LA FIESTA DE CULTURAMAS
                      
                       
                        Cuando llego ya se ha vaciado el primer cubo de cervezas; 
                        pero aún queda jamón... Allá donde 
                        poso la vista sólo encuentro sonrisas, caras contentas 
                        y ojos chispeantes. Diablos, ¡ni que no estuviéramos 
                        en Mad Madrid! Se me acercan Pedro de Paz, 
                        Lorenzo Rodríguez Garrido, 
Javier 
                        Vázquez, Recaredo Veredas 
                        y una rubia a la que no conozco y cuyo nombre no logro 
                        retener. Todos ellos me adivinan el pensamiento porque, 
                        en un movimiento de ilusionista, desaparecen por la derecha 
                        y reaparecen por la izquierda. ¿Una copa? ¿Una 
                        cerveza? ¿Un baile con cualquiera de las reinas 
                        de la alegre recepción? ¿Manís? Soy 
                        un hombre serio; acepto la cerveza y declino el resto.
                        Pero ¿dónde se han metido? Estoy solo entre 
                        la multitud. ¿Solo? Hola, no nos han presentado. 
                        Soy José Luis Muñoz, me 
                        han hablado muchísimo de ti. Perdona, pero ¿no 
                        nos conocemos? Soy Sofía. Caray, 
                        igualita que Helena Bonham-Carter, pero 
                        en guapo.
                      ¡Javier! ¿no 
                        me vas a saludar, no te acuerdas de mí? Has estado 
                        en mi casa. ¡Por las barbas de Ford-Coppola! si 
                        es Pedro Rodrigo, el cineasta de la familia. 
                        Por supuesto que había estado en su casa, pero 
                        cuando estuve en su casa recuerdo a un tipo de metro setenta 
                        y que sólo bebía poleo de menta, y a quien 
                        tengo enfrente mide al menos veinte centímetros 
                        más y bebe cualquier cosa excepto poleo de menta. 
                        ¡Ah, la fiesta!
                      
                      
                        Señor Puebla siéntase en su casa. Es Eduardo 
                        Vilas, capo del Hotel Kafka, 
                        lugar donde se celebra la gran verbena y uno de los tipos 
                        que mejor da la mano de cuantos he conocido en mi vida. 
                        Vilas te da la mano y parece que jamás se olvidará 
                        de ti, cosa que podría ser verdad, que es el principio 
                        de una “hermosa amistad”, lo cual tampoco 
                        es imposible y -sobre todo- transmite tanta energía 
                        y calidad humana que te hace sentir en tu casa, pero convertido 
                        en una central eléctrica.
                        Y como me siento en casa hago fotos, río sin parar 
                        y reboto de un grupo a otro como si fuera una redonda 
                        y plateada bola de pimball. Son más de las dos 
                        de la noche y aún sigo allí; yo, que siempre 
                        soy el primero que se va de todas partes.
                        
                        Pero la clave de tanta alegría, 
                        de que sea tan festiva la fiesta no se debe a las cervezas 
                        o a los ojos brillantes o a la calidad como anfitrión 
                        de de Vilas, sino que es algo más profundo. Lo 
                        comprendo al día siguiente. Y se explica como sigue: 
                        Hace poco menos de un año Javier Vázquez 
                        decidió montar una revista en internet que se convirtiese 
                        en el referente imprescindible del mundo cultural: Culturamas. 
                        No sólo lo ha conseguido, el número de visitas 
                        es apabullante, sino que lo ha hecho sin una palabra más 
                        alta que la otra, sin que el cansancio o las circunstancias 
                        le distrajeron de su objetivo. Vázquez Losada ha 
                        levantado, desde la nada, una revista con más de 
                        cien colaboradores con la misma facilidad que se celebra, 
                        y disfruta, una fiesta. Y por eso la zambra que se montó 
                        en el Hotel Kafka fue tan genial, porque sólo era 
                        la punta del iceberg de un festejo, una alegría, 
                        que comenzó hace muchos meses y posee una base 
                        tan sólida y poderosa que podría poner en 
                        peligro la supuesta imposibilidad de naufragar de los 
                        Titanic.
                      
                      No he mencionado a la 
                        mayoría de los asistentes, y apenas he colgado 
                        unas pocas fotos de las muchas que hice. Pero, al menos 
                        las fotos, las tengo...