JAVIER PUEBLA

                     

LA CHICA DE ORANGE

 

En general me encantan los tiempos modernos, la época en la que me ha tocado vivir; pero hay un matiz que me resulta desagradable y tristísimo, torpe aunque haya sido creado por la astucia: el intento de las grandes empresas por suprimir el factor humano. Sin duda la idea de suprimir el factor humano, de que cuando queremos algo de la compañía telefónica o de seguros o de cualquier otra, nos atienda cada vez una persona diferente, que además suele negar su pertenencia a la compañía (y con razón, pues trabaja para una sub-contrata), se inspira en una frase tan famosa y aceptada como estúpida: nadie es imprescindible. Mentira.

Cualquiera es imprescindible, y al cambiar a cualquiera se produce siempre una alteración en el todo, en el conjunto de la máquina. En cualquier caso el hecho es que ya resulta imposible contactar con Luisa, Rodolfo, María Rosa o Alejandra cuando llamamos a un teléfono para intentar que nos expliquen algo o -qué risa les debe de dar- pretendemos hacer una reclamación. El teléfono lo atiende primero una máquina, lo que nos sitúa en condición de desigualdad a no ser que quien llame sea un usuario muy avanzado de la informática y haga a su vez que sea una máquina que llame a la compañía de turno; no suele ser el caso.
En la medida de mis pequeñas, humildísimas, posibilidades lucho contra esa tendencia maquinista y tramposa, e intento establecer el contacto humano incluso con los controladores de la hora en la ciudad donde vivo, a los que cambian cada semana para que no entablen una relación personal con los usuarios, clientes, del servicio de aparcamiento pagado. Sé que son batallas perdidas, que normalmente no volveré a ver a la señora con cara de cansada que está vigilando los tickets situados tras los cristales de los automóviles; aunque me aprenda su nombre, y escuche sus problemas personales. Pero aunque son batallas perdidas las libro en cada ocasión con lo mejor de mi energía, por una sencillísima razón: me mantienen en forma, listo para la lucha.
Hace poco cambié de compañía telefónica. Lo he cambiado todo: teléfono fijo, terminales móviles... Y para hacerlo he elegido como nueva compañía a Orange; pero no he elegido a Orange porque piense vaya a ser mejor que otra. Lo he hecho por el factor humano. Por Cristina, la chica de la sucursal de la Avenida del Mediterráneo. La conocí hace meses, para preguntarle sobre la conexión a internet a través de un “pincho” (se llama así al aparatito que se conecta al ordenador enchufándolo a una ranura rectangular denominada puerto USB). Me pareció amable, me pareció que hacía su trabajo lo mejor posible, lo más humanamente posible a pesar de estar imbricada en una estructura por definición deshumanizada. Semanas después, no había olvidado su nombre, pasé a saludarla y le regalé una de mis novelas. Y hace días la visité para realizar los cambios. No voy a enfadarme con Cristina si Orange funciona mal o me hace “picias”. No quiero que me resuelva los problemas. Me basta con saber que existe. Que puedo ponerle a Orange una cara. La cara de Cristina. La chica de Orange.

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos