiendo el ejemplo de García Márquez- siete borradores de cada libro. Y esa misma noche en mi casa tuve ocasión de comprobarlo al abrir Pistola y cuchillo y tener la sensación de que estaba leyendo a un tiempo siete hojas de papel traslúcido, porque las palabras se desvanecían y sólo eran importantes, sólo llegaban a mi corazón, las frases.
Pistola y cuchillo es un libro de frases, cada una con su vuelo y su ritmo. Ya lo intuí cuando Jesús Marchamalo me explicó el asunto de los siete borradores y luego con su generosidad de erudito subrayó que ese trabajo minucioso se notaba hasta en el rincón más oscuro de la (vb)ala que ha escrito Roberto; así es como yo le llamo cuando hablamos en persona o por teléfono: Roberto. Y fue por teléfono que hablamos cuando ya había abandonado Mad Madrid, agotado, tras el baile de las entrevistas y la presentación del animal escrito en la plaza del Hotel Kafka, con Marchamalo como presentador o sobresaliente, que se diría en lenguaje taurino.
Me fue imposible acudir al acto porque tenía que capitanear a mi tripulación de escritores, a la que jamás descuido; “los cuido como a novias” le dije un día a Jorge Herralde también por teléfono cuando él acababa de regresar a su despacho en la editorial después de cortarse el pelo.
No estuve, pero tengo el libro. “Me lo leeré esta noche”, mentí a Montero por teléfono y sin saberlo, pues no me lo leí en una noche, sino en cinco, porque lo fui demorando, para que me durase, y porque habría sido desperdiciarlo bebérselo de un solo suspiro. Ese hermoso libro de frases, en el que a veces me he visto retratado a mí mismo: “apareció con todo el poderío de un tigre celestial, roto por dentro y sin embargo con fuerzas para seguir abriéndose paso en la noche”, y también he visto a Roberto, a Roberto Montero Glez tan cercano a Camarón como si fueran el mismo: “Caminaba con la fragilidad del que no sabe negar una pizca al capricho de su temperamento”. Dieciséis frases he subrayado y copiado en las llamadas páginas de cortesía, las que se dejan en blanco al final de algunos libros. Y creo que una define la esencia del mismísimo libro que la tiene dentro; dice: “Los hechos son igual que una pistola sin balas si no hay un sentimiento que la cargue”. En Pistola y cuchillo, lo mejor que nunca ha escrito Montero Glez, los hechos son fascinantes, pero lo sublime es que en ellos Camarón está -de nuevo- vivo. Y eso lo ha conseguido Roberto poniendo su propia sangre, no una, sino siete veces, hasta que las palabras se han diluido formando las frases con las que vuela Pistola y cuchillo. Lo cierro. La portada; en blanco y negro. El eco de Camarón y Montero. Juntos. Inolvidables. Maestros. Amigos.

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos